Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

31 de diciembre de 2019

ANNO DOMINI MMXX



Al iniciar un nuevo año, un saludo a modo de bendición, con una fórmula antiquísima, cuyos orígenes se remontan a la Edad de Hierro (siglo XII A.C) y que leemos en el Libro de los Números (6, 22-27) 

La Iglesia proclama esta oración en este día, como una invocación a la Santísima Trinidad.

Con el deseo de un nuevo tiempo luminoso y en paz.


29 de diciembre de 2019

JESÚS, MARÍA Y JOSÉ


LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ



JACULATORIA DIRIGIDA A LA FAMILIA DE NAZARET

V. Jesús, José y María.
R. Os doy el corazón y el alma mía.

V. Jesús, José y María.
R. Asistidme en mi última agonía.

V. Jesús José y María.
R. En vos descanse en paz el alma mía.


Por muchos siglos fue costumbre saludar con estas  jaculatorias. Estas expresiones se repetían muchas veces en los labios de nuestros abuelos, a lo largo del día.

Oraciones simples y brevìsimas que manifiestan  la certeza de la esperanza en alcanzar la Casa del cielo.



La ORACIÓN COLECTA de la Misa de este día lo reza con la acostumbrada precisión litúrgica, fruto de una tradición invalorable de siglos:

Dios y Padre nuestro,
que en la Sagrada Familia
nos ofreces un verdadero modelo de vida,
concédenos que, imitando sus mismas virtudes,
podamos llegar
a gozar de los premios eternos en la Casa del cielo.


25 de diciembre de 2019

EL SANTO NIÑO CON SU LLANTO LA DEUDA PAGANDO ESTÁ...


VILLANCICO DEL LLANTO REDENTOR

Del talentoso escritor argentino Francisco Luis Bernárdez (1900-1978), un poema que entrelaza el Nacimiento con la Pascua redentora del Salvador, dos caras del mismo misterio de la fe.


En el profundo silencio,
en la inmensa oscuridad,
un niño recién nacido
llora con voz celestial,
para anunciar a los vientos,
a las estrellas y al mar,
que viene a pagar la deuda
contraída por Adán.

Llora el niño y con su llanto
pagando la deuda irá.

Tan desmesurada es ella,
tan fuera de lo normal,
que sólo un ser infinito
la podría solventar;
un ser como el Ser que acaba
de nacer en Navidad
para devolver al mundo
la vida y la libertad.

Llora el niño y con su llanto
la deuda pagando va.

Considerando el exceso
de nuestra necesidad,
Dios poderoso se abaja
a nuestra debilidad,
y con su llanto comienza
la tarea de pagar
por quienes no lo quisimos
reconocer ni escuchar.

Llora el niño y con su llanto
saldando la deuda está.

La sangre que por nosotros
en Pascua derramará
se anticipa en este llanto
que oímos en Navidad:
llanto que brota en el tiempo
para que la humanidad
merezca ser algún día
feliz en la eternidad.

Llora el niño y con su llanto
la deuda cancelará.



FOTO: “Niño Jesús en la Cruz” ( talla colonial en madera, c. 1740) una devoción muy querida por la Beata María Antonia de San José (Mama Antula) que daba a venerar en la Santa Casa de Ejercicios porteña y que ella llamaba “El Manuelito” (por "Emanuel")

24 de diciembre de 2019

23 de diciembre de 2019

O EMMANUEL


LAS ANTIFONAS “O” (VII y última)

Ante la expectación de la llegada del Niño Dios, un septenario que la Iglesia canta desde el siglo VII (X Concilio de Toledo, 656) en las Vísperas.


Del antifonario de la Abadía de Santa Escolástica, Victoria.


SÉPTIMO Y ÚLTIMO DÍA: 23 de diciembre

O EMMANUEL 

Oh "Dios con nosotros", rey y legislador nuestro,
esperanza de las naciones y salvador de los pueblos:
¡ven a salvarnos, Señor Dios nuestro!.

(Citas bíblicas: Isaías 7, 14 - Isaías 33, 22 - Génesis 49, 1 -  Evangelio según san Juan 4, 42 - Isaías 37, 20).

O EMMANUEL, rex et legifer noster,
expectatio gentium et salvator earum:
veni ad salvandum nos, Dominus Deus noster.


