LA
SANTIDAD ES POSIBLE A LOS 15 AÑOS:
CARLOS
ACUTIS (1991-2006)
en la
huella de Santo Domingo Savio y el beato Pier Giorgio Frassati
Amaba inmensamente la Eucaristía recibiéndola diariamente, y en la adoración al
Santísimo Sacramento, también rezaba el Santo Rosario confiando su vida a la Virgen María, era un gran amigo y tenía
un corazón muy generoso; pero dejó este mundo muy rápido, ya que falleció
cuando contaba con sólo 15 años por causa de una Leucemia fulminante.
Él era Carlo Acutis; un adolescente, como otros de nuestro tiempo, que
dejó huella y un inmenso olor de santidad, su nombre podría estar inscrito muy
pronto en el libro de los santos con el impulso que quieren dar en Italia a su
proceso de beatificación.
Cuenta su madre: “La figura de Carlo es posible resumirla en esta frase que él
decía: La Eucaristía es mi camino para el Cielo.
Una de sus más grandes pasiones era la tecnología, y Carlo no dudó en crear una
página web para difundir la devoción de Jesús Sacramentado dando a conocer los
milagros Eucarísticos que han tenido lugar en el mundo a lo largo de los
siglos. “Era un joven experto con la computadora, y conocía muy bien la
ingeniería informática dejando a todos estupefactos, pero este don lo ponía al
servicio del voluntariado y la utilizaba también para ayudar a sus amigos”,
agrega la madre.
Pero uno de sus rasgos más característicos, pese a su corta edad, era su
generosidad, como lo cuenta su mamá: “Su generosidad lo llevó a interesarse por
todos, desde los inmigrantes a los discapacitados, los niños, los mendigos.
Estar cerca de Carlo era como estar cerca de una fuente de agua fresca. Poco
antes de morir, él ofreció sus sufrimientos por el Papa y por la Iglesia”.
Carlo era británico de nacimiento -nació en Londres el 3 de mayo de 1991- e
italiano de corazón. Su infancia la trascurrió en Milán, donde realizó sus
estudios, pero Asís era su segundo hogar, ya que solía pasar allí cada verano
impulsado por seguir las huellas de uno de sus santos favoritos: San Francisco
de Asís. Allí el joven era verdaderamente feliz y allí quiso permanecer.
Muere el 12 de octubre de 2006 asumiendo la cruz del sufrimiento de manera
heroica, como lo dice su propia madre: “El heroísmo con el que afrontó su
enfermedad y su muerte ha convencido a muchos que en él había verdaderamente
algo especial. Cuando el doctor que lo seguía le pregunto si sufría mucho,
Carlo le respondió: ‘¡Hay personas que sufren más que yo!'”.
En el año 2011 la Arquidiócesis de Milán introduce su proceso camino en honor a
los altares, y en febrero de 2013 la Conferencia Episcopal Lombarda aprueba su
causa de beatificación. Su cuerpo permanece en Asís, muy cerca al lugar donde
se hallan los restos mortales de su santo franciscano.
Para la postuladora de la causa de
beatificación, Francesca Consolini, de dicha arquidiócesis, Carlo Acutis “había
entendido el verdadero valor de la vida como don de Dios, como esfuerzo, como
respuesta a dar al Señor Jesús su compromiso del día a día en simplicidad.
Quisiera subrayar que era un muchacho normal, alegre, sereno, sincero,
voluntarioso, que amaba la compañía, que gustaba de la amistad”.
Carlo “había comprendido el valor
del encuentro cotidiano con Jesús en la Eucaristía, y era muy amado y
buscado por sus compañeros y amigos por su simpatía y vivacidad”, indicó.
“Después de su muerte muchos han
sentido la necesidad de escribir un propio recuerdo de él y otros han comentado
que van a pedir su intercesión en sus oraciones: esto ha hecho que su figura
sea vista con particular interés” y en torno a su recuerdo se está
desarrollando lo que se llama “fama de santidad”, explicó.
