DOS ESPACIOS
ESENCIALES PARA REVERTIR
LA CRISIS DE LA
IGLESIA
“La verdadera renovación de
la Liturgia es una condición fundamental para la renovación de la Iglesia"
(Benedicto XVI).
"La existencia de la
Iglesia vive de la correcta celebración de la liturgia. La causa más profunda
de la crisis que ha derruido a la Iglesia reside en el oscurecimiento de la
prioridad de Dios en la Liturgia" (BXVI).
Cuiden cada vez más la sagrada Liturgia,
coloquen a Dios en el centro, que vuelvan a pedir a Jesucristo que nos enseñe a
rezar. Hemos desacralizado la celebración eucarística. Hemos transformado
nuestras celebraciones eucarísticas en un espectáculo folclórico, en un evento
social, en un entretenimiento, en un diálogo insípido entre el sacerdote y la
asamblea cristiana.
¿Sigue quedando espacio para el Altísimo en
nuestras liturgias? ¿Podemos seguir haciendo en ellas la experiencia de Dios?
Reflexionemos unos instantes sobre la
participación activa de María y de san Juan en el Gólgota. Estaban ahí,
dejándose empapar, impregnar y forjar por el misterio de la Cruz.
Hay otro espacio: los monasterios.
La renovación vendrá de los monasterios. En los
monasterios se experimenta la prioridad concedida a la contemplación de Dios.
Son oasis de belleza, de sencillez, de humildad y de alegría. Es posible poner
a Dios en el centro. "Una sola cosa es necesaria".
La contemplación es el corazón del
cristianismo. Toda su existencia es litúrgica, se alimenta de la fe y del
oficio divino, y arde con el amor y la zarza ardiente de la presencia
divina.
En los monasterios se hace la experiencia de la
Iglesia primitiva, todo en común. Hoy la crisis de la Iglesia se manifiesta en
el desmigajamiento, en los desgarros que genera el espíritu partidista. Cristo
no ha fundado una Iglesia con tanta discordancia de voces.
La vida de los monasterios nos permite vivir la
experiencia de una unidad recobrada. La primacía de Dios a través de la belleza
de la liturgia, el silencio, la caridad y la comunidad de bienes.
Nuestras comunidades deben convertirse en oasis donde poder vivir la experiencia de la verdadera naturaleza de la Iglesia.
(Card. Robert Sarah, “Se
hace tarde y anochece”)
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