Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

31 de diciembre de 2017

ANNO DOMINI MMXVIII

Un año termina, otro comienza:

que el nombre del Señor sea bendecido.



"En esta noche -en esta vida mortal-
los hombres tienen luz y tinieblas:
su luz es la prosperidad;
sus tinieblas son las adversidades.

Pero cuando llegó Cristo Señor,
que vive en el alma por la fe,
promete otra luz que inspira y da paciencia,
que enseña a los hombres
a no dejarse seducir por la prosperidad,
para no sucumbir en la desgracia.

Por eso, el hombre fiel  usa con indiferencia
las cosas del mundo,
y no se engríe en la prosperidad,
ni se abate en la adversidad.

En todo tiempo, el hombre iluminado por la fe,
bendice al Señor:
tanto en  laabundancia como en la privación,
no sólo en la salud, sino también en la enfermedad,
y hace suyo este himno:

"Yo bendeciré al Señor en todo momento;

su alabanza siempre estará en mis labios " 
(Ps. 33, 2)


San Agustín, sobre el salmo 138.

30 de diciembre de 2017

IN NATIVITATE DOMINI (OCTAVA)

MIENTRAS EL MUNDO DORMÍA



«Dum médium siléntium tenérent ómnia,
et nox in suo cursu médium iter habéret, omnípotens Sermo tuus, Dómine, de cælis
a regálibus sédibus venit»
(Sap. 18, 14-15).

envolvía todas las cosas,
y la noche había llegado a la mitad de su curso,
 tu Verbo omnipotente se lanzó desde el cielo
(Sabiduría 18, 14-15)

“Y el Verbo se hizo hombre, y habitó entre nosotros”
(Jn. 1,14 – Ángelus Domini)




26 de diciembre de 2017

SANCTUS IOANNES APOSTOLUS ET EVANGELISTA

SAN JUAN,
apóstol y evangelista,

Santo patrono de la JAC



La iconografía dibuja a san Juan como un águila. Ello es expresión de las alturas místicas a las que llegó en su "sequela Christi", que están patentes en su Evangelio.

De esa mística abrevamos quienes tuvimos el inmenso don de participar en la querida JAC, que nos marcó con su impronta.

El discípulo joven, el "hijo del trueno", que fue testigo de la Transfiguración en el Tabor y de la Noche en el Huerto de los Olivos, a quien el Maestro encomendó a su Santísima Madre cuando, impertérrito, estaba al pie de la Cruz, y quien tuvo el privilegio de ser el apóstol más cercano en la primera mesa eucarística y de comprender el testimonio de la Resurrección en el sepulcro.

Don inmerecido que reclama perseverancia y coherencia.
Nota de honor que alienta  a un viril "dilexit  Ecclesiam"

Una poesía que balbucea algo de esa mística joánica:  

Cual águila es el cristiano,
es fiel la comparación;
se deleita en las alturas
en Aquel que lo creó.

Si alguna vez intentara
elevarse y no pudiera,
es tiempo de renovar
todas sus plumas ya viejas.

A la Roca se dirige,
contra ella se quebranta,
voluntariamente sufre
pero sale renovada.

Si el mal tiempo se avecina
y le alcanza la tormenta,
no teme, no sale huyendo;
nunca jamás se amedrenta.

Esta es la oportunidad,
el momento que esperaba;
con voluntad y valor
se dispone a traspasarla.

No tarda en subir muy alto;
alcanzó lo que anhelaba:
que el huracán con su fuerza
a la cima le elevara.



SANCTUS IOANNESEvangelista et Apostolus,
filius Zebedaei et Salome,
frater Sancti Iacobi Maioris, Boanerges,
vocatus est "discipulus, quem amabat Iesus,"

Cum Petro et Iacobo ab omnibus apostolis electus est,
et cum eis transfiguratio Domini visa est, et Gethsemani adstabat.
In ultima Cena, super pectus Iesu recubuit,
et Christus, moriens super crucemMariam, suam matrem, in matrem Ioannis dedit; habitavit cum ea usque ad Mariae mortem.

ORA PRO NOBIS!




