Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

20 de agosto de 2020

EN LAS TORMENTAS Y LAS TEMPESTADES...

SAN BERNARDO DE CLARAVAL, abad


Bernardo (1090-1153), monje cisterciense, abad de Claraval, consejero de Papas y reyes y predicador insigne, fue ante todo un hombre sediento de la soledad en oración y penitencia, a fin de penetrar en el Misterio de Dios.

    Con motivo de los cismas que se produjeron en la Iglesia, recorrió Europa para restablecer la paz y la unidad.
    Escribió también obras de teología y ascética, en las que se revela como un contemplativo.

Su devoción mariana fue proverbial.

De sus escritos, una oración muy conocida, que asemeja la vida del hombre a la de una nave en medio de la tormenta.


INVOCA A MARÍA

 

 


“¡Oh tú que te sientes lejos de la tierra firme,

arrastrado por las olas de este mundo,

en medio de las borrascas y de las tempestades,

si no quieres zozobrar, no quites los ojos de la luz de esta Estrella,

invoca a María!.

 

Si se levantan los vientos de las tentaciones,

si tropiezas en los escollos de las tribulaciones,

mira a la Estrella, llama a María.

 

Si eres agitado por las ondas de la soberbia,

si de la detracción, si de la ambición, si de la emulación,

mira a la Estrella, llama a María.

 

Si la ira, o la avaricia, o la impureza

impelen violentamente la navecilla de tu alma, mira a María.

 

Si, turbado a la memoria de la enormidad de tus faltas, confuso a la vista de la fealdad de tu conciencia,

aterrado a la idea del horror del juicio,

comienzas a ser sumido en la sima del suelo de la tristeza,
en los abismos de la desesperación, piensa en María.

 

“En los peligros, en las angustias, en las dudas,

piensa en María, invoca a María.

 

No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón;

y para conseguir los sufragios de su intercesión,

no te desvíes de los ejemplos de su virtud.

 

No te extraviarás si la sigues,

no desesperarás si la ruegas,

no te perderás si en Ella piensas.

 

Si Ella te tiende su mano, no caerás;

si te protege, nada tendrás que temer;

no te fatigarás, si es tu guía;

llegarás felizmente al puerto, si Ella te ampara”.

 

San Bernardo

 

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