Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

28 de marzo de 2018

LA CODICIA: pecado capital


EN EL MIÉRCOLES SANTO 

LA CODICIA DE JUDAS


LA TRAICIÓN DE JUDAS del Giotto (c. 1330)

Nuevamente el Evangelio refiere a la traición de Judas, antesala de la Pasión del Señor, que nos introduce en el Sacro Triduo Pascual.
Se inicia con estos versículos:

                   “Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: «¿Cuánto me darán si se lo entrego?» Y resolvieron darle treinta monedas de  plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo…” (Mt. 26,14-15)

Judas era el “tesorero” del grupo de los apóstoles. Y en las pinturas se lo presenta con una bolsa de dinero. Si bien se lo refiere siempre como el “traidor”, su personalidad está dominada por la codicia.

La teología moral nos explica este grave vicio.

EL PECADO CAPITAL DE LA AVARICIA O LA CODICIA:


Es el apetito desordenado de los bienes exteriores.

Sus manifestaciones más comunes son: la solicitud desordenada por los bienes terrenos, la violencia, el engaño, el fraude, el perjurio y la traición.

Y los remedios para combatirlo: Considerar la vanidad de los bienes terrenos, la vileza de este vicio y, sobre todo, los ejemplos de Cristo, pobre y desprendido.

Nuestro mundo, dominado por la neurosis de un consumismo impuesto, vive frenéticamente en pos de necesidades materiales superfluas que dominan la voluntad y engendran graves males sociales.

El Redentor en el patíbulo de la Cruz asumió también estas maldades y desenfrenos, despojado de todo.

SALVE CRUX, SPES UNICA!


    Frontal del Altar de la Basílica porteña del Espíritu Santo 
que representa la Última Cena y detalle de la bolsa con los números romanos XXX)


              



23 de marzo de 2018

MARÍA AL PIE DE LA CRUZ, memoria litúrgica


VI VIERNES DE CUARESMA 
MARÍA AL PIE DE LA CRUZ
ANTESALA DE LA SEMANA SANTA


La imagen de la Virgen Esperanza Macarena es la devoción mariana mayor de la Semana Santa sevillana, y aquí aparece vestida de luto, con un magnífico manto de terciopelo negro y bordados en oro. Su rostro, a la vez doloroso y con un sereno gozo, recuerda a la Virgen de las Angustias de Córdoba


En este último viernes, antes del Domingo de Ramos, (llamado antiguamente “Viernes de Pasión o de Dolores”) la Iglesia recuerda a la Madre de Dios al pie de la Cruz.

Las imágenes de esta advocación muestran a Nuestra Señora con un agridulce semblante, así como se presenta el propio Domingo de Palmas, entre Hosanas y Crucifícale.

La memoria de Nuestra Señora de los Dolores, preparada por la literatura ascética del siglo XII, fue introducida primeramente en Alemania por el Sínodo Provincial de Colonia en 1423.

El papa Benedicto XIII en 1727 la extendió a toda la Iglesia con el título de “Memoria de los Siete Dolores de la Bienaventurada Virgen María”, poniéndola el sexto viernes de Cuaresma (el viernes anterior a la Semana Santa)  para recordar los dolores que padeció la Virgen María durante la pasión de su Hijo.

Esta antigua celebración mariana tuvo mucho arraigo en toda Europa y América, y aún hoy muchas de las advocaciones de la Virgen del tiempo de Semana Santa, tienen su día principal durante el Viernes de Dolores,

El Concilio Vaticano II consideró, dentro de las diversas modificaciones al calendario litúrgico, suprimir las fiestas consideradas “duplicadas”, esto es, aquellas que se celebren dos veces en un mismo año.

Por ello la memoria principal de los Dolores de Nuestra Señora es celebrada el día15 de septiembre.

La Santa Sede ha dispuesto que, en los lugares donde se halle fervorosamente arraigada la devoción a los Dolores de María, este día puede celebrarse sin ningún inconveniente con todas las prerrogativas que le son propias.

Tal es el caso de la Argentina, donde multitud de templos y capillas están nominadas con este título mariano. En nuestro país la memoria litúrgica de este día se llama MARÍA AL PIE DE LA CRUZ.

La inmemorial jaculatoria del Vía Crucis es muy expresiva, y nos introduce en el “clima litúrgico” de la Semana Santa:

“BENDITA Y ALABADA 
SEA LA PASIÓN Y MUERTE 
DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO,
Y LOS DOLORES 
DE SU SANTÍSIMA MADRE”.

Bienaventurados los que lloran, 
porque ellos serán consolados"
(Mt. 5,5,)



14 de marzo de 2018

UN TEMA CRUCIAL DE LA ACTUALIDAD


CERTEZAS Y OPINIONES



El poeta alemán Heinrich Heine (1797–1856)
veía en la majestuosidad de las catedrales medievales 
una auténtica «encarnación» de la fe en el arte.

