Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

28 de marzo de 2021

IN CRUCE SALUS

 

SEMANA SANTA


 

Hoy es un día de fiesta

en toda Jerusalen,

el Hijo de Dios ya entra,

se acerca la hora de hiel.

 

Su trono es hoy un asno,

mañana será una cruz.

Su Madre, corredentora,

entrevé ya la Luz..

 

Alabemos al que sube,

hacia el Calvario a morir,

nos redimió con su Sangre,

en el leño de la Cruz.

 

Bendito árbol, glorioso,

nuestro estandarte y la paz,

adoremos al Cordero

la salvación llega ya.

 

26 de marzo de 2021

MATER DOLOROSA

V Viernes de Cuaresma

MARÍA, VIRGEN Y MADRE,

AL PIE DE LA CRUZ

 

La tradición litúrgica antiquísima de la Iglesia, este viernes anterior a la Semana Santa, recuerda a la MATER DOLOROSA, después de contemplarla el día anterior en su FIAT del día de la Encarnación.

Imagen de la Mater Pietatis que se venera en la iglesia parroquial de Villaviciosa, Asturias.

 

San Juan Pablo II explicó esta participación de María Santísima en el misterio de redención de su Hijo, en una de sus Catequesis de este modo (2.IV.1997):


   María, al aceptar con plena disponibilidad las palabras del ángel Gabriel, que le anunciaba que sería la madre del Mesías, comenzó a tomar parte en el misterio de la Redención. Su participación en el sacrificio de su Hijo, revelado por Simeón durante la presentación en el templo, prosigue no sólo en el episodio de Jesús perdido y hallado a la edad de doce años, sino también durante toda su vida pública.

 

   Sin embargo, la asociación de la Virgen a la misión de Cristo culmina en Jerusalén, en el momento de la pasión y muerte del Redentor. Como testimonia el cuarto Evangelio, en aquellos días ella se encontraba en la ciudad santa, probablemente para la celebración de la Pascua judía.

 

   El Concilio subraya la dimensión profunda de la presencia de la Virgen en el Calvario, recordando que «mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la Cruz» (Lumen gentium, 58), y afirma que esa unión «en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte» (ib., 57).”

 

REDEMPTORIS MATER

Ora pro nobis!

 


Nuestra Señora de los Dolores, altar lateral izquierdo de la Catedral Metropolitana de Buenos Aires


Altar de la Mater Dolorosa en la Basílica del Pilar, en Buenos Aires


La Mater Pietatis, altar lateral derecho de la Basílica porteña del Espíritu Santo.
 






24 de marzo de 2021

ET VERBUM CARO FACTUM EST

 

La Encarnación del Verbo de Dios

Lope de Vega


Estaba María santa
contemplando las grandezas
de la que de Dios sería
Madre santa y Virgen bella


El libro en la mano hermosa,
que escribieron los profetas,
cuanto dicen de la Virgen
¡oh qué bien que lo contempla!


Madre de Dios y virgen entera,
Madre de Dios, divina doncella.

 

Bajó del cielo un arcángel,
y haciéndole reverencia,
Dios te salve, le decía,
María, de gracia llena.

Admirada está la Virgen
cuando al Sí de su respuesta
tomó el Verbo carne humana,
y salió el sol de la estrella.

Madre de Dios y virgen entera,
Madre de Dios, divina doncella.

19 de marzo de 2021

CINCO GRAVES DEFICIENCIAS DE LA SOCIEDAD ACTUAL

       EL OCASO DEL PADRE:

 MIRANDO A SAN JOSÉ

 

Cinco reflexiones del Obispo de Alcalá de Henares, monseñor Juan Antonio Reig-Pla, que apuntan a cinco graves deficiencias en la vida de nuestra sociedad, considerando cinco aspectos de la vida de San José.

 


1.    MAESTRO DE VIDA INTERIOR 

En los evangelios no se recoge ninguna palabra de San José. Es el hombre del silencio y de la vida interior que acoge el anuncio del ángel y obedece inmediatamente.

