Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

31 de diciembre de 2022

IN MEMORIAM +BENEDICTO XVI (1927-2022)


MANTÉNGANSE FIRMES EN LA FE CATÓLICA


En la Plaza de San Pedro durante el mensaje Urbi et Orbi del 9 de abril de 2012

Escribe el Papa Benedicto XVI en el final de su testamento espiritual, fechado el 29 de agosto de 2006:

 

DEL TESTAMENTO DE BENEDICTO XVI

 

“...Lo que antes dije a mis compatriotas, lo digo ahora a todos los que en la Iglesia han sido confiados a mi servicio:

 

 ¡Manténganse firmes en la fe!

 ¡No se dejen confundir! 

 

A menudo parece como si la ciencia -las ciencias naturales, por un lado, y la investigación histórica (especialmente la exégesis de la Sagrada Escritura), por otro- fuera capaz de ofrecer resultados irrefutables en desacuerdo con la fe católica. 

 

He vivido las transformaciones de las ciencias naturales desde hace mucho tiempo, y he visto cómo, por el contrario, las aparentes certezas contra la fe se han desvanecido, demostrando no ser ciencia, sino interpretaciones filosóficas que sólo parecen ser competencia de la ciencia. 

 

Desde hace sesenta años, acompaño el camino de la teología, especialmente de las ciencias bíblicas, y con la sucesión de las diferentes generaciones, he visto derrumbarse tesis que parecían inamovibles y resultar meras hipótesis: la generación liberal (Harnack, Jülicher, etc.), la generación existencialista (Bultmann, etc.), la generación marxista. 

 

He visto y veo cómo de la confusión de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la fe.

 

Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo...”

 

29 de diciembre de 2022

BENEDICTO XVI

 

Jueves 29 de diciembre del año del Señor 2022


“Yo te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y en nombre de su Manifestación y de su Reino: proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar. 

Porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas. 


Tú, en cambio, vigila atentamente, soporta todas las pruebas, realiza tu tarea como predicador del Evangelio, cumple a la perfección tu ministerio.


Yo ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe.  Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día”.


(2Tim.4,1-8)

18 de noviembre de 2022

+CARDENAL JUAN CARLOS ARAMBURU (1912-2004)

 

EN LAS VÍSPERAS DE CRISTO REY

 

+Cardenal JUAN CARLOS ARAMBURU (1912-2004)

In memoriam


Hace hoy 18 años, fallecía a los 92 años de edad en Buenos Aires (el 18 de noviembre de 2004) el arzobispo emérito de Buenos Aires, cuando se aprestaba a salir para el santuario de San Cayetano, en el barrio de Liniers (donde dos veces a la semana confesaba a los fieles).

Esta conmemoración está muy próxima a la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo (el próximo domingo 20/11) y muy ligada al lema episcopal del cardenal, que era “ADVENIAT REGNUM TUUM” (¡VENGA TU REINO!) en sintonía con esa profunda espiritualidad cristocéntrica que lo caracterizó, junto con su fiel amor a la Iglesia, otra de sus notas distintivas.

Fue de esos hombres que la Iglesia preparó con esmero para su tarea ministerial, nacido en la Argentina profunda, religiosa y austera. Desde muy joven se consagró al Señor, y su vida deja una estela de discreción y entrega apostólica, con un servicio fiel a todos sin acepciones o categorías. Hombre sencillo, pero sin alardes de su estirpe provinciana, imponía por su porte de digno sucesor de los Apóstoles.

Juan Carlos Aramburu nació en Reducción (Córdoba), el 11 de febrero de 1912. A los 11 años ingresó en el Seminario de Córdoba y años más tarde fue enviado al Colegio Pío Latinoamericano de Roma, donde fue ordenado sacerdote el 28 de octubre de 1934. Obtuvo los doctorados en Filosofía y Derecho Canónico en la Universidad Gregoriana.

El 7 de octubre 1946 fue nombrado por el Papa Pío XII Obispo auxiliar de Tucumán; y Obispo de la misma en 1953. Su labor pastoral se manifestó en la creación de diez nuevas parroquias y en la construcción de muchas capillas en el interior de la diócesis tucumana. Decidió la construcción de la Casa de Ejercicios Espirituales de Tucumán. En las parroquias tucumanas llegó a confirmar a más de 1.000 personas por día, y según sus cálculos, el total llega a unas 150.000 en sus 21 años de obispo.

