Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

17 de julio de 2021

LA AUCTORITAS EN EL ORDEN SAGRADO


LA JERARQUÍA EN LA IGLESIA

 

La constitución jerárquica de la Iglesia

no nace de un ejercicio de la autoridad que viene del hombre

sino de aquella que tiene su origen en lo sagrado.


 

Un breve texto magisterial del Papa Benedicto XVI.

 

"Hablaré hoy sobre la misión del pastor de gobernar, de guiar, con la autoridad de Cristo, no con la propia, a la porción del pueblo que Dios le ha encomendado.

¿Cómo comprender en la cultura contemporánea esta dimensión? ¿Qué implica el concepto de autoridad y cuál es el origen del mandato mismo del Señor de apacentar su rebaño? ¿Qué es realmente, para nosotros los cristianos, la autoridad?

Las experiencias culturales, políticas e históricas del pasado reciente, sobre todo las dictaduras en Europa del este y del oeste en el siglo XX, han hecho al hombre contemporáneo desconfiado respecto a este concepto. Una desconfianza que, no pocas veces, se manifiesta sosteniendo como necesario el abandono de toda autoridad que no venga exclusivamente de los hombres y esté sometida a ellos, controlada por ellos.

Pero precisamente la mirada sobre los regímenes que en el siglo pasado sembraron terror y muerte recuerda con fuerza que la autoridad, en todo ámbito, cuando se ejerce sin una referencia a lo trascendente, si prescinde de la autoridad suprema, que es Dios mismo, acaba inevitablemente por volverse contra el hombre. 

Es importante, por tanto, reconocer que la autoridad humana nunca es un fin, sino siempre y sólo un medio, y que necesariamente, en toda época, el fin siempre es la persona, creada por Dios con su propia intangible dignidad y llamada a relacionarse con su Creador, en el camino terreno de la existencia y en la vida eterna; es una autoridad ejercida en la responsabilidad delante de Dios, del Creador.

Una autoridad entendida así, que tenga como único objetivo servir al verdadero bien de las personas y ser transparencia del único Sumo Bien que es Dios, no sólo no es extraña a los hombres, sino, al contrario, es una ayuda preciosa en el camino hacia la plena realización en Cristo, hacia la salvación.

"En las últimas décadas se ha utilizado a menudo el adjetivo «pastoral» casi en oposición al concepto de «jerárquico», al igual que, en la misma contraposición, se ha interpretado también la idea de «comunión».

Quizá éste es el punto en el que puede ser útil una breve observación sobre la palabra «jerarquía», que es la designación tradicional de la estructura de autoridad sacramental en la Iglesia, ordenada según los tres niveles del sacramento del Orden: episcopado, presbiterado y diaconado.

En la opinión pública prevalece, para esta realidad «jerarquía», el elemento de subordinación y el elemento jurídico; por eso, a muchos les parece que la idea de jerarquía está en contraste con la flexibilidad y la vitalidad del sentido pastoral y que también es contraria a la humildad del Evangelio.

Pero esto es un sentido mal entendido de la jerarquía, históricamente causado también por abusos de autoridad y por un afán de hacer carrera, que son precisamente eso, abusos, y no derivan del ser mismo de la realidad «jerarquía».

La opinión común es que «jerarquía» es siempre algo vinculado al dominio y que, de ese modo, no corresponde al verdadero sentido de la Iglesia, de la unidad en el amor de Cristo.

 Pero, como he dicho, esta es una interpretación errónea, que tiene su origen en abusos de la historia, pero no responde al verdadero significado de lo que es la jerarquía.

Comencemos con la palabra. Generalmente se dice que el significado de la palabra jerarquía sería «dominio sagrado», pero el verdadero significado no es este, es «origen sagrado», es decir: esta autoridad no viene del hombre, sino que tiene origen en lo sagrado, en el Sacramento; por tanto, somete la persona a la vocación, al misterio de Cristo; convierte al individuo en un servidor de Cristo y sólo en cuanto servidor de Cristo este puede gobernar, guiar por Cristo y con Cristo.

Por esto, quien entra en el Orden sagrado del Sacramento, en la «jerarquía», no es un autócrata, sino que entra en un vínculo nuevo de obediencia a Cristo: está vinculado a Él en comunión con los demás miembros del Orden sagrado, del sacerdocio.

Tampoco el Papa —punto de referencia de todos los demás pastores y de la comunión de la Iglesia— puede hacer lo que quiera; al contrario, el Papa es el custodio de la obediencia a Cristo, a su palabra resumida en la regula fidei, en el Credo de la Iglesia, y debe preceder en la obediencia a Cristo y a su Iglesia.