23 de diciembre de 2017

DEL MARAVILLOSO HIMNARIO LATINO: PARA NAVIDAD

PUER NATUS
IN BETHLEHEM

Un maravilloso himno latino para celebrar la Navidad




Puer natus in Bethlehem. Alleluia 
unde gaudet Hierusalem. Alleluia, alleluia 

In cordis iubilo Christum natum adoremus 
cum novo cantico 

Assumpsit carnem Filius. Alleluia 
Dei Patris Altissimus. Alleluia, alleluia 

In cordis iubilo Christum natum adoremus 
cum novo cantico 

In hoc natali gaudio. Alleluia 
benedicamus Domino. Alleluia, alleluia 

In cordis iubilo Christum natum adoremus 
cum novo cantico 

Laudetur Sancta Trinitas. Alleluia 
Deo dicamus gratias. Alleluia, alleluia 

In cordis iubilo Christum natum adoremus 
cum novo cantico



EN ESPAÑOL


El Niño ha nacido en Belén
por lo que se alegra Jerusalén.

Con júbilo de corazón adoremos a Cristo
con un cántico nuevo.

Tomó nuestra carne el Hijo
Altísimo de Dios Padre.

En este gozo navideño
bendigamos al Señor.

Sea alabada la Santa Trinidad
demos gracias a Dios.



En el video del enlace de abajo, la interpretación de los monjes de la Abadía Benedictina de Santo Domingo de Silos (Burgos, España):



https://youtu.be/RaroIcQ-cnM

Jauchzet, Frohlocket (¡REGOCIJAOS, ALEGRAOS!)

Del Oratorio de Navidad 
de J. S. Bach



Es un compendio de seis cantatas sacras que el compositor escribió para ser interpretadas en los oficios de seis días sucesivos de la Navidad del año 1734 (tres cantatas para los tres días de Navidad, una para Año Nuevo, otra para el primer domingo del año y la última para la Epifanía).

Manifiesta una cumbre musical de la tradición cristiana y expresa con extraordinaria vitalidad los sentimientos de la Navidad.

Abajo se escucha la sublime primera cantata, que es como un preludio a la Navidad. Y suenan los timbales con las trompetas de plata anunciando la llegada del Salvador. Vale la pena escucharla en su idioma original (el alemán) con subtitulos en español, y apreciar la magnífica melodía orquestal y coral.

El texto dice:

¡Regocijaos, alegraos!
¡Glorificad este día ¡Cantad de alegría!
¡Celebrad estos días maravillosos!
¡Exaltad lo que ha cumplido hoy el Altísimo!
¡Dejad el temor, alejad los lamentos!
¡Cantad, llenos de júbilo y alegría!
¡Servid al Altísimo con magníficos coros!
¡Adoremos el nombre del Señor!

El enlace del video es:

https://youtu.be/GZHMgvJgx4E




22 de diciembre de 2017

RECUPERA EL ASOMBRO ANTE EL MISTERIO

ET VERBUM CARO FACTUM EST

ET HABITAVIT IN NOBIS





«El Verbo se hizo carne» es una de esas verdades a las que estamos tan acostumbrados que casi ya no nos asombra la grandeza del acontecimiento que expresa.

Y efectivamente en este período navideño, en el que tal expresión se repite a menudo en la Liturgia, a veces se está más atento a los aspectos exteriores que al corazón de la gran novedad cristiana que celebramos: algo absolutamente impensable, que sólo Dios podía obrar y donde podemos entrar solamente con la fe.

El Logos, que está junto a Dios, el Logos que es Dios, el Creador del mundo (cf. Jn 1, 1), por quien fueron creadas todas las cosas (cf. 1, 3), que ha acompañado y acompaña a los hombres en la historia con su luz (cf. 1, 4-5; 1, 9), se hace uno entre los hombres, establece su morada en medio de nosotros, se hace uno de nosotros (cf. 1, 14).

Es importante entonces recuperar el asombro ante este misterio, dejarnos envolver por la grandeza de este acontecimiento: Dios, el verdadero Dios, Creador de todo, recorrió como hombre nuestros caminos, entrando en el tiempo del hombre, para comunicarnos su misma vida (cf. 1 Jn 1, 1-4)

(Benedicto XVI, Audiencia General del 9 de enero de 2013)


“A Cristo, que por nosotros ha nacido,
venid, adorémosle”
(Invitatorio de Navidad)

20 de diciembre de 2017

DIOS SE HACE HOMBRE

EL MISTERIO




Cristo quiso nacer en la mayor pobreza, quiso hacernos ese obsequio a los pobres. 
La piedad cristiana se enternece sobre ese rasgo y hace muy bien; pero ese rasgo no es lo esencial de este misterio: no es “el misterio”. 
El misterio inconmensurable es que Dios “haya nacido”. 
Aunque hubiese nacido en el Palatino, en local de mármoles y cuna de seda, con la guardia pretoriana rindiendo honores, y César Augusto postrado ante Él, el misterio era el mismo. 
El Dios invisible e incorpóreo, que no cabe en el universo, tomó cuerpo y alma de hombre, y apareció entre los hombres, lleno de gracia y de verdad: ése es el misterio de la Encarnación, la suma de todos los misterios de la fe.
R.P. Leonardo Castellani, El Evangelio de Jesucristo.

