Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

30 de septiembre de 2019

IGNORAR LAS ESCRITURAS ES IGNORAR A CRISTO

SAN JERÓNIMO, 
Doctor de la Iglesia
Padre de la exégesis bíblica

Filólogo trilingüe y autor de la traducción de la Biblia al latín conocida como Vulgata.




Hoy hace 1559 años fallecía en Belén de Judea este gran hombre, admirable por su vida y por la obra escrita que ha dejado. Su prolífica historia nos habla de una Iglesia viva en los primeros tiempos del cristianismo.

Es uno de los cuatro primeros Doctores de la Iglesia latina, y su legado de investigación y exégesis de la Biblia no ha sido superado. También descolló en su vida ascética y su obra apologética.

Nació en Estridón, región de Dalmacia, hoy llamada Croacia, entre el año 331 y 347. Su nombre significa “el que tiene un nombre sagrado”. Su vida la consagró al estudio de las Sagradas Escrituras.

En RomaJerónimo estudió latín desde los dieciséis años,  bajo la dirección de Donato, un gran maestro pagano. Llegó a ser un gran latinista, gran conocedor del griego y de otros idiomas. Pero no estudiaba libros de crecimiento espiritual ni religioso.

Sus autores predilectos eran los latinos CicerónVirgilioHoracio y Tácito, así como los griegos Homero y Platón.

Se integra al naciente monacato, en una comunidad cenobítica con el deseo de consagrarse a Dios. Y se reprocha “ser ciceroniano y no cristiano”

Al comprender que no sólo con la erudición y cultura se alcanza la verdadera sabiduría, dispuso irse al desierto para hacer penitencia por sus pecados, especialmente por su fuerte sensualidad, su terrible mal genio y su orgullo.  En el desierto, rezaba, ayunaba y pasaba noches en vela. Sin embargo, no consiguió la paz espiritual, porque su vocación no era la de vivir en soledad. 

Por su gran capacidad y conocimientos, el Papa San Dámaso lo nombró su secretario, cargo que ejerció con admirable eficiencia, y le encargó redactar las cartas que el Pontífice enviaba. Luego le encomendó la recopilación y traducción de la Biblia que en ese tiempo sufría traducciones imperfectas, inexactas. Entonces, Jerónimo descubrió su verdadera vocación, con la que podía servir a Dios: la de filólogo. La traducción de la Biblia que circulaba en ese tiempo en Occidente (llamada actualmente Vetus Latina) tenía muchas variantes, imperfecciones de lenguaje e imprecisiones o traducciones no muy exactas. Jerónimo, que escribía con gran sapiencia el latín, tradujo a este idioma toda la Biblia en la traducción llamada Vulgata (literariamente: "la de uso vulgar"). En el año 382 corrigió la versión latina existente del Nuevo Testamento. Aproximadamente en el año 390 comenzó la traducción del Antiguo Testamento.

Jerónimo es el PADRE DE LA EXÉGESIS BÍBLICA. Con sus obras, ejerció un influjo duradero sobre la forma de traducción e interpretación de las Sagradas Escrituras.

Fueron varios los libros y traducciones que Jerónimo hizo. Cuando tenía unos 40 años fue ordenado sacerdote. En Roma desempeñó altos cargos, pero tenía una forma severísima y enérgica de corregir defectos de la alta clase social. Por ello, fue motivo de envidias y calumnias, por lo que dispuso alejarse de Roma para siempre e irse a Tierra Santa.

Sus últimos 35 años los vivió en una gruta, junto a la cueva de Belén. Allí, en la penitencia y la oración, se dedicó al estudio de la Santa Biblia y a la ardua tarea de su traducción al latín y al comentario que realizó a la misma. Varias mujeres ricas romanas, vendieron sus posesiones y le ayudaron a fundar un convento para hombres y tres para mujeres, así como una casa para peregrinos que llegaban a visitar el lugar en el que nació Jesús

San Jerónimo falleció el 30 de septiembre del año 420, a los 80 años de edad, en Belén. En su memoria se celebra el Día Internacional de la Traducción.
  


De la oración colecta de este día:

Oh Dios,
que concediste a san Jerónimo 
saber gustar de la sagrada Escritura
y vivirla intensamente,
haz que tu pueblo se alimente cada vez más en tu Palabra
y encuentre en ella la fuente de la vida.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.



29 de septiembre de 2019

NOSTALGIA, TRISTEZA, DESESPERANZA


TRES
TENTACIONES



De tanto en tanto, o en temporadas de manera continua, tres tentaciones acechan el corazón de un creyente, y especialmente de un sacerdote o un consagrado.

Porque vivimos en un mundo que quiere o siente que ha "expulsado a Dios del paraíso de los hombres", donde Dios, su Palabra, su llamado, su Presencia, molestan, incomodan.

