Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

26 de julio de 2015

UNA HORA OSCURA Y TERRIBLE PARA NUESTRO MUNDO

Alexander Solzhenitsyn:
"Occidente ha olvidado a Dios"

El gran escritor ruso, en sus últimos discursos (antes de morir en 2008)
trazó un sombrío panorama de la sociedad occidental,
dominada por el materialismo,
y la comparó con el ateísmo marxista.

Es muy importante leer sus ponencias hoy,
que proyectan luz en el análisis del pensamiento occidental



Aleksandr Solzhenitsyn (1918-2008), es recordado como un eminente novelista, escritor e historiador ruso, considerado un genio literario cuyo talento coincide con el de Dostoievski y Tolstoi.  

Este escritor nació poco después de la Revolución Rusa de Octubre, y creció rodeado de propaganda comunista durante su juventud, por lo cual no es sorprendente que fuera un ateo soviético militante.

Comenzó su carrera estudiando matemáticas y física en la Universidad de Rostov (URSS), donde se graduó en 1941. Durante la época también tomó cursos por correspondencia en el Instituto de Filosofía, Literatura, e Historia de Moscú.

Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, Solzhenitsyn fue elegido comandante de un batallón en el Ejército Rojo. No obstante, en 1945, mientras servía a los soviéticos en la Prusia Oriental,  comenzó a darse cuenta de algunos problemas del régimen, y comenzó a cuestionar la conducta de guerra de la dictadura de Joseph Stalin.
Pronto sería arrestado por escribir comentarios al respecto en unas cartas privadas a su amigo, Nikolai Vitkevich. La censura en la U.R.S.S. hizo que, al igual que muchísima gente de su época, Solzhenitsyn fuera acusado de "propaganda antisoviética", y sólo por esto fue llevado a la prisión de Lubyanka en Moscú, donde fue interrogado y finalmente condenado injustamente, obligándosele a trabajar ocho años en un campo de trabajo forzado. 
En marzo de 1953, después de cumplir su condena, Solzhenitsyn fue enviado al exilio al norte del Kazajstán, y se le trató como un preso político. Durante la década de su encarcelamiento, Solzhenitsyn cuestionó gradualmente las bases inmorales y materialistas del sistema y abandonó la ideología del marxismo stalinista completamente. 
En su autobiografía, Solzhenitsyn describió que en su estancia en uno de los campos de prisioneros del Gulag, había conocido a un médico llamado Boris Kornfeld. Kornfeld, quien se había convertido al cristianismo, y decidió compartirle su fe en Jesucristo a Solzhenitsyn.

En los campos de prisioneros el leninista leal encontró creyentes luminosos y pasó del Marx de sus maestros, al Jesús de sus antepasados ​​rusos ortodoxos: 

"¡Dios del Universo!", escribió, "¡Creo de nuevo! Aunque renuncié a Ti, Tú estabas conmigo!"  

Al igual que Fyodor Dostoyevsky, Solzhenitsyn encontró su creencia en Dios después de su exilio, y comenzó a formarse una mentalidad cristiana-filosófica que le impulsó a arrepentirse de sus acciones en el ejército.

Solzhenitsyn escribió desde que estaba en prisión, y pronto se vio en la necesidad de describir los horrores que se experimentaban en los campos de trabajo forzado establecidos por el totalitarismo soviético. Recopiló, literalmente, cientos de testimonios de sus compañeros y personas que sufrieron las mismas injusticias que él, durante el encierro.

Por medio de sus obras literarias, ayudaría a crear una concientización global sobre las injusticias que pasaban en Gulag y la brutalidad del sistema comunista en la Unión Soviética.

En 1970, fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura por la fuerza ética que imprimió en la literatura rusa. 

En el discurso para la fundación Nobel, Alexander Solzhenitsyn expresó su respeto a los mártires cristianos asesinados por el sistema comunista, y denunció la hipocresía del sistema soviético de la siguiente forma:

"En una parte del mundo, no hace mucho tiempo, en persecuciones no menores a las de los antiguos romanos, cientos de miles de cristianos silenciosos dieron sus vidas por sus creencias en Dios. 
En el otro hemisferio, cierto loco (y sin duda no está sólo), se apresura al otro lado del océano para "librarnos" de la religión - ¡con una acuchillada de acero en el sumo sacerdote! ¡lo ha premeditado para cada uno de nosotros de acuerdo a su escala personal de valores!"

Las obras del escritor son tan reconocidas moralmente, y tan trascendentales para la historia rusa que, actualmente,  “El Archipiélago de Gulag” es una obra que se incluye en el currículum ruso pre-universitario.

En 1978, el novelista fue galardonado con un título literario honorario en la Universidad de Harvard, y en 1983 recibió el Premio Templeton. Después de la disolución de la U.R.S.S., Solzhenitsyn pudo finalmente regresar a su país natal, en 1994.


Su fe cristiana

En su Discurso de Aceptación por el Premio Templeton  (en el Palacio de Buckingham, Londres, 10 de mayo de 1983), Alexander Solzhenitsyn dijo:

“Hace más de medio siglo, cuando aún todavía era un niño, recuerdo haber oído a varias personas de edad avanzada que ofrecían la siguiente explicación para los grandes desastres que han sucedido en Rusia: ‘Los hombres han olvidado a Dios; es por ello que todo esto ha pasado.’  

