SÁBADO
SANTO
Este día la Iglesia invita a un silencio de reflexión.
En las liturgias orientales cristianas es llamado “el gran Sábado”, día de ayuno pascual y de meditación, fuertemente penitencial.
Un día de silencio, donde contemplamos aquellas verdades de la fe que recitamos en el Credo: “… muerto y sepultado, descendió a los infiernos…”
En una civilización que impone una “dictadura del ruido”, Dios nos habla en el silencio, frente a una férvida sociedad aturdida por un ritmo y una velocidad letales, agitadamente tumultuosa y con apariencia festiva.
Como escribe magistralmente
el cardenal Robert Sarah en su libro “La fuerza del silencio”:
“Si bien el hablar caracteriza al hombre,
el silencio es lo que lo define,
porque la palabra hablada
adquiere su sentido en virtud de ese
silencio”.
La soledad y el silencio de
la Madre de Dios ante la sepultura de su amado Hijo es expresión cabal de su
asociación al sufrimiento redentor de Cristo. Ante la enfermedad y la
esclavitud del ruido, de imágenes, palabras vanas y sonidos estridentes, la
Mater Dolorosa nos invita a un discernimiento interior en silencio…
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