Los creyentes somos a menudo acusados de "aguafiestas", de "enemigos del progreso y de la libertad", de personas anticuadas y retrógradas, sobrevivientes de un mundo que ya no existe.

Ahí surgen y se manifiestan con fuerza, tres tentaciones:

- NOSTALGIA por el pasado

- TRISTEZA por el tiempo presente

- DESESPERANZA por el futuro.

Y no te voy a negar que existen razones para estas tres actitudes, y no te voy a negar que la fuerza del mal y del pecado parece algunas veces triunfar, y provoca un cansancio y un desgaste difícil de resistir.

Sin embargo, basta que CRISTO RESUCITADO se manifieste, basta que puedas vivir un momento de encuentro con Él, que vuelvas a sentir y saber que ÉL ESTÁ VIVO, que ha vencido al mal, a la muerte y al pecado, para que estos tres enemigos poderosos se empequeñezcan y hasta desaparezcan.

Y es que cuando te das cuenta de este Cristo vivo y su poder, podés mirar nuevamente:

- El pasado con gratitud y humildad.

- El presente con alegría y serenidad.

- El futuro con ilusión y audacia.

¡Que no nos venza el mal! ¡Que no nos resignemos a un mundo sin Dios, porque un mundo sin él es un mundo sin amor, y un mundo sin amor es el infierno!

Animate a confiar y a creer. Él está con nosotros siempre.


P. Leandro Bonnin


NO EXISTE EDUCACIÓN POSIBLE SIN EXPERIENCIA DE AUTORIDAD


Maestros sin autoridad
Juan Manuel de Prada (para el ABC)

Con su habitual pluma tan aguda, el periodista español refiere a la actual falta de autoridad de los educadores, convertidos en “coachs y orientadores”.
Y sentencia que, sólo restableciendo la verdadera “auctoritas” propia del maestro, volverá a ser imprescindible su vocación y misión.


San Juan Bautista de La Salle, santo patrono de los educadores



29 de septiembre de 2019

NUESTROS modernos pedabobos (perdón, pedagogos) han impuesto la figura del maestro sin autoridad; para lo cual tuvieron primero que desprestigiar y connotar peyorativamente el concepto de ‘autoridad’. 
Nuestra época ha logrado modelar las conciencias imponiendo esloganes que refutan la realidad; y uno de esos espejismos - quizá el más eficaz - consiste en negar el significado originario de las palabras, sustituyéndolo por un conglomerado de hojarascas ideológicas. 
Así, por ejemplo, de una persona investida de autoridad no decimos que sea una persona ‘autorizada’, sino ‘autoritaria’, que es tanto como decir que es impositiva, despótica, incluso arbitraria en el ejercicio de su autoridad. Cualquiera que trate hoy de reivindicar la genuina ‘autoridad’ del maestro se convierte automáticamente en sospechoso de profesar nostalgias fascistoides.

Auctoritas, en latín, es una palabra derivada del supino del verbo augere, que significa ‘acrecentar’, ‘hacer crecer’. Una persona dotada de autoridad - esto es, una persona autorizada - es aquella que nos hace crecer, que es capaz de revelarnos la realidad, ensanchando nuestra experiencia vital y los límites de nuestro conocimiento. 

No existe educación posible sin experiencia de autoridad: el maestro despierta en el discípulo un estímulo que lo ayuda a crecer, provoca en él una conciencia de sus limitaciones y lo acicatea en la búsqueda del conocimiento. Naturalmente, para que ese estímulo se produzca, el maestro debe ser una persona que provoque en el discípulo admiración y respeto, una persona que el discípulo reconozca como digna de emulación.

No existe un oficio tan enaltecedor como el de maestro. Y, sin embargo, es frecuente hallar entre los maestros a muchas personas desalentadas, consumidas por un sentimiento de esterilidad. Los maestros han sido despojados de su autoridad, que es tanto como si hubiesen sido despojados de su misión, puesto que la autoridad es la aportación propiamente humana del proceso educativo: no puede existir transmisión de conocimiento cuando no se reconoce autoridad en quien lo transmite. 
Pero nuestra época pretende que el alumno sea maestro de sí mismo, que juzgue la realidad conforme a impresiones propias, que no pueden ser sino juicios contingentes, cuando les falta el cimiento de la autoridad. Y al maestro despojado de autoridad, en condiciones laborales cada vez más precarias, se lo quiere convertir en una especie de coach o animador sociocultural, una suerte de ‘orientador’ encargado de la formación ‘transversal y psicoafectiva’ del alumno, tal como recomiendan las ordenanzas de la UNESCO: «Al cambiar la imagen del maestro - leemos en una de ellas -, de considerarlo como fuente e impartidor de conocimientos a verlo como organizador y mediador del encuentro de aprendizaje, aparecen nuevas competencias que deberán ser los componentes de la nueva función docente»
De este modo, la figura del maestro pasa a ser irrelevante, sus juicios devienen tan contingentes como los de cualquier otra persona, dejan de ser los juicios de alguien que nos ayuda a crecer, de alguien que ensancha nuestra perspectiva vital. Y así, inevitablemente, el maestro deviene prescindible.