Al elevar el Sumo Pontífice la diócesis tucumana a la jerarquía de arquidiócesis, en 1957, el prelado fue promovido a arzobispo de Tucumán siendo su primer arzobispo y cuarto diocesano.

Participó en todas las sesiones del Concilio Vaticano II, al que calificó “como el momento más trascendente de su vida”.

El 14 de junio de 1967, San Pablo VI lo nombró Coadjutor con derecho de sucesión del Cardenal Antonio Caggiano, Arzobispo de Buenos Aires

El 22 de abril de 1975 fue promovido a arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, tras la aceptación papal de la renuncia del cardenal Antonio Caggiano. Fue el noveno Arzobispo y vigésimo cuarto diocesano de la Arquidiócesis de Buenos Aires. Rigió la arquidiócesis a lo largo 23 años con una fidelidad ejemplar.

El 24 de mayo de 1976 fue creado Cardenal; y como tal integró las Congregaciones para las Iglesias Orientales, para la Educación Católica, y para el Culto; la Prefectura de Asuntos Económicos y el Consejo de Cardenales para el estudio de los problemas organizativos y económicos en la Santa Sede.

El 11 de febrero de 1987 presentó su renuncia al Arzobispado de Buenos Aires por límite de edad, pero el Papa San Juan Pablo II se la aceptó sólo tres años más tarde, el 11 de julio de 1990.

Sus restos mortales están sepultados en la capilla San Juan Bautista, ubicada en uno de los laterales de la Catedral Metropolitana, en honor al santo de su título cardenalicio.

Que descanse en la Paz del Señor, como servidor fiel y prudente.

 

 

 

ANEXO ESTADÌSTICO

 

Dos datos del gobierno pastoral del Cardenal Aramburu en Buenos Aires:

 

 

CREÓ 25 NUEVAS PARROQUIAS 

1.   REINA DE LOS APOSTOLES

2.   INMACULADA CONCEPCION (D)

3.   MARIA MADRE DE LA IGLESIA

4.   NUESTRA SEÑORA DE FATIMA (B)

5.   CRISTO MAESTRO

6.   JESUS SALVADOR

7.   PURISIMO CORAZON DE MARIA

8.   VIRGEN INMACULADA DE LOURDES

9.   SANTA MARIA MADRE DEL PUEBLO

10.               PATROCINIO DE LA VIRGEN

11.               SAN ILDEFONSO

12.               NUESTRA SEÑORA DE ITATI

13.               NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DEL MILAGRO

14.               NUESTRA SEÑORA DE LA VISITACION

15.               SEÑOR DEL MILAGRO

16.               MARIA MADRE DEL REDENTOR

17.               CORAZON DE JESUS

18.               NUESTRA SEÑORA DE LORETO

19.               MADRE ADMIRABLE

20.               SANTA CATALINA DE ALEJANDRIA

21.               NUESTRA SEÑORA DE CAACUPE

22.               NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN (C)

23.               VIRGEN DE LOS MILAGROS DE CAACUPE

24.               NUESTRA SEÑORA DE LA ANUNCIACION

25.               NUESTRA SEÑORA DE LA RABIDA

26.               INMACULADA VIRGEN DE FATIMA

 

 

CANTIDAD DE CENTROS Y CÍRCULOS PARROQUIALES 

DE ACA en BUENOS AIRES  

AL CONCLUIR SU MANDATO APOSTÓLICO (1990)




16 de octubre de 2022

LA GRAVITAS SACERDOTALIS


LA IMPORTANCIA DE LAS MANOS DEL SACERDOTE EN LA LITURGIA

 

Un breve extracto de un artículo de don Enrico Finotti (Cf. LITURGIA CULMEN ET FONS, n.1 – 2021, p. 7) sobre la importancia y el sentido teológico de la disciplina en la liturgia y otros ámbitos que dicen relación a ella. 

 


El autor señala el valor que encierra los gestos litúrgicos del celebrante, empezando por los movimientos y gestos que realiza con sus manos y brazos. En efecto, los gestos del sacerdote son de gran importancia para el decoro del culto y el recogimiento de la asamblea. También a través de gestos corporales el hombre manifiesta la presencia de lo sagrado y el modo adecuado de comportarse ante una realidad que lo trasciende y supera.