Le dijo el ángel en sueños: “No temas acoger a María, tu mujer porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre, Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

Cuando José se despertó hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer” (Mt1, 20-2.4) 

Hoy existe un gran déficit de vida interior. La ausencia de Dios y la crisis de la verdad dejan al hombre vacío, a merced de los sentimientos y las emociones. Así se explica que haya tantos atrapados por la pornografía, el espectáculo y la multitud de imágenes y voces que distraen el espíritu. Sin el silencio interior el hombre, varón o mujer, acaba por no conocerse a sí mismo y se incapacita para la virtud y las obras grandes: la magnificencia.



2.    MODELO DE PADRE 

Cuando el ángel le comunica que María dará a luz un hijo, le confía la misión de padre a José: “le pondrás por nombre Jesús”: Poner el nombre está confiado al padre.

José ejerció la misión como un varón justo y siendo un honrado trabajador.

Hoy estamos inmersos en una sociedad en la que desde años vivimos el “ocaso del padre” y la pérdida de la “autoridad”.

Este “ocaso del padre” se da tanto en la familia, como en las instituciones educativas y en el gobierno de los pueblos y de la nación.

La crisis de la verdad, la irrelevancia de la razón débil para afrontarla, han producido una crisis profunda de la autoridad. La autoridad es servicio a la verdad, de lo contrario se transforma en dominio, despotismo o tiranía. Por eso, la renuncia a buscar la verdad se traduce en la “dictadura del relativismo”-toda opinión vale igual-, en la arbitrariedad de quienes nos gobiernan, proponiendo leyes inicuas que provocan la deconstrucción de lo verdaderamente humano y la ruina del alma. Así se explican la destrucción permanente de la vida inicial con el aborto o la propuesta de la eutanasia en la fase enferma o terminal. Del mismo modo se siguen propiciando leyes permisivas que no respetan la identidad humana.

En la base de todo ello está el colapso de la mente que ha sido atrapada por una razón “simplemente instrumental” que se desarrolla con la técnica y la tecnología que se presentan como la verdadera “salvación”. Esta ausencia del padre y “la crisis de la verdad” conducen a una sociedad nihilista donde la libertad humana en vez de regirse por la inteligencia unida a la verdad, se transforma en un haz de instintos y emociones que acaban esclavizando al hombre bajo los requisitos de “la espontaneidad” y la “autenticidad” que sirven habitualmente de camuflajes de la mentira.

Jesús se sometió en todo a sus padres con obediencia y con ello ratifica la autoridad de los padres para la educación de sus hijos. Es un derecho que les es original y no puede ser sustraído por el Estado como se pretende con la nueva ley de educación. Los padres tienen derecho a educar a sus hijos por haberles dado la vida cooperando con Dios. “El derecho-deber educativo de los padres se califica como esencial, relacionado como está con la transmisión de la vida humana; como original y primario, respecto al deber educativo de los demás, por la unicidad de la relación de amor que subsiste entre padres e hijos; como insustituible e inalienable y que, por consiguiente, no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros.” (Familiaris consortio, 36). Jesús abre la educación a la trascendencia religiosa y recuerda a José y a María que la familia está abierta al Reino de Dios y Él debe ocuparse de las cosas de su Padre del cielo. De ahí la importancia de la libertad de culto y religión en el ámbito público y privado.  



3.    TESTIGO DE CASTIDAD 

Habitualmente cuando nos referimos a San José lo llamamos “el casto” o “castísimo” San José.

Del mismo modo que José, el vendido por sus hermanos, los hijos de Jacob, fue modelo de gobernante como Virrey de Egipto, después de superar las tentaciones de la mujer de Putifar, San José es testigo de la castidad con la que vivió junto a María su esposa. En todo momento como esposo él reconoció y respetó a María como Arca de la Nueva Alianza viviendo con ella una conyugalidad gobernada por el espíritu.