(La Navidad, que está a las puertas, es la fiesta de la Presencia de Dios –“Dios con nosotros”- que con su nacimiento en Belén nos trae la salvación)








22 de diciembre de 2019

OB-AUDIRE FIDEI


LA OBEDIENCIA DE LA FE

En estos días previos a la Navidad
la Iglesia presenta a la Virgen María, Mater Dei,
como ejemplo de la “obediencia de la fe”.

El Catecismo de la Iglesia Católica
tiene párrafos sublimes al respecto
(CEC 143-149, 494, 2087)


La Mater Dei, modelo de obediencia de la fe


143 Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios que revela (cf. DV 5). La sagrada Escritura llama «obediencia de la fe» a esta respuesta del hombre a Dios que revela (cf. Rm 1,5; 16,26).

ARTÍCULO 1

CREO


144 Obedecer (ob-audire) en la fe es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios, la Verdad misma. De esta obediencia, Abraham es el modelo que nos propone la Sagrada Escritura. La Virgen María es la realización más perfecta de la misma.

Abraham, «padre de todos los creyentes»

145 La carta a los Hebreos, en el gran elogio de la fe de los antepasados, insiste particularmente en la fe de Abraham: «Por la fe, Abraham obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba» (Hb 11,8; cf. Gn 12,1-4). Por la fe, vivió como extranjero y peregrino en la Tierra prometida (cf. Gn 23,4). Por la fe, a Sara se le otorgó el concebir al hijo de la promesa. Por la fe, finalmente, Abraham ofreció a su hijo único en sacrificio (cf. Hb 11,17).

146 Abraham realiza así la definición de la fe dada por la carta a los Hebreos: «La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven» (Hb 11,1). «Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia» (Rm 4,3; cf. Gn 15,6). Y por eso, fortalecido por su fe , Abraham fue hecho «padre de todos los creyentes» (Rm 4,11.18; cf. Gn 15, 5).

147 El Antiguo Testamento es rico en testimonios acerca de esta fe. La carta a los Hebreos proclama el elogio de la fe ejemplar por la que los antiguos «fueron alabados» (Hb 11, 2.39). Sin embargo, «Dios tenía ya dispuesto algo mejor»: la gracia de creer en su Hijo Jesús, «el que inicia y consuma la fe» (Hb 11,40; 12,2).

María : «Dichosa la que ha creído»

148 La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia de la fe. En la fe, María acogió el anuncio y la promesa que le traía el ángel Gabriel, creyendo que «nada es imposible para Dios» (Lc 1,37; cf. Gn 18,14) y dando su asentimiento: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Isabel la saludó: «¡Dichosa la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1,45). Por esta fe todas las generaciones la proclamarán bienaventurada (cf. Lc 1,48).

149 Durante toda su vida, y hasta su última prueba (cf. Lc 2,35), cuando Jesús, su hijo, murió en la cruz, su fe no vaciló. María no cesó de creer en el «cumplimiento» de la palabra de Dios. Por todo ello, la Iglesia venera en María la realización más pura de la fe.

"Hágase en mí según tu Palabra ..."

494 Al anuncio de que ella dará a luz al "Hijo del Altísimo" sin conocer varón, por la virtud del Espíritu Santo (cf. Lc 1, 28-37), María respondió por "la obediencia de la fe" (Rm 1, 5), segura de que "nada hay imposible para Dios": "He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 37-38). Así, dando su consentimiento a la palabra de Dios, María llegó a ser Madre de Jesús y, aceptando de todo corazón la voluntad divina de salvación, sin que ningún pecado se lo impidiera, se entregó a sí misma por entero a la persona y a la obra de su Hijo, para servir, en su dependencia y con él, por la gracia de Dios, al Misterio de la Redención (cf. LG 56):

«Ella, en efecto, como dice san Ireneo, "por su obediencia fue causa de la salvación propia y de la de todo el género humano". Por eso, no pocos Padres antiguos, en su predicación, coincidieron con él en afirmar "el nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe lo desató la Virgen María por su fe". Comparándola con Eva, llaman a María "Madre de los vivientes" y afirman con mayor frecuencia: "la muerte vino por Eva, la vida por María"». (LG. 56; cf. Adversus haereses, 3, 22, 4).