¡QUE DESTILEN LOS CIELOS EL ROCÍO!

RORATE CAELI

¡Destilen, cielos, el rocío;
lluevan, nubes, al Justo!



El himno “Rorate Caeli” incluye la antífona que se reza en los días previos a la Navidad. Su texto es sublime y bien vale para una meditación profunda ante el misterio grande de la Encarnación y Natividad del Jesucristo.

Es un cántico de la espera del Salvador, inspirado por profetas y patriarcas.

En Adviento, la liturgia de la Iglesia ofrece una vasta gama de recursos para ayudarnos en esa preparación, incluyendo, entre ellos, el precioso tesoro del canto gregoriano.
El “Rorate Caeli” está considerado una de las más bellas y sublimes composiciones no sólo de Adviento, sino de todo el repertorio litúrgico de la historia del cristianismo.
Sus versos están del libro del profeta Isaías (45, 8), en que se suplica: “¡Que los cielos, desde las alturas, derramen su rocío; que las nubes hagan llover la victoria; ábrase la tierra y brote la felicidad y, al mismo tiempo, ella haga germinar la justicia! Soy yo, el Señor, la causa de todo eso”.
Inspirado en las aclamaciones del Antiguo Testamento para que Dios nos rescate y nos mande al Mesías, el “Rorate Caeli” representa magistralmente el espíritu de súplica y espera del Adviento.
En el enlace de abajo un video con la interpretación de esta maravillosa composición del canto litúrgico cristiano.

https://youtu.be/OCebeoXS_dI

Aquí el texto original en latín, acompañado de la traducción al español.

LATÍN

R/. Rorate Cæli desuper, et nubes pluant justum.

1. Ne irascaris Domine, ne ultra memineris iniquitatis.
ecce civitas sancta facta est deserta,
Sion deserta est, Jerusalem desolata est,
domus sanctificationis tuae et gloriae tuae,
ubi laudaverunt te patres nostri.

R/. Rorate caeli desuper, et nubes pluant justum.

2. Peccavimus, et facti sumus tamquam immundus nos,
et cecidimus quasi folium universi.
et iniquitates nostrae quasi ventus abstulerunt nos,
abscondisti faciem tuam a nobis,
et allisisti nos in manu iniquitatis nostrae.

R/. Rorate caeli desuper, et nubes pluant justum.

3. Vide Domine afflictionem populi tui,
et mitte quem missurus es :
emitte Agnum dominatorem terrae,
de petra deserti ad montem filiae Sion
ut auferat ipse jugum captivitatis nostrae.

R/. Rorate caeli desuper, et nubes pluant justum.

4. Consolamini, consolamini, popule meus :
cito veniet salus tua
quare moerore consumeris, quia innovavit te dolor?
Salvabo te, noli timere,
ego enim sum Dominus Deus tuus, Sanctus Israel, Redemptor tuus.

R/. Rorate caeli desuper, et nubes pluant justum.

CASTELLANO

Destilen, cielos, el rocío;
lluevan, nubes, al Justo.
No te enojes Señor,
no te acuerdes más de nuestra maldad.
La ciudad santa está desierta;
Sión ha quedado arrasada,
Jerusalén, desolada,
la casa de tu santidad y tu gloria,
donde te alabaron nuestros padres.

Destilen, cielos, el rocío;
lluevan, nubes, al Justo.


Hemos pecado y estamos manchados.
Hemos caído como las hojas
y nuestras maldades nos arrastraron como el viento.
Nos escondiste tu Rostro
y nos dejaste con nuestra iniquidad.

Destilen, cielos, el rocío;
lluevan, nubes, al Justo.


Mira, Señor, la aflicción de tu pueblo
y envía al Prometido:
envíanos al Cordero que rige la Tierra,
desde el desierto de piedra
hasta el monte de la hija de Sión,
para que rompa el yugo de nuestra esclavitud.