Desde entonces he pasado poco menos de cincuenta años trabajando en la historia de nuestra revolución. En el proceso, he leído cientos de libros, he recolectado cientos de testimonios personales, y ya he contribuido con ocho volúmenes propios esforzándome para quitar los escombros dejados por ese levantamiento. 

Mas si el día de hoy se me pidiera que formule en la forma más concisa posible la principal causa de la desastrosa revolución que consumió a cerca de sesenta millones de personas en nuestro pueblo, no podría decirlo con más precisión al repetir: ‘Los hombres han olvidado a Dios; es por eso que todo esto ha pasado.’” 


En su discurso ante la premiación Templeton  del 10 de mayo de 1983 Solzhenitsyn afirmó que el marxismo es producto directo del ateísmo:

"Una vez más, fue Dostoievski, quien concluyó, a partir de la Revolución Francesa y su odio furioso contra la Iglesia, la lección de que ‘la revolución necesariamente debe comenzar con el ateísmo.’ 

Eso es absolutamente: el mundo nunca antes había conocido una impiedad tan organizada, militarizada, y tenazmente malévola como la practicada por el marxismo. Dentro del sistema filosófico de Marx y Lenin, y en el núcleo de su psicología, el odio a Dios es el principal impulsor, más fundamental que todas sus pretensiones políticas y económicas. El ateísmo militante no es meramente incidental o ambiguo en la política comunista, no es un efecto secundario, sino el eje central.” 

“Los eventos de la revolución rusa sólo pueden comprenderse ahora, a finales del siglo, cerca del segundo plano de lo desde entonces ha ocurrido en el resto del mundo. Lo que emerge allí es un proceso de significación universal, y si se me llamara a identificar brevemente el rasgo principal de todo el siglo XX, también en ese caso, yo sería incapaz de encontrar algo más preciso y conciso que repetir una vez más: ‘Los hombres han olvidado a Dios.’  

Los fallos de la conciencia humana, privada de su dimensión divina, han sido un factor determinante en todos los grandes crímenes de este siglo.” 

“La década de 1920 en la U.R.S.S. fue testigo de una ininterrumpida procesión de víctimas y mártires entre el clero ortodoxo. Veintenas de arzobispos y obispos perecieron. Decenas de miles de clérigos, monjes y religiosas, presionados por los chequistas a renunciar a la Palabra de Dios, fueron torturados, fusilados en sótanos, enviados a campos, exiliados a la desolada tundra del norte lejano, o echados a las calles en su vejez sin comida ni refugio. Todos estos mártires cristianos fueron invariablemente a la muerte a causa de su fe; los casos de apostasía eran pocos y distantes entre sí.

Para decenas de millones de laicos el acceso a la Iglesia fue bloqueado, y se les prohibió educar a sus hijos en la fe: los padres religiosos fueron arrancados de sus hijos y lanzados a la prisión, mientras que los niños se apartaban de la fe por medio de amenazas y mentiras.” 

“De forma imperceptible, a través de décadas de erosión gradual, el significado de la vida en Occidente ha dejado de verse como algo más que sólo ‘la búsqueda de la felicidad’, un fin que ha sido incluso garantizado solemnemente por constituciones. Los conceptos de bien y mal han sido ridiculizados por varios países; desterrados por el uso común, han sido reemplazados por consideraciones políticas o clasicistas con un valor de corta duración. 

El Occidente se está deslizando hacia el abismo indisolublemente. Las sociedades occidentales están perdiendo cada vez más su esencia religiosa, entregando a su generación más joven al ateísmo.

Si se muestra una película blasfema sobre Jesús en los Estados Unidos, supuestamente uno de los países más religiosos del mundo, o un periódico importante publica una caricatura desvergonzada sobre la virgen María, ¿qué otra prueba se necesita para ver que la impiedad se está domina el mundo?” 

“Es cierto que millones de nuestros compatriotas han sido corrompidos y devastados espiritualmente por un ateísmo impuesto oficialmente, sin embargo todavía quedan millones de creyentes: son sólo las presiones externas las que les impiden expresarse, pero, como siempre es el caso en los tiempos de persecución y sufrimiento, el conocimiento de Dios en mi país ha alcanzado gran agudeza y profundidad.

Es aquí donde vemos el amanecer de la esperanza: no importa que enormemente el comunismo se enfurezca con sus tanques cohetes, ni importa cuántos logros obtenga en apoderarse del planeta, está condenado a nunca vencer el Cristianismo.” 

 “Incluso si evitáramos ser destruidos por la guerra, nuestras vidas tendrán que cambiar si queremos salvar la vida humana de la autodestrucción. No podemos evitar revisar las definiciones fundamentales de la vida humana y la sociedad humana. ¿Es cierto que el hombre está por encima de todo? ¿Acaso no hay un Espíritu Superior por encima de él? ¿Está bien que la vida del hombre y de las actividades de la sociedad tengan que ser determinadas por la expansión material primeramente? ¿Es permisible fomentar dicha expansión en detrimento de nuestra integridad espiritual?” 