La fe

2087 Nuestra vida moral tiene su fuente en la fe en Dios que nos revela su amor. San Pablo habla de la “obediencia de la fe” (Rm 1, 5; 16, 26) como de la primera obligación. Hace ver en el “desconocimiento de Dios” el principio y la explicación de todas las desviaciones morales (cf Rm 1, 18-32). Nuestro deber para con Dios es creer en Él y dar testimonio de Él.


O REX GENTIUM


LAS ANTIFONAS “O” (VI)

Ante la expectación de la llegada del Niño Dios, un septenario que la Iglesia canta desde el siglo VII (X Concilio de Toledo, 656) en las Vísperas.


Del antifonario de la Abadía de Santa Escolástica, Victoria.

SEXTO DÍA:

O Rex Gentium 

Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos,
Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo:
¡ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra!

(Citas bíblicas: Jeremías 10, 7 - Ageo 2, 7 - Isaías 28, 16 - Epístola a los Efesios 2, 14  - Génesis 2, 7).

O REX gentium et desideratus earum,
lapis angularis qui facis utraque unum:
veni et salva hominem quem de limo formasti

(La imagen de Cristo como Rey es muy propia del Adviento. Él es la piedra angular que desecharon los constructores y Quien re-crea al hombre con su redención )



21 de diciembre de 2019

O ORIENS


LAS ANTIFONAS “O” (V)

Ante la expectación de la llegada del Niño Dios, un septenario que la Iglesia canta desde el siglo VII (X Concilio de Toledo, 656) en las Vísperas.


Del antifonario de la Abadía de Santa Escolástica, Victoria


Quinto día: 21 de diciembre

O Oriens (Oh Amanecer)

Oh Sol que naces de lo alto,
Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia:
¡ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas
 y en sombra de muerte!.

(Citas bíblicas: Zacarías 3, 8 -  Jeremías 23, 5  - Sabiduría 7, 26 -  Malaquías 3, 20 - Isaías 9, 1; - Lucas 1, 79).

O ORIENS,
splendor lucis aeternae et sol iustitiae:
veni et illumina sedentem in tenebris
et umbra mortis.

(El sol que nace del oriente es el Verbo encarnado que nace en Belén, la Luz eterna que viene a nuestro mundo para redimir a los hombres)





20 de diciembre de 2019

CANTO SAGRADO DE ADVIENTO


UN CANTO MUY APROPIADO PARA ESTOS DÍAS



La Iglesia tiene un depósito riquísimo de música sagrada que expresa con nobleza y armonía los diversos tiempos litúrgicos.

Lamentablemente, muchas veces no se hace uso de esta riqueza musical de tanta profundidad y de tanta variedad.

En estos días previos a la Navidad,
aquí un tema maravilloso:
SEÑOR A TI CLAMAMOS,
con una melodía tradicional francesa del siglo XVI, «Laissez paître vos bestes»
(también llamada como «Venez, divin Messie»)

Su letra completa dice (en el video se cantan sólo las estrofas impares):

1.  Señor, a Ti clamamos:
¡envíanos tu Salvador!
Confiados esperamos
tu luz, tu vida y tu amor.

¡VEN, OH SEÑOR! ¡DANOS TU PAZ!
TU PUEBLO ANSIOSO CLAMA A TI:
¡SOCÓRRENOS, NO TARDES MÁS!

2.  Anhelos del Mesías
tu Pueblo eleva en su cantar;
tristeza en nuestra vida
vivida sin tu paz.

3.  Recuerda tu promesa
y tu deseo de salvar.
Inmensa es la tristeza
de nuestro peregrinar.

4.  Que a nuestro ardiente anhelo
germine ya tu Salvador
y lluevan hoy los cielos
rocío de bendición.

5.  La espera del Mesías
también nos viene a recordar
su última venida
en gloria y majestad.

El video para escuchar este tema:

https://youtu.be/cLVDRIK_sOY



O CLAVIS DAVID


LAS ANTIFONAS “O” (IV)

Ante la expectación de la llegada del Niño Dios, un septenario que la Iglesia canta desde el siglo VII (X Concilio de Toledo, 656) en las Vísperas.


