Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

30 de noviembre de 2019

PARA VIVIR BIEN EL ADVIENTO



 DE LA MARAVILLA ESPIRITUAL
DE LA LITURGIA DEL ADVIENTO



Vivir el Adviento es conocer la amplitud de su Liturgia,
sus directrices espirituales,
las líneas de fuerza de su leccionario,
la contemplación de sus oraciones y Prefacios
no creer, ingenuamente, 
que todo el Adviento se reduce a colocar la corona de Adviento
encendiendo un cirio semanalmente. 
El Adviento es mucho más…

   Veamos la perspectiva general del Adviento, sus normas litúrgicas: entonces lo entenderemos y lo viviremos mejor.

     El Adviento presenta una doble dimensión que hemos de tener en cuenta para vivirlo:

  El tiempo de Adviento tiene una doble índole: es el tiempo de preparación para las solemnidades de Navidad, en las que se conmemora la primera venida del Hijo de Dios a los hombres, y es a la vez el tiempo en el que por este recuerdo se dirigen las mentes hacia la expectación de la segunda venida de Cristo al fin de los tiempos. Por estas dos razones el Adviento se nos manifiesta como tiempo de una expectación piadosa y alegre” (Calendario romano, n. 39)

  Hasta el 16 de diciembre inclusive, la mirada es escatológica: el final de los tiempos y es la espera piadosa y alegre de la parusía, del retorno del Señor pero en gloria y majestad. Las lecturas, las oraciones y los cantos deben mirar más a esta dimensión final. El prefacio (el I y el III, que son los que se cantan estos días) recuerda la venida gloriosa del Señor y los tiempos últimos.

    A partir del 17 de diciembre, toda la Liturgia del Adviento, en sus ferias mayores, se centra en la preparación inmediata a la Navidad, a la primera venida del Hijo del hombre en el seno virginal de Santa María. Cambia la perspectiva, el tono de las oraciones es más “navideño” y mariano, la clave de todo son los Evangelios de esas ferias mayores. Los prefacios, II y IV, los que se reservan para estos días, destacan la centralidad de la Virgen María y la inminente llegada del Señor.

     Las características litúrgicas de este tiempo tienden a alimentar nuestra esperanza, con alegría, pero con moderación, y muchos elementos se reservan para que destaquen con energía renovada en el tiempo de la santa Manifestación del Señor:

-el Gloria no se canta para entonarlo junto con los ángeles en la Misa de medianoche; (claro, el Gloria según la letra del Gloria, no cualquier cancioncilla con la palabra “gloria", sino el venerable y antiguo himno del “Gloria” cuya letra es invariable);

 -las flores son moderadas en el exorno, para que todo sea esplendoroso en el ciclo de Navidad; por ejemplo, la misma corona de Adviento, si se hace, se prepara con ramas verdes;

 -las vestiduras moradas/violetas aguardan el blanco o dorado de los vestidos litúrgicos de la Navidad…


    “El tiempo de Adviento comienza con las primeras Vísperas del domingo que cae el 30 de noviembre o es el más próximo a este día, y acaba antes de las primeras Vísperas de Navidad. Los domingos de este tiempo se denominan domingo I, II, III, IV de Adviento. Las ferias del 17 al 24 de diciembre, inclusive, tienen la finalidad de preparar más directamente la Navidad” (Instrucción Calendario Romano, ns. 39-42).

    “En tiempo de Adviento se emplearán el órgano y los otros instrumentos musicales, y también se adornará el altar con flores, con la moderación que conviene a la índole de este tiempo, sin adelantarse a la plena alegría de la Navidad del Señor. El domingo Gaudete (III de Adviento) puede usarse el color rosado” (Caeremoniale Episcoporum, nº 236).

       “El morado o violeta se emplea en el tiempo de Adviento” (IGMR 308d).

       “No se recita el Gloria en Adviento” (cf. IGMR 31).

    Sabiendo estos rasgos generales de la Liturgia y la espiritualidad podremos vivir mejor este Adviento y configurarnos con el Misterio de Cristo.

   


23 de noviembre de 2019

CRISTO REY: FUERTE EN MISERICORDIA Y PODEROSO EN LA VERDAD


SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, 
REY DEL UNIVERSO


Con este domingo concluye el Año Litúrgico, 
recapitulando todo el culto ofrecido a Dios por medio de su Hijo, 
e invitándonos a mirar espiritualmente 
hacia su venida al final de los tiempos.

