Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

5 de mayo de 2021

“SE INCLINÓ EN SEÑAL DE ADORACIÓN AL SEÑOR”

DE LOS GESTOS EN LA LITURGIA: LA VENERACIÓN.

“LAS INCLINACIONES” 


La Sagrada Liturgia del rito romano prescribe muchos gestos y posturas corporales, que ayudan a una participación más fructuosa de la celebración.

Hoy que se pide tantas veces “creatividad” y “animación litúrgica”, sería muy bueno que conociéramos primero lo que la Iglesia nos señala en sus rúbricas, que es fruto de siglos de estudio y conforma un patrimonio espiritual de invalorable riqueza.

 


La Liturgia lleva al hombre a inclinarse ante Dios,reconociéndole y adorándole. No es la postura erguida, de dura cerviz que le cuesta inclinarse ante Dios, sino la del hombre que se inclina, que adora, que se hace pequeño porque él mismo es pequeño ante la grandeza de Dios.

Es, pues, un modo de adorar al Señor. El criado de Abraham, al encontrar a Rebeca, “se inclinó en señal de adoración al Señor” (Gn 24,26). Los levitas, a petición del rey Ezequías alabaron al Señor con canciones de David, “lo hicieron con júbilo; se inclinaron y adoraron” (2Cron 29,30).

Es también un modo reverente de saludar a alguien superior o más importante, o simplemente una deferencia cortés, como Abraham ante los hititas para dirigirles su discurso (Gn 23,7) o los hijos de Jacob ante José en Egipto que “se inclinaron respetuosamente” (Gn 43,28). Betsabé saluda al rey David inclinándose ante él y luego postrándose (cf. 1R 1,16) y Betsabé es saludada con una inclinación por su hijo el rey Salomón (1R 2,19). Ya aconseja el Eclesiástico: “Hazte amar por la asamblea, y ante un grande baja la cabeza” (Eclo 4,7).

Inclinarse es siempre signo de condescendencia, de bondad. Dios mismo se inclina hacia el hombre que le grita en el peligro: “Inclinó el cielo y bajó, con nubarrones debajo de sus pies” (Sal 17,10); “él se inclinó y escuchó mi grito” (Sal 39,2). Dios se inclina, como una madre hacia su pequeño, cuidando a Israel: “fui para ellos como quien alza un niño hasta sus mejillas. Me incliné hacia él para darle de comer” (Os 11,4).

El orante suplica que Dios se incline o que incline su oído a la súplica: “inclina el oído y escucha mis palabras” (Sal 16,6), “inclina tu oído hacia mí; ven aprisa a librarme” (Sal 30,3), “inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado” (Sal 85,1).

Un hombre bueno, imitando la condescendencia de Dios, inclinará su oído ante el pobre que le suplica: “Inclina tu oído hacia el pobre, y respóndele con suaves palabras de paz” (Eclo 4,8). Jesús mismo, viendo a la suegra de Simón con fiebre, “inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre” (Lc 4,39) y propone al buen samaritano como modelo, que se acerca al hombre herido, lo toma en sus brazos y lo monta en su propia cabalgadura (cf. Lc 10,34).

Y quien se resiste a inclinarse, es el de dura cerviz, el orgulloso y altanero, que se resiste a Dios y que es incapaz de inclinarse hacia quien sufre con un corazón duro.

Estos valores, este sentido claro, tan visual, posee la inclinación en la Liturgia: es adoración y reconocimiento de Dios, es saludo reverente, es humildad y docilidad. Bien hechas las distintas inclinaciones, provocan un clima espiritual, subrayan la sacralidad de la Liturgia; sin embargo, omitir las inclinaciones, hacerlas precipitadamente y sin hondura, empobrecen el aspecto no sólo ritual, sino también espiritual, de la Liturgia.

Una forma externa de veneración en la Liturgia es la inclinación. En el rito romano actual hay dos clases de inclinación: de cuerpo o profunda, y de cabeza.

La inclinación profunda se hace doblando todo el tronco superior, desde la cintura, hacia delante.

Esta inclinación se hace:

1.- Al altar, todos los que se acercan al presbiterio, o se retiran, o pasan delante.

2.- En la oración “Purifica mi corazón”, que se dice antes de proclamar el Evangelio, si lo dice el sacerdote; o el diácono mientras recibe la bendición antes de proclamarlo.

3.- En las palabras “Y por obra del Espíritu Santo…” del Credo.

4.- En la oración “Acepta, Señor, nuestro corazón contrito” durante el ofertorio.

5.- En el Canon Romano, durante las palabras “Te pedimos humildemente”.

6.- El sacerdote, además, debe pronunciar las palabras del Señor, durante la Consagración, haciendo una inclinación.

7.- Los acólitos hacen la inclinación antes de acercarse a prestarle un servicio al celebrante (acercarle el misal, lavarle las manos, ponerle la mitra) y al retirarse.

8.- También se requiere la inclinación profunda al Obispo, antes y después de la incensación.

Además, habrá que hacerla cada vez que los distintos libros litúrgicos lo ordenan expresamente.

 

En la inclinación de cabeza, únicamente se mueve la cabeza desde el cuello, sin que se mueva el tronco.

La inclinación de cabeza se realiza cuando se mencionan: las tres Personas Divinas a la vez (por ejemplo, en la primera parte del Gloria); el nombre de Jesús; el nombre de María o el santo en honor a quien se celebra la misa.

Textualmente dice la Instrucción General del Misal Romano en el núm. 275: “La inclinación de cabeza se hace cuando se nombran al mismo tiempo las tres Divinas Personas, y al nombre de Jesús, de la bienaventurada Virgen María y del Santo en cuyo honor se celebra la Misa.”

En principio esto es una obligación de los celebrantes; pero la Instrucción no lo menciona como obligación única de los sacerdotes. Por tanto, los demás fieles también pueden hacerlo, como un signo de reverencia al Nombre de Jesús y de María, y a la Trinidad, lo que además nos ayudará a estar más atentos.

Todos los fieles participan en la liturgia cuando se inclinan profundamente en el Credo a las palabras “Y por obra del Espíritu” hasta “y se hizo hombre” (IGMR 137).

Si por causas justificadas –estrechez del lugar, o por enfermedad- están de pie en la consagración, harán inclinación profunda cuando el sacerdote adora cada especie con la genuflexión: “Pero los que no se arrodillen para la consagración, que hagan inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración” (IGMR 43).

En el momento de acercarse a comulgar, todos deben expresar la adoración al Señor, con una inclinación profunda y después acercarse al ministro: “Cuando comulgan estando de pie, se recomienda que antes de recibir el Sacramento, hagan la debida reverencia, la cual debe ser determinada por las mismas normas” (IGMR 160).

Por último, y como elemento habitual, en la oración super populum (cada día de Cuaresma) y en la bendición solemne a la que se responde con triple “Amén”, el diácono (o el sacerdote si no hay diácono) advierte “Inclinaos para recibir la bendición” (IGMR 186) y todos participan inclinándose para la bendición final. 

Además, todos cuantos pasan por delante del altar (o del Obispo) para proclamar una lectura, o para hacer la colecta, etc., hacen inclinación profunda o en el momento de entregar las ofrendas al Obispo o sacerdote, hacen inclinación.

 

 

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