LA IMPORTANCIA DE
LAS MANOS DEL SACERDOTE EN LA LITURGIA
Un breve extracto de un artículo de don Enrico Finotti (Cf.
LITURGIA CULMEN ET FONS, n.1 – 2021, p. 7) sobre la importancia y el sentido
teológico de la disciplina en la liturgia y otros ámbitos que dicen relación a
ella.
El autor señala el valor
que encierra los gestos litúrgicos del celebrante, empezando por los
movimientos y gestos que realiza con sus manos y brazos. En efecto, los gestos
del sacerdote son de gran importancia para el decoro del culto y el
recogimiento de la asamblea. También a través de gestos corporales el hombre
manifiesta la presencia de lo sagrado y el modo adecuado de comportarse ante
una realidad que lo trasciende y supera.
Las manos y los
brazos
"La posición de las manos y de los brazos
es quizá el elemento más recurrente y visible de la gestualidad sagrada. Las
manos juntas constituyen la actitud ordinaria para entrar y estar en el altar;
de este gesto, cuidado con propiedad y mantenido con constancia, depende la
devoción del sacerdote y del pueblo que lo observa. La indisciplina de las
manos, que manipulan innecesariamente objetos y páginas, o que se agitan en
posiciones inconexas y profanas, secundando de modo superficial movimientos
inconscientes e irreflexivos, inducen a la distracción y revelan un ánimo
desprovisto de devoción y lejos del sentimiento interior que debe inspirar los
gestos sagrados.
· Con las manos
apoyadas sobre las rodillas, el sacerdote se sienta a escuchar la palabra de
Dios;
· las manos levantadas,
con la debida discreción, el sacerdote eleva la alabanza y proclama la gloria
del Altísimo;
· con las manos
noblemente extendidas sobre las oblatas o sobre el pueblo invoca la epíclesis
del Espíritu Santo;
· con las manos
temblorosas toca los dones místicos, los eleva con dignidad sagrada, los parte
con cuidadosa circunspección, los ofrece con veneración en la santa comunión;
finalmente, con las manos bendice y
despide al pueblo.
Se comprende entonces la importancia
que corresponde al sacerdote en la disciplina de las manos, que deben ser el
reflejo de las «manos santas y
venerables» (Canon Romano) del Señor, contempladas en el acto sublime de la
institución de la Eucaristía.
Por eso la Iglesia unge las manos
sacerdotales con el sagrado crisma y manda que el sacerdote, tras la ablución
ritual en la sacristía, acceda al acto de la consagración luego del lavabo,
así como los Apóstoles fueron purificados mediante el lavatorio de los
pies".
Texto
completo: liturgiaculmenetfons.it
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