“En las primeras democracias, como en la democracia norteamericana en el momento de su nacimiento, todos los derechos humanos individuales eran aceptados porque el hombre es una criatura de Dios. Esto es, la libertad a la persona se le daba de forma condicional, en la asunción de su responsabilidad religiosa constante. Este era la herencia de los mil años precedentes. Hace doscientos años o incluso hace cincuenta años, hubiera parecido bastante imposible, en Estados Unidos, que a un individuo se le concediera la libertad sin límites simplemente para la satisfacción de sus instintos o caprichos. Posteriormente, sin embargo, todas estas limitaciones fueron descartadas por todas partes en Occidente; un libertinaje total se produjo deshaciéndose del patrimonio moral de los siglos cristianos con sus grandes reservas de misericordia y sacrificio.

Los sistemas del Estado se estan volviendo gradualmente y totalmente materialistas. El Occidente terminó por realmente imponer los derechos humanos, a veces incluso en exceso, pero el sentido de responsabilidad del hombre ante Dios y la sociedad se fue atenuando cada vez más. En las décadas pasadas, el aspecto legalista egoísta del enfoque y pensamiento occidental ha llegado a su dimensión final y el mundo acabara en una dura crisis espiritual y un situación política sin solución. Todas los avances tecnológicos glorificados del progreso, incluyendo la conquista del espacio exterior, no redimen la pobreza moral del siglo XX, que nadie podría haber concebido incluso en el siglo XIX.”

Para el historiador ruso, los medios masivos de comunicación se incluyen entre los principales detonadores de la corrupción inmoral prevalente en los países modernos. Al respecto, se refirió al "letargo de la TV" y a la "música intolerable," y manifestó su inquietud de que los consumidores de medios masivos están teniendo "sus almas divinas rellenas de chismes, tonterías, y pláticas vanas." 

“La prensa se ​​ha convertido en el mayor poder dentro de los países occidentales, más poderoso que el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial. Uno entonces gustaría preguntar: ¿con qué derecho ha sido elegida y a quién se hace responsable?. . .”

“La impaciencia y la superficialidad son la enfermedad mental del siglo XX, y más que en ningún otro lugar, esta enfermedad se refleja en la prensa.” 

En concordancia con 1 Crónicas 29:12, Solzhenitsyn expresó que la fortaleza moral y espiritual que se necesitan, sólo pueden recuperarse poniéndose en las manos de Dios:

“Todos los intentos para hallar cómo liberarnos del compromiso del mundo actual que nos lleva a la destrucción serán inútiles si no re-encauzamos nuestra conciencia en arrepentimiento frente al Creador. Sin esto, ninguna salida se iluminará y buscaremos en vano. A las enfermas esperanzas de los dos últimos siglos, que nos han reducido a la insignificancia, y nos han trasladado al borde de la muerte nuclear y no-nuclear, sólo podemos proponer una búsqueda determinada de la mano cálida de Dios, la cual ha sido rechazada de forma imprudente y auto-confiadamente.  

Sólo de esa forma se podrán abrir nuestros ojos a los errores de este lamentable siglo XX, y nuestras manos podrán dirigirse a establecerse correctamente. No hay nada más a que aferrarse en este derrumbe de tierras: la visión conjunta de todos los pensadores de la Ilustración equivale a la nada. 

Nuestros cinco continentes están atrapados en un torbellino. Pero es durante adversidades como éstas que los mayores dones del espíritu humano se manifiestan. Si perecemos y perdemos este mundo, la culpa será solamente nuestra.” 

El historiador ruso también expresó su desdén al materialismo imperante en los sistemas libertinos modernos:

“Nuestra vida no consiste en la búsqueda del éxito material, sino en la búsqueda del digno crecimiento espiritual. Toda nuestra existencia terrenal no es más que una etapa de transición en el movimiento hacia algo más alto, y no debemos tropezar y caer, ni tampoco hemos de quedarnos por más tiempo sin dar frutos o subir un peldaño de la escalera. 

Las leyes materiales por sí solas no explican nuestra vida ni le dan dirección. Las leyes de la física y la fisiología jamás revelarán la forma indiscutible en la que el Creador constantemente, día tras día, participa en la vida de cada uno de nosotros, incansablemente otorgándonos la energía de la existencia; cuando esta ayuda nos deja, morimos. Y en la vida de todo nuestro planeta, el Espíritu Divino ciertamente se mueve no con menos fuerza: debemos entender esto en nuestra hora más oscura y terrible.”  


LA NOCHE DE SANTIAGO (poesía)

 LA NOCHE DE SANTIAGO

Una preciosa cantiga del gran poeta andaluz,
que nos relata la bucólica vida rural de España
del comienzos del siglo XX que conocimos, 
llena de encanto e ingenuidad, con notas de bellísima poesía:


Tímpano de la Puerta del Crucero de la Catedral de Compostela



Federico GARCÍA LORCA
Fuente Vaqueros, Granada, 25 de julio de 1918

Esta noche ha pasado Santiago
su camino de luz en el cielo.
Lo comentan los niños jugando
con el agua de un cauce sereno.

¿Dónde va el peregrino celeste
por el claro infinito sendero?
Va a la aurora que brilla en el fondo
en caballo blanco como el hielo.

¡Niños chicos, cantad en el prado
horadando con risas al viento!

Dice un hombre que ha visto a Santiago
en tropel con doscientos guerreros;
iban todos cubiertos de luces,
con guirnaldas de verdes luceros,
y el caballo que monta Santiago
era un astro de brillos intensos.

