PODÍA, CONVENÍA Y LO HIZO
Acerca de un debate teológico sobre el dogma de la Inmaculada Concepción de María Virgen, en el año 1306 en la Universidad de La Sorbona en París.
Beato Juan Duns Scot, Doctor sutil y mariano
La Inmaculada Concepción es uno
de los cuatro dogmas de fe referentes a la Virgen María. Los otros tres son:
Virginidad perpetua, Maternidad divina y Asunción a los cielos en cuerpo y
alma.
La Concepción inmaculada de María
declara que, por una gracia especial de Dios, ella quedó preservada de todo
pecado desde que fue concebida por sus padres san Joaquín y santa Ana.
Este
dogma de fe se proclamó por el papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, mediante
su bula Ineffabilis Deus, con
las siguiente palabras:
"Declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que
sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de
la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y
privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús
Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y
constantemente creída por todos los fieles".
En esta declaración dogmática del
Papa se revela que la concepción inmaculada de la Virgen María es un
maravilloso misterio de amor. Este misterio, la Iglesia lo descubrió
paulatinamente, pues transcurrieron varios siglos hasta definirse como dogma de
fe.
A principios del siglo XIV, un
fraile franciscano filósofo y teólogo, de nombre John Duns Scott, durante el célebre debate sobre la Inmaculada
Concepción en la universidad de La Sorbona de París, hacia el año 1306 derrotó
los argumentos de un teólogo dominico al demostrar que la Virgen María había sido liberada
del pecado original -por su divino Hijo- en el instante mismo de su concepción,
para lo que se fundamentó en la omnipotencia divina para afirmar que Dios,
Creador del universo, podía, en su omnipotencia, volver a crear una creatura
perfecta, tal como había creado a Adán y a Eva antes de la caída, y que ese actuar de Dios es inherente a su misma perfección, ya
que Él no hubiera procedido de
modo perfecto, si no hubiese creado al
menos a una creatura libre de toda culpa.
Con su célebre axioma Potuit, decuit, ergo fecito "Podía, convenía, luego
lo hizo", explicó que "Si quiso y no pudo, no era
Dios; si pudo y no quiso, no era Hijo. Pudo y quiso porque era Dios y era Hijo;
y por lo tanto, lo hizo". A
partir de ese momento histórico, la Iglesia comenzó a aceptar como Cuerpo
Místico la Inmaculada Concepción de María, y al cabo de varios siglos de
disquisiciones, se llegó a la definición dogmática sin que se pudiese añadir a
sus páginas ni una idea, ni un argumento, ni una distinción más.
Aquel debate en la universidad de
París puede resumirse en tres preguntas con sus tres respuestas de las que el
beato Duns Scott da cuenta en su legado retórico:
1) ¿Fue la bienaventurada Virgen
María concebida sin pecado original?
-Sí, a Dios le convenía que su
Madre naciera sin mancha alguna. Esto es lo más honroso para Él.
2) ¿Dios podía hacer que su Madre
naciera sin mancha de pecado original?
-Sí, Dios lo puede todo, y por
tanto podía hacer que su Madre naciera sin mancha: Inmaculada.
3) ¿Lo que a Dios le conviene hacer
lo hace? ¿O no lo hace?
-Lo que a Dios le conviene hacer,
lo que Dios ve que es mejor hacerlo, lo hace.
En sus escritos, este teólogo
gigante, quien por su inteligencia se ganó el título de Doctor subtilis o "Doctor sutil", y
posteriormente el de "Doctor mariano" por su indiscutible
intervención para la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, con
letras poéticas concluye:
"Si pues con eterno aviso,
Dios quiso hacer cuanto pudo
y pudo hacer cuanto quiso;
luego que sea, es preciso.
Esta Virgen escogida para Madre,
preferida en todo,
siendo su estado concebida sin pecado
y con sangre redimida;
esta niña celestial,
de los cielos escogida,
es la sola concebida sin pecado original".
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