SAN FRANCISCO JAVIER,
el celo por la
propagación de la fe católica
El Papa Pio XI proclamó a San Francisco Javier como Santo Patrono de las
misiones, junto con Santa Teresita de Lisieux en el año 1927.
Es llamado el gigante de los misioneros modernos, a comparación de San
Pablo, el apóstol de los gentiles en el mundo antiguo.
Su celo apostólico brilló en la India, en Japón y en la China. Su vida es
un modelo de entrega generosa y fiel a la misión católica.
San Ignacio de Loyola envía a San Francisco Javier
En una de sus cartas, enviada a Roma a su compañero y fundador de la
Compañía de Jesús, San Ignacio de Loyola, le decía:
“Es tanta la multitud de los que se convierten a la fe de Cristo en estas
partes, en esta tierra donde ando, que muchas veces me parece tener cansados
los brazos de bautizar, y no poder hablar de tantas veces de decir Credo y
mandamientos en su lengua de ellos y las otras oraciones”.
En cada lugar en que se instalaba,
recorría las aldeas invitando al Catecismo, revestido de sobrepelliz y
estola, con una cruz en una mano y una campanilla en la otra. Y recitaba, sin
cesar, el Credo, los Mandamientos y las oraciones tradicionales, quedando ronco
a la noche de tanto vocearlos.
San Juan Pablo II, en su encíclica “Redemptoris Misio” sobre la permanente
validez del mandato misionero, nos dice:
A la pregunta ¿Para qué la misión? respondemos
con la fe y la esperanza de la Iglesia: abrirse al amor de Dios es la verdadera
liberación. En Él, sólo en Él, somos liberados de toda forma de alienación y
extravío, de la esclavitud del poder del pecado y de la muerte. Cristo es
verdaderamente « nuestra paz » (Ef 2, 14), y « el amor de Cristo nos
apremia » (2 Cor 5, 14), dando sentido y alegría a nuestra vida. La
misión es un problema de fe, es el índice exacto de nuestra fe en Cristo y
en su amor por nosotros.
La tentación actual es la de reducir el
cristianismo a una sabiduría meramente humana, casi como una ciencia del vivir
bien. En un mundo fuertemente secularizado, se ha dado una « gradual
secularización de la salvación », debido a lo cual se lucha ciertamente en
favor del hombre, pero de un hombre a medias, reducido a la mera dimensión
horizontal. En cambio, nosotros sabemos que Jesús vino a traer la salvación integral,
que abarca al hombre entero y a todos los hombres, abriéndoles a los admirables
horizontes de la filiación divina.
¿Por qué la misión? Porque a
nosotros, como a san Pablo, « se nos ha concedido la gracia de anunciar a los
gentiles las inescrutables riquezas de Cristo » (Ef 3, 8). La novedad de
vida en él es la « Buena Nueva » para el hombre de todo tiempo: a ella han sido
llamados y destinados todos los hombres. De hecho, todos la buscan, aunque a
veces de manera confusa, y tienen el derecho a conocer el valor de este don y
la posibilidad de alcanzarlo. La Iglesia y, en ella, todo cristiano, no puede
esconder ni conservar para sí esta novedad y riqueza, recibidas de la divina
bondad para ser comunicadas a todos los hombres. (op. cit. n° 11)
El número de
los que aún no conocen a Cristo ni forman parte de la Iglesia aumenta
constantemente; más aún, desde el final del Concilio, casi se ha duplicado.
Para esta humanidad inmensa, tan amada por el Padre que por ella envió a su
propio Hijo, es patente la urgencia de la misión. (n°3)
ORACIÓN
Señor, Dios nuestro, que quisiste que numerosos pueblos
llegaran a conocerte por medio de la predicación de san Francisco Javier,
concede a todos los bautizados un gran celo por la propagación de la fe, para
que así tu Iglesia pueda alegrarse de ver aumentados sus hijos en todo el
mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
SANCTUS FRANCISCUS
XAVERIUS,
ora pro nobis.
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