Sólo quien ha sido enriquecido por una experiencia de autoridad puede alcanzar una madurez que le permita afrontar y juzgar la realidad de forma crítica. Y es que, para ser críticos, primero necesitamos un criterio. La autoridad nos proporciona ese criterio; y es adhiriéndonos a ese criterio como luego podremos rectificarlo, completarlo, exponerlo a controversia, incluso combatirlo. 
Pero, al faltar la autoridad, falta el criterio; y sin criterio cualquier desarrollo de la personalidad se convierte en una carrera alocada y sin norte que nos aboca a la confusión y nos hace más permeables a las modas de cada época, a la contingencia de lo perecedero. 
Allá donde no hay maestros con autoridad, la transmisión de conocimientos queda aparcada, o incluso impedida; y la escuela se convierte en una especie de taller para formar ‘emprendedores’ flexibles y adaptables, entrenados en diversas ‘competencias’, ‘destrezas’ y ‘habilidades’ técnicas y emocionales que faciliten su encaje en el mercado laboral. 
Personas que nunca podrán ser maestros de nadie, porque antes no fueron discípulos. Sólo restableciendo la autoridad del maestro devolveremos la salud a nuestra educación. 
Pero para que la autoridad del maestro pueda restablecerse tendremos primero que aceptar que la primera autoridad son los padres. A los padres corresponde la responsabilidad primordial de hacer crecer a sus hijos; cuando dimiten de ella, todo el edificio educativo se erige sobre cimientos de arena.


24 de septiembre de 2019

AL CONCLUIR EL MES DE LA BIBLIA


UN MOMENTO DE ESPIRITUALIDAD

Tema:
“El Libro de los Libros: 
la importancia de las Sagradas Escrituras”

Conferencia y breve meditación de un texto evangélico 
a manera de Lectio Divina.

Disertante:
Padre Gastón Lorenzo



DÍA: LUNES 30 DE SEPTIEMBRE A LAS 20:00
COLEGIO SAN PABLO: Pacheco de Melo 2300, Buenos Aires

En el mes de la Biblia y en la memoria de San Jerónimo, autor de la Vulgata, en el inicio de la conmemoración de los 1600 años de su fallecimiento en Belén, en el año 420.

ORGANIZA







21 de septiembre de 2019

CUANDO ARRECIA EL DESDÉN HACIA LA EUCARISTÍA COMO PRESENCIA REAL DE JESUCRISTO


SAN TARCISIO
EL MÁRTIR DE LA EUCARISTIA

Una Catequesis de Benedicto XVI
 que nos muestra la importancia de la Eucaristía en la vida del cristiano
a través del ejemplo de un adolescente de los primeros siglos del cristianismo.
Y cuyo testimonio alienta a una mística apostólica recia,
en tiempos de cierto desdén hacia la presencia real de Cristo
en el admirable sacramento del altar.



¿Quién era san Tarsicio? No tenemos muchas noticias de él. Estamos en los primeros siglos de la historia de la Iglesia; más exactamente en el siglo III. Se narra que era un joven que frecuentaba las catacumbas de san Calixto, aquí en Roma, y era muy fiel a sus compromisos cristianos. Amaba mucho la Eucaristía, y por varios elementos deducimos que probablemente era un acólito, es decir, un monaguillo.

Eran años en los que el emperador Valeriano perseguía duramente a los cristianos, que se veían forzados a reunirse a escondidas en casas privadas o, a veces, también en las catacumbas, para escuchar la Palabra de Dios, orar y celebrar la santa Misa. También la costumbre de llevar la Eucaristía a los presos y a los enfermos resultaba cada vez más peligrosa.

Un día, cuando el sacerdote preguntó, como solía hacer, quién estaba dispuesto a llevar la Eucaristía a los demás hermanos y hermanas que la esperaban, se levantó el joven Tarsicio y dijo: «Envíame a mí». Ese muchacho parecía demasiado joven para un servicio tan arduo. «Mi juventud —dijo Tarsicio— será la mejor protección para la Eucaristía».