Él tiene por trono glorioso una Cruz. 
Desde allí reina, fuerte en misericordia y poderoso en verdad. 
Así lo expresa el Evangelio que hoy se proclama (ver Lc.23, 35-43)

MAIESTAS DOMINI CRUCIS

El Cristo en majestad de Batlló





Se trata de una talla románica en madera policromada, del siglo XII (c. 1150). Estas esculturas eran muy propias de la región de los Pirineos catalanes. 

Cristo está representado con los ojos abiertos (aludiendo a la resurrección redentora con su victoria sobre la muerte) y vestido con una túnica a la manera regia. 

Esta imagen se halla en el Museo de Arte de Cataluña en Barcelona. Es una muestra interesante de la imaginería medieval del tipo iconográfico “Maiestas Domini Crucis”.

Un breve documental nos muestra el detalle de esta obra excepcional:





Y hoy se celebra en la Argentina el día de la Acción Católica.





22 de noviembre de 2019

EL ADMIRABLE BACH


22 de noviembre
SANTA CECILIA, Patrona de la música



En este día, 
una de las más sublimes composiciones musicales 
de todos los tiempos.

Del admirable Juan Sebastián Bach, 
su Wachet auf, ruft uns die Stimme ('Despierta, nos llama la voz'), BWV  140

Es una Cantata que compuso para el Coro de Leipzig en 1731. Armoniza con gran maestría un texto magnífico cantado con una melodía extraordinaria. Es un ejemplo digno de cómo la música sagrada puede elevar los corazones.

Su traducción dice:

Sión escucha el canto de los vigías,
sus corazones saltan de alegría.
Despierta y levántate presurosa.

Tu amigo viene radiante del cielo,
fuerte en misericordia
y poderoso en la verdad.

Su luz brilla,
su estrella se levanta.
¡Ven ahora corona preciosa.
Señor Jesús, Hijo de Dios!
¡Hosana!

Te seguiremos
a la sala de la alegría
para compartir el banquete.


Para escucharla en alemán:


https://youtu.be/_1rUz0GM-NM

21 de noviembre de 2019

¿ECOTEOLOGÍA?


Las «ecoteologías» coquetean «con un animismo precristiano
o con un panteísmo postcristiano»


Catedral de Santa María de Sidney, Australia


El arzobispo de Sidney, monseñor Anthony Fisher op, recuerda que no solo el hombre, sino toda la Creación material, sufre también las consecuencias de la Caída: no es «inocente».

En la homilía del domingo 27 de octubre en el seminario Redemptoris Mater de su diócesis, el arzobispo de Sidney (Australia), el dominico Anthony Fisher, clarificó algunos conceptos en torno al actual ambientalismo, encarnado "en el discurso apocalíptico de la adolescente sueca Greta Thunberg en la ONU".

Este ambientalismo "se ha convertido para algunos que han abandonado la fe tradicional en un sustituto de la misma", afirmó monseñor Fisher, quien acudió a la denuncia del escritor Michael Crichton de esa ideología como "la religión preferida por los ateos urbanos".






Homilía del arzobispo de Sidney (Australia), monseñor Anthony Fisher, O.P.
Seminario Redemptoris Mater de Sidney,
27 de octubre de 2019


Muy queridos hermanos:

Parte de la genialidad del cristianismo a lo largo de los siglos ha sido su capacidad de enriquecerse con ideas que provienen de fuera de él.

En nuestra época planteamientos prominentes del mundo secular como la filosofía analítica, la política democrática, la economía capitalista, el análisis marxista, la defensa de los derechos humanos, la crítica feminista o la conciencia psicológica, aun cuando han sido inspirados por el cristianismo, también han sido purificados por él, y en cierto sentido han sido 'bautizados' e incorporados a él, con diversos grados de éxito.

El discurso apocalíptico de la adolescente sueca Greta Thunberg en las Naciones Unidas y las "huelgas climáticas" que inspiró y que atrajeron a decenas de miles de estudiantes de escuelas en Australia el mes pasado, o las prácticas más problemáticas del movimiento ‘rebelión contra la extinción’ y nuestro propio sínodo por la Amazonia recientemente desarrollado, no son sino ejemplos más recientes del planteamiento actual llamado ecologismo.

Y así, observamos que este ambientalismo se ha convertido para algunos que han abandonado la fe tradicional en un sustituto de la misma.

