SAN JUAN DAMASCENO
Doctor de la Iglesia (675-749)
LA ADORACIÓN A DIOS
En estos tiempos en que a tantos se los
adora como “dios” y también se adora “la naturaleza”, vale la pena releer un
párrafo de uno de los escritoS de este Doctor de la Iglesia, referido al culto público
y privado de los fieles, en los orígenes del cristianismo.
Cuando el emperador de Constantinopla
prohibió el culto a las imágenes haciéndose eco de los iconoclastas que
acusaban a los cristianos occidentales y orientales -fundamentalmente los
monjes- de adorar imágenes, San Juan Damasceno defendió la práctica de la
veneración (no adoración) de las imágenes religiosas contra los iconoclastas,
con esta famosa frase:
“Lo que es un libro para los que
saben leer,
es una imagen para los que no
leen.
Lo que se enseña con palabras al
oído,
lo enseña una imagen a los ojos.
Las imágenes son el catecismo de
los que no leen”.
Refiere la leyenda que, en medio de
la querella de los iconoclastas perdió una mano, y la Virgen se la restituyó.
El ícono de la Trijerusa (que tiene tres manos) es sumamente popular y venerado
en la Iglesia Oriental, y recuerda este hecho.
San Juan Damasceno fue uno de los primeros en distinguir, en el culto público y privado de los cristianos, entre la adoración y la veneración: la primera sólo puede dirigirse a Dios, sumamente espiritual; la segunda, en cambio, puede utilizar una imagen para dirigirse a aquel que es representado en esa imagen.
Obviamente, el santo no puede en
ningún caso ser identificado con la materia de la que está compuesta la imagen.
Esta distinción se reveló en seguida muy importante para responder de modo cristiano
a aquellos que pretendían como universal y perenne la observancia de la severa
prohibición del Antiguo Testamento de utilizar las imágenes en el culto. Esta
era la gran discusión también en el mundo islámico, que acepta esta tradición
judía de la exclusión total de imágenes en el culto. En cambio los cristianos,
en este contexto, han discutido sobre el problema y han encontrado la
justificación para la veneración de las imágenes.
San Juan Damasceno escribe:
"En otros tiempos, Dios nunca se
había sido representado en una imagen, al ser incorpóreo y no tener rostro.
Pero dado que ahora Dios ha sido visto en la carne y ha vivido entre los
hombres en Jesucristo, yo represento lo que es visible en Dios. Yo no venero la
materia, sino al creador de la materia, que se hizo materia por mí y se dignó
habitar en la materia y realizar mi salvación a través de la materia. Por ello,
nunca cesaré de venerar la materia a través de la cual me ha llegado la salvación.
Pero de ningún modo la venero como si fuera Dios. ¿Cómo podría ser Dios aquello
que ha recibido la existencia a partir del no ser? (...) Yo venero y respeto
también todo el resto de la materia que me ha procurado la salvación, en cuanto
que está llena de energías y de gracias santas. ¿No es materia el madero de la
cruz tres veces bendita? (...) ¿Y no son materia la tinta y el libro santísimo
de los Evangelios? ¿No es materia el altar salvífico que nos proporciona el Pan
de vida? (...) Y antes que nada, ¿no son materia la carne y la sangre de mi
Señor? O se debe suprimir el carácter sagrado de todo esto, o se debe conceder
a la tradición de la Iglesia la veneración de las imágenes de Dios y la de los
amigos de Dios que son santificados por el nombre que llevan, y que por esta
razón habita en ellos la gracia del Espíritu Santo. Por tanto, no se ofenda a
la materia, la cual no es despreciable, porque nada de lo que Dios ha hecho es
despreciable".
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