Destilen, cielos, el rocío;
lluevan, nubes, al Justo.
Consuélate, Pueblo mio, consuélate,
que pronto llegará tu salvación;
¿Por qué te consumes de tristeza?
¿Por qué se renueva tu dolor?
Te salvaré, no temas:
yo soy el Señor, tu Dios,
el Santo de Israel, tu Redentor.



15 de diciembre de 2017

¿LOS HIJOS SON DEL ESTADO?




¿Hay en marcha una expropiación de los hijos?

Las democracias occidentales no se diferencian de los regímenes totalitario en estos temas: El niño es introducido en el «sistema»: es educado por profesores-funcionarios del estado, uniformemente instruidos por la universidad pública y los cursos de formación ministeriales; es precozmente psicologizado por funcionarios del estado, presentes ya en todas las escuelas; es precozmente sexualizado por funcionarios del estado a través de proyectos curriculares inderogables


¿De quién son los hijos? Los hijos no son de nadie porque son de Dios. Hubo un tiempo en el que la idea que el hijo era un don estaba arraigada en el corazón y en la mente de las personas, no sólo de las madres. Un don que viene de Dios y que es necesario educar para que vuelva a Él. Se sentía la procreación como una pertenencia a un ciclo de significado que quitaba al niño de las manos de cualquier poder terrenal, porque era «del Señor».

Este sentir común está aún vivo en muchos progenitores, pero cada vez menos debido a la racionalización técnica y política, que ha asumido también esta forma de dominio: el dominio sobre los hijos

Las utopías políticas fueron las que produjeron, en los siglos pasados, serias excepciones a la idea que los hijos pertenecían al Señor, empezando por la antigua utopía de Platón, según la cual los niños recién nacidos tenían que pasar inmediatamente a estar bajo la protección del estado, que los criaría en estructuras públicas para que así cada ciudadano, viendo a los jóvenes por las calles y plazas, pudiera decir: «Podría ser mi hijo». 

La negación de la familia era funcional a la creación de una comunidad política de iguales con sólidos vínculos recíprocos. Se creía que si los hijos seguían con sus progenitores, la unidad interna de la comunidad se debilitaría y fragmentaría. Esta idea se ha prolongado en la historia y pasa por la comunión de las mujeres en los falansterios del nuevo mundo de Fourier, las indicaciones del Manifiesto de Marx, hasta llegar a los estados totalitarios de finales del siglo pasado.

El ideal utópico de ciudadanos huérfanos para que puedan sentirse más células del organismo estatal se consolida progresivamente con la formación del estado moderno, que concentra en sí la instrucción y la educación, centraliza la sanidad y la atención a la infancia, debilita las formas familiares de solidaridad y se sustituye, cada vez más, a los progenitores y la familia. Todo esto con el fin de dañar a la Iglesia y a la religión de referencia de las familias, que confiaba a las madres la educación, también religiosa, de los niños y enseñaba una procreación que encontraba su lugar humano específico sólo en el matrimonio.

La Iglesia, con su Doctrina social, siempre ha enseñado que los hijos son de los padres porque era el único modo para que fueran de Dios. Siempre ha enseñado que del mismo modo que el lugar humano de la procreación es la pareja de esposos, el lugar humano de la educación es la familia. La educación es, de hecho, una continuación y un llevar a cumplimiento la procreación y corresponde originariamente a los progenitores. Diciendo esto la Iglesia sabía que enunciaba un principio evidente de ley moral natural, pero sabía también que sólo así los niños podían ser educados en la piedad cristiana, los rudimentos del catequismo, las oraciones al ángel custodio. A través de los progenitores, y no del estado, la Iglesia podía hacer que los niños conocieran a Jesucristo. Es el revés positivo de la medalla: el estado sustituye a los progenitores para deseducar a los futuros ciudadanos en lo que atañe al Evangelio; la Iglesia se alía con los progenitores, contra el estado, para educar a los futuros ciudadanos en el Evangelio.

Era una verdadera lucha que la Iglesia no parece querer ya combatirHoy, no menos que en la República de Platón, los hijos parecen ser del estado, que los asume en las propias estructuras desde el jardín de infancia, los forma según sus propios programas y, como la Iglesia justamente temía, los aleja sistemáticamente de Jesucristo, hablando mal de Él, o no hablando en absoluto. 