Las manos y los brazos

"La posición de las manos y de los brazos es quizá el elemento más recurrente y visible de la gestualidad sagrada. Las manos juntas constituyen la actitud ordinaria para entrar y estar en el altar; de este gesto, cuidado con propiedad y mantenido con constancia, depende la devoción del sacerdote y del pueblo que lo observa. La indisciplina de las manos, que manipulan innecesariamente objetos y páginas, o que se agitan en posiciones inconexas y profanas, secundando de modo superficial movimientos inconscientes e irreflexivos, inducen a la distracción y revelan un ánimo desprovisto de devoción y lejos del sentimiento interior que debe inspirar los gestos sagrados.

 

·         Con las manos apoyadas sobre las rodillas, el sacerdote se sienta a escuchar la palabra de Dios;

 

·       las manos levantadas, con la debida discreción, el sacerdote eleva la alabanza y proclama la gloria del Altísimo;

 

·       con las manos noblemente extendidas sobre las oblatas o sobre el pueblo invoca la epíclesis del Espíritu Santo;

 

·       con las manos temblorosas toca los dones místicos, los eleva con dignidad sagrada, los parte con cuidadosa circunspección, los ofrece con veneración en la santa comunión;

 

finalmente, con las manos bendice y despide al pueblo.

 

Se comprende entonces la importancia que corresponde al sacerdote en la disciplina de las manos, que deben ser el reflejo de las «manos santas y venerables» (Canon Romano) del Señor, contempladas en el acto sublime de la institución de la Eucaristía.

 

Por eso la Iglesia unge las manos sacerdotales con el sagrado crisma y manda que el sacerdote, tras la ablución ritual en la sacristía, acceda al acto de la consagración luego del lavabo, así como los Apóstoles fueron purificados mediante el lavatorio de los pies".

 

Texto completo: liturgiaculmenetfons.it

 

15 de octubre de 2022

SANTA TERESA DE ÁVILA: UNA ANÉCDOTA

 'FÉMINA INQUIETA Y ANDARIEGA'



Así llamaba a santa Teresa de Ávila el nuncio de Roma en España, monseñor Filippo Sega (1577) ante la personalidad fuerte de la reformadora del Carmelo.

Eran tiempos de gran relajación en los conventos y la mundanidad campeaba en los religiosos. Los votos eran sólo una ceremonia. Y Roma, con un criterio de falsa prudencia, quería detener la potente obra apostólica que llevaba adelante la santa abulense.

UNA ANÉCDOTA DE ENTONCES:
"CUANDO EL PODER CIVIL ERA MÁS CATÓLICO QUE LA AUTORIDAD ECLESIÁSTICA"

Siendo Teresa priora del convento de Carmelitas de la Encarnación, un caballero muy galán de la más alta alcurnia frecuentaba en demasía a una monja en el locutorio, prendado de ella.

Lo supo Teresa y presentado el caballero, le indicaron que se tenía que marchar sin ver a «su carmelita». Airado por las continuas negativas, echó por la boca una riada de insultos y amenazas sobre la priora.

Jadeante y erizado él, toda serenidad ella, escuchó de madre Teresa que no quería verle más por allá. Si volvía «haría que el rey ordenara le cortasen la cabeza». ¡Toma ya con la amiga del rey Felipe II!

Marchó asustado el señor «y comenzó a echar voz entre todos los que solían ir al monasterio, diciendo que buscasen ya otros entretenimientos».

¡Cuánto te necesitamos, Teresa!

¡Menuda fémina ésta!

12 de octubre de 2022

LA VIRGEN DEL PILAR Y LA HISPANIDAD

 

12 DE OCTUBRE

¡FELIZ DÍA DE NUESTRA SEÑORA DEL PILAR

Y DE LA HISPANIDAD! 

La HISPANIDAD es como un árbol, de venerables raíces, provisto de ramas y frutos diversos, que conforman la Madre Patria y las naciones hispanoamericanas.

La Hispanidad es la manera de afrontar la vida de 400 millones de personas. 

La Hispanidad es una forma de estar y de ser en el mundo desde hace más de 500 años, también en nuestro "mundo globalizado". 

Y con dos medios preciosos y precisos que lo hacen posible:

§  su idioma común, el español, la lengua de todos los pueblos hispanoamericanos.

§  y su fe católica, que nos legaron nuestros padres.



