DE LA CARTA
PASTORAL
"PORQUE ES ETERNA SU MISERICORDIA"
Del Obispo de Alcalá de Henares, Madrid, España, Monseñor REIG PLA
(Agosto 2015)
Transmitir la
fe en todos los ámbitos
Sin darse cuenta
los pueblos se están quedando sin alma. Este fenómeno explica el fracaso de la
Catequesis en estos últimos años, la ausencia de los jóvenes y la falta de
vocaciones a la vida consagrada y al sacerdocio.
En este Año
de la Misericordia, además de profundizar en los salmos y parábolas de la
misericordia como nos indican las directrices del Jubileo, habría que
profundizar en el Sacramento de la Penitencia y en el perdón.
El cuidado de
los seminarios y la promoción de las vocaciones
Donde más se han
sentido las consecuencias de la secularización ha sido en la falta de
vocaciones a la vida consagrada y al sacerdocio.
... las
vocaciones deben ser suscitadas, oradas y cuidadas. Esta tarea pertenece a
las familias y a toda la comunidad cristiana.
La
misericordia y sus falsificaciones
Lo primero que
os sugiero es leer la Bula de Convocación del Papa Francisco MISERICORDIAE
VULTUS
El peligro
en una sociedad emotivista como la nuestra es quedarnos en el nivel de la
compasión, entendida sentimental o emotivamente, y olvidar remediar
auténticamente la miseria con todos los medios posibles, incluida la gracia
de Dios que todo lo puede.
... se
confunde la benevolencia, que es querer directamente el bien, con la
tolerancia que es simplemente la ausencia de intervención ante el mal.
Intervenir con benevolencia no significa “juzgar al prójimo”. Ya nos lo
advirtió el Señor. “No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis
condenados. Perdonad y seréis perdonados” (Lc 6, 37). El no juzgar, el no
condenar o perdonar no significa el dejar de reconocer el mal e intentar
socorrerlo. Una cosa es, por tanto, no juzgar al pecador y otra aborrecer
el pecado e intentar socorrer el mal. De lo que se trata con la misericordia es
de vencer el mal con el bien, como nos recuerda San Pablo (Rm 12, 21).
Lo propio de la
misericordia es curar el mal, por eso se necesita una relación con el
prójimo desde la verdad. Es necesario reconocer las heridas, nombrarlas en su
verdad y tratar de curarlas.
Querer
compatibilizar la misericordia con la resistencia en el pecado, o con la
tolerancia del pecado, es hacer de la misericordia la puerta que se abre
para que entre por ella el relativismo en la Iglesia. La misericordia no
crea leyes contrarias a la justicia sino que regenera lo que la justicia, por
sí sola, no está en condiciones de lograr.
El modo para no
perderse en estos vericuetos es observar y meditar las acciones de Cristo,
icono de la misericordia, con los enfermos, con los pobres y los pecadores. Al
mismo tiempo que les anuncia la verdad, que es Él mismo, les remedia los males,
los cura y les perdona los pecados advirtiéndoles que no pequen más.
El Sacramento
del Perdón
Si en algo han
insistido los últimos sucesores de Pedro ha sido en la necesidad de
recuperar el Sacramento de la penitencia y la práctica de confesar los
pecados.
¿Cuál es el
problema de este sacramento? ¿Por qué las personas han dejado de ir a
confesar? ¿Por qué los mismos sacerdotes han mostrado menos disponibilidad
para la confesión? La razón hay que buscarla en la crisis de fe, en la
decadencia del espíritu y la pérdida de la conciencia de pecado que ha
provocado la secularización y sus consecuencias.
Encender la
lámpara de la fe es la única posibilidad de empezar a descubrir las heridas del
pecado, reconocer las enfermedades del espíritu. La peor enfermedad del
espíritu es el pecado que, aunque no seamos conscientes de él nos destruye
igualmente y puede provocar la muerte espiritual.
Lo que ha
ocurrido con la secularización y sus consecuencias es muy curioso. No es que
seamos más pecadores o menos que las anteriores generaciones. No. Somos
igualmente pecadores. El problema es que hemos caído en la peor de las
enfermedades que es no reconocer los síntomas de la enfermedad.
Lo que ocurre en
nuestra generación es peor. No sólo –por falta de luz, por falta de fe–
hemos dejado de ver las sombras de nuestra vida o reconocer las heridas del
pecado, sino que hemos sufrido la peor de las mutaciones. Hemos aprendido a
llamar bien al mal y mal al bien. Esta es la crisis espiritual más seria:
llamar a la enfermedad salud y dejar que la enfermedad nos lleve a la muerte
del espíritu.
Salir de esta enfermedad epocal, de esta
crisis profunda del espíritu, requiere una operación traumática. Se trata
nada menos que de un trasplante de corazón y mente. En griego esta
operación se llama metanoia, en español la traducimos por conversión.
El trabajo que
nos espera, pues, en este Jubileo de la misericordia es apasionante.
Conclusión.
El camino es
Jesucristo, la luz la fe. El objetivo pastoral del curso: la
conversión pastoral y la evangelización para gestar nuevos cristianos y nuevas
comunidades cristianas. La única manera de frenar las crecidas del desierto de
este mundo es ir creando, con la gracia de Dios, nuevos oasis cada vez más
amplios y mejor dotados. Como en tiempos de San Benito es necesario no
anteponer nada a Cristo.
(La Carta Pastoral “Porque es eterna su misericordia” completa está en el
enlace:
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