Las «ecoteologías» coquetean «con un
animismo precristiano
o con un panteísmo postcristiano»
Catedral de Santa María de Sidney, Australia
El arzobispo de Sidney, monseñor Anthony Fisher op,
recuerda que no solo el hombre, sino toda la Creación material, sufre también
las consecuencias de la Caída: no es «inocente».
En la homilía del domingo 27 de octubre
en el seminario Redemptoris Mater de su diócesis, el arzobispo de Sidney
(Australia), el dominico Anthony Fisher, clarificó algunos conceptos en torno
al actual ambientalismo, encarnado "en el discurso apocalíptico de la
adolescente sueca Greta Thunberg en la ONU".
Este ambientalismo "se ha convertido
para algunos que han abandonado la fe tradicional en un sustituto de la
misma", afirmó monseñor Fisher, quien acudió a la denuncia del escritor
Michael Crichton de esa ideología como "la religión preferida por los
ateos urbanos".
Homilía del
arzobispo de Sidney (Australia), monseñor Anthony Fisher, O.P.
Seminario
Redemptoris Mater de Sidney,
27 de octubre de
2019
Muy queridos hermanos:
Parte de la genialidad del
cristianismo a lo largo de los siglos ha sido su capacidad de enriquecerse con
ideas que provienen de fuera de él.
En nuestra época planteamientos
prominentes del mundo secular como la filosofía analítica, la política democrática,
la economía capitalista, el análisis marxista, la defensa de los derechos
humanos, la crítica feminista o la conciencia psicológica, aun cuando han sido
inspirados por el cristianismo, también han sido purificados por él, y en
cierto sentido han sido 'bautizados' e incorporados a él, con diversos grados
de éxito.
El discurso apocalíptico de la
adolescente sueca Greta Thunberg en las Naciones Unidas y las "huelgas
climáticas" que inspiró y que atrajeron a decenas de miles de estudiantes
de escuelas en Australia el mes pasado, o las prácticas más problemáticas del
movimiento ‘rebelión contra la extinción’ y nuestro propio sínodo por la
Amazonia recientemente desarrollado, no son sino ejemplos más recientes del
planteamiento actual llamado ecologismo.
Y así, observamos que este
ambientalismo se ha convertido para algunos que han abandonado la fe
tradicional en un sustituto de la misma.
Michael Crichton, autor de Jurassic Park, de
La amenaza de
Andrómeda y de otros clásicos, antes de morir,
se refirió al ecologismo como "la religión
preferida por los ateos urbanos", una religión que
"reinterpreta" las creencias judeocristianas de una nueva manera:
"Hay un Edén inicial, un paraíso; es un estado de gracia
y de armonía con la naturaleza. Se da una caída original desde la gracia a un
estado de contaminación, como resultado de comer del árbol del conocimiento; y
como consecuencia de nuestras acciones, se acerca un día de juicio para todos
nosotros. Todos somos pecadores de la energía, y estamos condenados a morir, a
menos que busquemos la salvación, que ahora se llama sostenibilidad. La
sostenibilidad es la salvación en la “iglesia del medio ambiente”. Así como la “comida
orgánica” es su comunión, el “agua libre de pesticidas” es lo que beben
las personas que tienen las creencias correctas”.
Los partidarios de esta fe
demuestran un dogmatismo y un celo cuasi-religioso, tienen sus sacerdotes y
sacerdotisas, sus credos e incluso rituales.
Así quienes se dejan llevar por las
modas confiesan ahora varias 'ecoteologías' y 'espiritualidades de la
creación': siempre románticas, apocalípticas o ambas a la vez; a menudo
eclécticas, a veces coqueteadoras
con un animismo precristiano o con el panteísmo postcristiano.
El Papa Francisco reflexiona sobre
las implicaciones del “movimiento verde” para el pensamiento y la acción
cristiana.
Esto se apoya en la larga tradición
de la doctrina social cristiana sobre el cuidado de la creación, la importancia
de la solidaridad global y los deberes para con las generaciones futuras.
De igual modo que pasó con la
antigua síntesis medieval de la filosofía aristotélica y la teología
agustiniana, o la más reciente del análisis marxista con la exégesis bíblica en
la teología de la liberación, algunos hoy reaccionan al cambio hacia lo verde
en teología con una hostilidad inmediata; otros con entusiasmo ciego y no
adulterado; y aun otros con interés, precaución o ambivalencia.
La segunda lectura de la Misa de
esta noche es la favorita de los ecoteólogos (Rom 8, 18-25). La consideran como un elemento
raro, en medio de una religión antropocéntrica, explotadora del medio ambiente;
un versículo que suena con una melodía muy diferente.
Aquí, Pablo celebra la belleza de un
cosmos que da a luz y revela 'la
libertad y la gloria de los hijos de Dios'. Parece sugerir,
quizás con más fuerza que en ningún otro lugar de las Escrituras, que el
mundo creado no es solo como un campo de juego para que lo utilicemos a nuestro
capricho, sino una obra de arte con valor en sí misma, con un futuro bajo la
gracia que es el contexto de nuestro hermoso desarrollo.