Y tiene una CELESTIAL PATRONA, que reina desde una columna: Nuestra Señora del Pilar, que está muy arraigada  en todos los países de Hispanoamérica.

La imagen mariana del Pilar es la advocación más antigua de la Virgen María (desde el primer siglo del cristianismo) 

La columna que se venera en la Basílica del Pilar en Zaragoza es una pieza de jaspe rosado que data del año 40 y que la tradición señala como un regalo de la Virgen María, en vida, al apóstol Santiago.

Dicha columna esta revestida en plata, y habitualmente se la cubre con un manto ricamente bordado. En su cima se halla una pequeña imagen gótica en madera que representa a la Madre de Dios.

La venerada columna nos habla de constancia, de certeza, de seguridad, de sólido cimiento y de fortaleza.

Es ella un símbolo de la firmeza de la fe de los pueblos hispánicos.

 

Por eso la Iglesia la invoca en este día con esta ORACIÓN COLECTA que refiere a tres virtudes:

 

Dios todopoderoso y eterno,

que en la gloriosa Madre de tu Hijo

has concedido un amparo celestial

a quienes la honran con la advocación del Pilar,

concédenos, por su intercesión,

fortaleza en la fe,

seguridad en la esperanza

y constancia en la caridad.

 

El latín lo expresa con sublime concisión:

 

FIRMITATEM FIDEI

SECURITATE SPES

CARITATEM PATIENTIAM

 

Beatae Virgine et Domina nostra pilarensis

Ora pro nobis!

 

 

10 de septiembre de 2022

EL ANTROPOCENTRISMO MATA LA VIDA DE LA IGLESIA

UN DIAGNÓSTICO PRECISO DE LA CRISIS ACTUAL DE LA IGLESIA A PARTIR DE LA HISTORIA DEL MONACATO



Hace pocos días atrás, el obispo de Trondheim -una de las tres diócesis católicas de Noruega- fue invitado a hablar en el Capitulo General de la Orden de los Cistercienses reunido en Asís.

Este joven obispo monseñor Erik Varden fue nombrado por el Papa Francisco en octubre de 2019,  y anteriormente fue Abad cisterciense y antes de ello, fue luterano.

Es un texto largo, de una profundidad colosal. Es una maravilla para leer y releer muchas veces.Y para subrayar.

 

Podría titularse:

 

CUANDO LO HUMANO PREVALECE SOBRE LA DIVINO LA IGLESIA NO FLORECE

 

Al Capítulo General de la OCSO, reunido en la Domus Pacis, Asís

2 de septiembre de 2022

 

Reverendas madres y reverendos padres en el Señor,

 

En los últimos dos años la biografía del obispo ortodoxo Meletios Kalamaras se ha vuelto una referencia frecuente para mí. Me refiero al libro de Stephen Lloyd-Moffett’s, Beauty for Ashes (BELLEZA DONDE HUBO CENIZAS, 2010). 

Él nació en 1933 e ingresó a un monasterio a los veintiún años. Allí vivió una vida de austeridad. En 1968 fue nombrado secretario del Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Griega y se mudó a Atenas. Algunos jóvenes en búsqueda de una renovación de la Iglesia y de una vida monástica radical se reunieron en torno a él. Surgió así una comunidad. En 1979, el Padre Meletios viajó con un grupo de doce personas al Monte Athos con la intención de establecerse allí. 

Sin embargo, el plan naufragó: Meletios fue elegido obispo de Préveza, cerca de Nicópolis. Él asumió la carga episcopal sin renunciar a su condición de monje. Cuando llegó a la diócesis esta se encontraba sumida en el escándalo. Con el tiempo se operó una transformación, tal como lo sugiere el título de la biografía. Esta situación nos llega al corazón.


CUANDO LO HUMANO PREVALECE SOBRE LO DIVINO


¿Quién de nosotros no ha vivido la experiencia de ver reducido al polvo un proyecto muy querido, con la esperanza de que, de alguna manera, una nueva belleza pudiera resurgir de esas cenizas como un ave Fénix? ¿Cómo procedió Meletios? Responder a esta pregunta acabadamente llevaría mucho tiempo. Me limitaré a destacar una idea clave que fundamenta todo el resto. La Iglesia es un misterio divino que debe ser entendido como tal, insistía Meletios. Cuando lo humano prevalece sobre lo divino, la Iglesia no florece. «El antropocentrismo -escribió él en 2001- mata la Iglesia y su vida».