El sacerdote, convencido, le confió aquel Pan precioso, diciéndole: «Tarsicio, recuerda que a tus débiles cuidados se en co mienda un tesoro celestial. Evita los caminos frecuentados y no olvides que las cosas santas no deben ser arrojadas a los perros ni las perlas a los cerdos. ¿Guardarás con fidelidad y seguridad los Sagrados Misterios?». «Moriré —respondió decidido Tarsicio— antes que cederlos».

A lo largo del camino se encontró con algunos amigos, que acercándose a él le pidieron que se uniera a ellos. Al responder que no podía, ellos —que eran paganos— comenzaron a sospechar e insistieron, dándose cuenta de que apretaba algo contra su pecho y parecía defenderlo. Intentaron arrancárselo, pero no lo lograron; la lucha se hizo cada vez más furiosa, sobre todo cuando supieron que Tarsicio era cristiano; le dieron puntapiés, le arrojaron piedras, pero él no cedió.

Ya moribundo, fue llevado al sacerdote por un oficial pretoriano llamado Cuadrado, que también se había convertido en cristiano a escondidas. Llegó ya sin vida, pero seguía apretando contra su pecho un pequeño lienzo con la Eucaristía.

Fue sepultado inmediatamente en las catacumbas de san Calixto. El Papa san Dámaso hizo una inscripción para la tumba de san Tarsicio, según la cual el joven murió en el año 257.

El Martirologio Romano fija la fecha el 15 de agosto y en el mismo Martirologio se recoge una hermosa tradición oral, según la cual no se encontró el Santísimo Sacramento en el cuerpo de san Tarsicio, ni en las manos ni entre sus vestidos.

Se explicó que la partícula consagrada, defendida con la vida por el pequeño mártir, se había convertido en carne de su carne, formando así con su mismo cuerpo una única hostia inmaculada ofrecida a Dios.

El testimonio de san Tarsicio y esta hermosa tradición nos enseñan el profundo amor y la gran veneración que debemos tener hacia la Eucaristía: es un bien precioso, un tesoro cuyo valor no se puede medir; es el Pan de la vida, es Jesús mismo que se convierte en alimento, apoyo y fuerza para nuestro peregrinar de cada día, y en camino abierto hacia la vida eterna; es el mayor don que Jesús nos ha dejado.

También vosotros comunicad a vuestros coetáneos el don de esta amistad, con alegría, con entusiasmo, sin miedo, para que puedan sentir que vosotros conocéis este Misterio, que es verdad y que lo amáis.

Queridos amigos, vosotros prestáis a Jesús vuestras manos, vuestros pensamientos, vuestro tiempo. Él no dejará de recompensaros, dándoos la verdadera alegría y haciendo que sintáis dónde está la felicidad más plena. San Tarsicio nos ha mostrado que el amor nos puede llevar incluso hasta la entrega de la vida por un bien auténtico, por el verdadero bien, por el Señor.

Probablemente a nosotros no se nos pedirá el martirio, pero Jesús nos pide la fidelidad en las cosas pequeñas, el recogimiento interior, la participación interior, nuestra fe y el esfuerzo de mantener presente este tesoro en la vida de cada día.

Nos pide la fidelidad en las tareas diarias, el testimonio de su amor, frecuentado la Iglesia por convicción interior y por la alegría de su presencia. Así podemos dar a conocer también a nuestros amigos que Jesús vive.

Que el ejemplo de san Tarsicio y de san Juan María Vianney nos impulse cada día a amar a Jesús y a cumplir su voluntad, como hizo la Virgen María, fiel a su Hijo hasta el final. Gracias, una vez más, a todos. Que Dios os bendiga en estos días. Os deseo un feliz regreso a vuestros países.

Benedicto XVI,
Vaticano 4 de agosto de 2010







20 de septiembre de 2019

EL RELATIVISMO ES EL NUEVO ROSTRO DE LA INTOLERANCIA


SANTO TOMÁS DE AQUINO FRENTE A LA DICTADURA DEL RELATIVISMO

Ponencia del Dr. Hugo Verdera en la XLIV Semana Tomista de Buenos Aires en la UCA el jueves 12 de septiembre de 2019,
donde expresa la necesidad imprescindible de volver a la obediencia y a la defensa de la fe en un mundo dominado por la "dictadura del relativismo".



1.              Introducción: “Verdad y misión de la Iglesia”

En el capítulo 17 del Evangelio de San Juan, se relata la “oración sacerdotal de Nuestro Señor Jesucristo”, al final de la última Cena. El Salvador se dirige, primero al Padre en un diálogo emocionado y emocionante, en el cual ofrece como Sacerdote, su sacrificio inminente, su Pasión y su Muerte. En segundo lugar, el Divino Maestro ruega por sus discípulos, a los que envía al mundo a proclamar la obra de redención que va a consumar.

