11 de mayo de 2024

SURSUM CORDA


EN LA SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
 

Pocos días antes de Pentecostés, en la culminación del tiempo pascual, la Iglesia celebra la Ascensión del Señor.

 

Y nos invita a elevar nuestra mirada hacia lo Alto.

 

Para recordar esta meta, en  cada Misa al comenzar la Liturgia de la Eucaristía, el sacerdote exclama: “SURSUM CORDA!” (¡Elevemos nuestros corazones!) y se responde: “HABEMUS AD  DOMINUM!” (¡Los tenemos levantado hacia el Señor!)

 

La Misa es un pregustar el cielo, y con estas palabras la fe nos recuerda que es necesario elevar la mirada espiritual, y no arraigarnos a las cosas de este mundo transitorio.

 

El sexto artículo del Credo profesa esta verdad de fe:

“Et ascendit in caelum, sedet ad dexteram Patris”

(“Y ascendió al Cielo y está sentado a la derecha del Padre”)

 

Dos breves textos de la espiritualidad clásica católica de oriente y occidente lo dicen con poesía:

 

“¿Quién es ése que asciende?

El mismo que descendió”.

(San Agustín).

 

“Descendiste del cielo

como rocío vivificante.

Has traído el perdón

y el desierto floreció.

Subes al Cielo

como incienso perfumado:

llévanos tras de Ti

a los que te aclamamos”.

(San Efrén).

 

 

9 de mayo de 2024

ANCLADOS EN LA ESPERANZA

 "SPES NON CONFUNDIT"



La Bula de convocación para el Jubileo ordinario del año 2025 del Papa Francisco, presentada hoy en el Vaticano es un texto de una extraordinaria riqueza referido a la virtud teologal de la esperanza.

Su mismo título ("La esperanza no defrauda") tomado de la Carta de san Pablo a los Romanos 5,5, nos habla de aquellas certezas que son inconmovibles.

El comienzo del número 18 de esta Bula es muy expresivo de la fe católica:

"La imagen del ancla es sugestiva para comprender la estabilidad y la seguridad que poseemos si nos encomendamos al Señor Jesús, aun en medio de las aguas agitadas de la vida. Las tempestades nunca podrán prevalecer, porque estamos anclados en la esperanza de la gracia, que nos hace capaces de vivir en Cristo superando el pecado, el miedo y la muerte. Esta esperanza, mucho más grande que las satisfacciones de cada día y que las mejoras de las condiciones de vida, nos transporta más allá de las pruebas y nos exhorta a caminar sin perder de vista la grandeza de la meta a la que hemos sido llamados, el cielo."
Frente a tantas ideas confusas y ambiguas, que obnubilan los fines propios de la esperanza cristiana, es muy oportuno leer este texto pontificio, que deja un "sabor espiritual de las cosas altas". Muy propio para este día de la Ascensión del Señor.