El desprecio y olvido de la castidad es otro de los grandes déficits de nuestra cultura y de nuestra sociedad. La castidad es una gran virtud personal y social. Como toda virtud concede una capacidad para hacer el bien y de manera pronta. En este caso la castidad modera los dinamismos instintivos y las emociones, para mediante el autogobierno y el autodominio del espíritu, dirigir la libertad hacia la verdad del amor y el bien.

La castidad no anula ni al impulso erótico ni a la las emociones. Estas son equipaje humano para la acción, pero necesitan ser guiadas hacia la promoción del propio bien personal, el respeto de las demás personas y la fidelidad conyugal que es la clave de la alianza de la vida esponsal.

La virtud de la castidad en los esposos supone la integración de todos los dinamismos para la acción amorosa en el acto libre. De esta manera los impulsos físico-biológicos y psíquicos pueden ser conducidos en el lenguaje del cuerpo a ser expresión de la comunión interpersonal que es el destino de la unión conyugal. Sin la castidad no se llega a la unión amorosa. La persona del otro es usada como un medio de satisfacción. Uno por la castidad se “posee” no para dar algo que tiene - tiempo, dinero, deseo de satisfacción - sino para darse a sí mismo como persona con un amor total.

En el ámbito de la virginidad y el celibato por el Reino de los cielos la virtud de la castidad concreta la vocación al amor mediante la renuncia plena y perfecta a la genitalidad para radicalizar y universalizar el amor. Así lo decía San Pablo: “Porque siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles” (1 Cor 9, 19). Con ello cumplía las palabras de Jesús en las que decía que, ganados por el Reino de los cielos, algunos no se casan. El que pueda entender que entienda (Mt 19, 12). En cualquier caso se trata de un don, una gracia que se concede a algunos que hacen visible a Cristo pobre, casto y obediente y anuncian la belleza del cielo que está por venir. También la virginidad y el celibato son vocación al amor total.

Quien no es casto no alcanza la libertad para el bien, acaba siendo un esclavo atrapado por una “ceguera espiritual” que le impide ver lo “inteligible” de la realidad. La ausencia de la castidad genera personalidades veleidosas, arbitrarias y violentas. Por eso es ésta una virtud que debe de acompañar a todas las personas, especialmente a las que tienen responsabilidades educativas y de gobierno.

Quienes desprecian la castidad la traducen como represión del impulso erótico. Todo lo contrario, se trata de la virtud de la integración; esta virtud integra en el acto libre del autogobierno los dinamismos físico-biológicos y psíquicos en los dinamismos espirituales de la inteligencia y en libertad. El hombre casto es el hombre libre para el don de sí porque se posee a sí mismo.

El hombre sin castidad es un esclavo, no conduce su vida si no que es conducido por los estímulos de una sociedad pansexualista como la nuestra. En este contexto, la figura de San José es todo un reclamo del triunfo del espíritu que conduce a la libertad para el don y no para el dominio o la violencia.

Quien no es casto está atrapado por el placer y la utilidad que, incluso cuando son legítimos, no alcanzan el amor a la persona por sí misma respetando su dignidad. El bien moral de la castidad no usa a nadie y ama a la persona en cuanto persona. La castidad es la verdadera custodia del amor.



4.    PROTECTOR DE LA FAMILIA Y DE LA IGLESIA 

El signo que dio el ángel a los pastores y a todo el pueblo de que había llegado el “Salvador” fue el siguiente: “Aquí tenéis su señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2, 12).

El nacimiento del “niño Jesús” es el triunfo de la cultura de la vida. Como nos recuerda el Concilio Vaticano “El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre” (Gadium et spes, 22).

Esta es la cota más alta de la dignidad de toda vida humana. El hombre no sólo ha sido creado “a imagen y semejanza de Dios” y no de los animales, sino que el mismo Hijo de Dios se ha hecho hombre y nos invita a ser hijos de Dios en el Hijo unigénito.

