Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

29 de octubre de 2019

DES-DIOSADOS: CASI UNA PROFECÍA


DES-DIOSADOS
De la genialidad de Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912),
casi una profecía

Un artículo del año 2012 escrito por el periodista español Juan Manuel de Prada, donde se refería al proceso de desintegración de España, a partir del secesionismo catalán.

Tiene una actualidad sorprendente, también para la decadente realidad socio-política argentina. Especialmente habida cuenta que, de todos los candidatos de todos los ámbitos de las últimas elecciones, ninguno mencionó siquiera a Dios.

Vale la pena releerlo, y ver la explicación de los dos cuadros de Goya que lo acompañan.

En el epílogo de sus "Heterodoxos", Menéndez Pelayo -en célebre frase que pone de los nervios a nuestra época-, después de afirmar una evidencia (a saber, que la fe católica ha sido lo que ha dado ser y sustancia a España a lo largo de los siglos), vaticina que, el día en que España vuelva la espalda a esa fe que la constituyó, no le restará otra suerte sino disgregarse en mezquinos reinos de taifas, a la greña entre sí, para regocijo de carroñeros foráneos prestos a la rapiña. 

El vaticinio de Menéndez Pelayo ya se está cumpliendo ante nuestros ojos; aunque, por supuesto, nos moriremos sin reconocerlo, como les ocurre a quienes padecen una enfermedad vergonzante.

Escribió Belloc, en la misma línea que Menéndez Pelayo, que las civilizaciones las fundan las religiones; y que, cuando las religiones se debilitan y oscurecen, las civilizaciones claudican, se desintegran y fenecen. 

Y es que la religión, en efecto, enseña al hombre cuál es su misión en la tierra, que no es otra sino la de estar ligado en un entramado social y recogido amorosamente en el seno divino. Todo cuanto ha sido creado ha nacido con una vocación de unidad, desde los ángeles hasta los átomos.

Y, cumpliendo esa vocación para la que hemos nacido, nos ligamos con nuestros semejantes, en matrimonio, en instituciones, en la comunidad política... Ocurre esto mientras hay religión; porque, faltando esta, todas las uniones se tornan quebradizas y artificiales, pues les falta su razón de ser. 

Cuando no hay una divina paternidad común, toda fraternidad humana es inútil empeño; y, aunque se disfrace muy zalameramente de retóricas pomposas, acaba degenerando en querella, porque sólo la sostiene el interés.

Por supuesto, los hombres se inventan diversos sucedáneos idolátricos que llenen el hueco dejado por Dios; y fingen que tales idolillos bastan para mantener su vocación de unidad traicionada. Pero tales idolillos no hacen sino encizañar más a los hombres, que acaban como aquellos personajes del cuadro de Goya: hundidos hasta el jarrete en la ciénaga de sus rencillas, mientras se propinan garrotazos entre sí. 

Y así:

-desdiosada, la democracia se convierte en demogresca; 

-así, desdiosadas, las naciones más grandes se hacen añicos y se tornan muchas, pequeñas y esclavas; 

-así, desdiosados, los gobernantes se convierten en máquinas sin alma que acatan los dictados de la avaricia extranjera; así todo, sucesivamente, se va al garete, entre divisiones y rebatiñas. 

Todos los epifenómenos que hoy padecemos, englobados bajo el marbete eufemístico de «crisis» -económica, institucional, política, social, etcétera-, no son sino síntomas hormigueantes, tumultuosos e histéricos de una misma enfermedad, que Menéndez Pelayo resumía magistralmente en el epílogo de sus "Heterodoxos".

(JUAN MANUEL DE PRADA – ABC –
29 de octubre de 2012)



DOS PINTURAS 
DE FRANCISCO DE GOYA

Corresponden a dos pinturas de Francisco de Goya, 
de una serie llamada "Pinturas negras" 
que pintó para su casa de Madrid hacia 1820. 
El gran pintor español se hallaba cercano a su muerte, 
y retrató imágenes dantescas que anticiparon el expresionismo moderno.



1) La primera, titulada "Duelo a garrotazos" muestra a dos villanos luchando a bastonazos en un paraje desolado enterrados en el barro hasta las rodillas. Este tipo de duelos se producían en la época al igual que los de caballeros, sólo que, a diferencia de estos, las armas eran garrotes y carecían de reglas y protocolo: padrinos, cuenta de pasos, elección de armas.



2) La segunda, llamada "Las Parcas", trata el tema mitológico de tres diosas del destino, encabezadas por Átropos, diosa de lo inexorable, que porta unas tijeras para cortar el hilo; Cloto, con su rueca (que Goya sustituye por un muñeco o recién nacido, probable alegoría de la vida), y Láquesis, la hiladora, que en esta representación mira a través de una lente, que simboliza el tiempo. A las tres figuras femeninas suspendidas en el aire se añade una cuarta de frente, un hombre, con  las manos maniatadas a la espalda. Las tres Parcas estarían decidiendo el destino del hombre cuyas manos atadas no pueden oponerse a su hado.







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