Del antifonario de la Abadía de Santa Escolástica, Victoria


Cuarto día (20 de diciembre)

O Clavis David 

Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel;
que abres y nadie puede cerrar;
cierras y nadie puede abrir:
¡ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas
y en sombra de muerte!.

(Citas bíblicas: Isaías 22,22 – Génesis 49, 10 – Salmo 107, 10-14)

O CLAVIS David et sceptrum domus Israel,
qui aperis, et nemo claudit; 

claudis, et nemo aperit:
veni et educ vinctum de domo carceris, sedentem in tenebris
et umbra mortis.

(El Señor tiene las llaves de la historia y es la Luz que ilumina a quienes viven en la oscuridad)






19 de diciembre de 2019

O RADIX iESSE!


LAS ANTIFONAS “O” (III)

Ante la expectación de la llegada del Niño Dios, un septenario que la Iglesia canta desde el siglo VII (X Concilio de Toledo, 656) en las Vísperas.

 Del antifonario de la Abadía de Santa Escolástica, Victoria.

Tercer día (19 de diciembre)

O Radix Jesse 

Oh Renuevo del tronco de Jesé,
que te alzas como un signo para los pueblos;
ante quien los reyes enmudecen,
y cuyo auxilio imploran las naciones:
¡ven a librarnos, no tardes más!

(Citas bíblicas Isaías 11, 10 - Isaías 52, 15 - Habacuc 2, 3)


O RADIX Iesse,
qui stas in signum populorum,
super quem continebunt reges os suum,
 quem gentes deprecabuntur:
veni ad liberandum nos, iam noli tardare.

(El Salvador surgirá de la familia de Jesé –David- como Rey y Señor de la historia)






18 de diciembre de 2019

LA DEBACLE DE LA TEOLOGÍA MORAL CATÓLICA

"Excita, Domine, potentiam tuam, et veni" 

Con estas palabras comienza un importante discurso del Papa Benedicto XVI, en ocasión del saludo de fin de año a la Curia Romana del 20 de diciembre de 2010.

Tomamos unos párrafos de esta alocución, donde el Papa se refiere al Año Sacerdotal celebrado en ese año y a los abusos contra menores cometidos por sacerdotes, que transforman el Sacramento en su contrario: bajo el manto de lo sagrado hieren profundamente a la persona humana en su infancia y le acarrean un daño para toda la vida.

El Papa alude a la perversión de las conciencias ante una debacle de la teología moral católica, y vuelve a reiterar la importancia de tener muy en cuenta la Encíclica Veritatis Splendor de San Juan Pablo II.



"Excita, Domine, potentiam tuam, et veni" con estas palabras y otras similares, la liturgia de la Iglesia reza repetidamente en los días del Adviento. Son invocaciones formuladas probablemente en el periodo de decadencia del Imperio Romano. La descomposición de los ordenamientos que sostenían el derecho y de las actitudes morales de fondo, que daban fuerza a aquellos, causaban la ruptura de los márgenes que hasta aquel momento habían protegido la convivencia pacífica entre los hombres. Un mundo estaba desapareciendo. Frecuentes cataclismos naturales aumentaban aún más esta experiencia de inseguridad. No se veía fuerza alguna que pudiese frenar aquel ocaso. Tanto más insistente era la invocación del poder propio de Dios: que Él viniera y protegiera a los hombres de todas estas amenazas.

"Excita, Domine, potentiam tuam, et veni". También hoy tenemos nosotros muchos motivos para asociarnos a esta oración de Adviento de la Iglesia. El mundo, con todas sus nuevas esperanzas y posibilidades, está al mismo tiempo angustiado por la impresión de que el consenso moral se está disolviendo, un consenso sin el cual las estructuras jurídicas y políticas no funcionan; en consecuencia, las fuerzas movilizadas para la defensa de estas estructuras parecen estar destinadas al fracaso.

Excita – la oración recuerda el grito dirigido al Señor, que estaba durmiendo en la barca de los discípulos zarandeada por la tempestad y a punto de hundirse. Cuando su palabra poderosa hubo aplacado la tempestad, Él reprochó a los discípulos por su poca fe (cfr Mt 8,26 y par.). Quería decir: en vosotros mismos, la fe se ha dormido. Lo mismo quiere decirnos también a nosotros. También en nosotros la fe a menudo se duerme. Pidámosle por tanto que nos despierte del sueño de una fe que se ha vuelto cansada y que vuelva a dar a nuestra fe el poder de mover las montañas -es decir, de dar el orden justo a las cosas del mundo.