Michael Crichton, autor de Jurassic Park, de La amenaza de  Andrómeda y de otros clásicos,  antes de morir, se refirió al ecologismo como "la religión preferida por los ateos urbanos", una religión que "reinterpreta" las creencias judeocristianas de una nueva manera: "Hay un Edén inicial, un paraíso; es un estado de gracia y de armonía con la naturaleza. Se da una caída original desde la gracia a un estado de contaminación, como resultado de comer del árbol del conocimiento; y como consecuencia de nuestras acciones, se acerca un día de juicio para todos nosotros. Todos somos pecadores de la energía, y estamos condenados a morir, a menos que busquemos la salvación, que ahora se llama sostenibilidad. La sostenibilidad es la salvación en la “iglesia del medio ambiente”. Así como la “comida orgánica” es su comunión, el “agua  libre de pesticidas” es lo que beben las personas que tienen las creencias correctas”.

Los partidarios de esta fe demuestran un dogmatismo y un celo cuasi-religioso, tienen sus sacerdotes y sacerdotisas, sus credos e incluso rituales.

Así quienes se dejan llevar por las modas confiesan ahora varias 'ecoteologías' y 'espiritualidades de la creación': siempre románticas, apocalípticas o ambas a la vez; a menudo eclécticas, a veces coqueteadoras con un animismo precristiano o con el panteísmo postcristiano.

El Papa Francisco reflexiona sobre las implicaciones del “movimiento verde” para el pensamiento y la acción cristiana.

Esto se apoya en la larga tradición de la doctrina social cristiana sobre el cuidado de la creación, la importancia de la solidaridad global y los deberes para con las generaciones futuras.

De igual modo que pasó con la antigua síntesis medieval de la filosofía aristotélica y la teología agustiniana, o la más reciente del análisis marxista con la exégesis bíblica en la teología de la liberación, algunos hoy reaccionan al cambio hacia lo verde en teología con una hostilidad inmediata; otros con  entusiasmo ciego y no adulterado; y aun otros con interés, precaución o ambivalencia.

La segunda lectura de la Misa de esta noche es la favorita de los ecoteólogos (Rom 8, 18-25). La consideran como un elemento raro, en medio de una religión antropocéntrica, explotadora del medio ambiente; un versículo que suena con una melodía muy diferente.

Aquí, Pablo celebra la belleza de un cosmos que da a luz y revela 'la libertad y la gloria de los hijos de Dios'. Parece sugerir, quizás con más  fuerza que en ningún otro lugar de las Escrituras, que el mundo creado no es solo como un campo de juego para que lo utilicemos a nuestro capricho, sino una obra de arte con valor en sí misma, con un futuro bajo la gracia que es el contexto de nuestro hermoso desarrollo.

Esta lectura de nuestra epístola concuerda con el estado de ánimo actual, que siente horror por la degradación ambiental, por el agotamiento de los recursos y por efectos climáticos tales como los fenómenos meteorológicos extremos, la escasez de agua, los arrecifes de coral moribundos, el aumento del nivel del mar y una selva amazónica en llamas.

Ciertamente, la creación gime bajo el peso de la mala gestión humana. Este texto también encaja cómodamente con el desafío cristiano a los valores deshumanizantes y globalmente fatales del materialismo adquisitivo y del consumismo de la cultura del descarte, y propone, en cambio, una mayor reverencia por el mundo natural.

Esto es cierto, hasta donde se pueda afirmar. Pero una lectura atenta del texto muestra que San Pablo no idealiza la naturaleza como algo "bueno", a lo que los seres humanos "malos" nos oponemos como violadores y saqueadores. Es muy consciente de la cautividad a la que está sometida la creación, de su sufrimiento, de sus gemidos, de su propia necesidad y de su ansia de renovación, restauración y glorificación. En el mundo selvático de supervivencia del más apto, hay poco respeto por lo bello y ninguna esperanza por lo débil.

Por esto, la naturaleza, incluso en los escritos más cosmológicos de Pablo, no es la fuente de la gracia y del carácter de la persona: simplemente hay que observar a las gaviotas peleándose por restos de comida para entender que no son modelo de virtud.

El orden natural está tan 'roto' o 'caído' como nuestra naturaleza humana. La creación, según San Pablo, está "esclavizada a la frustración" y anhela ser de otra manera. Y esa gran liberación, esa redención universal, cuando llegue, no será obra de la naturaleza misma, sino de la gracia divina y de la acción humana que cooperan para mejorar el entorno físico, social y espiritual, y finalmente se transfigurarán en la Segunda Venida.