Así, Jesucristo ha rogado por Sí mismo; ahora ruega por sus Apóstoles, que tendrán la misión de continuar la obra redentora en el mundo. Y expresa contundentemente la esencia de la misión: “haz que ellos sean completamente tuyos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad. Yo los he enviado al mundo como tú me enviaste a mí. Por ellos yo me ofrezco enteramente a ti, para que también ellos se ofrezcan a ti por medio de la verdad”.

El mandato del Redentor se centra esencialmente, en la “santificación en la verdad”. Dice el Crisóstomo: “santifícalos en la verdad”, es decir, hazlos santos por donación del Espíritu Santo y la sana doctrina, porque los santos preceptos de Dios instruyen y santifican el alma”.

El Magisterio de la Iglesia ha señalado en Santo Tomás la plena realización de esta oración hecha por el Divino Maestro en los últimos momentos antes de su Pasión. Y lo ha hecho el magisterio por ser Santo Tomás “el maestro de la verdad”. Y debemos enfatizarlo, de la “verdad católica”

Es hoy una realidad que, como señalaba Anselmo de Canterbury, “unos pocos solamente piensan en la verdad depositada en el ser de la cosas” (1).

Y hoy es tan real, tan patente, que se ha ido instaurando un absolutismo de las valoraciones subjetivas, que conforman una «dictadura del relativismo», que rotunda y reiteradamente denunciara Benedicto XVI.

Así, siendo Cardenal, consideraba al relativismo como el problema esencial para la vivencia de la fe en nuestra época (2); “el desafío más grande para la cultura actual” (3) y el “nuevo rostro de la intolerancia”, conformándose así una verdadera “dictadura del relativismo” (4).

Despojar al hombre de su fe, es despojarlo de su futuro y de su eternidad. Al despojarle al hombre  --para el entonces Cardenal Ratzinger- el relativismo cuestionaba radicalmente a la capacidad de alcanzar la verdad para el hombre, afectándose así su condición de fundamento para la vida individual y social del hombre.

Frente a esta “dictadura del relativismo”, es indispensable consolidarnos en el hábito católico de la “clasicidad”, esto es, tener la firme constancia de no apartarse un ápice de lo tradicional, en el aprecio a la tradición católica, para vitalizarnos por el legado recibido, y así la Iglesia resplandecerá como casa del “Dios vivo, columna y fundamento de la verdad” (5).

Ante esta irrupción dictatorial del relativismo, la actitud auténticamente católica es la defensa de la verdad.

Como bien señala Monseñor Aguer, “también hoy en día, el maestro de la verdad católica –como se decía en el siglo XIII-, el profesor de religión, el predicador ministro de la Palabra y aun los fieles ilustrados, no pueden contentarse con una simple exposición de la doctrina, sin consideración de los errores contrarios que la oscurecen, de los prejuicios culturales que impiden su recta comprensión, del ambiente filosófico o más bien ideológico que se va tornando hegemónico en la opinión general. Es preciso elaborar un ACOMPAÑAMIENTO APOLOGÉTICO DE LA DIFUSIÓN DE LA VERDAD y para eso estudiar el pensamiento contemporáneo, registrar sus puntos de acuerdo o de no oposición a la fe, para apoyarse en ellos y elaborar los argumentos racionales necesarios para desmontar los errores que la contradicen” (6).

2.              Santo Tomás de Aquino y la esencialidad de la verdad

Afirma el Doctor Angélico que, por su propia naturaleza, el hombre se halla esencialmente ordenado a la verdad, entendida “como la conformidad entre el entendimiento y las cosas; de aquí que conocer esta conformidad es conocer la verdad”.

Hay que pensar la verdad y decir lo que se piensa a quien pueda aprovechar.

La verdad es la realidad de las cosas. De ahí que sea fundante del conocimiento intelectual verdadero, ya que a verdad en el entendimiento que juzga es “manifestativa y declarativa del ser” (7)

Santo Tomás de Aquino dice que la verdad es la adaequatio rei et intellectus. Adecuación de las cosas a su idea ejemplar en el entendimiento divino (verdad ontológica o trascendental); y adecuación del intelecto humano a la realidad de las cosas naturales (verdad lógica o del conocimiento).

Es decir, la verdad es la adecuación del pensamiento humano a la realidad de las cosas naturales, es decir las que tienen su causa en Dios.

Porque, como explica santo Tomás de Aquino, el entendimiento que es causa de las cosas, es su regla y su medida; pero el entendimiento humano toma su ciencia de las cosas naturales, las que él no ha creado, a diferencia de las artificiales que realiza un artífice; y así, la realidad de las cosas naturales es la regla y la medida del entendimiento humano; y por consiguiente la verdad del conocimiento humano sobre las cosas naturales consiste en que el entendimiento humano se adecue a dichas cosas.