Dice el hombre que cuenta la historia
que en la noche dormida se oyeron
tremolar plateado de alas
que en sus ondas llevóse el silencio.

¿Qué sería que el río paróse?
Eran ángeles los caballeros.

¡Niños chicos, cantad en el prado.
horadando con risas al viento!

Es la noche de luna menguante.
¡Escuchad! ¿Qué se siente en el cielo,
que los grillos refuerzan sus cuerdas
y dan voces los perros vegueros?

Madre abuela, ¿cuál es el camino,
madre abuela, que yo no lo veo?

Mira bien y verás una cinta
de polvillo harinoso y espeso,
un borrón que parece de plata
o de nácar. ¿Lo ves?
Ya lo veo.

Madre abuela. ¿Dónde está Santiago?
Por allí marcha con su cortejo,
la cabeza llena de plumajes
y de perlas muy finas el cuerpo,
con la luna rendida a sus plantas,
con el sol escondido en el pecho.

Esta noche en la vega se escuchan
los relatos brumosos del cuento.

¡Niños chicos, cantad en el prado,
horadando con risas al viento!

Una vieja que vive muy pobre
en la parte más alta del pueblo,
que posee una rueca inservible,
una virgen y dos gatos negros,
mientras hace la ruda calceta
con sus secos y temblones dedos,
rodeada de buenas comadres
y de sucios chiquillos traviesos,
en la paz de la noche tranquila,
con las sierras perdidas en negro,
va contando con ritmos tardíos
la visión que ella tuvo en sus tiempos.

Ella vio en una noche lejana
como ésta, sin ruidos ni vientos,
el apóstol Santiago en persona,
peregrino en la tierra del cielo.

Y comadre, ¿cómo iba vestido?
le preguntan dos voces a un tiempo.

Con bordón de esmeraldas y perlas
y una túnica de terciopelo.

Cuando hubo pasado la puerta,
mis palomas sus alas tendieron,
y mi perro, que estaba dormido,
fue tras él sus pisadas lamiendo.
Era dulce el Apóstol divino,
más aún que la luna de enero.
A su paso dejó por la senda
un olor de azucena y de incienso.

Y comadre, ¿no le dijo nada?
la preguntan dos voces a un tiempo.

Al pasar me miró sonriente
y una estrella dejóme aquí dentro.

¿Dónde tienes guardada esa estrella?
la pregunta un chiquillo travieso.

¿Se ha apagado, dijéronle otros,
como cosa de un encantamiento?

No, hijos míos, la estrella relumbra,
que en el alma clavada la llevo.

¿Cómo son las estrellas aquí?
Hijo mío, igual que en el cielo.

Siga, siga la vieja comadre.
¿Dónde iba el glorioso viajero?

Se perdió por aquellas montañas
con mis blancas palomas y el perro.
Pero llena dejome la casa
de rosales y de jazmineros,
y las uvas verdes en la parra
maduraron, y mi troje lleno
encontré la siguiente mañana.
Todo obra del Apóstol bueno.

¡Grande suerte que tuvo, comadre!
sermonean dos voces a un tiempo.

Los chiquillos están ya dormidos
y los campos en hondo silencio.

¡Niños chicos, pensad en Santiago
por los turbios caminos del sueño!

¡Noche clara, finales de julio!
¡Ha pasado Santiago en el cielo!

La tristeza que tiene mi alma,
por el blanco camino la dejo,
para ver si la encuentran los niños
y en el agua la vayan hundiendo,
para ver si en la noche estrellada
a muy lejos la llevan los vientos. 




24 de julio de 2015

DEL FAMOSO HIDALGO DE LA MANCHA

CUATRO GRANDES SANTOS
DE A CABALLO

“Ellos fueron santos y pelearon a lo divino,
yo soy pecador y peleo a lo humano”

En la fiesta de Santiago Apóstol, Patrono de España



En “EL QUIJOTE DE LA MANCHA” de Miguel de Cervantes,
encontramos en su Capítulo LVIII, un hermoso relato
donde el Hidalgo de la Mancha encuentra cuatro lienzos que representan a cuatro santos de a caballo.

Son ellos SAN JORGE, SAN MARTÍN DE TOURS, SANTIAGO APOSTOL Y SAN PABLO.










En razonamientos iban los andantes, caballero y escudero, cuando vieron, habiendo andado poco más de una legua, que encima de la yerba de un pradillo verde, encima de sus capas, estaban comiendo hasta una docena de hombres, vestidos de labradores. Junto a sí tenían unas como sábanas blancas, con que cubrían alguna cosa que debajo estaba; estaban empinadas y tendidas, y de trecho a trecho puestas.

Llegó don Quijote a los que comían, y, saludándolos primero cortésmente, les preguntó que qué era lo que aquellos lienzos cubrían.

Uno de ellos le respondió:

-Señor, debajo de estos lienzos están unas imágenes de relieve y entabladura que han de servir en un retablo que hacemos en nuestra aldea; llevámoslas cubiertas, porque no se desfloren, y en hombros, porque no se quiebren.

-Si sois servidos -respondió don Quijote-, holgaría de verlas, pues imágenes que con tanto recato se llevan, sin duda deben de ser buenas.