Desde el nacimiento de Jesús como Salvador, se desata toda la furia del mal y la cultura de la muerte. Herodes quiere matar al niño y provoca la muerte de los Santos Inocentes. José se destaca como protector de la Sagrada Familia y custodia a María y a su hijo huyendo a Egipto y aceptando el exilio. Años más tarde ejercerá esta misión continuando su custodia en el hogar de Nazaret.

Por esta misión el Magisterio ha puesto a San José como protector de la familia humana y de la familia de los hijos de Dios: la Iglesia. De ahí la importancia de invocar a San José ante los embates de la “cultura de la muerte” que nos invade por todas partes con el aborto, la eutanasia, la manipulación y destrucción de embriones, etc.

Del mismo modo hemos de invocar la protección de San José para nuestras familias de tal manera que los matrimonios no se rompan ni reine la infidelidad. Con San José hemos de superar la “mentalidad divorcista” que se presenta como abanderada de la libertad cuando está negando la verdad del amor y la grandeza de la fidelidad que es un don de Dios recibido en el sacramento del matrimonio. El sacramento del matrimonio regala a los esposos el mismo amor de Cristo por la Iglesia manifestado en la cruz. Se trata de un amor que rompe la dureza de corazón y posibilita un amor fiel y exclusivo hasta la muerte. Esto es el evangelio del matrimonio que supera la concupiscencia como amor desordenado y garantiza el bien de las personas, de las familias y de la misma sociedad.

Se trata de un amor abierto a la vida porque supone el don total de las personas en el lenguaje del cuerpo como cooperadores de Dios creador, quien es el autor de la vida que recibimos siempre como un don. El invierno demográfico que sufre España es un mal presagio que nos aboca a una sociedad débil, envejecida y dominada por el multiculturalismo que ensombrece nuestra identidad católica y nuestro patrimonio espiritual.

Del mismo modo que custodió a la Sagrada familia, San José es protector de nuestros seminarios donde se cultiva las vocaciones sacerdotales que han de guiar como pastores santos a la Santa Iglesia Católica. El Patriarca San José es protector de la Iglesia y, como él, los sacerdotes han de custodiar virginalmente a los hijos de Dios edificando, por la gracia de Dios, el pueblo santo de Dios. Del mismo modo que San José custodió a su esposa, obra de Dios, inmaculada desde el principio, los sacerdotes hemos de vivir nuestra esponsalidad con la comunidad cristiana regalada por Dios sin mancha ni arruga (Ef 5). A ella nos debemos con un amor de consagración esponsal.

 

5.    MODELO DE TRABAJADOR, HUMILDE Y HONRADO 

José enseñó a Jesús a trabajar con sus manos indicando con ello la importancia de la actividad humana como camino de santificación. El trabajo tiene dos significados: lo que se hace (que siempre deben ser cosas buenas para el bien) y quien lo hace (el sentido subjetivo de quien trabaja). Ambos aspectos fueron cultivados en el hogar de Nazaret.

Hoy, cuando tantos hogares españoles sufren por la pandemia y la falta de trabajo, hemos de invocar a San José obrero para que interceda por la dignidad de los trabajadores y haga de las empresas e instituciones laborales, talleres de honradez y de cultivo de la convivencia fraterna y de justicia.


+ Juan Antonio Reig Pla
Obispo Complutense

 

Alcalá de Henares, a 17 de marzo de 2021
Año de San José y de
Ntra. Sra. la Virgen de la Victoria de Lepanto

 


EN TIEMPOS DE IDEOLOGÍAS DESCAMINADAS

San José, el padre a imitar

Muchos de los males de hoy en la sociedad occidental están relacionados en gran medida con el debilitamiento y el rechazo de la figura paterna, causado por la cultura del individualismo, la llamada Revolución del 68 y las “conquistas” relacionadas con ella (divorcio, aborto, inseminación artificial, pansexualismo, etc.).

La figura paterna y educadora de San José es modélica y nos invita a reflexionar sobre su misión de padre y educador en tiempos de una infravaloración del varón por dialécticas descaminadas.

