20 de mayo de 2021

LA EPÍCLESIS Y EL ESPÍRITU SANTO

LA INVOCACIÓN DEL ESPÍRITU SANTO EN LA SAGRADA LITURGIA

La sabiduría de siglos de la Liturgia de la Iglesia invoca al Espíritu Santo en sus acciones sagradas, como expresión de un culto divino en Espíritu y en Verdad.

 


Epíclesis es una palabra griega que significa: “invocación sobre”

En la Misa, es la intercesión mediante la cual el sacerdote suplica a Dios Padre que envíe el Espíritu santificador, y precede inmediatamente a las palabras de la Consagración.

En el rito latino, durante la Misa, antes de la consagración, el sacerdote extiende las manos sobre las ofrendas pidiendo a Dios Padre que envíe el Espíritu Santo sobre las ofrendas y las transforme en el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Los fieles acompañan este gesto poniéndose de rodillas, pues con esta posición corporal significan que invocan al Paráclito.

En la Instrucción General del Misal Romano, leemos en su número 79, c.:


Epíclesis: 

es el momento en  el cual la Iglesia,
por medio de invocaciones especiales, 
implora la fuerza del Espíritu Santo 
para que los dones ofrecidos por los hombres
sean consagrados,
es decir,
se conviertan en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo,
y para que la Víctima inmaculada
que se va a recibir en la Comunión sirva para la salvación de quienes van a participar en ella.


OTRAS INVOCACIONES AL ESPÍRITU SANTO 
EN LOS SACRAMENTOS

 

En el Bautismo, el ministro ordenado pide a Dios Padre el Espíritu Santo, para que descienda sobre el agua (que debe tocar en ese momento) para que todos los que .en esa fuente- reciban el Bautismo, sepultados con Cristo en su muerte, resuciten también con Él a la Vida de la gracia.

 

En la Confirmación, el obispo extiende las manos sobre los confirmandos pidiendo a Dios Padre que envíe sobre ellos al Paráclito para llenarlos del espíritu de sabiduría y de entendimiento, del espíritu de consejo y de fortaleza, del espíritu de ciencia y de piedad, y del espíritu del santo temor.

 

En la Penitencia, el sacerdote extiende las dos manos, o por lo menos la derecha sobre la cabeza del penitente, pidiendo a Dios Padre -que derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados- le conceda el perdón y la paz.

 

En el Matrimonio, quien asiste en la celebración y está ordenado, extiende sus manos sobre los contrayentes, que se arrodillan, y pide en la bendición nupcial que Dios Padre envíe la gracia del Espíritu Santo para que el amor, derramado sobre sus corazones, los haga permanecer fieles a la alianza conyugal.

 

En el Orden Sagrado, el obispo extiende las manos sobre los ordenandos, pidiendo que Dios Padre infunda su Espíritu sobre los elegidos, renovando el Espíritu de gobierno, de santidad, o los siete dones, según sea el caso.

 

Y en la Unción de los enfermos, el sacerdote tras imponer las manos sobre el enfermo, invoca que la gracia del Espíritu Santo ayude al enfermo librándolo de los pecados, concediéndole la salvación y confortándolo en la enfermedad.




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