31 de julio de 2017

EN LA DESOLACIÓN, NO HACER MUDANZA


SAN IGNACIO DE LOYOLA


De sus escritos, una frase y su explicación sucinta:

LA TRIBULACIÓN Y LA CONSOLACIÓN



Llamo CONSOLACIÓN –dice San Ignacio– cuando en el alma se causa alguna moción interior, con la cual viene a inflamarse en amor de su  Criador y  Señor y, consecuentemente cuando a ninguna cosa material sobre la faz de la tierra puede amar en sí,  sino en el Criador de todas. Llamo consolación a todo aumento de esperanza, fe y caridad y a toda alegría interna que llama y atrae a las cosas  celestiales y a la propia salud del alma, serenándola y pacificándola en su Criador y Señor.

O sea, que el alma consolada es la que arde en amor a Dios y todo lo ama en Dios, y refiere a Dios todo cuanto hace. Lo cual -asegura el santo- genera gran quietud y paz.

DESOLACIÒN o TRIBULACIÒN es lo opuesto:

Llamo desolación a todo el contrario; es la oscuridad del alma, la turbación en ella, la tensión hacia las cosas bajas y  terrenas, la inquietud de agitaciones y tentaciones, moviendo a infidencia, sin esperanza, sin amor, hallándose toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Criador.

Los pensamientos que salen de la consolación son contrarios a los pensamientos que salen de la  desolación.

Y dice: si ardiste en amor divino y ya no te abrasas en él, no tomes ahora decisiones y recuerda cómo te sentías cuando estabas consolado en Dios:

Por ello: “EN TIEMPOS DE DESOLACIÓN NUNCA HACER MUDANZA, sino estar firme y  constante en los propósitos y determinación en que estaba el día antecedente a la tal desolación”.

Y SU LEMA: 
“¡AD MAIOREM DEI GLORIAM!” 
(“¡TODO A LA MAYOR GLORIA DE DIOS”)

La oración colecta de la Misa del día de hoy lo expresa magníficamente:

Dios nuestro,

Que para difundir la mayor la gloria de tu nombre
suscitaste en tu Iglesia a san Ignacio de Loyola,
concédenos que, después de las luchas de esta vida,
con su protección y siguiendo su ejemplo,
merezcamos compartir su triunfo en el cielo.


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