 

 

La Iglesia y el mundo necesitan padres, recordó Francisco en la Carta Apostólica Patris Corde. Esta necesidad se siente con mayor urgencia en la sociedad actual.

 

Y tal vez algún día, incluso los historiadores reconocerán que los males de hoy están relacionados en gran medida con el debilitamiento y el rechazo de la figura paterna, causado por la cultura del individualismo, el 68 y las “conquistas” relacionadas (divorcio, aborto, inseminación artificial, pansexualismo, etc.).

 

Pero hay un antídoto para tales males llamado San José, que es el mejor de los padres de todos los tiempos porque en cada uno de sus días terrenales junto a Jesús siguió un solo objetivo: hacer la voluntad del Padre celestial. Como explica san Pablo VI, la paternidad de san José se manifestó “en haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio, al misterio de la Encarnación y a la misión redentora conjunta; en haber utilizado la potestad legal, que le correspondía sobre la Sagrada Familia, para hacer entrega total de sí mismo, de su vida, de su obra…”.

 

En la misma perspectiva, san Juan Pablo II quiso que la  Redemptoris Custos  (Exhortación apostólica dedicada al padre de Jesús y que más que ningún otro documento pontificio se centra orgánicamente en la importancia de su paternidad) resalte en el título [1] su calidad de “custodio”. La idea era señalar que el verdadero padre es un verdadero custodio, es decir, un hombre que ejerce su paternidad como un servicio a alguien - el hijo - que no es de su propiedad sino de Dios. Y es, por tanto, a Dios a quien los hijos deben ser conducidos, siguiendo los planes que el Padre Eterno tiene para ellos.

 

La paternidad de san José no desciende de la generación, pero “posee plenamente la autenticidad de la paternidad humana y de la misión paterna en la familia” (RC, 21). Cabe recordar que sus derechos y deberes paternos hacia Jesús derivan del matrimonio con María, con quien José había compartido (haciéndolo él mismo) el voto absoluto de virginidad. “Lo que ha hecho el Espíritu Santo - explica san Agustín - lo ha hecho en ambos... El Espíritu Santo, apoyado en la justicia de los dos, les donó a ambos su hijo; operó en el sexo a la que tocaba parirlo, pero de tal manera que también naciera para su marido”.

 

María y José, de hecho, habían sido pensados ​​juntos, desde la eternidad, en vista de la Encarnación del Hijo de Dios. Su matrimonio tuvo no sólo lo que Santo Tomás llama “primera perfección” (la unión indivisible de las almas) sino también la “segunda perfección”, en lo que respecta a la acogida y educación de la descendencia. Para estas tareas, junto con el cuidado materno de María, era necesaria, por tanto, la presencia de José, que tenía que ocuparse, como padre, de introducir a Jesús de forma ordenada en el mundo. José lo hizo cumpliendo con todos los deberes que se derivan de las leyes humanas y divinas (la imposición del nombre, la inscripción en la oficina de registro de Belén durante el censo de Augusto, la circuncisión, la presentación en el templo, etc.), protegiendo al Niño de peligros, proporcionándole alimento, enseñándole un oficio, educándolo en los largos años de su vida oculta.

 

El aspecto de la educación es evidentemente central y da una idea de la grandeza del papel de José (una grandeza que, entre las criaturas, solo es superada por la de María) en el plan de la Redención.

 

San Juan Pablo II afirma: “Se podría pensar que Jesús, al poseer en sí mismo la plenitud de la divinidad, no tenía necesidad de educadores. Pero el misterio de la Encarnación nos revela que el Hijo de Dios vino al mundo en una condición humana totalmente semejante a la nuestra, excepto en el pecado (cf. Hb 4, 15). Como acontece con todo ser humano, el crecimiento de Jesús, desde su infancia hasta su edad adulta (cf. Lc 2, 40), requirió la acción educativa de sus padres. [...] Además de la presencia materna de María, Jesús podía contar con la figura paterna de José, hombre justo (cf. Mt 1, 19), que garantizaba el necesario equilibrio de la acción educadora. Desempeñando la función de padre, José cooperó con su esposa para que la casa de Nazaret fuera un ambiente favorable al crecimiento y a la maduración personal del Salvador de la humanidad. [...]” (Audiencia general del 4 de diciembre de 1996).