Y la verdad es la adecuación del pensamiento a la realidad de las cosas naturales, puesto que la verdad en su fundamento originario es obviamente la realidad de las cosas naturales: ya se ha encargado Dios de hacer esa realidad.

Es correcto, por tanto, decir que la verdad es la adecuación del pensamiento a la realidad. Porque la verdad está principalmente en el entendimiento del que depende su ser, es la adecuación de las cosas al entendimiento del que dependen.

Las cosas naturales no dependen de nuestro entendimiento, sino que su ser depende del entendimiento divino. “La verdad consiste en la adecuación del intelecto y la cosa. Ahora bien, el entendimiento que es causa de las cosas, es asimismo su regla y su medida; mas, respecto al entendimiento que toma su ciencia de ellas, sucede todo lo contrario.

Por consiguiente, cuando las cosas son regla y medida del entendimiento, la verdad consiste en que el entendimiento se adecue a la cosa, y esto es lo que sucede en nosotros; pues de que la cosa sea o no sea, depende que nuestro pensamiento (opinio) y su expresión sea verdadero o falso. Pero cuando el entendimiento es regla o medida de las cosas, la verdad consiste en que las cosas se adecuen al entendimiento; como se dice que el artífice hace una obra verdadera, cuando concuerda con su idea artística (8).

Así, para el Aquinate, la verdad es la adecuación de las cosas a su idea ejemplar en el entendimiento divino (verdad ontológica o trascendental); y adecuación del intelecto humano a la realidad de las cosas naturales (verdad lógica o del conocimiento)

A este saber especulativo se involucra también, en el hombre, el saber operativo, es decir, el saber para actuar.

El magisterio de la Iglesia ha hecho suya esta verdad, y la ha enseñado como doctrina desde siempre.

Y a la doctrina de Santo Tomás de Aquino como la más acabada fundamentación teológica-metafísica de la cultura católica, formando parte del tesoro; así lo ha entendido siempre el Magisterio y la tradición católica.

En tres audiencias generales (9) , Benedicto XVI dedicó sus catequesis a Santo Tomás. Expresó que “incluso más de setecientos años después de su muerte, podemos aprender mucho de él”, destacando sobre todo el valor que Santo Tomás da a la razón y a su capacidad para alcanzar la auténtica verdad sobre el hombre (10)

En dicha catequesis de Benedicto XVI se refleja el altísimo concepto que Santo Tomás tenía de la persona humana, lo más perfecto que hay en toda la naturaleza y la actualidad de su enseñanza sobre el obrar humano y la ley natural, en la que se expresan las exigencias de nuestra condición.

Y expresa que “CUANDO SE NIEGA LA LEY NATURAL Y LA RESPONSABILIDAD QUE IMPLICA SE ABRE DRAMÁTICAMENTE EL CAMINO AL RELATIVISMO ÉTICO EN EL PLANO INDIVIDUAL Y EL TOTALITARISMO DEL ESTADO EN EL PLANO POLÍTICO” (11).

Pero resulta que estas conclusiones, basadas en el Evangelio y en el más auténtico Magisterio de la Iglesia, hoy son cuestionada e incluso rechazadas aún desde el mismo interior de la Iglesia. ¿Por qué?

3.              El proceso de rechazo de la verdad

Se da hoy día la prevalencia de una profunda desconfianza en las capacidades de la razón humana para conocer la verdad, resultado lógico de negarle a esa razón humana sus posibilidades de alcanzar el ser de las cosas, lo que conlleva a un constante cuestionamiento de la verdad.

No se acepta, en la teoría y en la práctica común, que la verdad sea conocer lo que las cosas son, conocer el ser de las cosas. Dicho escolásticamente, que la verdad sea la adecuación entre el entendimiento y la cosa.

Se ha dado, pues en esta postmodernidad, un “oscurecimiento o eclipse de la verdad”. Esto explica el auge del “relativismo ético”, consecuencia propia del “relativismo cognitivo”, que avanza en la estructura socio-política, adquiriendo características de “único pensamiento correcto”, y que va a derivar, en su lógica férrea interna, en una auténtica “dictadura del relativismo”, como vimos que Benedicto XVI caracterizaba a la actual situación que vivimos (12), afirmando que “hoy se trata de crear la impresión de que todo es relativo (…) Pero la Iglesia no puede callar el espíritu de la verdad. No caigamos en la tentación del relativismo…”.

De este modo la modernidad proclama una total autonomía con independencia de la Revelación. Así, culmina desconociendo a Tomás de Aquino y separando la cultura de la catolicidad.