Estas son palabras duras, pero necesitamos oírlas ya que vivimos en un mundo centrado en sí mismo. Con esto no quiero decir que la maldad y el egoísmo de nuestra época sean mayores que antes; solamente que ésta se ha distanciado tanto de toda noción de transcendencia que la única referencia disponible en cuestiones existenciales es la subjetividad.

Esta no es sólo una tendencia de la sociedad secular. La encontramos también presente en la Iglesia. En la mayoría de los casos surge de buenas intenciones. No hace mucho vi una nueva traducción del salterio litúrgico. El pronombre personal masculino en tercera persona singular (él) había sido eliminado casi por completo y reemplazado por formas lingüísticas inclusivas o cambiado por la segunda persona (tú), como si el texto estuviera dirigido a quien lo recita. Vosotros podríais pensar: ¿no es admirable poder superar el sesgo de género y permitir a todos, mujeres y hombres, reconocerse a sí mismos en el texto sagrado? La respuesta es sí, si estuviéramos buscándonos a nosotros mismos allí. Esa no fue la experiencia de nuestras madres y padres en la fe. Lo que buscaban en el salterio no era su propio reflejo sino la imagen de Cristo, nuestro Señor. Modificaciones como la que menciono aquí esfuman esta imagen hasta convertirla en un pálido documento sobre el que imponemos nuestra propia imagen.

Este ejemplo es sintomático de influencias destacables que han entrado incluso en la vida de la Orden. Las últimas cinco o seis décadas han sido marcadas por adaptaciones audaces.

Con el viento de popa de Gaudium et spes en sus velámenes, la Orden navegó resueltamente hacia la época postconciliar. Los esfuerzos de adaptación fueron inmensos. Mucho de lo que se llevó a cabo fue excelente. Algunos tesoros terminaron arrojados por la borda. El tráfico en el mar de aquellos días era tan intenso que existía el peligro de ser arrastrado por una inercia grupal, a veces con poca atención a la Estrella de la Mañana, que señala el rumbo y el destino de la travesía.


LA INCULTURACIÓN


La inculturación representaba otra forma diferente de adaptación. Nos la imaginamos como referida a algo exótico: el esfuerzo de misioneros en tierras remotas para aprender las lenguas y costumbres de aquellos lugares. Este es ciertamente uno de sus aspectos y, ejercitado con decisión, puede dar frutos abundantes. Sin embargo, me pregunto si hemos sido suficientemente conscientes de una forma insidiosa de inculturación que consiste en rendirse a la mentalidad de un mundo para el cual el término «Dios» ha dejado de tener significado. Escribiendo en 1999, la Madre Cristiana Piccardo nos ofrece un criterio seguro de discernimiento:

La forma más grande de inculturación es, sin duda, la fidelidad al propio carisma monástico, unida a la escucha atenta a la Iglesia local. Inculturación significa atención a las riquezas de la cultura y la vida del lugar, pero aún más todavía es la introducción de la novedad cristiana como levadura viva y amante en la cultura local.

Entre los instrumentos de las buenas obras, san Benito nos ofrece el siguiente: Sæculi actibus se facere alienum, «Sea vuestra conducta diferente al proceder del mundo». ¿Es así? 


LA PRECARIEDAD


Mi propia vida monástica ha sido también condicionada por otra adaptación más. Sin solución de continuidad aparente, el discurso sobre la renovación de la Orden se convirtió en un discurso sobre la precariedad, del mismo modo en que un pasaje musical es modulado a una nueva tonalidad. Por un tiempo, la palabra «precariedad» fue el mantra de nuestra adaptación. Mi impresión es que muchos la recibieron como una palabra liberadora. Ella legitimaba la admisión de la preocupación y el cansancio después de un largo período en el que nos asegurábamos unos a otros que todo estaba mejorando constantemente. Sin embargo, la «precariedad» no indica una dirección a seguir; más bien describe un alto en el camino. Existe el riesgo de que en vez de continuar avanzando nos instalemos en la precariedad, guardemos el mapa en un cajón, mientras vamos transformando nuestros noviciados en enfermerías.