Por lo tanto, el secreto para la correcta relación entre el entorno humano y el medio ambiente es que aprendamos a estar, como Cristo, en la casa, en el mundo de las grandes maravillas de Dios y de inmensa belleza (cf. Col 1, 12-20).

Una vez que se conoce y se ama en Dios, no podemos explotar la creación con insensible desprecio, ni convertirla en otro ídolo junto con los tótems del materialismo y el consumismo. Más bien apreciaremos y buscaremos mejorar los ambientes físicos, sociales y espirituales.


Así, en su encíclica Laudato Si, el Papa Francisco explora bellamente las tres preocupaciones principales de su santo patrón: el amor al mundo natural y sus criaturas, el amor a la humanidad y especialmente por los pobres, y el amor al Creador de todos ellos. Pide el Papa un replanteamiento radical de nuestra relación con los tres.

La preocupación del Papa Francisco no es por el medio ambiente considerado estrechamente, nuestra casa por así decirlo, sino con todo el 'ecosistema' físico-moral-espiritual (nuestra casa común) y con las relaciones que los seres humanos tienen allí con su Creador, con el mundo y entre sí.

Él habla al Sydney contemporáneo con toda su belleza natural y social, su potencial y sus desafíos, sobre nuestras actitudes hacia nuestros propios cuerpos, incluida la necesidad de vivir una masculinidad o feminidad saludable; sobre la mala calidad de vida común que a veces se da en la ciudad, con su anonimato y ritmo frenético de vida, sus relaciones rotas y la falta de responsabilidad intergeneracional; y también sobre actitudes equivocadas hacia el medio ambiente natural. 7

Critica el voraz consumismo de la "sociedad del usar y tirar", la ingenua creencia en el progreso material ilimitado, los peligros del imperativo tecnológico y el peligroso relativismo detrás de gran parte de este pensamiento y comportamiento.

Haciéndose eco de las Escrituras y la tradición, nos llama a ser un pueblo más simple y humilde.

Como administradores de la creación en virtud de su humanidad, futuros viticultores en la viña de la Iglesia en virtud de caminar en el Camino, y futuros pastores en el pastoreo de ovejas del reino de Dios en virtud del sacerdocio, estas preocupaciones no deben estar lejos de vuestras mentes.

El vínculo misterioso entre el amor del Creador y el amor de Su creación significa una toma de conciencia  cristiana muy particular del cuidado pastoral. Donde otros buscan soluciones políticas, financieras o tecnológicas a nuestros problemas mundiales, la Iglesia propone una conversión moral y espiritual antes de cualquier acción de este tipo.

Como San Pablo escribe: somos uno con toda la creación; nosotros también gemimos internamente mientras esperamos nuestra glorificación corporal y la de todo el cosmos.

Esta es nuestra esperanza cristiana.


20 de noviembre de 2019

UNA JOYA DEL PATRIMONIO RELIGIOSO ARGENTINO


IGLESIA DE SAN JOSÉ OBRERO
COLONIA SAN JOSÉ (Colonia Dos Sankt Joseph)
CORONEL SUAREZ, PBA



El pasado sábado 17 de noviembre de 2019,
en el templo parroquial de San José Obrero
de Colonia San José, a 5 km. de Coronel Suarez,
en la provincia de Buenos Aires,
recibió la ordenación episcopal
monseñor Jorge Wagner,
nuevo obispo auxiliar de Bahía Blanca.



Este magnífico templo (levantado por la admirable fe de los misioneros del Verbo Divino en una pequeña población de la pampa bonaerense que en la actualidad tiene 2100 habitantes) se destaca por su arquitectura y su estética. Fue diseñado por el padre Juan Beckert svd, el mismo que concretó la Basílica porteña del Espíritu Santo en Palermo. Su parecido es notable.

La piedra fundamental fue colocada en 1927 y toda su construcción se llevó a cabo gracias a los fondos aportados por los propios colonos alemanes del Volga asentados allí. Tiene un interior de gran belleza, mide 53 m de largo, por 20 m de ancho, sus 2 torres alcanzan los 50 m, y se encuentra entre los 5 mayores templos de la Provincia de Buenos Aires.