No obstante su espíritu algo escéptico,
percibía que solo una convicción sólida en la posesión de la verdad
era capaz de otorgar al hombre el coraje y la magnanimidad necesarias
para levantar esos templos.

Así pudo escribir con relación a la catedral de Colonia: 

«Los antiguos tenían dogmas, con los que podían construir catedrales.
Nosotros tenemos opiniones
y con las opiniones no se construyen catedrales». 

Efectivamente, en base a simples opiniones el hombre 
se cierra a la excelencia en todo orden de cosas.

La renuncia a la posesión de la verdad 
solo puede crear tedio y mediocridad, 
nada auténticamente perdurable.


(del blog EL BÚHO ESCRUTADOR)



13 de marzo de 2018

EL CRISTO REDENTOR DE LOS ANDES

UN SÍMBOLO DE PAZ ENTRE ARGENTINA Y CHILE

Hoy se cumplen 114 años de la inauguración del monumental Cristo Redentor de los Andes.

(13 de marzo de 1904)



El monumento al Cristo Redentor es una obra realizada por el escultor argentino Mateo Alonso que fue erigida en el paso de Uspallata, junto en la línea de la frontera argentina-chilena a 3854 msnm, por iniciativa de monseñor Marcolino Benavente, obispo de Cuyo e inaugurado el 13 de marzo de 1904.

Conmemora la superación pacífica de un conflicto por cuestiones de límites que había llevado a ambos países a estar al borde de la guerra.

La Argentina y Chile, que en la actualidad comparten unos 4.500 km de frontera, mantuvieron numerosas discusiones sobre cuáles debían ser los lugares de la cordillera de los Andes por donde debía pasar el límite entre los dos países.

Entre 1898 y 1904 ambas naciones incrementaron considerablemente sus armas bélicas: en Chile, donde gobernaba el presidente Federico Errázuriz, compraron un crucero, tres destructores y dos acorazados británicos. En la Argentina, donde el presidente era Julio Argentino Roca, la armada adquirió dos acorazados italianos.

Aunque ambos presidentes se habían reunido en febrero de 1899 para llegar a un acuerdo pacífico, en el inicio del siglo XX, se difundieron en ambos países los rumores de una guerra. Se exageraban incidentes de poca importancia y la prensa alentaba el clima bélico.
El Papa León XIII dirigió una serie de cartas encíclicas rogando por un mundo de paz y armonía y reclamando una mayor devoción por el Cristo Redentor. Teniendo en cuenta esta petición y preocupado por la posibilidad de un conflicto armado entre Argentina y Chile debido al litigio fronterizo de larga data, el dominico y obispo de Cuyo, monseñor Marcolino del Carmelo Benavente, prometió públicamente, en 1900, realizar una colecta para erigir una estatua al Cristo Redentor que recordara el mensaje de paz que Jesús había traído al mundo: “La forma que hemos determinado para manifestar la fe y la gratitud es erigir una estatua colosal en la cumbre de los Andes a Cristo Redentor”

El Cristo mide casi 7 metros de alto y pesa 4 toneladas. Su pedestal fue proyectado por el ingeniero mendocino Juan Molina Civit a partir de un bosquejo del escultor. La altura del mismo era de 6 metros de alto y fue construido de hormigón y acero laminado para poder soportar los fuertes vientos de la cordillera.



En 1904 las piezas de bronce del Cristo se transportaron desde Buenos Aires 1200 km por tren hasta cerca del pequeño poblado argentino de Las Cuevas y luego se las subió a lomo de mula hasta la cumbre andina, a 3854 m.

El 15 de febrero de 1904 quedó terminado el pedestal de granito diseñado por Civit trabajando unos cien obreros para su construcción. El escultor Mateo Alonso dirigió los trabajos de montaje de las piezas que forman el Cristo. La figura de Jesús se colocó de manera que mira siguiendo la línea del límite, en pié sobre la mitad de un globo terráqueo. Con la mano izquierda sostiene la cruz, de 7 metros de alto, apoyada sobre el hemisferio terrestre, y con la derecha parece impartir la bendición.

En la mañana del 13 de marzo de 1904, pese a lo inhóspito del lugar, llegaron hasta Las Cuevas, por tren, tanto la comitiva argentina como la gente que quería presenciar el acto. Se calcula que presenciaron el acontecimiento unas 3.000 personas.


Las tropas argentinas se colocaron del lado chileno frente al Cristo y entonaron el Himno Nacional chileno; a la inversa, las tropas chilenas se colocaron del lado argentino para ejecutar el Himno Nacional de su vecino.