La Iglesia ya no protesta por esto y no apuesta por formas de educación alternativa -como las escuelas parentales-, que serían el único modo para que ella, la Iglesia, volviera a educar a los niños a través de la reapropiación de la función educativa de los progenitores. La escuela parental no es sólo la escuela de los padres, sino que es también la escuela de la Iglesia a través de los padres. Sería un modo para volver al principio según el cual los hijos son de Dios, y no del ministro de educación.

Desde este punto de vista, las democracias occidentales no se diferencian de los regímenes totalitarios. El niño es introducido en el «sistema»: es educado por profesores-funcionarios del estado, uniformemente instruidos por la universidad pública y los cursos de formación ministeriales; es precozmente psicologizado por funcionarios del estado, presentes ya en todas las escuelas; es precozmente sexualizado por funcionarios del estado a través de proyectos curriculares inderogables; en lo que respecta a su salud, es examinado desde que está en el vientre materno y, posiblemente, abortado por parte de funcionarios del estado; es enviado a hacer un Erasmus en cualquier otro país donde aprenderá estilos de vida y valores estandarizados por funcionarios de ese estado-no estado que es la Unión Europea; en su recorrido escolar, se le enseñará a usar los anticonceptivos, incluidos los de «emergencia», y la fecundación artificial para que, a su vez, procree otros niños huérfanos de estado.

La cuestión es que las democracias hacen todo esto sin que se vea. La educación de estado habla de inclusión cuando quiere decir uniformidad; de tolerancia cuando quiere decir inmoralidad; de igualdad de oportunidades cuando quiere decir indiferentismo sexual; de libertad de elección cuando quiere decir sexualización forzada desde el jardín de infancia, según las directrices emanadas por un despacho cualquiera de funcionarios del estado uniformados en el pensamiento único y dominante. De este modo se deja fuera a los progenitores, que incluso se alegran de ello. La Iglesia también se queda fuera y el niño es deformado incluso antes de que oiga por primera vez la palabra «Dios», si alguna vez la oye.

Los hijos son de Dios, se pensaba antes. Era el reconocimiento de lo absoluto de su valor que se fundaba en la gratuidad del don. Sólo lo que no se paga tiene verdaderamente valor. La procreación debe ser un acto gratuito para que, así, se pueda pensar en la nueva vida como un don gratuito. Lo sabía bien la Humanae vitae de Pablo VI, que precisamente sobre una procreación verdaderamente humana fundaba no sólo la moralidad del acto conyugal, sino la moralidad de toda la sociedad. Si no hay gratuidad allí, en el acto inicial de la vida, ¿cómo podrá haber gratuidad en las otras y sucesivas relaciones sociales?

Efectivamente, desde la anticoncepción en adelante, ha habido una degradación progresiva en la percepción pública de la dignidad del niño. Los niños sonconcebidos en laboratorios, fabricados a partir de embriones descongelados; son dados en acogimiento o adoptados por parejas homosexuales; son divididos y objeto de pelea de progenitores divorciados; son comprados, vendidos y son objeto de contratos en la abominable práctica del vientre de alquiler; son objeto de la intervención de la sanidad pública ante síntomas de «disforia de género»; son convertidos en objetos clínicos o terapéuticos ante el primer síntoma de ligera dislexia o hiperquinesia; son entregados al sistema del espectáculo y de la publicidad desde pequeños y los padres los ven por la mañana y los vuelven a ver sólo por la tarde-noche.

La Iglesia siempre ha enseñado y defendido el derecho del niño a crecer bajo el corazón de su madre y, antes, su derecho a ser concebido de manera humana bajo el corazón de sus progenitores. Cuando la Iglesia decía que la familia es una sociedad pequeña, pero verdadera, o cuando invocaba el respeto a la subsidiariedad, lo hacía mirando a los niños, en el intento de sustraerlos al Leviatán que quiere apropiarse de ellos.

Platón deseaba una fuerte cohesión interna entre ciudadanos y por este motivo el estado que él había pensado le quitaba los hijos a los padres desde su nacimiento. Sin embargo, lo suyo era, claramente, una utopía. Pero después, los sistemas políticos de la comunidad de mujeres, de la planificación centralista de la procreación, de la eugenesia de estado, del género enseñado en todas las escuelas, no han producido, y no producen, ninguna cohesión social; más bien, hacen de nuestros niños, cuando son adultos, individuos débiles, aislados y llenos de temor. Expropiar a los hijos los reduce a cosas.