-Y ¡cómo si lo son! -dijo otro-. Si no, dígalo lo que cuesta: que en verdad que no hay ninguna que no esté en más de cincuenta ducados; y, porque vea vuestra merced esta verdad, espere vuestra merced, y verla ha por sus propios ojos.

Y, levantándose, dejó de comer y fue a quitar la cubierta de la primera imagen, que mostró ser la de San Jorge puesto a caballo, con una serpiente enroscada a los pies y la lanza atravesada por la boca, con la fiereza que suele pintarse. Toda la imagen parecía una ascua de oro, como suele decirse. Viéndola don Quijote, dijo:

-Este caballero fue uno de los mejores andantes que tuvo la milicia divina: llamóse don San Jorge, y fue además defendedor de doncellas. Veamos esta otra.

Descubrióla el hombre, y pareció ser la de San Martín puesto a caballo, que partía la capa con el pobre; y, apenas la hubo visto don Quijote, cuando dijo:

-Este caballero también fue de los aventureros cristianos, y creo que fue más liberal que valiente, como lo puedes echar de ver, Sancho, en que está partiendo la capa con el pobre y le da la mitad; y sin duda debía de ser entonces invierno, que, si no, él se la diera toda, según era de caritativo.

-No debió de ser eso -dijo Sancho-, sino que se debió de atener al refrán que dicen: que para dar y tener, seso es menester.

Rióse don Quijote y pidió que quitasen otro lienzo, debajo del cual se descubrió la imagen del Patrón de las Españas a caballo, la espada ensangrentada, atropellando moros y pisando cabezas; y, en viéndola, dijo don Quijote:

-Éste sí que es caballero, y de las escuadras de Cristo; éste se llama don San Diego Matamoros, uno de los más valientes santos y caballeros que tuvo el mundo y tiene ahora el cielo.

Luego descubrieron otro lienzo, y pareció que encubría la caída de San Pablo del caballo abajo, con todas las circunstancias que en el retablo de su conversión suelen pintarse. Cuando le vio tan al vivo, que dijeran que Cristo le hablaba y Pablo respondía.

-Éste -dijo don Quijote- fue el mayor enemigo que tuvo la Iglesia de Dios Nuestro Señor en su tiempo, y el mayor defensor suyo que tendrá jamás: caballero andante por la vida, y santo a pie quedo por la muerte, trabajador incansable en la viña del Señor, doctor de las gentes, a quien sirvieron de escuelas los cielos y de catedrático y maestro que le enseñase el mismo Jesucristo.

No había más imágenes, y así, mandó don Quijote que las volviesen a cubrir, y dijo a los que las llevaban:

-Por buen agüero he tenido, hermanos, haber visto lo que he visto, porque estos santos y caballeros profesaron lo que yo profeso, que es el ejercicio de las armas; sino que la diferencia que hay entre mí y ellos es que ellos fueron santos y pelearon a lo divino, y yo soy pecador y peleo a lo humano. Ellos conquistaron el cielo a fuerza de brazos, porque el cielo padece fuerza, y yo hasta ahora no sé lo que conquisto a fuerza de mis trabajos


ANTE LA ENORME INFLUENCIA DEL ESOTERISMO Y LA ADIVINACIÓN

(Éxodo 20, 3)

Del primer mandamiento del Decálogo




Ante la proliferación de rituales mágicos y esotéricos
que son auspiciados por las redes sociales,
como por ejemplo el juego del “Charlie, Charlie”
que atrae a muchos adolescentes y jóvenes cristianos,
es importante recordar lo que dice
el Catecismo de la Iglesia católica al respecto.

También entre los adultos que se declaran católicos
prolifera la consulta a “médiums, brujos y chamanes”, adivinaciones y prácticas de magia, hechicería, tarot y reiki”

2110 El primer mandamiento prohíbe honrar a dioses distintos del Único Señor que se ha revelado a su Pueblo. Proscribe la superstición y la irreligión. La superstición representa en cierta manera una perversión, por exceso, de la religión. La irreligión es un vicio opuesto por defecto a la virtud de la religión.

La superstición

2111 La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición (cf Mt 23, 16-22).

La idolatría

2112 El primer mandamiento condena el politeísmo. Exige al hombre no creer en otros dioses que el Dios verdadero. Y no venerar otras divinidades que al único Dios. La Escritura recuerda constantemente este rechazo de los “ídolos [...] oro y plata, obra de las manos de los hombres”, que “tienen boca y no hablan, ojos y no ven”. Estos ídolos vanos hacen vano al que les da culto: “Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza” (Sal 115, 4-5.8; cf. Is 44, 9-20; Jr 10, 1-16; Dn 14, 1-30; Ba 6; Sb 13, 1-15,19). Dios, por el contrario, es el “Dios vivo” (Jos 3, 10; Sal 42, 3, etc.), que da vida e interviene en la historia.

2113 La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc. “No podéis servir a Dios y al dinero”, dice Jesús (Mt 6, 24). Numerosos mártires han muerto por no adorar a “la Bestia” (cf Ap 13-14), negándose incluso a simular su culto. La idolatría rechaza el único Señorío de Dios; es, por tanto, incompatible con la comunión divina (cf Gál 5, 20; Ef 5, 5).

