EL OFICIO
DE BUEN
PASTOR
«Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las
ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el
pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. Él llama a las
suyas por su nombre y las hace salir. Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas
lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no
conocen su voz».
(Jn. 10,
1-5)
En su comentario al capítulo 10 del Evangelio de
San Juan,
Santo Tomás de Aquino nos ha dejado un espléndido
bosquejo del oficio del buen Pastor:
1.-
conocer y tratar familiarmente a
sus ovejas, una a una;
2.-
protegerlas y separarlas de la
compañía de los impíos
3.-
nutrirlas y prepararlas para la
misión apostólica;
4.- caminar delante de ellas con el
buen ejemplo para conducirlas a la vida eterna.
«L
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lama a sus ovejas por
sus nombres». Aquí el Evangelista señala cuatro actos del buen pastor.
Primero, que conoce sus ovejas. De donde dice que llama a sus propias ovejas por su nombre (nominatim) mostrando así conocimiento y familiaridad con las ovejas. En efecto, llamamos por el nombre a quienes conocemos familiarmente. De aquí la palabra dicha por Dios a Moisés (Ex 33, 17): «Yo te conozco por el nombre». Lo que es muy pertinente al oficio de buen pastor, según aquello de Proverbios (27, 23): «Considera diligentemente el rostro de tu ganado». Y esto conviene a Cristo según el conocimiento del presente, y más aún según el de la eterna predestinación, en el que conoce hasta por el nombre desde la eternidad. De aquí las palabras del salmista (146, 4): «El enumera la multitud de estrellas y a todas llama por sus nombres»; y san Pablo afirma (2 Tm 2, 19): «Dios conoció a los que son suyos».
La segunda acción del pastor
consiste en sacar fuera las ovejas, esto es, segregarlas de la compañía de los
impíos. «Los sacó de las tinieblas y de
la sombra de muerte» (Sal 106. 14).
En tercer lugar, luego de haberlas
segregado de los impíos y conducidas al aprisco, de nuevo las conduce fuera del
establo. En primer lugar, por la salvación de los otros, como señala el oráculo
de Isaías (66, 19): «De los que fueren
salvados los enviaré hacia Lidia...». O como se lee en Mt 10,
16: «He aquí que os envío como ovejas en
medio de lobos», es decir, para que de los lobos hagáis ovejas. Segundo,
para encaminarlas por el camino de la salvación eterna: «Para dirigir nuestros pasos en el camino de la paz» (Lc 1,
79).
En cuarto lugar, el pastor precede a
las ovejas con el ejemplo de la buena conducta, por donde se dice que «va
delante de ellas y las ovejas le siguen». En el pastor del ganado esto
no sucede, sino más bien es el pastor quien sigue a las ovejas, como señala el
texto del salmo (77, 70) «Lo tomó de los
recién nacidos». Pero el buen pastor va delante de ellas con el buen
ejemplo. «Apacentad la grey de Dios... no
como dominadores sobre la heredad, sino sirviendo de ejemplo al rebaño»
(1 Pt 5, 3). Ahora bien, Cristo va delante de
ellas en una y otra manera, porque sufrió el primero la muerte por la enseñanza
de la verdad. De aquí sus palabras: «Si
alguien quiere venir detrás de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y
sígame» (Mt 16, 24). También él nos ha precedió a todos hacia
la vida eterna, según la profecía de Miqueas (2, 13): «Ascendió abriendo camino
delante de ellos»
(Santo Tomás de
Aquino,
Comentario al Evangelio de San Juan, c. 10, lec. 1, nº 1374).
Comentario al Evangelio de San Juan, c. 10, lec. 1, nº 1374).
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