Estuvieron presentes el arzobispo de Buenos Aires, Mariano Antonio Espinosa, los obispos Monseñor Benavente de Cuyo (Argentina) y Monseñor Ramón Ángel Jara de San Carlos de Ancud (Chile).

Se corrió entonces el velo que tapaba al Cristo y se lanzaron 21 nuevas salvas.

Se ofició una Misa, y el obispo Jara pronunció la frase que numerosas veces sería recordada:
Y cuando las futuras generaciones suban por estos desfiladeros, conducidos por brazos del vapor, no encontrarán, como en las Termópilas, escrito con sangre en las desnudas piedras, aquel testamento de los heroicos espartanos: "Aquí rendimos la vida por defender las patrias leyes". Antes bien, llegarán a esta cumbre, y en el bronce de este glorioso monumento verán grabada con caracteres de fuego una leyenda sublime: "Se desplomarán primero estas montañas, antes que argentinos y chilenos rompan la paz jurada a los pies del Cristo Redentor".


9 de marzo de 2018

DE LA VIDA EREMÍTICA


LAS ERMITAS DE CÓRDOBA, ESPAÑA

Leído en un artículo de un periódico español que, en pocas palabras, muestra un ejemplo de aquel temple austero y religioso que caracterizó a toda España, y la hizo grande.



       Cuesta hacerse, en los tiempos que corren, una idea siquiera aproximada acerca de la vida de los eremitas, aquellos que buscaban soledad y silencio, forzosa incomodidad y aislados parajes.
       En Córdoba, España, allá arriba donde de noche puede verse una imagen iluminada del Sagrado Corazón, se pueden visitar “Las Ermitas”, un conjunto de pequeñas edificaciones (más de una docena) en las que vivían desde el siglo XVIII trece frailes que, en realidad, eran ermitaños aislados del mundanal ruido.
       El paraje era conocido como el “cerro de la cárcel en el desierto de Nuestra Señora de Belén para meditar y llevar una vida de austeridad”, en lo alto de las sierras cordobesas.


       Cada ermita consta de dos pequeñas habitaciones, minúsculas, y un pequeño huerto en el que cada individuo plantaba sus cosas.
       Vivían en esa ‘ermita’, hablaban poco entre ellos, se levantaban a las dos de la mañana para celebrar maitines en la iglesia del conjunto, volvían a dormir a las cuatro, y a las seis, de nuevo, eran llamados por la campana para asistir a la misa.
       Así un día y otro día, durmiendo sobre un camastro de madera y recordando a diario cualquiera de sus muchas inscripciones colgadas por doquier:
«Detén el paso y advierte
que este lugar te convida
a que mueras en la vida
para vivir en la muerte».

       Ellos cocinaban a diario un potaje que sacaban a la puerta para dar de comer a los pobres de Córdoba, que subían a diario por la cuesta del Reventón, siendo cierto que a veces se quedaban sin comida de la de necesitados que se aglomeraban.

       Su vida era vestir toscamente de fraile y asomarse de vez en cuando al balcón natural desde el que se ve la vega del Guadalquivir y la ciudad de forma privilegiada.

       Hoy es conservado por cuatro carmelitas descalzos y visitado por todo cordobés que se precie. 




3 de marzo de 2018

LA CASA DE MI PADRE ES CASA DE ORACIÓN


EL CELO POR TU CASA ME CONSUMIRÁ

En el tercer Domingo de Cuaresma del ciclo B 
se lee el famoso episodio evangélico 
de la expulsión de los mercaderes del templo por parte de Cristo 
que relata San Juan 2, 13-16, que es un tema actualísimo:

       “Jesús subió a Jerusalén 
y encontró en el Templo 
a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. 
Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; 
desparramó las monedas de los cambistas, 
derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio.»
    Y sus discípulos 
recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá”.
(cf. Juan 2, 13-16)



UNA PINTURA DE EL GRECO

En el tiempo de Cristo, el pórtico del Templo en Jerusalén tenía un mercado para comprar animales de sacrificio y cambiar el dinero para entregar la ofrenda.

Cristo conocía bien el Templo. Cada año subía a Jerusalén como estaba prescrito en la ley.

Al llegar,  expulsó a los comerciantes, diciendo: "Está escrito: “Mi Casa será llamada casa de oración "; pero la han convertido en una “casa de comercio”

La pintura de El Greco que retrata esta escena se encuentra en la National Gallery de Londres.

La imagen está dominada por la figura de Cristo, preparado para desatar su látigo de cuerdas. Sus vestiduras rojas y azules aluden a su condición de hombre y de Dios. Su semblante sereno y firme manifiesta autoridad, “el celo por su Casa lo devora”

A la izquierda están los comerciantes y a la derecha están los Apóstoles. En el siglo XVI, este ícono se usó como un símbolo de la necesidad de la Iglesia de purificarse tanto mediante la condena de la herejía como mediante su reforma interna.