Jerarquía implica, por tanto, un triple vínculo: ante todo, el vínculo con Cristo y el orden que el Señor dio a su Iglesia; en segundo lugar, el vínculo con los demás pastores en la única comunión de la Iglesia; y, por último, el vínculo con los fieles encomendados a la persona, en el orden de la Iglesia".

 

Benedicto XVI

Audiencia general del 26 de mayo de 2010.

 

 

Para leer el texto completo de esta catequesis

este es el enlace:

 

https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2010/documents/hf_ben-xvi_aud_20100526.html?fbclid=IwAR2dQVMKIaDgYOkqqXMKOgCiBhklFKKSDhbUecXvhoTeGfgPR8mqZV29YsI

 

 

16 de julio de 2021

PERSEVERAR EN "SUBIR A LA CUMBRE DEL MONTE CARMELO"

LA NUBECILLA DEL MONTE CARMELO

"Veo una pequeña nube

como la palma de la mano

que sube del mar".

(1 Re 18, 44)

"Lo que me asombra -dice Dios- es la esperanza,

y no salgo de mi asombro.

Esta pequeña esperanza que parece una cosita de nada,

esta pequeña niña esperanza,

inmortal”.

(Charles Péguy)



El Monte Carmelo, cerca de Haifa y del mar Mediterráneo.


Ante la tremenda sequía que asolaba a su pueblo, Elías va a orar intensamente en el monte Carmelo hasta arrancarle a Dios la lluvia.

Es maravilloso comprobar el misterio de un Dios que hace milagros con el poder de la súplica, y también por el tipo de milagro.

La sequía es una imagen muy fuerte en toda la Escritura que alude como ninguna a nuestra experiencia interior de sed...

Pocas imágenes cósmicas muestran con tanta transparencia nuestra experiencia de seres carenciados, de indigencia ontológica, de una vida que nos es dada pero necesita ser regada, ser vivificada de lo Alto...

La sequía es como una vaga experiencia sorda, muda, que a veces ni siquiera sabemos identificar del todo, de insatisfacción, de infelicidad... Sed de Dios.

Todo el pueblo de Israel estaba seco y el profeta subió a la montaña del Carmelo, se arrodilló y suplicó y suplicó... Siete veces (el número pleno) mandó a su ayudante a que subiera a la cumbre y fuera a ver si venía la lluvia...

Pedir y esperar, aguardar, insistir en la súplica, confiar con ansia y tener la certeza de que Dios podrá hacer el milagro, con la humildad de saber que no sabemos cuándo ni cómo nos lo va a dar...

La humildad de seguir yendo a verificar y con ojos bien abiertos, para poder ver el milagro realizado según su voluntad...

Con la grandeza espiritual de la confianza en que el milagro sea en modo distinto al que pedimos, pero con la certeza de saber que estamos pidiendo el bien: agua para un pueblo sediento.

Tenemos que seguir yendo a la cumbre a testear, tenemos que insistir en corroborar y saber que puede responder sin la literalidad con que pedimos. Qué importante es la certeza... Dios lo realiza, lo cumple, a su modo y en sus tiempos.

Perseverar en subir a la cumbre del Carmelo a otear el horizonte, a ver la súplica cumplida.

¿Y qué es lo que ve el ayudante de Elías? Una nubecilla del tamaño de una palma de la mano.

Se nos pide la sutileza de advertir que Dios actúa en procesos muy paulatinos y se manifiesta en signos muy pequeños como lo insignificante de una nubecilla...

¡Qué ojo el de Elías! para ver en ese signo tan pequeño -aquietando el corazón- constatar el milagro... 

Desde la lluvia torrencial que se lanzó sobre todo Israel, hasta el milagro cumplido, fueron minutos o décadas, no importa... Importa que. en nuestra vida, tenemos que tener ojo para ver lo que pedimos en los pequeños signos y vislumbrar cómo Dios nos cumple en procesos...

La pequeña Esperanza, esa nubecilla de nada, va a concluir en una tormenta de lluvia que devuelve la vida a Israel.

Sublime imagen que la tradición cristiana asoció a la Virgen del Monte Carmelo, nuestra Estrella del Mar que nos guía a los náufragos en el mar de la vida, Viña santa, Jardín sellado, Madre de la Oración incesante, Esperanza nuestra...

¿Quién podría ser esa nubecilla sino La que anunciaba una lluvia de Agua Viva sobre nuestro corazón yermo…?