Una
vez que conocemos a Carlo y su asombrosa vida, debemos preguntarnos: ¿qué es lo
que hace que Carlo sea el muchacho alegre, generoso, desinteresado,
sacrificado, atento y amable con todos? Y la respuesta es: la Eucaristía:
tal como lo testimonia su madre, Carlo asiste a Misa todos los días, por eso
es la Eucaristía el centro de su vida y el motor de su
movimiento. La Eucaristía es aquello por lo cual todo adquiere, en la
vida de Carlo, un significado nuevo. La Eucaristía es para Carlo el
manantial de vida eterna, de alegría, de paz, de serenidad, de fortaleza. Nadie
recuerda a Carlo por sus quejas ante la leucemia, porque no solo no se quejaba,
sino que ofrecía sus sufrimientos, con alegría y serenidad, por la
Iglesia y el Papa, y esa alegría y esa serenidad, y esa fuerza, le venían
de la Eucaristía. Todos recuerdan a Carlo por su compañerismo,
por su don de gentes, por su afabilidad, por su servicio desinteresado al más
necesitado, por su atención hacia los pobres, y todo eso, todo, le venía por la
Eucaristía. Era la Eucaristía diaria la que le concedía a su
corazón noble una nobleza todavía mayor.
¿Por
qué decimos que es la Eucaristía la que obró esa transformación en
Carlo? ¿Qué tiene la Eucaristía, que obra ese poder en las almas buenas?
Es decir, si decimos que es la Eucaristía, esto nos obliga a preguntarnos
qué es la Eucaristía, para no dejar pasar por alto el valor transformador
dela Eucaristía en la vida de un joven.
¿Qué es entonces la
Eucaristía? Antes de decir qué es la Eucaristía, tenemos que tener en
cuenta que la Eucaristía tiene una particularidad: es lo que no parece,
y no parece lo que es.
La Eucaristía es el centro del
universo visible e invisible, es el Sol alrededor del cual giran los planetas
del universo espiritual, que son las almas y los ángeles; todo el universo
visible y todo el universo invisible se sostienen por ese frágil pan que
es la Eucaristía, frágil en apariencia, porque de Ella surge la energía
divina que sostiene no solo las montañas y los cielos, sino al universo entero,
a los ángeles y a los santos, porque la Eucaristía es Cristo Dios, y
sin Dios, nada de lo que existe existiría.
La Eucaristía es el Sol del
mundo de los espíritus, porque así como la tierra no puede vivir sin el sol,
porque sus habitantes morirían de hambre y de frío, así las almas no pueden
vivir sin la gracia de Cristo Eucaristía, que es su propia vida, su luz, su
calor y su amor.
Muchos no ven el sentido de la
Eucaristía y de la Misa, y por eso hay tantos que faltan a la misa
del Domingo, y sin embargo, la Eucaristía y la Misa son las que
dan el sentido de la vida y de toda vida.
La Eucaristía le da un sentido
nuevo a mi vida, porque la Eucaristía es Cristo Dios en Persona, y como mi
Dios, es mi Creador, y es también mi Padre, porque me adoptó como hijo suyo en
el bautismo, y porque me espera con los brazos abiertos al final de mis días,
cuando atraviese el umbral de mi muerte, y para llegar a los brazos del Padre,
en el Espíritu, tengo que ser llevado por los brazos abiertos de Cristo en la
cruz y en la Eucaristía.
Es la Misa lo que da
sentido a mi vida, porque la misa es el mismo sacrificio de la cruz, sacrificio
con el cual fui rescatado de las garras del demonio y del infierno, fui lavado
en la Sangre del Cordero, y fui comprado para Dios con la
Sangre del Hombre-Dios, y es por eso que, al asistir a misa, no soy yo
quien le hago un favor a Dios, sino que es Dios quien con su sacrificio en el
altar compra mi alma y me conduce a sus mansiones eternas. La
Eucaristía y la Misa dan un sentido nuevo y una nueva dirección
al alma del joven, y a toda alma, porque la introduce en la eternidad y en el
camino de la cruz de Cristo.