LA PETRIFICACIÓN DE LA RESIGNACIÓN PRESENTE


Esta actitud nos conduce fácilmente hacia un cuarto tipo de adaptación. La llamaría la adaptación al encantamiento del sueño. Una vez, durante una visita, le pregunté a un monje anciano si no le preocupaba que pasaran los años sin que un solo novicio perseverara. Él me miró sorprendido, como si mi pregunta fuera obviamente tonta, y me respondió: «¡Para nada! Ahora todo se ha vuelto tranquilo y agradable aquí y me puedo dedicar a mi vida espiritual». En otros lugares, cuyo cierre futuro no podía ser descartado, escuché decir frecuentemente: «Qué se le va a hacer, mientras yo pueda aún morir aquí». Al inicio, esta declaración me conmovió. «Se trata de una expresión del amor cisterciense al terruño», pensé. Pero gradualmente comencé a verla bajo una óptica distinta. La generalización de una mentalidad como esta, cierra al monasterio sobre sí mismo. Así, se convierte casi en un monumento triunfante de una extinción anunciada, un temprano mausoleo, en apariencia testigo de una gloria pasada, pero que no es sino la petrificación de la resignación presente.

A menudo se asume que lo que enfrenta la Iglesia al mundo contemporáneo es su enseñanza en temas de moral. Muchos demandan cambios en el magisterio. Dejando de lado la cuestión de cual deba ser la respuesta eclesial a desafíos éticos específicos, tal vez nuevos -una tarea que cada época debe afrontar-, me parece que esta afirmación es errónea. No creo que el skandalon principal sea moral. Creo que es metafísico: ¡La santidad de Dios! ¡El esplendor de su gloria, manifestado en Cristo, por la infinita condescendencia de su gracia! Estas realidades fundamentales, que eran totalmente evidentes para los fundadores del Císter, se han vuelto incomprensibles para una época cuya perspectiva es completamente horizontal. Somos hijos de este tiempo. Es algo de lo que debemos ser conscientes y recordar siempre.

Pensemos en nuestros fundadores por un momento. ¿Cuáles eran sus preocupaciones? Al considerar la Regla de san Benito, sabían que tenían frente a ellos un estándar sublime, exigente y maravilloso que los regía. Ellos veían la Regla como un don divino por el cual se elevarían por encima de sí mismos, para comenzar a alcanzar la estatura de Cristo y ofrecer a Dios una oblación agradable. No se dejaron llevar por la exuberancia juvenil que cree que ya lo sabe todo. 

Esteban Harding había casi alcanzado la cuarentena: era un hombre con una rica experiencia. Él sabía bien lo que significaba perder el celo y encontrarlo nuevamente. San Roberto tenía setenta y un años, una edad formidable en la Europa del siglo XI. Había sido superior de tres comunidades. Él y sus seguidores estaban animados por el ardiente deseo de llegar más alto, de dar cada vez más, conscientes de la obligación solemnemente asumida y de la dulce promesa de Dios, que se recibe en proporción a nuestra generosidad.

Observemos el contraste, ¿quién, en nuestros días, desea aceptar una norma absoluta y vinculante? Aquello que Benedicto XVI llamó la «dictadura del relativismo» ha conseguido reconfigurar nuestra mentalidad, a la manera de los regímenes dictatoriales. No nos conformamos ya a ningún estándar, sino que conformamos los estándares a nosotros mismos. En vez de elevarnos a través de un arduo esfuerzo hasta normas que nos transcienden, hemos bajado el nivel de esas normas para hacerlas a nuestra medida. 


LENGUAJE COMPLACIENTE


Adoptamos un lenguaje complaciente para describir este proceso. Decimos que estamos siendo «sensatos» y «maduros» al ejercitar la «libertad» y la «responsabilidad» para hacer la vida más «humana». Ciertamente, estas nociones tienen aspectos muy válidos. Sin embargo, el resultado final corre el riesgo de ser una pérdida de aspiración, y con ello de atracción. En vez de movernos dentro de la vida monástica como una realidad que conlleva la promesa de elevarnos y transfigurarnos, tendemos en cambio a plantar nuestras carpas en la llanura para desarrollar allí un modo de vida confortable, en el que la comodidad compensa largamente el estrechamiento de miras y la reducción de altura.