Desde los orígenes del Carmelo esta lectura ha sido interpretada simbólicamente en clave mariana para expresar el misterio de la Madre del Señor. Ella, la pequeña "sierva del Señor" (Lc 1,38), pequeña y fecunda como la nubecilla del Carmelo, con su fe y su disponibilidad al proyecto salvador de Dios ha representado para la humanidad un nuevo inicio en la historia de la salvación.

En ella, la pequeña elegida desde siempre por Dios, se ha escondido el Verbo eterno para dar la vida al mundo.

María es un sacramento de la bendición divina y un pequeño signo de Dios, que en ella "ha hecho grandes cosas" (Lc 1,49), torrentes de gracia.

Pequeña y fecunda María, nubecita del Carmelo subiendo desde el hontanar marino del alma, llueve, nubecita, llueve la Luz de tu Divino Hijo sobre nuestro huerto sediento que clama…

 

(tomado del blog NUBE ATÓNITA)


REGINA MONTIS CARMELI

Ora pro nobis!



11 de julio de 2021

ORA ET LABORA ET LEGE

EL LEMA BENEDICTINO Y LOS PILARES DE LA ACCIÓN CATÓLICA

 

SAN BENITO DE NURSIA, abad

(480-547) 

Este gran santo de los primeros siglos del cristianismo es Patrono de Europa y fue el fundador del monacato occidental. La obra que él inició fue providencial para la civilización cristiana.

 




El lema “ORA ET LABORA ET LEGE” sintetiza la Regla benedictina, y refleja la mística que animó los monasterios que, desde el siglo VI, se multiplicaron a lo largo de los siglos por todo el mundo, verdaderos faros de luz para la civilización, y que construyeron Europa.

 

SAN PABLO VI

LO PROCLAMÓ PATRONO DE EUROPA EN 1964

En la breve Carta Apostólica PACIS NUNTIUS del Papa Montini leemos:

“A la caída del Imperio Romano, ya exhausto, mientras algunas regiones de Europa parecían sumirse en las tinieblas y otras carecían aún de civilización y de valores espirituales, fue San Bentio -con constante y asiduo empeño- quien hizo nacer en éste continente europeo la aurora de un tiempo nuevo. Él y sus hijos llevaron con la CRUZ, con el LIBRO y con el ARADO el progreso cristiano a las poblaciones desparramadas desde el Mediterráneo hasta Escandinavia, desde Irlanda hasta las llanuras de Polonia.

Con la CRUZ, es decir, con la ley de Cristo, dio consistencia y desarrollo a los ordenamientos de la vida pública y privada. A este respecto cabe recordar que enseñó a la humanidad la primacía del culto divino por medio del "Opus Dei", o sea de la oración litúrgica y ritual. Y así fue como consolidó la unidad espiritual de Europa en virtud de la cual pueblos divididos en el campo lingüístico, étnico y cultural advirtieron que constituían el único pueblo de Dios; unidad que, gracias al esfuerzo constante de aquellos monjes que siguieron a tan insigne maestro, llegó a ser la característica distintiva de la Edad Media. Todos los hombres de buena voluntad de nuestros tiempos tratan de reconstruir esta unidad que, como afirma San Agustín, es "ejemplar y tipo de belleza absoluta", y que por desgracia, ha sido rota en una confusión de acontecimientos históricos.

Con el LIBRO, o sea con la cultura, el mismo San Benito (de quien tantos monasterios tomaron nombre y vigor) salvó con providencial solicitud, en el momento en que el patrimonio humanista estaba desperdigándose, la tradición clásica de los antiguos, transmitiéndola intacta a la posteridad y restaurando el culto del saber.

Fue con el ARADO, en fin, es decir, con el cultivo de los campos y con otras iniciativas análogas, como consiguió transformar tierras desiertas y selváticas en campos fertilísimos y en graciosos jardines; y uniendo la oración al trabajo material, según su famoso lema "ora et labora", ennobleció y elevó el esfuerzo humano” (San Pablo VI, 24/10/1964).

 

BENEDICTO XVI

SE REFIERE A LA MAGNA OBRA BENEDICTINA

Joseph Ratzinger eligió como nombre para su ministerio petrino el de Benedicto, indicando con ello todo un programa de pontificado para la actual coyuntura del mundo.