2114 La vida humana se unifica en la adoración del Dios Único. El mandamiento de adorar al único Señor da unidad al hombre y lo salva de una dispersión infinita. La idolatría es una perversión del sentido religioso innato en el hombre. El idólatra es el que “aplica a cualquier cosa, en lugar de a Dios, la indestructible noción de Dios” (Orígenes, Contra Celsum, 2, 40).


Adivinación y magia

2115 Dios puede revelar el porvenir a sus profetas o a otros santos. Sin embargo, la actitud cristiana justa consiste en entregarse con confianza en las manos de la providencia en lo que se refiere al futuro y en abandonar toda curiosidad malsana al respecto. Sin embargo, la imprevisión puede constituir una falta de responsabilidad.

2116 Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone “desvelan” el porvenir (cf Dt 18, 10; Jr 29, 8). La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a “mediums” encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios.


2117 Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo —aunque sea para procurar la salud—, son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también reprensible. El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él. El recurso a las medicinas llamadas tradicionales no legítima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la credulidad del prójimo.

20 de julio de 2015

SIGUIENDO LAS HUELLAS DE SAN IGNACIO DE LOYOLA

EL CAMINO IGNACIANO


Una propuesta espiritual que invita a una peregrinación de 650 kilometros, siguiendo el camino que hizo San Ignacio desde su Loyola natal en el País Vasco, hasta Manresa, cerca de Montserrat, en Cataluña.









A iniciativa e impulso de la Compañía de Jesús, un pequeño grupo de laicos y jesuitas nos hemos lanzado a recrear el camino que el caballero Ignacio de Loyola recorrió en 1522 desde Loyola hasta la ciudad de Manresa. Nuestro objetivo es ofrecer una experiencia de peregrinación a los hombres y mujeres del siglo XXI, siguiendo el proceso espiritual de aquel hombre extraordinario.
Los peregrinos son buscadores de tesoros. Lo mismo que los que van tras el oro. Se ponen en marcha empujados por la sed de encontrar. No les basta con llegar al final del recorrido. Lo que buscan no es algo material sino el perdón o la reconciliación, una nueva orientación o rumbo de su vida, confirmar alguna decisión tomada, poner tierra de por medio respecto a alguien o algo, descubrir o trabajar la propia identidad, fijarse metas personales… 
El peregrino, hombre o mujer, se siente insatisfecho e intuye que, de alguna forma, va a encontrar una solución a su descontento… poniéndose en camino. El peregrino de hoy suele huir del “espejismo consumista”, entendido como una búsqueda permanente del placer, del disfrute, de la acumulación sin apenas reflexión, sin caer en la cuenta de sus consecuencias.
Se conoce como “Camino Ignaciano” el descrito en esta guía, desde la casa natal de Ignacio en Loyola (un torre-palacio de Azpeitia, en el País Vasco) hasta lo que se conoce como la “Cova de San Ignacio” en la ciudad de Manresa (cerca del Monasterio de Montserrat, en Cataluña). Después de su conversión espiritual en Loyola, Ignacio sintió el deseo ardiente de seguir a Jesucristo, como lo habían hecho ya muchos otros, y abandonó la vida que hasta entonces había llevado como hijo de una familia de nobles.
Ignacio decidió ir “contracorriente” y se puso en camino hacia Jerusalén, siguiendo el Camino Real, que le llevaría a Barcelona. De allí pensaba salir en barco para proseguir su peregrinación a Tierra Santa.
En el siguiente enlace se pueden leer las etapas de este Camino e interesantes meditaciones para el mismo.
http://caminoignaciano.org/


17 de julio de 2015

EL RIESGO DE HACER DE LA LITURGIA UNA OBRA HUMANA


LA LITURGIA ES ESENCIALMENTE UN "ACTIO CHRISTI"

SI ESTE PRINCIPIO VITAL NO ES ACOGIDO EN LA FE
SE CORRE EL RIESGO DE HACER DE ELLA UNA OBRA HUMANA
UNA "AUTOCELEBRACIÓN DE LA COMUNIDAD"


Cuando el Papa Francisco  nombró al Cardenal Sarah
como Prefecto de la Sagrada Congregación para el culto divino,
le expresó:  
“quiero que continúe implementando la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II“, 
"y que continúe la buena obra en la Liturgia iniciada por el Papa Benedicto XVI”».

El Cardenal Sarah ha publicado un artículo
en L'Osservatore Romano (edición del 12 de junio de 2015),
donde nos ofrece unas importantes pautas
para una comprensión profunda y una hermenéutica fiel de la Constitución Sacrosanctum Concilium,
especialmente en lo referido a la “participatio actuosa” que significa dejar el mundo de lo profano para entrar en la acción sagrada por excelencia que es el Culto divino, la celebración del misterio de la fe.



Escudo del Cardenal Sarah


Acción silenciosa del corazón

por el Cardenal Robert Sarah
Prefecto de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos

Cincuenta años después de su promulgación por el Papa Pablo VI, ¿se leerá, por fin, la constitución del Concilio Vaticano II sobre la sagrada Liturgia?

La "Sacrosanctum concilium" no es de hecho un simple catálogo de "recetas" de reformas, sino una verdadera y propia "carta magna" de toda acción litúrgica. El Concilio ecuménico nos ofrece en ella una lección magistral acerca del método. Efectivamente, lejos de contentarse con una aproximación meramente disciplinar y externa a la liturgia, el Concilio quiere hacernos contemplar lo que está en su esencia. 