"Excita, Domine, potentiam tuam, et veni": en las grandes angustias, a la que hemos sido expuestos este año, esta oración de Adviento me ha vuelto siempre al corazón y a los labios. Con gran alegría habíamos comenzado el Año sacerdotal y, gracias a Dios, pudimos concluirlo también con gran agradecimiento, a pesar de que se llevara a cabo de forma tan distinta a como esperábamos. En nosotros los sacerdotes, y en los laicos, y precisamente también en los jóvenes, se ha renovado la conciencia de qué don representa el sacerdocio de la Iglesia católica, que el Señor nos ha confiado. 

Nos hemos dado cuenta nuevamente de qué bello es que los seres humanos hayamos sido autorizados a pronunciar, en nombre de Dios y con pleno poder, la palabra del perdón, y seamos así capaces de cambiar el mundo, la vida; qué hermoso es que los seres humanos hayamos sido autorizados a pronunciar las palabras de la consagración, con las que el Señor atrae hacia sí un trozo de mundo, y en cierta forma lo transforme en su sustancia; qué hermoso es poder estar, con la fuerza del Señor, cerca de los hombres en sus alegrías y sufrimientos, tanto en las horas importantes como en las horas oscuras de la existencia; qué hermoso es tener en la vida como tarea no esto o lo otro, sino sencillamente el ser mismo del hombre – para ayudarle a que se abra a Dios y que viva a partir de Dios. 

Por eso hemos sido turbados cuando, precisamente en este año y en una dimensión inimaginable para nosotros, hemos tenido conocimiento de abusos contra menores cometidos por sacerdotes, que transforman el Sacramento en su contrario: bajo el manto de lo sagrado hieren profundamente a la persona humana en su infancia y le acarrean un daño para toda la vida.

En este contexto, me venía a la mente una visión de santa Hildegarda de Bingen que describe de forma conmovedora lo que hemos vivido este año: 

“En el año 1170 después del nacimiento de Cristo estuve durante largo tiempo enferma en la cama. Entonces, física y mentalmente despierta, vi a una mujer de una belleza tal que la mente humana no era capaz de comprender. Su figura se erguía desde la tierra hasta el cielo. Su rostro brillaba con un resplandor sublime. Su mirada estaba dirigida al cielo. Estaba vestida con una túnica luminosa y radiante de seda blanca y un manto guarnecido de piedras preciosas. En los pies calzaba zapatos de ónice. Pero su rostro estaba embadurnado de polvo; su vestido, por el lado derecho, estaba desgarrado. También el manto había perdido su belleza singular, y sus zapatos estaban ensuciados por encima. Con voz alta y dolorida, la mujer gritó hacia el cielo: '¡Escucha, oh cielo, mi rostro está manchado! ¡Aflígete, oh tierra: mi vestido está desgarrado! ¡Tiembla, oh abismo: mis zapatos están ensuciados!’

Y prosiguió: ‘Estaba escondida en el corazón del Padre, hasta que el Hijo del hombre, concebido y dado a luz en la virginidad, derramó su sangre. Con esta sangre, como dote suya, me tomó como su esposa.

Los estigmas de mi esposo permanecen frescos y abiertos, mientras estén abiertas las heridas de los pecados de los hombres. Precisamente el que sigan abiertas las heridas de Cristo es por culpa de los sacerdotes. Estos desgarran mi túnica porque son transgresores de la Ley, del Evangelio y de su deber sacerdotal. Quitan el esplendor a mi manto, porque descuidan totalmente los preceptos que se les impusieron. Ensucian mis zapatos, porque no caminan por sendas rectas, es decir, en las duras y severas de la justicia, y tampoco dan buen ejemplo a sus súbditos. Con todo, encuentro en algunos el esplendor de la verdad’.

Y escuché una voz del cielo que decía: 'Esta imagen representa a la Iglesia. Por esto, oh ser humano que ves todo esto y que escuchas las palabras de lamento, anúncialo a los sacerdotes que están destinados a la guía y a la instrucción del pueblo de Dios y a los cuales, como a los apóstoles, se ha dicho: Id a todo el mundo y anunciad el Evangelio a toda criatura’ (Mc 16,15)" (Carta a Werner von Kirchheim y a su comunidad sacerdotal: PL 197, 269ss).