“La vida de San Benito y la obra benedictina fueron una auténtica levadura espiritual, que cambió, con el paso de los siglos (mucho más allá de los confines de su patria y de su época) el rostro de Europa, suscitando -tras la caída de la unidad política creada por el Imperio Romano- una nueva unidad espiritual y cultural, la de la fe cristiana compartida por los pueblos del continente. De este modo nació la realidad que llamamos «Europa». (Benedicto XVI, 9-4-2008)

 

A más de quince siglos, la enseñanza de San Benito sigue siendo actualísima: toda renovación debe tener sus raíces en una espiritualidad profunda y en una fe firme y bien formada. Sin esa savia vital, el hombre queda expuesto al peligro de sucumbir ante la tentación de querer redimirse a sí mismo, como ha ocurrido tantas veces a lo largo de la historia humana.

 

El lema benedictino es el mismo que, 1500 años después, conformó la Acción Católica Argentina, con sus tres pilares identitarios: ORACIÓN, ACCIÓN Y FORMACIÓN, amalgamados por la ascética del SACRIFICIO, desde la propia vocación seglar, para consagrar el mundo.

 


Dos dibujos realizados por el gran xilografista argentino Juan Antonio Spotorno (1900-1978): un grafito de San Benito y el boceto del distintivo de la  ACA que plasmó en 1934.


Un libro del periodista americano Rod Dreher “LA OPCIÓN BENEDICTINA: Una estrategia para los cristianos en una sociedad postcristiana” (que ha tenido una enorme repercusión en los últimos año) plantea una idea similar a la del siglo VI, para nuestro tiempo.. 

 

La síntesis de este libro refiere a nuestra actual civilización, que sería semejante a aquella que vivió el fin del Imperio romano con la llegada de los bárbaros. Así, se plantea la necesidad de actuar del mismo modo que lo hizo en su día san Benito de Nursia al alejarse espiritualmente de Roma y dedicarse a, «la construcción de nuevas formas de comunidad dentro de las cuales pudiera continuar la vida moral, de tal modo que moralidad y civilidad sobrevivan a las épocas de barbarie y oscuridad que se avecinaban» (cfr. MacIntyre)

 

SANCTUS PATER BENEDICTUS,

Ora pro nobis!



 

4 de julio de 2021

MORALIS OBIECTIVUS?

¿Existe un orden moral objetivo?



Objetivamente el mar está compuesto de agua, objetivamente dos y tres suman cinco; estas verdades no dependen de la opinión de cada persona, más bien se imponen a todos por su misma evidencia, y si alguien tiene una opinión que choca con esta realidad, decimos que tal persona está en un error, no está en la verdad. ¿Será acaso sólo en el orden de la moral en que no se podrían hacer afirmaciones objetivas (es decir que hay objetos elegidos deliberada y libremente por la voluntad que son malos (o buenos) en sí)? ¿Dependería esta verdad moral sólo de las impresiones subjetivas, de las opiniones de cada cuál?

Para ver que también en el orden moral puede hablarse de un orden objetivo, tomemos un sencillo ejemplo: ¿No es verdad acaso que siempre será inmoral asesinar a un inocente? Tenemos una percepción moral intuitiva, un sentido moral innato, que nos dice que ello es así. Del mismo modo que nuestros ojos y experiencia nos dicen que el mar está compuesto de agua.

Ahora bien, un ciego o quien nunca ha visto el mar, puede mantener que el mar no tiene agua. De la misma manera sólo quien se haya mutilado esa visión moral interior puede mantener que matar a un inocente no es contra el orden moral.

En cualquier caso, al igual que el mar estará formado de agua, por más que una o muchas personas digan que no, de la misma manera, matar a un inocente será siempre condenable moralmente por más que alguna, algunas o muchas personas digan que no.

Se sobreentiende que si se hace con pleno conocimiento y libre consentimiento estas acciones objetivamente malas siempre serán malas, sea cual sea la intención, así si se mata a un inocente para salvar a otra persona o incluso para salvar a un pueblo, delante de Dios esa acción seguirá siendo un crimen reprobable.Así leemos en el Catecismo, nº 1753: "Una intención buena (por ejemplo: ayudar al prójimo) no hace ni bueno ni justo un comportamiento en sí mismo desordenado (como la mentira y la maledicencia) El fin no justifica los medios. Así, no se puede justificar la condena de un inocente como un medio legítimo para salvar al pueblo".

Tampoco "las circunstancias no pueden de suyo modificar la calidad moral de los actos; no pueden hacer ni buena ni justa una acción que de suyo es mala (aunque puedan agravar o disminuir su malicia)." (Catecismo, nº 1754)

Y nos ratifica el Catecismo en su nº 1756: 

"Hay actos que, por sí y en sí mismos, independientemente de las circunstancias y de las intenciones, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto; por ejemplo, la blasfemia y el perjurio, el homicidio y el adulterio. No está permitido hacer el mal para obtener un bien."