Los relieves en el fondo aluden a los temas del castigo y la liberación. A la izquierda, la expulsión de Adán y Eva del Paraíso prefigura la Purificación del Templo, y a la derecha, el Sacrificio de Isaac prefigura la muerte de Cristo como la fuente de la redención.

El Greco pintó el tema varias veces a lo largo de su carrera, tanto en Italia como en España. Esta versión, con sus colores fuertes y formas alargadas, fue pintada en Toledo alrededor de 1600.

EL ARREPENTIMIENTO Y LA CONVERSIÓN



ENTRE EL ABISMO DE NUESTRO PECADO Y EL ABISMO DE LA MISERICORDIA DE DIOS


Reflexión del antiguo abad cisterciense André Louf referido a la conversión y la vida de la gracia.




“Cuando los autores espirituales hablan de la vida de la gracia en el hombre, emplean fácilmente expresiones como ‘avanzar’, ‘progresar’, ‘subir más arriba’. Aparecen así como tributarios de los esquemas filosóficos o humanistas relativos a la perfección, que son los de su cultura.”

“Vale la pena notar como este esquema de perfección está en contradicción con lo que propone el Evangelio. Jesús expresó esta contradicción de manera lacónica pero penetrante en una pequeña frase que repite varias veces en contextos diferentes: “El que se ensalce será humillado; y el que se humille será ensalzado” (Mt 23,12; Lc 14,11; 18-14). Estos dos modelos del esfuerzo espiritual, Jesús los plasmó en la persona del fariseo y del publicano. El fariseo representa el camino de una perfección humana y secularizada; el publicano el camino específicamente cristiano del arrepentimiento y la conversión que el hombre no puede descubrir por sí mismo, sino al cual Dios lo lleva suavemente como fruto de una elección gratuita y de la maravilla de la gracia”.

“La breve oración del publicano, conocida en una cierta tradición, bajo el nombre de ‘oración de Jesús’ lo expresa perfectamente: ‘Señor Jesús, ten piedad de mí, pecador’.”

“Es también el grito de la Iglesia, esposa de Jesús, compendio y resumen de toda oración. Pues al fin y al cabo sólo hay este grito, y más allá el amor, el abrazo entre el Padre y el hijo pródigo, entre Jesús y el publicano, la unión largo tiempo esperada, entre el abismo de nuestro pecado y el abismo de la misericordia de Dios”.

"En el mismo instante en el que el pecador es perdonado, acogido ´por Dios y restaurado en gracia, el pecado, -¡oh maravilla de las maravillas!- se convierte en el lugar en que Dios entra en contacto con el hombre. Hay que ir todavía más lejos y decir que no hay otro lugar donde encontrar de verdad a Dios y donde reconocerlo, sino en la conversión.
Antes Dios no era más que una palabra, un concepto analógico, un presentimiento o vago deseo, el Dios de los filósofos y de los poetas, pero no el Dios que se revela en un amor sin límites”.

“Dios no es un déspota caprichoso, pero tampoco un abuelito inofensivo. Es sencillamente Otro, y no puede ser encerrado en nuestras categorías y nuestras imágenes. Misterio y contradicción que superan nuestra comprensión superficial. Misterio que no se puede captar y que solo muy progresivamente lo puede hacer aquel a quién le es dado volver a encontrar a Dios en la conversión y en el amor.

La conversión es un volverse totalmente, es una conmoción del corazón. Despliega en lo más profundo un proceso espiritual, gracias al cual el corazón se libera de toda dureza y rigidez; abandona el egoísmo y la ambición. Se libera de sí y se abandona a Dios. Acepta ser al mismo tiempo objeto de su cólera y de su amor.

Cuando un corazón se entrega así a Dios, la cólera de Dios se transforma en el mismo instante en un brasero de amor y de ternura. Dios se convierte entonces con toda verdad en un “fuego devorador” (Dt 4,24) Quien permanece así en la conversión, adquiere el verdadero conocimiento de Dios.

Porque conoce en primer lugar su pecado. Se ve confrontado con la cólera de Dios, pero al mismo tiempo descubre la grandeza y el peso del amor de Dios. No dejará nunca de conocer su pecado para anunciar la misericordia de Dios. Este reconocimiento no es solo confesión, sino también acción de gracias, eucaristía. Sus lágrimas no son lágrimas de pena, sino de amor sin límites. Su arrepentimiento es su alegría y su única alegría es su arrepentimiento. Ha creído en el Amor, se ha entregado al Amor.”

André Louf.
“A merced de su gracia”