Por eso, San Juan Pablo II enfatiza que lo católico será paulatinamente reducido a un culto y obligado a habitar exclusivamente en la individualidad de la conciencia. Y comienza a consolidarse la secularidad, que alcanza su más elevada expresión en la reforma protestante y el nominalismo, vaciando la metafísica del fundamento de lo real (13).

Y tres años antes, en una entrevista, denunciaba que “hoy realmente se da una dominación del relativismo. Quien no es relativista parecería que es alguien intolerante. Pensar que se puede comprender la verdad esencial es visto ya como algo intolerante. Pero en realidad esta exclusión de la verdad es un tipo de intolerancia muy grave y reduce las cosas esenciales de la vida a un subjetivismo”.

Así, como señalamos en otra ocasión, “la pretensión hegemónica de imposición del relativismo, se consolida en una cultura que se ufana de lo progresista, lo cambiante, lo efímero; pues bien, en una cultura que por esencia rechaza lo dogmático, se pretende sostener como dogma máximo la “dictadura del relativismo”. Todo es relativo, esa es la única verdad inconmovible que se acepta. Y la Iglesia Católica, en su misión de anunciar y enseñar auténticamente la Verdad, que es Cristo, no puede permanecer indiferente frente a
la realidad de esta crisis” (…) “las ideologías fundamentadas en el agnosticismo, el escepticismo o el relativismo, que al negar la capacidad de la razón humana para conocer la verdad; al afirmar que no existe una verdad objetiva válida para todos los hombres, sino que la verdad es un producto construido en cada momento histórico, imponiendo la mera opinión (doxa) de cada uno como eje rector de la vida individual y social, concluye en la imposición de un totalitarismo de alcances extraordinarios” (14).

Ante esta “irrupción de este relativismo agresivo”, Benedicto XVI enfatizó que “precisamente a causa de la influencia de factores de orden cultural e ideológico, la sociedad civil y secular se encuentra hoy en una situación de desvarío y confusión: se ha perdido la evidencia originaria de los fundamentos del ser humano y de su obrar ético, y la doctrina de la ley moral natural se enfrenta con otras concepciones que constituyen su negación directa”. Y así predomina “una concepción positivista del derecho”, al sostenerse que “la mayoría de los ciudadanos, se convierte en la fuente última de la ley civil”, abandonándose “la búsqueda del bien”, sustituyéndola por la búsqueda “del poder, o más bien, del equilibrio de poderes”.

Y “la raíz de esta tendencia se encuentra el relativismo ético, en el que algunos ven incluso una de las condiciones principales de la democracia…” (…) Pero, si fuera así, la mayoría que existe en un momento determinado se convertiría en la última fuente del derecho. La historia demuestra con gran claridad que las mayorías pueden equivocarse. La verdadera racionalidad no queda garantizada por el consenso de un gran número de personas, sino sólo por la transparencia de la razón humana a la Razón creadora y por la escucha común de esta Fuente de nuestra racionalidad” (15) .

Y ante este desafío Benedicto XVI señala la urgente necesidad de reafirmar “la obediencia a la verdad, que “debe 'castificar' nuestra alma y así guiar a la palabra recta y a la recta acción. En otros términos, hablar para buscar el aplauso, hablar orientándose a todo lo que los hombres quieren oír, hablar obedeciendo a la dictadura de la opinión común debe considerarse una especie de prostitución de la palabra y del alma”. Y esta «castidad» “consiste en no someterse a este estándar, a no buscar el aplauso sino la obediencia de la verdad” (16).

4.              Conclusiones: Crisis de la verdad y solución tomista.

El Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en la presentación de su libro “La Fuerza del Silencio”, expresó que “no es un misterio –y lo digo con gran sufrimiento–, que nuestro mundo moderno vive de hecho un alejamiento práctico de Dios”, y que , “aún más doloroso para mí es el CONSTATAR CÓMO ESTA SUPERFICIALIDAD, ESTA IMPIEDAD INJURIOSA HACIA DIOS Y HACIA LA PERSONA HUMANA HAYA ENTRADO TAMBIÉN EN LA IGLESIA», y que LA LITURGIA –a la que el Concilio Vaticano II llamó «fuente y culmen de la vida cristiana»– ES LA «QUE MÁS SUFRE POR LA REDUCCIÓN SECULARISTA QUE OCURRE TAMBIÉN DENTRO DE LA IGLESIA», agregando que “SE PIENSA QUE EL HOMBRE DE HOY PUEDE CREER MEJOR SI LE PROPONEMOS UNA FE que no se funda tanto sobre la Revelación de Cristo y la Tradición de la Iglesia, sino SOBRE LAS EXIGENCIAS DEL HOMBRE MODERNO, SOBRE SUS POSIBILIDADES Y MENTALIDAD». Y se pregunta: “¿ESCUCHAMOS HABLAR DE FE, VIDA ETERNA, COMUNIÓN CON LA PERSONA DE CRISTO, DE PECADO COMO RUPTURA Y REBELIÓN CONTRA DIOS EN NUESTRAS HOMILÍAS?» cuestionó.

