SAN JUAN XXIII, Papa
UNA ANÉCDOTA
Era el año 1963, y el Papa Bueno
visitaba Ostia, el puerto de Roma. El pueblo le recibió con entusiasmo,
gritando y aplaudiendo en el templo así como los sacerdotes y seminaristas.
Con caridad y simpatía, el Papa
Roncalli se dirige en su característico modo afectuoso y desenfadado a los
fieles, y esto
fue lo que improvisó entonces el hoy santo:
«Estoy
muy contento de haber llegado hasta aquí. Pero, deseo expresarles un deseo, os
pido que en la iglesia no gritéis ni aplaudáis, y ni siquiera saludéis al Papa,
porque Templum Dei, templum Dei {El templo de Dios es el templo de Dios}. Si
vosotros estáis contentos de encontraros aquí, en esta hermosa iglesia, imaginaos
lo contento que está el Papa de ver a sus hijos”.
Y el cardenal Ratzinger, en su libro “El
espíritu de la Liturgia” expresa:
«Cuando se aplaude
por la obra humana dentro de la Liturgia, nos encontramos ante un signo claro de
que se ha perdido la esencia de la propia Liturgia, y ha sido sustituida por
una especie de entretenimiento de inspiración religiosa. Este tipo de atracción
no dura mucho; en el mercado de las ofertas de tiempo libre, que siempre
incorpora formas de lo religioso para incitar la curiosidad del público, es
imposible hacer la competencia. Yo mismo he asistido a una celebración en la
que el acto penitencial se sustituyó por una representación de danza que, como
es obvio, concluyó con un gran aplauso. ¿Podríamos alejarnos más de lo que es
realmente la penitencia?
La Liturgia sólo
podrá atraer a las personas si no se mira a sí misma, sino a Dios; si se Le
permite estar presente en ella y actuar. Entonces ocurre lo que es
verdaderamente extraordinario, lo que no admite competencia, y las personas
sienten que aquí ocurre algo más que un aprovechamiento del tiempo libre».
(Ratzinger,
J., El espíritu de la Liturgia. Una introducción Ediciones
Cristiandad, 5a ed., 2007, pp. 241-242).
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