Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

28 de agosto de 2024

BENDITA LA REINA DE NUESTRA MONTAÑA

 IV PEREGRINACION
OVIEDO - COVADONGA
(ASTURIAS - ESPAÑA)
JULIO 2024


Los peregrinos atraviesan en antiguo puente medieval en Cangas de Onís, por sobre el río Sella


PALABRAS DE MONSEÑOR MARCO AGOSTINI

Ceremoniero papal y oficial de la Secretaría de Estado del Vaticano

Monseñor Agostini participó
en la IV Peregrinación de Oviedo a Covadonga, en Asturias,
los días 27-28-29 de julio de 2024,
y expresa su experiencia agradecida
con estas alentadoras palabras:
.
“En una época de negación y olvido de las raíces que hicieron grande a Europa en términos de fe y civilización, la peregrinación anual de NUESTRA SEÑORA DE LA CRISTIANDAD en Covadonga representa una contra-tendencia.

Fotografías, vídeos, testimonios orales o escritos dan una idea de lo que fue, pero es la experiencia directa de la peregrinación la que confiere la conciencia precisa de haber participado en algo inesperado, sorprendente y grandioso.

Covadonga es la meta, el punto de llegada de un itinerario físico y de fe, la imagen «de la ciudad asentada sobre la montaña» (Mt 5,14-15) que todos anhelamos en nuestro deambular terrenal.

Pero, antes de convertirse en meta, Covadonga fue un comienzo, un punto de partida: ¡Una de las raíces cristianas de Europa! La Santa Gruta alberga el lugar sacro de la «Reina de esta montaña, que tiene por trono la cuna de España» (Himno de Covadonga).

La Basílica es un monumento solemne a Dios, a la Santísima Virgen, y un símbolo de la identidad ibérica y de la cristiandad europea: una ofrenda agradecida de los pueblos de España y de Europa a la Santísima Virgen, que se dignó visitar este teatro de la historia animando al rey Pelayo y a sus trescientos hombres la noche anterior a la batalla que marcó el inicio de la Reconquista católica y la barrera a la islamización de Europa.


Como innumerables cristianos a lo largo de los siglos, con esa comprensión encerrada en sus mentes, casi dos mil jóvenes y familias peregrinaron a pie hasta este lugar durante tres días, recorriendo los cien kilómetros que separan Oviedo del santuario.


Es imborrable el recuerdo del largo y variopinto cordón de peregrinos que surcaba senderos bañados por el sol, hundiéndose en bosques umbríos, emergiendo a la luz como un agua de manantial, acariciando la morfología de la tierra asturiana en un suave sube y baja. Con el ondear de banderas y estandartes, el balanceo de cruces, el eco de las oraciones, jaculatorias, himnos y conversaciones familiares, se mezclaban el cansancio, la fatiga, el sudor, la sangre de pies atribulados, junto con las lágrimas y la sangre de corazones dolidos por la Iglesia, por Europa y por el mundo.

Nada nuevo para una peregrinación católica donde fe y vida se compenetran, alegría y sacrificio van de la mano, redención y expiación alejan pecados y penas, y donde la Gracia perfecciona la naturaleza, especialmente con el Sacramento de la Confesión administrado sin interrupción por numerosos sacerdotes.

El «verdadero pan» de los peregrinos era el «Pan de los Ángeles» recibido en las solemnes y antiguas Misas que jalonaban los días de peregrinación de esta nueva generación de hijos de la Iglesia. Estos hijos reponían sus fuerzas bebiendo, del mismo modo que los trescientos de Gedeón (Jd 7,1-8), en el vasto río de la Tradición.

Es un espectáculo impresionante ver y formar parte de una multitud que aprende y quiere unir su sacrificio al incomparable sacrificio de Cristo en la Cruz que se perpetúa en el Santo Sacrificio del Altar. Un espectáculo que no dejaría indiferente ni a los más sofisticados detractores si hubieran estado allí.

Vi correr las lágrimas por los rostros frescos, aunque cansados, de estos jóvenes mientras recibían la Sagrada Eucaristía de rodillas y con las manos juntas.