O “se intenta quizá cancelar todos estos gestos que no parecen ‘comprensibles’ al hombre de hoy, sustituyéndolos con un río de palabras que transforman nuestras eucaristías más que en celebraciones, en grandes espectáculos, en cuyo centro hay un hombre cerrado en sus problemas y en sus criterios”, señaló.

Y en el libro próximo a aparecer, titulado The Day is Long Spent, escribe el Cardenal Sarah: “EUROPA PARECE PROGRAMADA PARA LA AUTODESTRUCCIÓN”. Y el problema que él ve es que Occidente “PARECE ODIARSE”, MIENTRAS LA IGLESIA CATÓLICA PARECE ESTAR EN MEDIO DE LA APOSTASÍA INTERNA.

Y todo este diagnóstico tiene su raíz en la “irrupción agresiva de la dictadura del relativismo”, aun en el mismo interior de la Iglesia.

Se hace pues imprescindible la urgente necesidad de “obediencia a la verdad”.

Y sin duda el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, “maestro de la verdad” se evidencia como una auténtica respuesta para enfrentar a la “dictadura del relativismo”, afincada en un humanismo secular, radicalmente anti católico.

 Cito nuevamente el Papa emérito Benedicto XVI, cuando siendo el Cardenal Ratzinger, decía que el Papa es el “abogado de la memoria cristiana”; “no impone desde fuera, sino despliega la memoria cristiana y la defiende” (17).

De ahí que el Magisterio debe confirmar la doctrina revelada, conforme a la tradición, conforme, en suma, a la memoria cristiana.

Frente a la pretensión de la “dictadura del relativismo, cabe aplicarle la sentencia del filósofo inglés Roger Scruton, de que “EL RELATIVISMO ES EL PRIMER REFUGIO DE LOS CANALLAS”.

Jueves 12 de septiembre de 2019
Hugo Alberto Verdera



NOTAS

1 Anselmo de Canterbury, Diálogos sobre la verdad, IX.

2 J. Ratzinger, Fe, verdad y tolerancia. El cristianismo y las religiones del mundo, 3ª ed., Sígueme, Salamanca 2005, pp. 105s.: “el relativismo ha llegado a ser el problema central para la fe en nuestra época.”

3 Ibíd., p. 75.

4 Así lo expresa en la Predicación en la Misa Pro eligendo Romano Pontifice del 18 de Abril del 2005: “El relativismo, es decir, dejarse ‘llevar a la deriva por cualquier viento de doctrina’, parece ser la única actitud adecuada en los tiempos actuales. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos.”

5 1 Tim 3, 15.

6 Mons. Héctor Aguer, La actualidad de Santo Tomás, Homilía en la misa de inauguración del año académico en el Seminario Mayor “San José”, 7/3/2011)

7 Santo Tomás, De veritate, q. 1, art. 1.

8 Es decir, adecuación de las cosas a su idea ejemplar en el entendimiento divino (verdad ontológica o trascendental); y adecuación del intelecto humano a la realidad de las cosas naturales (verdad lógica o del conocimiento).

9 Cf. Audiencias Generales de los miércoles 2, 16 y 23 de junio de 2010.

10 Audiencia General del 16 de junio: “Santo Tomás nos propone una visión de la razón humana amplia y confiada: amplia porque no se limita a los espacios de la llamada razón empírico-científica, sino que está abierta a todo el ser y por tanto también a las cuestiones fundamentales e irrenunciables del vivir humano; y confiada porque la razón humana, sobre todo si acoge las inspiraciones de la fe cristiana, promueve una civilización que reconoce la dignidad de la persona, la intangibilidad de sus derechos y la obligatoriedad de sus deberes”.

11 Ibíd. 12 Discurso dado en Cracovia el 26 de mayo de 2006.

13 Encíclica Fides et ratio, N° 45.

14 Hugo Alberto Verdera, “La crisis de la cultura católica, hoy», Disertación en la Semana Tomista, año 2017

15 Discurso del Papa Benedicto XVI Sobre la ley natural, ante los miembros de la Comisión Teológica Internacional el 5 de octubre de 2007.

16 Homilía de Benedicto XVI a los Miembros de la Comisión Internacional de Teólogos, 6 de octubre de 2006

17 Cardenal Joseph Ratzinger, Alocución en Dallas ante el Sínodo de los Obispos norteamericanos, en 1991, con el lema «Si quieres la paz, respeta la conciencia de todo hombre».