28 de abril de 2017

EN MOMENTOS DE CISMA, DIOS OFRECE VIDAS SANTAS

 SANTA CATALINA DE SIENA (1347-1380)
Virgen y Doctora de la Iglesia


Estatua de Santa Catalina que se encuentra en el bastión sur del Castel Sant´Angelo de Roma, a la entrada del Vaticano, erigida en 1962, en un gran bloque de mármol de Carrara, obra de Francesco Messina. Su título "SANTA CATALINA VA A SAN PEDRO", como tantas veces lo hizo la terciaria dominica.


Animada por el espíritu de Santo Domingo de Guzmán, fue un ejemplo de verdadera fidelidad a la naturaleza del ministerio petrino. Su epistolario que remite al Papa de entonces (que se hallaba desterrado en Avignon, Francia), exhortándolo a regresar a Roma, es un testimonio vivo de auténtico amor a la Iglesia. Nos muestra la importancia de “sentir con la Iglesia”, (y no “vivir de la Iglesia” como ocurrió en tantas épocas) exhortando a que se abandonaran los vicios que se habían infiltrado en el papado.

Catalina no cayó en una obediencia ciega, sin embargo, gracias a evidentes dones sobrenaturales y a pesar de su juventud y cortísima instrucción (considérese que vivió sólo 33 años) supo reconocer la importancia del Sucesor de Pedro como principio y fundamento de la unidad de la fe de los cristianos.  

Con enorme vigor dirigió apremiantes exhortaciones al Papa, a Cardenales, Obispos y sacerdotes para la reforma de la Iglesia y la pureza de las costumbres, y no omitió graves reproches, aunque siempre con humildad y respeto a su dignidad, Es principalmente a los pastores de la Iglesia a los que dirige una y otra vez llamadas fuertes, convencida de que, de su conversión y ejemplaridad, dependía la salud espiritual de su rebaño.

  Impresiona y anima la santa audacia de Santa Catalina, quien a través de muchísimas cartas y gestiones contribuyó a la estabilidad del papado que se debatía entre el poder mal empleado y la reconciliación, logrando que en el año de 1377 el Papa Gregorio XI dejara Avignon y volviera a Roma, a la ciudad en la que Pedro había sido martirizado y que entonces era una ruina en todo sentido.  Repetía en sus cartas: "llevo todo el día en el corazón, en la cabeza y en los labios una jaculatoria: ¡Roma!” Eran los tiempos difíciles del terrible cisma de Occidente.

 La Iglesia necesita también hoy de hombres y mujeres que sean capaces de ese auténtico “sensuus eclesiae” (y no un estentóreo acatamiento servil o una ciega o interesada papolatría), con el coraje y el sufrimiento que ofreció Santa Catalina en el siglo XIV.

Con la gran Santa de Siena nos alegrarnos con las alegrías de nuestra Madre, la Iglesia, y sufrimos con las miserias y defecciones de sus miembros, y pedimos su intercesión:

SANCTA CATHARINAE SENENSIS, 
Virginis et Ecclesiae Doctoris.
Ora pro Ecclesia et Petrus.




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