El retablo del antiguo altar mayor es una pieza muy destacada, donde resalta la figura sedente de San José en su vértice, y una profusión de ángeles que era un detalle muy propio de la espiritualidad de San Arnoldo Janssen. Sus pinturas, sus pisos cerámicos, el presbiterio, el antiguo comulgatorio, los vitrales, las esculturas, el púlpito... son de una calidad extraordinaria y asombra a quien llega a este lejano paraje rural.



Monseñor Wagner eligió este templo para su ordenación episcopal ya que él nació en la zona (Guaminí) y su bisabuelo era uno de los alemanes del Volga que se afincó en este lugar (Colonia Dos Sainkt Joseph). Además de sus raíces familiares, también su vocación sacerdotal maduró en esta Colonia, donde estaba el Noviciado verbita en el que emprendió su discernimiento vocacional estando en la secundaria.

Fue la primera vez que se celebró una ordenación episcopal en este lugar, a 550 km. de Buenos Aires. Los obispos concelebrantes miraban asombrados este colosal edificio consagrado.




En esta parroquia estuvo destinado por varios años el padre Mario Schmidt svd, luego de ser párroco porteño en Guadalupe. Con su gran talento organizativo (y tal como lo hizo en la querida Basílica de Palermo) allí también realizó importantes trabajos de mantenimiento y puesta en valor, respetando el maravilloso diseño original.

Las fotos muestran algo del esplendor de este templo, que por casi un siglo estuvo a cargo de la SVD. Hoy pertenece a la arquidiócesis bahiense y es su templo más grande.





LOS TRES TEMPLO VERBITAS ARGENTINOS
QUE BRILLAN POR SUS ESPLÉNDIDAS FACHADAS
DISEÑADAS POR EL RP JUAN BECKERT SVD



Iglesia parroquial de San José Obrero en Colonia Dos Sainkt Joseph, Coronel Suarez, PBA


Basílica de la Natividad de la Santísima Virgen María, en Esperanza, Santa Fe




Basílica del Espíritu Santo en Palermo, Buenos Aires


17 de noviembre de 2019

LA HORA DE LA PERSEVERANCIA Y LA PACIENCIA


“Gracias a la constancia,
ustedes salvarán su vida”


El Evangelio que se proclama en el XXXIII Domingo durante al año del ciclo C del Leccionario nos remite al final de los tiempos y el Señor nos da tres consejos, invitándonos a la serenidad, al testimonio y a la perserverancia (crf. Lc. 21, 5-19)

El Señor instruye a sus discípulos sobre la destrucción del Templo, sobre las persecuciones que acompañarían el nacimiento de la Iglesia y sobre el final de los tiempos.

Sus palabras constituyen una llamada a la serenidad, al testimonio y a la perseverancia en medio de las pruebas.

No sólo en los comienzos de la Iglesia, sino a lo largo de su historia, también en el presente, nunca han faltado las persecuciones:

Las persecuciones crueles y sangrientas, el acoso del mundo que busca la condescendencia de los cristianos con el pecado y con el mal, o el engaño de los falsos mesías que prometen una salvación que no pueden dar. Todo, de algún modo, está previsto y todo cumple un papel en los caminos admirables de la Providencia de Dios.

¿Cómo comportarse en los momentos de prueba?

LA SERENIDAD

La primera actitud que nos pide el Señor es la serenidad, que ha de excluir el pánico y que debe ir acompañada de la claridad de la mente para poder discernir lo verdadero de lo falso y lo bueno de lo malo. Sin dejarnos turbar por lo inmediato, debemos concentrar nuestra mirada en Jesucristo: El Señor es el templo definitivo, indestructible, edificado por Dios para morar entre nosotros y para hacernos posible el encuentro con Él. Mirando a Cristo descubriremos el criterio que nos permita separar lo que es conforme con el proyecto de Dios para nuestras vidas de lo que es disconforme y, en consecuencia, contrario a nuestro verdadero fin.


EL TESTIMONIO (MARTIRIO)

Con ánimo sereno debemos disponernos al martirio, al testimonio – ésta es la segunda actitud -, basados no en la elocuencia de nuestras palabras, sino en la asistencia del Señor: “yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro” (Lc 21,15).

Comenta San Gregorio que es como si el Señor dijera a sus discípulos: “No os atemoricéis: Vosotros vais a la pelea, pero yo soy quien peleo. Vosotros sois los que pronunciáis palabras, pero yo soy el que hablo".