¿Cuántos jóvenes, cuántos niños,
cuántos ancianos, cuántos hombres y mujeres, encontrarían el sentido de sus
vidas, y con el sentido, la paz, la alegría, la felicidad de Dios, si tan sólo
se decidieran a darle a Dios un poco de sus tiempos y de sus vidas, asistiendo
a misa los domingos, y esperando con ansias el momento del encuentro con Cristo
resucitado en la Eucaristía?
¿Cuántos, que se sienten sin
fuerzas, no serían invencibles en las pruebas y en las tribulaciones, si
acudieran a la Eucaristía, en donde el Dios Fuerte les daría de su propia
fortaleza? Dice Jesús a Sor Faustina: “…has de saber que la fuerza que tienes
dentro de ti para soportar los sufrimientos la debes a la frecuente Santa
Comunión; ven a menudo a esta fuente de la misericordia y con el recipiente de
la confianza recoge cualquier cosa que necesites”. De aquí, de la
Eucaristía, le venía entonces la fuerza a Carlo, para soportar con valentía y
con alegría su enfermedad.
Si la Eucaristía es tan
valiosa, ¿qué hacer para aprovechar la Eucaristía? Tener presente, muy
presente, que comulgar no es levantarse del banco cuando se distribuye la
comunión, acercarse al sacerdote, recibir la comunión en la boca, y volver al
banco esperando que continúe la misa: comulgar es recibir a Cristo Dios en
Persona, que viene a nuestra alma, así como un amigo viene a nuestra casa;
comulgar es recibir a Cristo Dios que golpea a las puertas de nuestra alma,
para entrar en nosotros y para cenar con nosotros, tal como lo dice en el
Apocalipsis: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me
abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo (3, 20);
comulgar es abrir las puertas del corazón a Cristo Dios que viene en la
Eucaristía a darnos sus gracias y sus dones, tal como Él mismo lo dice a
Sor Faustina: “Deseo unirme a las almas humanas. Mi gran deleite es unirme con
las almas. Has de saber, hija Mía, que cuando llego a un corazón humano en la
Santa Comunión, tengo las manos llenas de toda clase de gracias y deseo
dárselas al alma, pero las almas ni siquiera me prestan atención, Me dejan solo
y se ocupan de otras cosas. Oh, qué triste es para Mí que las almas no
reconozcan al Amor. Me tratan como a una cosa muerta”
Prestemos atención a las palabras
de Jesús, que se refiere al momento de la Comunión: “…las almas… Me dejan
solo y se ocupan de otras cosas (…) Me tratan como a una cosa muerta”.
Al comulgar, entonces, no pensemos
que la Eucaristía es un pan bendecido; es Cristo Dios verdadero, en
Persona, que viene a mi alma, y dispongámonos a escucharlo en el silencio del
alma.
Éste
es el mensaje que nos transmite, desde más allá de las estrellas, Carlo Acutis,
el joven de quince años que murió de leucemia en el año 2006: la vida tiene
sentido en Cristo Eucaristía, porque en Cristo Eucaristía encuentra el joven y
todo ser humano el origen, el sentido, y el fin de la vida, una vida destinada
a ser vivida en plenitud aquí, en la tierra, pero sobre todo, más allá de las
estrellas, junto a Cristo.
El
mensaje de Carlo Acutis es: “Joven, vive una vida plena aquí en la tierra,
unido a Jesucristo, que se dona para ti en la Hostia consagrada.
Únete a Él, ábrele tu corazón, recíbelo en ese templo sagrado que es tu alma, y
Él te colmará de dicha, de felicidad, de paz, en esta vida, y en la otra para
siempre”
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