No es mi intención realizar un discurso moralizante. Tengo compasión por las comunidades y personas que sufren cansancio y se sienten desanimadas. ¡Yo sé bien lo que significa estar cansado y desanimado! Es precisamente el cansancio y el desánimo lo que ha fortalecido esta convicción: sólo seremos revitalizados si abrazamos la absoluta centralidad de un eje teocéntrico que sea verticalmente exigente. Tenemos que alejar nuestra mirada de nosotros mismos para evitar la tentación de pensar que un monasterio existe para el beneficio de su comunidad. Un monasterio no es un fin en sí mismo. Está llamado a ser un signo de la belleza y la verdad transcendentes de Dios en el amor. «Mira hacia arriba, no hacia abajo» es el más breve de los Dichos de los Padres del Desierto. Es una palabra oportuna para nuestro tiempo.


NUESTRA PATRIA ES EL CIELO


A la luz de esta palabra también podemos comprender experiencias de disminución. Un monasterio es el cobijo material de un grupo de mujeres o de hombres llamados a dar testimonio del Reino de Dios en un determinado lugar, en un determinado tiempo y con un determinado propósito. Una comunidad es una realidad orgánica y viviente. Está en la naturaleza de las formas orgánicas de vida nacer, crecer, florecer, dar fruto y morir. San Benito nos urge a «tener la muerte presente a los ojos cada día». Este recordatorio se extiende a nuestra vida, tanto individual cuanto colectiva. 


Un vistazo al Atlas de la Orden Cisterciense es suficiente para darse cuenta del gran número de sitios en los cuales la vida floreció por una estación y luego cesó. Nuestra noción de los monasterios como lugares destinados a perdurar para siempre es una idea romántica. Nuestra patria es el cielo. Tenemos que ser libres de nuestros apegos afectivos, aún cuando representen valores espirituales. «¿De qué le sirve a una monja estar desapegada del mundo si no se ha desapegado de su propio desapego?», se pregunta la primera priora en la obra Diálogo de carmelitas de Bernanos. Lo que importa es la vida divina que nos ha sido confiada, el fuego en nuestros corazones que ha de ser pasado a otros, en el lugar, viejo o nuevo, en el que Dios quiera ahora que brille con su cálida luz.

Nuestra Orden nació de una destrucción cataclísmica durante una experiencia de exilio. Dios hizo crecer frutos nuevos en medio de la desolación. ¿Cómo? En enero pasado tuve la alegría de visitar Gethsemani. Todos los días me detenía en el claustro frente a la cruz de los fundadores. Los primeros monjes la trajeron consigo desde Melleray. Lleva esta inscripción: Vive Jésus, vive sa croix ! Es decir, «¡Que Jesús viva en nosotros, a través de nosotros, en este lugar; que su cruz se revele aquí como fuente de vida!». Este era el único equipaje que los fundadores necesitaban para iniciar la vida monástica en lo que entonces todavía era un «nuevo mundo».

Hace poco leí una carta que Dom Henri Le Saux, un monje establecido en un mundo antiguo pero nuevo para él (Arunachala, India), le escribió a su hermana Thérèse en 1955. Él se encontraba inmerso en una cultura que no tenía casi ninguna referencia cristiana.

 Le Saux deseaba conocer a los portadores de esa cultura; sin embargo, él comprendió que su principal tarea se desarrollaría en un nivel que iba más allá de ese diálogo. Él escribió: «Aquí hay una gran necesidad de monjes santos para hacerles comprender la santidad del cristianismo», y agregaba «si rezas mucho tal vez el Señor me conceda la gracia de ser uno de ellos, ya que lo único que [me] hace falta y lo único que me piden los hindúes sinceros es la santidad».

Como monje, y ahora como obispo, estoy seguro de que nosotros tenemos la misma exigencia. Este es el mensaje que deseo transmitiros. El Señor ha querido que nuestras vidas se desplieguen en un mundo atravesado por la incertidumbre y la duda. Tenemos como misión hacer de nuestra vocación un sursum corda encarnado.

 ¡Que Jesús viva en nosotros para proclamar el poder vivificante de su cruz! Que el ejemplo de nuestros Padres nos inspire un amor profundo por la observancia de la Santa Regla para que nosotros, como ellos, tengamos «un deseo ardiente de transmitir a los sucesores el tesoro de virtudes que, por gracia divina, fue encontrado para la salvación de muchos» (Exordium Parvum 1, 16). Acompaño las deliberaciones del Capítulo con mis oraciones. 

Recibid con ellas la expresión de mi profunda estima y fraterno afecto.

 

 

+ fr. Erik Varden OCSO
Obispo de Trondheim