SOLEMNIDAD
DE SAN PEDRO Y SAN PABLO
La Iglesia celebra el 29 de junio el martirio de los dos apóstoles que murieron en Roma, confesando la fe.
En esta doble solemnidad recordamos a Simón Pedro -el pescador- y a Pablo de Tarso -el perseguidor-. Uno es llamado desde la orilla del mar y el otro desde lo alto del cielo.
Y después de haberlo dejado todo en seguimiento del Divino Maestro, y tras predicar con fidelidad y coherencia la Buena Nueva de la salvación, ambos mueren mártires en la Ciudad eterna, uno en la cruz y el otro por la espada.
Según las primeras tradiciones cristianas, Pedro y Pablo se encontraron por última vez en Roma bajo la persecución de Nerón. Fueron encarcelados juntos en el Tullianum, la prisión más antigua y ominosa de Roma reservada para los mayores enemigos del imperio.
Durante nueve meses, Pedro y Pablo “oran, predican y se preparan” para su nacimiento a la vida eterna. Los artistas han representado a lo largo de los siglos el abrazo final entre estos dos apóstoles cuando cada uno se marcha para dar el último testimonio de su vida terrena. Pedro fue crucificado boca abajo en el lado occidental del río Tíber y Pablo fue decapitado en el lado oriental.
Donde fueron sepultados se encuentran las dos grandes basílicas de la urbe, meta bimilenaria de multitud de peregrinaciones (llamadas "romerías")
- en la colina vaticana, en la Basílica de San Pedro
- y en las afueras de Roma, en la Basílica de San Pablo extramuros.
La orientación de las dos basílicas, enfrentadas y extendiéndose una a la otra a orillas del Tíber, nos presentan las figuras de San Pedro y San Pablo, antes rivales, representados en un abrazo arquitectónico simbolizado en sus dos amplios atrios, así como sus brazos entrelazados en la imagen conocida como Concordia Apostolorum.
Los primeros Padres vieron en la armonía de estos dos apóstoles como una alusión histórica a Roma, como cabeza de la Iglesia toda y cuyo Obispo está llamado a ser el principio visible y fundamento perpetuo de la unidad de fe de la Iglesia.
Las llaves y la espada son los símbolos por antonomasia de estos dos apóstoles. Pedro es la roca firme sobre la que se asentará la unidad, a quien Cristo promete las llaves de su Reino, "el poder de atar y desatar" (Mt 16,18-19) para cumplir su ministerio petrino. Pablo es el predicador incansable que batalla con intrepidez en el mundo conocido de entonces, "he peleado hasta el fin el buen combate, he concluido mi carrera, he conservado la fe" (2Tim. 4, 7) y muere por la espada (ya que, como ciudadano romano, no podía ser ejecutado en la cruz)
“El camino del apóstol Pedro hacia Roma, como representante de los pueblos del mundo, se rige sobre todo por la palabra "una": su tarea consiste en crear la "unidad de la catholica"
(Benedicto XVI, 29.6.2008)
Un antiguo himno del breviario romano del siglo IX canta a los que llama "los dos padres de Roma":
PEDRO, portero del cielo; PABLO, maestro de los gentiles,
“OH ROMA FELIX!”
EN CASTELLANO
Una radiante luz de eternidad,
irrigó con felices brillos el día dorado,
que corona a los príncipes de los Apóstoles,
y que abre a los esclavos un camino libre hacia la paz .
Uno Maestro de los gentiles, el otro portero del cielo,
ambos padres de Roma y jueces del mundo,
llegan a la mansión eterna, después de morir
el uno por la espada y el otro en la cruz.
¡Oh Roma feliz!
Tú que fuiste consagrada
con la sangre gloriosa de dos príncipes:
vestida de púrpura con ese santo linaje,
sobrepasas todas las magnificencias del mundo.
EN LATÍN
(la lengua de la urbe y el orbe católico)
Decora lux aeternitatis auream diem
beatis irrigavit ignibus,
Apostolorum quae coronat principes,
reisque in astra liberam pandit viam.
Mundi magíster, atque caeli Janitor,
Romae parentes, arbitrique gentium,
perennis ille, hic per crucis victor necem,
Vitae senatum laureati possident.
O Roma felix,
quae duorum principum es consecrata glorioso sanguine:
Horum cruore purpurata
ceteras excellis orbis una pulchritudines.
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