Sin la certeza de esta compañía no tendríamos fuerzas para afrontar el juicio de los hombres, la traición de los amigos, el odio de los adversarios o, incluso, la amenaza de la muerte. Él no nos deja solos, permanece con nosotros todos los días y nos da el vigor que procede de su palabra y de sus sacramentos. El testimonio, el martirio, es el sostenido esfuerzo de vivir lo que creemos sin callar la razón de nuestra esperanza.


LA PERSEVERANCIA

La tercera actitud es la perseverancia: “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas” (Lc 21,19).

La perseverancia nos pide ser constantes en el seguimiento del Señor. San Gregorio relaciona esta actitud perseverante con la paciencia: “la posesión del alma consiste en la virtud de la paciencia, porque ésta es la raíz y la defensa de todas las virtudes. La paciencia consiste en tolerar los males ajenos con ánimo tranquilo, y en no tener ningún resentimiento con el que nos lo causa”.

A imagen de Cristo, que jamás pierde el dominio de sí mismo, debemos mantener la dignidad que nos confiere el ser hijos de Dios por la gracia.

La perspectiva del final de los tiempos y del último Juicio abre nuestros corazones a la esperanza de encontrarnos con Jesucristo, en quien convergen la justicia y la gracia: “La encarnación de Dios en Cristo ha unido uno con otra –juicio y gracia– de tal modo que la justicia se establece con firmeza: todos nosotros esperamos nuestra salvación «con temor y temblor» (Fil 2,12).

No obstante, la gracia nos permite a todos esperar y encaminarnos llenos de confianza al encuentro con el Juez, que conocemos como nuestro «abogado», parakletos (cf. 1 Jn 2,1)” (Benedicto XVI, Spe salvi, 47).


Guillermo Juan Morado.


16 de noviembre de 2019

VITAM VENTURI SAECULI

ÚLTIMOS DOMINGOS DEL AÑO LITÚRGICO



La Iglesia nos invita a mirar los tiempos escatológicos en estos últimos domingos del año litúrgico. 

Y las lecturas nos encaminan hacia las postrimerías, un tema que es silenciado en el mundo de hoy.


El Evangelio que se proclama este domingo concluye con una frase (en la foto) que resume esa mirada espiritual de esperanza en las postrimerías. 

Que nos enseña la importancia de la perseverancia.

Así como la gota que, sin descanso, cae sobre la roca y termina horadándola.

Como decía en la antigua Roma el poeta Ovidio: “La gota horada la piedra, no por su fuerza, sino por su perseverancia”.

ES FALSO QUE LA RAZÓN HUMANA ESTÉ BLOQUEADA POR LOS DOGMAS DE FE


LA FE CATÓLICA ES RAZONABLE
Y BRINDA CONFIANZA A LA RAZÓN HUMANA

El Papa Benedicto XVI, el 21 de noviembre de 2012, presentó una importante catequesis centrada en la racionalidad de la fe en Dios, siguiendo la invitación de San Pedro a dar razón de nuestra esperanza.

Ante tantas expresiones de un emotivismo que reniega de la inteligencia, es necesario ubicar con serenidad y equilibrio la importancia de la fe y la razón.




Queridos hermanos y hermanas:

Avanzamos en este Año de la fe, llevando en el corazón la esperanza de volver a descubrir cuánta alegría hay en el creer, y en encontrar el entusiasmo de comunicar a todos las verdades de la fe. Estas verdades no son un simple mensaje sobre Dios, una información particular acerca de Él. Sino que expresan el acontecimiento del encuentro de Dios con los hombres, encuentro salvífico y liberador, que cumple con las aspiraciones más profundas del hombre, su anhelo de paz, de fraternidad, de amor.

La fe conduce a descubrir que el encuentro con Dios mejora, perfecciona y eleva lo que es verdadero, bueno y bello en el hombre. Es así que, mientras Dios se revela y se deja conocer, el hombre llega a saber quién es Dios y, conociéndolo, se descubre a sí mismo, su propio origen, su destino, la grandeza y la dignidad de la vida humana.

La fe permite un conocimiento auténtico de Dios, que implica a toda la persona: se trata de un "saber", un conocimiento que le da sabor a la vida, un nuevo gusto de existir, una forma alegre de estar en el mundo. La fe se expresa en el don de sí mismo a los demás, en la fraternidad que se vuelve la solidaria, capaz de amar, venciendo a la soledad que nos pone tristes. Es el conocimiento de Dios mediante la fe, que no es solo intelectual, sino vital; es el conocimiento de Dios-Amor, gracias a su mismo amor.