 

Por su parte, el Salvador honró el cuarto mandamiento al más alto grado. Fue a través de su sumisión a María y José, “modelos de todos los educadores” que Jesús creció en sabiduría, edad y gracia (Lc 2, 52), santificando las relaciones familiares y preparándose para el fiat voluntas tua más difícil y grande, el del Huerto de los Olivos. Resulta evidente también aquí, como en un círculo, lo admirable de la obediencia: caracteriza todas las relaciones dentro de la Sagrada Familia (donde el jefe es José), tiene al Padre celestial como referencia última y, por tanto, para su finalidad la caridad, que consiste sobre todo en la salvación de las almas.

 

Así como es cierto que la caridad estuvo presente en todas las acciones paternas de José, es igualmente cierto que, en su base, antes y durante su matrimonio con María, hubo una profunda vida de oración.

 

No es casualidad que los santos, sobre todo Teresa de Ávila, señalaron y asumieron al padre de Jesús como el maestro de la vida interior. Es de la relación personal y diaria con Dios que José recibió el don de la humildad y todas las gracias necesarias para llevar a cabo el noble ministerio de custodiar al Hijo eterno y a su Madre.

 

El amor paterno que el Todopoderoso ha concedido a José, a través de esta relación, influyó en el perfecto crecimiento de Jesús quien, como escribió Wojtyla en el libro “Alzatevi, andiamo!” [(¡Levántate, vamos!): como verdadero Dios, “tuvo su propia experiencia de paternidad divina y de la filiación en el seno de la Santísima Trinidad”; y, como verdadero hombre, “experimentó la paternidad de Dios a través de su relación de filiación con San José”.

 

Incluso en la singularidad de toda la Sagrada Familia, queda por lo tanto un hecho: José llama a los padres de hoy al deber de educar a sus hijos en la fe, para guiarlos día a día con su ejemplo para custodiar a Jesús y María como los mayores tesoros. Y a rezar al Padre de las Misericordias, pidiéndole poder conocer y hacer su voluntad en cada acción. Esta es la única garantía, si se desea el bien eterno para los hijos.

 

Ermes Dovico

La Bussola Quotidiana, 19-3-2021.


 

[1] El título Redemptoris Custos fue elegido personalmente por Juan Pablo II, como explicó en varias ocasiones el padre Tarcisio Stramare (josefólogo que colaboró en la estructura teológica de esa exhortación apostólica y que en un principio hubiera preferido incluir el término “pater” en el título, convenciéndose luego de la oportunidad de la elección del Santo Padre) en sus propios libros y también en una entrevista concedida al Timone (n. 193, marzo de 2020) pocas semanas antes de su muerte

 

15 de marzo de 2021

GLORIA DEL CLERO ARGENTINO

 

SAN JOSÉ GABRIEL BROCHERO, presbítero (1840-1914)

Gloria y Santo Patrono del clero argentino



Invocamos su intercesión por los sacerdotes de nuestro país,

para que sigan la huella que dejó este gran cura cordobés,

austero, piadoso y cercano,

santo orgullo de nuestro suelo.

 

En este tiempo de Cuaresma y en momentos de pandemia,

el recuerdo de su vida admirable,

nos muestra la importancia

de la “salus animarum” en la vida de la Iglesia.

 

A fines de 1867,

apenas ordenado joven sacerdote con 27 años,

no dudó en atender a los enfermos

cuando se produjo la terrible epidemia del cólera en Córdoba,

que devastó la provincia con más de 4000 muertos.

 

Su entrega al ministerio sacramental

a lo largo de 40 años

fue de una ejemplar dedicación:

"Siempre las almas..." -decía-.