Y, finalmente, el destino, un deseo soñado al principio, anhelado con sufrimiento a lo largo del camino: «Ahora nuestros pies se detienen a tus puertas, Jerusalén» (Sal 122, 2). La llegada es siempre algo épico, un momento de emoción sin límites que desborda del corazón de los que han trabajado especialmente. El repique de las campanas, la música del gran órgano, la fuerza de los cantos…

Aquí, a menudo, arraiga el noble sentimiento que, en la exuberancia de la juventud, borra la fatiga y consolida la decisión de querer volver de nuevo, el próximo año, a la Gruta de la Santina, a la casa de la Madre, entre estas imponentes montañas, en la frondosidad de los bosques, entre el rugido de las cascadas.

´Te Deum laudamus, Te Dominum confitemur´ es el himno que resuena en un lugar tan especial, ante el Santísimo Sacramento. Gracias a la Santísima Trinidad, principio y fin de la creación por haber iniciado y concluido este viaje, parábola de la existencia real. Gracias por la Santina —así llaman, con devota pasión, los asturianos a la Virgen—, patrona y propiciadora de toda victoria ayer, hoy y siempre.

Gracias por la Iglesia particular de Oviedo y por la Iglesia universal, madre y hermosa siempre, a pesar de los pecados de sus hijos. De esta raíz cristiana de Europa, descendió, dentro y fuera de la basílica, la Bendición del Santísimo Sacramento sobre el compromiso de los peregrinos de construir el Reino de los Cielos ya en esta tierra, en las iglesias, en los espacios cívicos y en los hogares, a pesar de la adversidad de los tiempos y de los oscuros quejidos del mundo.

A los incansables organizadores, sacerdotes y laicos, a quienes nos acogieron calurosamente y a quienes hicieron posible de diversas maneras una experiencia tan extraordinaria, nuestro más sincero agradecimiento.”



12 de agosto de 2024

LA SAGRADA LITURGIA Y LA CRISIS DE LA IGLESIA

 

DOS ESPACIOS ESENCIALES PARA REVERTIR

LA CRISIS DE LA IGLESIA


“La verdadera renovación de la Liturgia es una condición fundamental para la renovación de la Iglesia" (Benedicto XVI).

 

"La existencia de la Iglesia vive de la correcta celebración de la liturgia. La causa más profunda de la crisis que ha derruido a la Iglesia reside en el oscurecimiento de la prioridad de Dios en la Liturgia" (BXVI).




 

Cuiden cada vez más la sagrada Liturgia, coloquen a Dios en el centro, que vuelvan a pedir a Jesucristo que nos enseñe a rezar. Hemos desacralizado la celebración eucarística. Hemos transformado nuestras celebraciones eucarísticas en un espectáculo folclórico, en un evento social, en un entretenimiento, en un diálogo insípido entre el sacerdote y la asamblea cristiana.

 

¿Sigue quedando espacio para el Altísimo en nuestras liturgias? ¿Podemos seguir haciendo en ellas la experiencia de Dios?

 

Reflexionemos unos instantes sobre la participación activa de María y de san Juan en el Gólgota. Estaban ahí, dejándose empapar, impregnar y forjar por el misterio de la Cruz.

 

Hay otro espacio: los monasterios.

 

La renovación vendrá de los monasterios. En los monasterios se experimenta la prioridad concedida a la contemplación de Dios. Son oasis de belleza, de sencillez, de humildad y de alegría. Es posible poner a Dios en el centro. "Una sola cosa es necesaria".

 

La contemplación es el corazón del cristianismo. Toda su existencia es litúrgica, se alimenta de la fe y del oficio divino, y arde con el amor y la zarza ardiente de la presencia divina. 

 

En los monasterios se hace la experiencia de la Iglesia primitiva, todo en común. Hoy la crisis de la Iglesia se manifiesta en el desmigajamiento, en los desgarros que genera el espíritu partidista. Cristo no ha fundado una Iglesia con tanta discordancia de voces.

 

La vida de los monasterios nos permite vivir la experiencia de una unidad recobrada. La primacía de Dios a través de la belleza de la liturgia, el silencio, la caridad y la comunidad de bienes.

 

Nuestras comunidades deben convertirse en oasis donde poder vivir la experiencia de la verdadera naturaleza de la Iglesia.

 

(Card. Robert Sarah, “Se hace tarde y anochece”)