Después el amor de Dios nos hace ver, abre los ojos, permite conocer toda la realidad, más allá de las estrechas perspectivas del individualismo y del subjetivismo que desorientan las conciencias. El conocimiento de Dios es, por tanto, experiencia de fe, e implica, al mismo tiempo, un camino intelectual y moral: profundamente conmovido por la presencia del Espíritu de Jesús en nosotros, podemos superar los horizontes de nuestro egoísmo y nos abrimos a los verdaderos valores de la vida.

Hoy en esta catequesis, quisiera centrarme sobre la racionalidad de la fe en Dios. Desde el principio, la tradición católica ha rechazado el llamado fideísmo, que es la voluntad de creer en contra de la razón. Credo quia absurdum (creo porque es absurdo) no es una fórmula que interprete la fe católica. De hecho, Dios no es absurdo, cuanto más es misterio. El misterio, a su vez, no es irracional, sino sobreabundancia de sentido, de significado y de verdad.

Si, observando el misterio, la razón ve oscuro, no es porque no haya luz en el misterio, sino más bien porque hay demasiada. Al igual que cuando los ojos del hombre se dirigen directamente al sol para mirarlo, solo ven la oscuridad; pero ¿quién diría que el sol no es brillante, aún más, fuente de luz? La fe permite ver el "sol", Dios, porque es la acogida de su revelación en la historia y, por así decirlo, recibe realmente todo el brillo del misterio de Dios, reconociendo el gran milagro: Dios se ha acercado al hombre, se ha dado para que acceda a su conocimiento, consintiendo el límite de su razón como creatura (cf. Conc. Vat. II, Const. Dogm. Dei Verbum, 13).

Al mismo tiempo, Dios, con su gracia, ilumina la razón, abre nuevos horizontes, inconmensurables e infinitos. Por eso, la fe es un fuerte incentivo para buscar siempre, a no detenerse nunca y a no evadir nunca el descubrimiento inagotable de la verdad y de la realidad. Es falso el prejuicio de algunos pensadores modernos, según los cuales la razón humana estaría bloqueada por los dogmas de la fe. Es todo lo contrario, como los grandes maestros de la tradición católica lo han demostrado.

San Agustín, antes de su conversión, busca con mucha ansiedad la verdad, a través de todas las filosofías disponibles, encontrándolas todas insatisfactorias. Su investigación minuciosa racional es para él una significativa pedagogía para el encuentro con la Verdad de Cristo. Cuando dice, "comprender para creer y creer para comprender" (Discurso 43, 9: PL 38, 258), es como si estuviera contando su propia experiencia de vida. Intelecto y fe, de frente a la revelación divina no son extraños o antagonistas, sino son las dos condiciones para comprender el significado, para acoger el mensaje auténtico, acercándose al umbral del misterio.

San Agustín, junto a muchos otros autores cristianos, es testigo de una fe que es ejercida con la razón, que piensa y nos invita a pensar. Sobre este camino, san Anselmo dirá en su Proslogion que la fe católica es fides quaerens intellectum, donde la búsqueda de la inteligencia es un acto interno al propio creer. Será especialmente santo Tomás de Aquino –sólido en esta tradición--, quien hará frente a la razón de los filósofos, mostrando cuánta nueva y fecunda vitalidad racional deriva del pensamiento humano, en la introducción de los principios y de las verdades de la fe cristiana.

La fe católica es, pues, razonable y brinda confianza también a la razón humana. El Concilio Vaticano I, en la Constitución dogmática Dei Filius, dijo que la razón es capaz de conocer con certeza la existencia de Dios por medio de la vía de la creación, mientras que solo corresponde a la fe la posibilidad de conocer "fácilmente, con absoluta certeza y sin error" (DS 3005) la verdad acerca de Dios, a la luz de la gracia. El conocimiento de la fe, más aún, no va contra la recta razón.

El beato Papa Juan Pablo II, en la encíclica Fides et ratio, resumió: "La razón del hombre no queda anulada ni se envilece dando su asentimiento a los contenidos de la fe, que en todo caso se alcanzan mediante una opción libre y consciente" (n. 43). En el irresistible deseo por la verdad, solo una relación armoniosa entre la fe y la razón es el camino que conduce a Dios y a la plenitud del ser.

