MARAVILLOSA BUENOS AIRES
El arquitecto y dibujante José María Bayala publicó en estos días un croquis realizado “in situ” con microfibra, donde bosqueja parte de una de las torres-campanario de la Basílica del Espíritu Santo en el barrio porteño de Palermo, que asoma por encima de la fronda de las tipas de la Plaza Güemes.
Al comentar su dibujo, el artista expresa que muchas veces ha realizado bocetos y pinturas de esta fachada de la “iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe” porque su diseño le fascina.
Estas
torres -cuando fueron concluidas en 1907- se divisaban a muchas cuadras. Basta
pensar que sobre la costa del Río de la Plata de la incipiente ciudad de Buenos
Aires, a comienzos del siglo XX, eran solamente tres las parroquias que la
bordeaban en su zona norte: El Pilar (1829) en la barranca de Recoleta, La Redonda (1860) en Belgrano y
Guadalupe (1901) en Palermo.
Vale
la pena hacer volar la imaginación cuando estas esbeltas torres en esos lejanos
tiempos eran el referente principal de miles de vecinos. Sus relojes (cuya
maquinaria cumple este año su primer siglo -1921-) con sus campanadas marcaban
las jornadas de trabajo y descanso del barrio, así como invitaban a la oración
del Ángelus y del Regina Coeli al amanecer, al mediodía y al crepúsculo.
La basílica tiene una planta y un diseño de un claro estilo románico-germánico, propio de la impronta de su diseñador, el talentoso arquitecto de la SVD padre Juan Beckert. En tanto que sus torres neogóticas se elevan a una altura de 54 metros, que contrasta con la horizontalidad del edificio, dándole una imponencia destacada a su magnífica fachada.
En la actualidad las torres se hallan atrapadas por cientos de edificios que las sobrepasan, como una ironía de estos tiempos...
Sin embargo, en
este tiempo pascual, las “torres de Guadalupe” nos vuelven a invitar a elevar nuestra
mirada espiritual hacia lo alto. Las cruces de sus cúspides parecen invocar al
cielo para alabar, rendir reverencia e impetrar la ayuda del Creador, como
saetas de acción de gracias hacia Quien con su muerte nos redimió y como un
himno al Paráclito: VENI CREATOR SPIRITUS!
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