La práctica de la Iglesia siempre deriva de lo que recibe y contempla en la revelación. La pastoral no se puede desvincular de la doctrina.

En la Iglesia "lo que procede de la acción está ordenado a la contemplación" (cfr. n. 2). La Constitución conciliar nos invita a redescubrir el origen trinitario de la obra litúrgica.

En efecto, el Concilio establece una continuidad entre la misión de Cristo Redentor y la misión de la litúrgica de la Iglesia. "Así como Cristo fue enviado por el Padre, Él a su vez ha envió a los Apóstoles" para que "mediante el Sacrificio y los Sacramentos, en torno a los cuales gravita toda la vida litúrgica" realicen "la obra de la salvación" (n. 6). 

Celebrar la Liturgia, por tanto, no es otra cosa que actuar la obra de Cristo. La liturgia es esencialmente "actio Christi": la “obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios" (n. 5). Él es el Sumo Sacerdote, el verdadero sujeto, el verdadero actor de la liturgia (cfr. N. 7). Si este principio vital no es acogido en la fe, se corre el riesgo de hacer de la liturgia una obra humana, una autocelebración de la comunidad.

Por el contrario, la obra propia de la Iglesia consiste en introducirse en la acción de Cristo, apuntarse en aquella obra cuya misión Él ha recibido del Padre. Pues "se nos dio la plenitud del culto divino", porque "su humanidad, unida a la persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación" (n. 5). Entonces la Iglesia, Cuerpo de Cristo, debe volverse a su vez en un instrumento en manos del Verbo.

Este es el sentido último del concepto clave de la constitución conciliar: la "actuosa participatio" [participación activa]. Tal participación consiste para la Iglesia en llegar a ser un instrumento de Cristo-Sacerdote, con el fin de participar en su misión trinitaria. La Iglesia participa activamente en la obra litúrgica de Cristo en la medida en que es su instrumento. 

En este sentido, hablar de "comunidad celebrante" no carece de ambigüedad y requiere una verdadera cautela (cfr. Instrucción "Redemptoris Sacramentum", n. 42). 

La "participatio actuosa" no debería entonces ser entendida como la necesidad de hacer algo. En este punto la enseñanza del Concilio ha sido frecuentemente deformada. Se trata más bien de dejar que Cristo nos tome y nos asocie a su sacrificio. En consecuencia, la "participatio" litúrgica debe ser entendida como una gracia de Cristo, que "asocia siempre consigo a la Iglesia" ("Sacrosanctum Concilium", n. 7). A Él corresponde tener la iniciativa y el primado. La Iglesia "lo invoca como a su Señor y por medio de Él da culto al Padre eterno" (n. 7). 

De este modo, el sacerdote está llamado a convertirse en ese instrumento que deja traslucir a Cristo. Como lo recordaba recientemente nuestro Papa Francisco, el celebrante no es el presentador de un espectáculo, ni debe buscar la simpatía de la asamblea poniéndose frente a ella como su principal interlocutor. Entrar en el espíritu del Concilio significa por el contrario ocultarse, renunciar a ser el punto focal.

Contrariamente a lo que a veces se ha sostenido, es del todo conforme a la constitución conciliar, incluso hasta conveniente, que durante el rito penitencial, el canto del Gloria, las oraciones y la plegaria eucarística, todos, sacerdotes y fieles, se vuelvan juntos en dirección al Oriente, para expresar su deseo de participar en la obra de culto y redención realizada por Cristo. Este modo de proceder podría ser puesto en marcha oportunamente en las catedrales donde la vida litúrgica debe ser ejemplar (cfr. N. 41). 

Está claro que hay otras partes de la misa en que el sacerdote, actuando "in persona Christi Capitis", entra en diálogo nupcial con la asamblea. Pero este cara a cara no tiene otro fin que conducir a un tête-à-tête con Dios que, a través de la gracia del Espíritu Santo, se volverá en un corazón a corazón.

El Concilio propone así otros medios para favorecer la participación: "las aclamaciones de los fieles, las respuestas, el canto de los salmos, las antífonas, los cantos, así como las acciones, los gestos y la actitud del cuerpo" (n. 30).

Una lectura demasiado rápida y sobre todo demasiado humana, ha llevado a la conclusión de que era necesario que los fieles estuvieran constantemente ocupados. La mentalidad occidental contemporánea, modelada por la técnica y fascinada por los medios de comunicación, ha querido hacer de la liturgia una obra de pedagogía eficaz y rentable. En este espíritu, se ha buscado volver a las celebraciones de carácter convivial. 

Los actores litúrgicos, motivados por razones pastorales, tratan a veces de hacer una obra didáctica introduciendo en las celebraciones elementos profanos y espectaculares. ¿A caso no hemos asistido al florecer de testimonios, puestas en escena y aplausos? Se cree así favorecer la participación de los fieles, cuando en realidad se reduce la liturgia a un juego humano.

"El silencio no es una virtud, ni el ruido un pecado, es verdad", dice Thomas Merton, "pero el alboroto, la confusión y el ruido continuo en la sociedad moderna o en ciertas liturgias eucarísticas africanas son la expresión de la atmósfera de sus pecados más graves, de su impiedad, de su desesperación. Un mundo de propaganda, de infinitas argumentaciones, de invectivas, de críticas, o simplemente de palabrería, es un mundo en el que la vida no vale la pena ser vivida. La misa se convierte en un alboroto confuso, las oraciones en ruido exterior o interior". (Thomas Merton,"Le signe de Jonas", Ed. Albin Michel, París, 1955, p. 322).