 

El secreto de su admirable vida:

la formación clásica, una buena teología, certezas y celibato,

con un celo apostólico arrollador.


Falleció leproso y ciego a los 73 años de edad.

 

ALGUNOS RASGOS DE SU VIDA ADMIRABLE




- Nació y fue formado en una tradicional familia cordobesa rural, de fuerte raigambre cristiana, donde no había “ni lujos ni pereza”.

- Fue un criollo de ley (su chozno figura entre los que integraban el Cabildo abierto de la naciente ciudad de Córdoba en 1640). Conocía bien su querida tierra, donde siempre vivió.

- Arquetipo de recto sacerdote, que consagró su vida a su amada e inmensa Parroquia del curato de San Alberto, en el Valle cordobés de Translasierra y la Pampa de Pocho, de tamaño inmenso: 4.336 kilómetros cuadrados (la ciudad de Buenos Aires tiene 203 km2.) de valles y serranías, entonces indómitas y casi desiertas, infestadas de salteadores y prófugos de la justicia. Sus poco más de 10 000 habitantes vivían dispersos, con un grado de indigencia material lamentable, sin caminos y sin escuelas, incomunicados por las Sierras Grandes de más de 2 000 metros de altura

- La impronta de su espiritualidad ignaciana es patente, forjada en los Ejercicios Espirituales de los jesuitas: “contemplativo en la acción”, con un grado heroico de abnegación.

- Hombre de fe firme, con un profundo sentido sobrenatural de la vida: no le importaba “sufrir todo por la salvación de las almas”.

- Su inquebrantable confianza en la Providencia: “todo es obra de Dios, yo sólo soy un inútil siervo”

- Celoso pastor de almas, de trato amable, simpático y entrador.

- Inconmovible certeza de la fuerza de la gracia, que se trasluce en su apasionado e incansable ministerio sacramental.

- La atención a los enfermos, destacada desde su temprana juventud en la epidemia del cólera en la ciudad de Córdoba y hasta su fallecimiento “leproso y ciego” , digno final de su vida santa.

- Su permanente vida de oración, con el rezo del Rosario y del Breviario, muchas veces cabalgando en su mula por los inhóspitos parajes serranos. Su Misa diaria, “fuente principal de su sacerdocio”.

- Su trabajo como constructor de caminos, canales, acueductos, escuelas, mensajerías y capillas: obras que aún hoy causan admiración y que realiza para llevar a sus paisanos “hacia una noble vida cristiana”.

- Su predicación, con la chispa criolla que lo caracterizaba, impactaba en sus feligreses. Verdadera oratoria sagrada, salpicada con anécdotas y giros campechanos, con un estilo llano y asequible, sin buscar falsas demagogias o licuando las verdades de la fe en sentimentalismos vanos.

- Levantó en 1875 la enorme Casa de Ejercicios en Villa del Tránsito (100 metros de frente por 50 metros de fondo) en un pueblo de 1.500 habitantes. Y los fondos para edificarla fueron aportados por los propios pobladores pobres, haciendo trabajar a todos. Cuando tiró la primera piedra en un pozo de los cimientos dijo: “te jodiste, diablo. Caiga sobre la espalda de Satanás y lo aplaste”

- Llevó a más de 40.000 hombres y mujeres a Ejercicios Espirituales Ignacianos de nueve días de silencio. Muchos eran paisanos cuatreros y redomones, acostumbrados al pillaje y al alcoholismo. Un diario masónico de la época decía: “La Pampa de Pocho está completamente distinta en pocos años: hay paz social, y la gente piensa en practicar buenas obras para alcanzar la vida eterna”

- Un periódico cordobés escribe en ese tiempo: “es admirable los bienes que el padre Brochero ha derramado en estos lugares, reformando malas costumbres, encaminando a hombres viciados por el bandolerismo, llevando a los paisanos al trabajo fecundo”

 

SAN JOSÉ GABRIEL BROCHERO, presbítero

Ora pro nobis!

                               


(las palabras comilladas en cursiva son tomadas de sus cartas)