Esta doctrina es fácilmente reconocible en todo el Nuevo Testamento. San Pablo, escribiendo a los cristianos de Corinto, sostiene, como hemos escuchado: "Mientras los judíos piden signos y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, locura para los gentiles" (1 Cor. 1, 22-23). De hecho, Dios ha salvado al mundo no con un acto de fuerza, sino a través de la humillación de su Hijo único: de acuerdo a los estándares humanos, el modo inusual ejecutado por Dios,contrastacon las exigencias de la sabiduría griega.

Sin embargo, la cruz de Cristo tiene una razón, que san Pablo llama: ho lògos tou staurou, "la palabra de la cruz" (1 Cor. 1,18). Aquí, el término lògos significa tanto la palabra como la razón, y si alude a la palabra, es porque expresa verbalmente lo que la razón elabora. Por lo tanto, Pablo ve en la Cruz no un evento irracional, sino un hecho salvífico, que tiene su propia racionalidad reconocible a la luz de la fe. Al mismo tiempo, tiene tal confianza en la razón humana, hasta el punto de asombrarse por el hecho de que muchos, a pesar de ver la belleza de la obra realizada por Dios, se obstinan a no creer en Él. Dice en la Carta a los Romanos "Porque lo invisible [de Dios], es decir, su poder eterno y su divinidad, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras" (1,20).

Así, incluso san Pedro exhorta a los cristianos de la diáspora a adorar "al Señor, Cristo, en sus corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que les pida razón de su esperanza" (1 Pe. 3,15). En un clima de persecución y de fuerte necesidad de dar testimonio de la fe, a los creyentes se les pide que justifiquen con motivaciones sólidas su adhesión a la palabra del Evangelio; de dar las razones de nuestra esperanza.

Sobre esta base que busca el nexo profundo entre entender y creer, también se funda la relación virtuosa entre la ciencia y la fe. La investigación científica conduce al conocimiento de la verdad siempre nueva sobre el hombre y sobre el cosmos, lo vemos. El verdadero bien de la humanidad ,accesible en la fe, abre el horizonte en el que se debe mover su camino de descubrimiento.

Por lo tanto, deben fomentarse, por ejemplo, la investigación puesta al servicio de la vida, y que tiene como objetivo erradicar las enfermedades. También son importantes las investigaciones para descubrir los secretos de nuestro planeta y del universo, a sabiendas de que el hombre está en la cumbre de la creación, no para explotarla de modo insensato, sino para cuidarla y hacerla habitable.

Es así como la fe, vivida realmente, no está en conflicto con la ciencia, más bien coopera con ella, ofreciendo criterios básicos que promuevan el bien de todos, pidiéndole que renuncie solo a aquellos intentos que, oponiéndose al plan original de Dios, puedan producir efectos que se vuelvan contra el hombre mismo. También por esto es razonable creer: si la ciencia es un aliado valioso de la fe para la comprensión del plan de Dios en el universo, la fe permite al progreso científico actuar siempre por el bien y la verdad del hombre, permaneciendo fiel a este mismo diseño.

Por eso es crucial para el hombre abrirse a la fe y conocer a Dios y su designio de salvación en Jesucristo. En el Evangelio, se inaugura un nuevo humanismo, una verdadera "gramática" del hombre y de toda realidad. El Catecismo de la Iglesia Católica lo afirma: "La verdad de Dios es su sabiduría que rige todo el orden de la creación y del gobierno del mundo. Dios, único Creador del cielo y de la tierra (cf. Sal. 115,15), es el único que puede dar el conocimiento verdadero de todas las cosas creadas en su relación con Él" (n. 216).

Esperamos entonces que nuestro compromiso en la evangelización ayude a dar una nueva centralidad del Evangelio en la vida de tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo. Y oramos para que todos encuentren en Cristo el sentido de la vida y el fundamento de la verdadera libertad: sin Dios, de hecho, el hombre se pierde.

Los testimonios de aquellos que nos han precedido y han dedicado sus vidas al Evangelio lo confirman para siempre. Es razonable creer, está en juego nuestra existencia. Vale la pena gastarse por Cristo, solo Él satisface los deseos de verdad arraigados en el alma de cada hombre: ahora, en el tiempo que pasa, y en el día sin fin de la beata Eternidad. Gracias.