Así, se corre el riesgo real de no dejar ningún lugar para Dios en nuestras celebraciones. Así incurrimos en la misma tentación de los hebreos en el desierto. Intentaron crear un culto a su medida y a su altura, y no olvidemos que terminaron postrados ante el ídolo del becerro de oro.

Es tiempo de ponernos a la escucha del Concilio. La Liturgia es "ante todo el culto de la divina Majestad" (n. 33). Tiene valor pedagógico en la medida en que está completamente ordenada a la glorificación de Dios y al culto divino. La Liturgia nos sitúa realmente en presencia de la trascendencia divina. 

Participación verdadera significa renovar en nosotros aquel "asombro" que San Juan Pablo II tenía en gran estima (cfr. "Ecclesia de Eucharistia", n. 6). 

Este estupor sagrado, este temor gozoso, reclama nuestro silencio ante la majestad divina.

A menudo se olvida que el silencio sagrado es uno de los medios señalados por el Concilio para fomentar la participación. Si la liturgia es obra de Cristo, ¿será necesario que el celebrante introduzca en ella sus propios comentarios? 

Hay que recordar que cuando el misal autoriza una admonición, esto no debe convertirse en un discurso profano y humano, un comentario más o menos sutil sobre la actualidad, o un saludo mundano a las personas presentes, sino en una brevísima exhortación a entrar en el misterio (cfr. Presentación general del Misal Romano, n. 50). 

En cuanto a la homilía, ella misma es un acto litúrgico que tiene sus propias reglas. La "participatio actuosa" en la obra de Cristo presupone que se deje el mundo profano para entrar en ''la acción sagrada por excelencia"(“Sacrosanctum Concilium”, n. 7). De hecho, "nosotros pretendemos, con una cierta arrogancia, permanecer en lo humano para entrar en lo divino" (Robert Sarah, "Dieu ou rien", Pág. 178).

En este sentido, es lamentable que el sagrario de nuestras iglesias no sea un lugar estrictamente reservado para el culto divino, que se entre allí con trajes profanos, o que el espacio sagrado no esté claramente delimitado por la arquitectura. Porque, como enseña el Concilio, Cristo está presente en su palabra cuando esta es proclamada, y es  igualmente perjudicial  que los lectores no tengan un traje apropiado que ponga en evidencia que no están pronunciando palabras humanas sino una palabra divina.

La liturgia es una realidad fundamentalmente mística y contemplativa, y por ello fuera del alcance de nuestra acción humana; también la "participatio" es una gracia de Dios. Por tanto, presupone de nuestra parte una apertura al misterio celebrado. 

Por eso, la constitución recomienda la plena comprensión de los ritos (cfr. N. 34), y al mismo tiempo prescribe "que los fieles sean capaces de recitar o cantar juntos, también en lengua latina, las partes del ordinario de la misa que les corresponden" (n 54).

Efectivamente, la comprensión de los ritos no es obra de la razón humana dejada a sí misma, que debería abarcarlo todo, comprenderlo todo, dominarlo todo. La comprensión de los ritos sagrados es aquella del "sensus fidei", que ejercita la fe viviente a través del símbolo y que conoce más por sintonía que por concepto. Esta comprensión presupone acercarse al misterio con humildad.

¿Pero se tendrá el valor de seguir al Concilio hasta este punto? Sin embargo, una lectura semejante, iluminada por la fe, es fundamental para la evangelización. De hecho, "así presenta la Iglesia, a los que están fuera, como un signo alzado en medio de las naciones, para que debajo de él se congreguen en una sola cosa los hijos de Dios dispersos" (n. 2). La liturgia debe dejar de ser un lugar de desobediencia a las prescripciones de la Iglesia.

Más precisamente, no puede ser ocasión de laceraciones entre cristianos. Las lecturas dialécticas de la "Sacrosanctum Concilium", las hermenéuticas de la ruptura en un sentido o en otro, no son el fruto de un espíritu de fe. 

El Concilio no ha querido romper con las formas litúrgicas heredadas de la tradición, más bien ha querido profundizar en ellas. La constitución establece que "las nuevas formas se desarrollen de un modo orgánico a partir de las formas ya existentes" (n. 23).

En este sentido, es necesario que los que celebran de acuerdo con el ''usus antiquior" lo hagan sin espíritu de oposición, sino en el espíritu de la "Sacrosanctum Concilium”. 

Del mismo modo, sería erróneo considerar la forma extraordinaria del rito romano como derivada de una teología distinta a la de la liturgia reformada. También sería deseable que se introdujera como anexo, en una próxima edición del Misal, el rito de la penitencia y del ofertorio según el ''usus antiquior" con la finalidad de subrayar que las dos formas litúrgicas se iluminan mutuamente, en continuidad y sin oposición.

Si vivimos en este espíritu, entonces la liturgia dejará de ser el lugar de la rivalidad y de la críticas, para hacernos finalmente participar activamente en aquella liturgia "que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, donde Cristo está sentado como Ministro del santuario "(n. 8).