UNA SOCIEDAD DOMINADA
POR LA “POST-MODERNIDAD
LÍQUIDA”
Un mundo frágil y fragmentado,
donde sólo cuentan lo inmediato, el cambio y la volatilidad de las relaciones
humanas, sin perspectivas de certezas. Como lo expresa el papa Francisco “una
sociedad de descarte y sin memoria” sin compromisos perdurables.
Ante este panorama, es muy
bueno volver a considerar el pensamiento de Santo Tomás de Aquino.
La
fluidez es la cualidad de algunos líquidos y gases —que a diferencia de los
sólidos— no permite conservar a la materia su estructura cuando existe una
fuerza tangencial y cortante, por lo tanto estos pueden modificar su forma
cuando se someten a presión. Las moléculas de los fluidos mantienen una fuerza
de atracción débil, lo que no les permite retornar a un estado sólido. Este fue
el referente que utilizó el sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman para
acuñar el término que define la era en que vivimos como modernidad líquida.
La
analogía de los líquidos con nuestra actualidad es dada porque tanto los
líquidos, como la sociedad se modifican constantemente, fluyen y no permanecen.
Este fenómeno se ha dado desde que el hiper-consumismo y la velocidad con la
que se vive.
Bauman explica que la liquidez de nuestra época está basada en
que las cosas son fabricadas con una fecha de caducidad, donde lo único que
importa es el constante cambio, lo que por consecuencia produce ansiedad. El
sociólogo describe que este comportamiento de liquidez no sólo se queda en los
estándares económicos sino que también se ha infiltrado en nuestra vida
cotidiana. Las secuelas de estas conductas nos muestra la fragilidad en la que
se han cimentado nuestros más íntimos sentimientos, hasta los religiosos.
La
vida liquida, como la define Bauman, ha desechado la perspectiva de futuro y
provisión, para apropiarse de lo inmediato y lo ligero. La rapidez en nuestra
existencia ha permitido que las relaciones humanas se basen en el aislamiento.
Las poblaciones han adoptado maneras individualistas de coexistir antes
inusitadas. Si el entorno y sus características cambian, el individuo se verá
orillado a cambiar de la misma forma, aunque esto le sea imposible. Esto ha
provocado el consumismo desmedido, no sólo de lo material, sino también de los
intangibles humanos. Esto nos enfrenta a prácticas culturales que optan por
explotar los sentimientos, deseos y anhelos para después expulsarlos junto con
la persona, o vidas desperdiciadas según el filósofo.
La gran evidencia de esto se da en las relaciones sociales y
amorosas. Bauman lo ha descrito como amor líquido, donde es preferible tener
relaciones cortas las cuales pueden desecharse como un abrigo ligero, dado que
en estos tiempos es un lastre poseer apegos. Incluso esto induce a un síndrome
de impaciencia al no renovar círculos de amistades o parejas. El sexo, así como
el amor, son tan ligeros que flotan en un ambiente de vacuidad. El placer y su
brevedad producen la fragmentación de los lazos afectivos en la sociedad. Sin
duda esto nos crea una dependencia a querer sentir la seguridad que carecemos.
El amor líquido nos lleva a una constante negación y rechazo. Es parecido al
usar y tirar de los objetos. La inseguridad en estos aspectos ha de
trasladarnos a una nueva vieja faceta en la humanidad: el miedo; el cual ahora
es causado por la incertidumbre de estar parados sobre un terreno que es todo,
menos sólido.
Ante estas muestras
habituales de desesperanza, incertidumbre y pensamientos volátiles, qué bueno
es acudir (hoy en su día) a Santo Tomás de Aquino, doctor de la Iglesia, para
que nos enseñe la luz de la Verdad y nos confirme en las certezas que no
fallan...
CONFIRMAT,
DOCTOR ANGELICUS,
SPES NOSTRA.
"Triunfo de Santo Tomás" de Gozzoli. El doctor angélico se halla entre Platón y Aristóteles, a sus pies Averroes y por encima los cuatro Doctores de la Iglesia.
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