Esta lectura de nuestra epístola
concuerda con el estado de ánimo actual, que siente horror por la degradación
ambiental, por el agotamiento de los recursos y por efectos climáticos tales
como los fenómenos meteorológicos extremos, la escasez de agua, los arrecifes
de coral moribundos, el aumento del nivel del mar y una selva amazónica en
llamas.
Ciertamente, la creación gime bajo
el peso de la mala gestión humana. Este texto también encaja cómodamente con el
desafío cristiano a los valores deshumanizantes y globalmente fatales del
materialismo adquisitivo y del consumismo de la cultura del descarte, y
propone, en cambio, una mayor reverencia por el mundo natural.
Esto es cierto, hasta donde se pueda
afirmar. Pero una lectura atenta del texto muestra que San Pablo no idealiza la naturaleza como algo
"bueno", a lo que los seres humanos "malos" nos oponemos
como violadores y saqueadores. Es muy consciente de la cautividad a la
que está sometida la creación, de su sufrimiento, de sus gemidos, de su propia
necesidad y de su ansia de renovación, restauración y glorificación. En el
mundo selvático de supervivencia del más apto, hay poco respeto por lo bello y
ninguna esperanza por lo débil.
Por esto, la naturaleza, incluso en
los escritos más cosmológicos de Pablo, no es la fuente de la gracia y del
carácter de la persona: simplemente hay que observar a las gaviotas peleándose
por restos de comida para entender que no son modelo de virtud.
El orden natural está tan 'roto' o
'caído' como nuestra naturaleza humana. La creación, según San Pablo, está
"esclavizada a la frustración" y anhela ser de otra manera. Y esa
gran liberación, esa redención universal, cuando llegue, no será obra de la
naturaleza misma, sino de la gracia divina y de la acción humana que cooperan
para mejorar el entorno físico, social y espiritual, y finalmente se
transfigurarán en la Segunda Venida.
Por lo tanto, el secreto para la
correcta relación entre el entorno humano y el medio ambiente es que aprendamos
a estar, como Cristo, en la casa, en el mundo de las grandes maravillas de Dios
y de inmensa belleza (cf. Col 1, 12-20).
Una vez que se conoce y se ama en
Dios, no podemos explotar la creación con insensible desprecio, ni convertirla
en otro ídolo junto con los tótems del materialismo y el consumismo. Más bien
apreciaremos y buscaremos mejorar los ambientes físicos, sociales y espirituales.
Así, en su encíclica Laudato Si, el
Papa Francisco explora bellamente las tres preocupaciones principales de su
santo patrón: el amor al mundo natural y sus criaturas, el amor a la humanidad
y especialmente por los pobres, y el amor al Creador de todos ellos. Pide el
Papa un replanteamiento radical de nuestra relación con los tres.
La preocupación del Papa Francisco
no es por el medio ambiente considerado estrechamente, nuestra casa por así
decirlo, sino con todo el
'ecosistema' físico-moral-espiritual (nuestra casa común) y con las
relaciones que los seres humanos tienen allí con su Creador, con el mundo y
entre sí.
Él habla al Sydney contemporáneo con
toda su belleza natural y social, su potencial y sus desafíos, sobre nuestras
actitudes hacia nuestros propios cuerpos, incluida la necesidad de vivir una
masculinidad o feminidad saludable; sobre la mala calidad de vida común que a
veces se da en la ciudad, con su anonimato y ritmo frenético de vida, sus
relaciones rotas y la falta de responsabilidad intergeneracional; y también
sobre actitudes equivocadas hacia el medio ambiente natural. 7
Critica el voraz consumismo de la
"sociedad del usar y tirar", la ingenua creencia en el progreso
material ilimitado, los peligros del imperativo tecnológico y el peligroso
relativismo detrás de gran parte de este pensamiento y comportamiento.
Haciéndose eco de las Escrituras y
la tradición, nos llama a ser un pueblo más simple y humilde.
Como administradores de la creación en virtud de su
humanidad, futuros viticultores en la viña de la Iglesia en virtud de caminar
en el Camino, y futuros pastores en el pastoreo de ovejas del reino de Dios en
virtud del sacerdocio, estas preocupaciones no deben estar lejos de vuestras
mentes.
El vínculo misterioso entre el amor
del Creador y el amor de Su creación significa una toma de conciencia
cristiana muy particular del cuidado pastoral. Donde otros buscan soluciones
políticas, financieras o tecnológicas a nuestros problemas mundiales, la
Iglesia propone una conversión moral y espiritual antes de cualquier acción de
este tipo.
Como San Pablo escribe: somos uno
con toda la creación; nosotros también gemimos internamente mientras esperamos
nuestra glorificación corporal y la de todo el cosmos.
Esta es nuestra esperanza cristiana.
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