En la visión de santa Hildegarda, el rostro de la Iglesia está cubierto de polvo, y es así como lo hemos visto nosotros. Su vestido está desgarrado – por culpa de los sacerdotes. Así como ella lo vio y expresó, lo hemos vivido este año. Debemos aceptar esta humillación como una exhortación a la verdad y una llamada a la renovación. Sólo la verdad salva. Debemos preguntarnos qué podemos hacer para reparar lo más posible la injusticia cometida. 

Debemos preguntarnos qué era equivocado en nuestro anuncio, en toda nuestra forma de configurar el ser cristiano, de manera que una cosa semejante pudiera suceder. Debemos encontrar una nueva determinación en la fe y en el bien. Debemos ser capaces de penitencia. Debemos esforzarnos en intentar todo lo posible, en la preparación al sacerdocio, para que una cosa semejante no pueda volver a suceder. Éste es también el lugar para agradecer de corazón a todos aquellos que se han empeñado en ayudar a las víctimas y en devolverles la confianza en la Iglesia, la capacidad de creer en su mensaje. En mis encuentros con las víctimas de este pecado, siempre he encontrado a personas que, con gran dedicación, están al lado de quienes sufren y han sufrido daño. Ésta es la ocasión también para dar las gracias también a tantos buenos sacerdotes que transmiten en humildad y fidelidad la bondad del Señor y que, en medio de las devastaciones, son testigos de la belleza no perdida del sacerdocio.

Somos conscientes de la particular gravedad de este pecado cometido por sacerdotes y de nuestra correspondiente responsabilidad. Pero no podemos tampoco callar sobre el contexto de nuestro tiempo en el que hemos tenido que ver estos acontecimientos. 

Existe un mercado de la pornografía que afecta a los niños, que de alguna forma parece ser considerado por la sociedad cada vez más como algo normal. La destrucción psicológica de niños, cuyas personas son reducidas a artículo de mercado, es un espantoso signo de los tiempos. Escucho de los obispos de países del Tercer Mundo una y otra vez que el turismo sexual amenaza a una generación entera y la daña en su libertad y en su dignidad humana. 

El Apocalipsis de San Juan enumera entre los grandes pecados de Babilonia – símbolo de las grandes ciudades irreligiosas del mundo – el hecho de practicar el comercio de los cuerpos y de las almas y de hacer de ellos una mercancía (cfr. Ap 18,13). En este contexto, se plantea también el problema de la droga, que con fuerza creciente extiende sus tentáculos de pulpo en todo el globo terrestre – expresión elocuente de la dictadura de Mammón que pervierte al hombre. Todo placer resulta insuficiente y el exceso en el engaño de la embriaguez se convierte en una violencia que destruye regiones enteras, y esto en nombre de un malentendido fatal de la libertad en el que precisamente la libertad del hombre es minada y al final anulada del todo.

Para oponernos a estas fuerzas debemos echar una mirada a sus fundamentos ideológicos. En los años 70, la pedofilia fue teorizada como algo totalmente conforme al hombre y también al niño. Esto, sin embargo, formaba parte de una perversión de fondo del concepto de ethos. Se afirmaba – incluso en el ámbito de la teología católica – que no existían ni el mal en sí ni el bien en sí. Existirían sólo un “mejor que” y un “peor que”. Nada sería de por sí bueno o malo. Todo dependería de las circunstancias y del fin pretendido. Según los fines y las circunstancias, todo podría ser bueno o también malo. La moral se sustituyó por un cálculo de las consecuencias y con ello dejó de existir. 

Los efectos de tales teorías son hoy evidentes. 

Contra ellas el papa Juan Pablo II, en su Encíclica Veritatis Splendor de 1993, indicó con fuerza profética en la gran tradición del ethos cristiano las bases esenciales de la actuación moral. Este texto debe ser puesto hoy nuevamente en el centro como camino en la formación de la conciencia. Es responsabilidad nuestra hacer nuevamente audibles y comprensibles entre los hombres estos criterios como vías de la verdadera humanidad, en el contexto de la preocupación por el hombre, en la que estamos inmersos.