Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

30 de octubre de 2015

REPERCUSIONES DEL SÍNODO DE OBISPOS SOBRE LA FAMILIA 2015

PARA LLEGAR A LA EUCARISTÍA
SE NECESITA EL CAMINO DE EMAÚS

S.E.R. Timothy Dolan, cardenal y arzobispo de Nueva York,
ha escrito una carta pastoral (titulada: “Señor, ¿a quién iremos?)
con fecha 26 de octubre de 2015
en la que explica a sus fieles su visión
sobre el reciente Sínodo sobre la familia celebrado en Roma.
En relación a la polémica sobre el acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar, el purpurado estadounidense es claro.
La propuesta de los padres sinodales no cambia para nada la enseñanza vigente.


El escudo del Cardenal Dolan lleva como lema "A quién iremos"

El cardenal Dolan aborda directamente en su Carta lo propuesto por el Sínodo ante la polémica sobre los divorciados vueltos a casar:
«Se ha dado mucha atención en la cobertura periodística sobre el Sínodo si aquellos que se han casado sacramentalmente de forma válida, divorciado y vuelto a casar civilmente, pueden recibir la Sagrada Comunión (De hecho, ese tema no fue tan predominante en el Sínodo como en la prensa). La práctica continuada de la Iglesia -recientemente confirmada por San Juan Pablo II después del Sínodo sobre la familia de 1980 y renovada por el papa Benedicto XVI después del Sínodo sobre la Eucaristía del 2005-- es que no pueden mientras la segunda unión conyugal continúe. Es la consecuencia necesaria de lo que Jesús enseñó sobre el divorcio y el “re-casamiento” y de lo que el apóstol San Pablo enseñó  acerca de estar en estado de gracia para recibir la Sagrada Comunión. Las propuestas finales de los obispos del Sínodo no hicieron nada para alterar esa enseñanza».
El arzobispo de Nueva York destaca, como una de las intervenciones más acertadas del Sínodo, la del cardenal Thomas Collis, arzobispo de Toronto (Canadá), que estableció como línea de actuación de la Iglesia lo que hizo Cristo con dos de sus fieles en el camino a Emaús
Jesús se acercó. Les acompañó con su presencia amorosa. Les preguntó acerca de su situación. Escuchó su testimonio. Les reprendió por sus errores. Les enseñó acerca de la verdad de las Escrituras. Se reveló a sí mismo en la Eucaristía. En definitiva, restauró su esperanza y los llevó a la conversión.
El cardenal, dirigiéndose a sus fieles, les hace la siguiente propuesta:
¿Puedo proponer un desafío para la Iglesia en Nueva York después del Sínodo sobre la familia?
¡Vamos a imitar plenamente Emaús!
Muchos de los desacuerdos en el Sínodo sobre la pastoral familiar surgieron de ofrecer una experiencia parcial del camino de Emaús a los que puede estar desanimados y andando en la noche. Pero un Emaús parcial no es lo que quiere Jesús para su pueblo: no es lo que los Pastores de la Iglesia están llamados a ofrecer como servicio. Si sólo acompañamos pero no convertimos, entonces simplemente caminamos al lado de la gente en la noche más lejos, lejos de la comunidad de fe en Jerusalén. Si sólo preguntamos y escuchamos, estamos reteniendo la noticia salvadora de la salvación. Si solo reprendemos, entonces afligimos a los que ya sufren. Si solo explicamos la verdad objetiva de las Escrituras, no somos capaces de mostrar cómo es esa buena noticia para cada persona en particular. Si traemos a la gente a la Eucaristía sin primero prepararlos durante el camino para su conversión, no serán transformados por la revelación de Cristo.


27 de octubre de 2015

MISERICORDIA Y FIRMEZA DOCTRINAL

MISERICORDIA Y FIRMEZA DOCTRINAL



“Misericordia y firmeza doctrinal no pueden subsistir más que unidas;
separadas una de la otra ambas mueren
y no dejan más que dos cadáveres:
el liberalismo humanitario con su falsa serenidad
y el fanatismo con su falso celo.

Se ha dicho:

“La Iglesia es intransigente por principio, porque cree,
pero es tolerante en la práctica porque ama.

Los enemigos de la Iglesia son tolerantes por principio porque ellos no creen,
e intransigentes en la práctica porque no aman”.


R.P. Reginald Garrigou-Lagrange o.p.
(Teólogo y filósofo 1877-1964)

26 de octubre de 2015

LA CONDENA DEL ERROR ES, EN SI MISMA, UNA OBRA DE MISERICORDIA

CORREGIR AL QUE YERRA
Una de las obras de misericordia espirituales,
para tener muy presente en este próximo Año Jubilar de la Misericordia




LA CORRECCIÓN FRATERNA
Un texto de Fray Antonio Royo Marín o.p.
(del libro “La teología de la caridad”)

Abordamos ahora una de las obras espirituales de misericordia más importantes -la llamada "corrección fraterna"-, que da origen a muchos problemas interesantísimos. Santo Tomás le dedica en la Suma Teológica una cuestión entera dividida en ocho artículos. Vamos a exponer su doctrina proyectada a las circunstancias y necesidades de la vida moderna.

a) Naturaleza de la corrección fraterna

Se entiende por tal "la advertencia hecha al prójimo culpable en privado y por pura caridad para apartarle del pecado". Expliquemos un poco la definición:

LA ADVERTENCIA, o sea, la admonición que se hace a una persona para que se abstenga o enmiende de algo ilícito, ya sea con la palabra o de otro modo equivalente (ej., con un gesto, con la tristeza en el rostro, etc.).

HECHA AL PRÓJIMO CULPABLE, sobre todo si lo es por ignorancia o negligencia más que por maldad, ya que, en este último caso, la probabilidad del éxito es mucho menor y acaso resultaría contraproducente.

EN PRIVADO, o sea, de hermano a hermano, sin que se enteren los demás, a diferencia de la corrección pública o judicial, de la que hablaremos más abajo.

Y POR PURA CARIDAD, y en esto se distingue también de la corrección judicial, que procede del superior en cuanto juez y se funda en la justicia; y de la corrección paterna -intermediaria entre las dos-, que procede del superior en cuanto padre y se apoya en su autoridad de tal.

PARA APARTARLE DEL PECADO, o evitar que lo cometa si se encuentra en grave peligro de incurrir en él. Exponiendo la doctrina del primer artículo de Santo Tomás, escribe con acierto el P. Noble:

"La corrección fraterna es un acto positivo de la caridad fraterna, es el enderezamiento caritativo de las faltas del prójimo.La corrección fraterna no es la corrección de justicia que ejerce una autoridad constituída, y que consiste en reprimir y castigar a un delincuente en vista del bien común. Por otra parte, nosotros podemos, personalmente, tener ocasión de reprimir ciertos actos o de impedirlos cuando alguien intente violentarnos o dañarnos. Esta réplica puede llegar hasta el castigo de aquel que viene a conculcar nuestros derechos; es cosa legítima y exigida por la justicia.
La corrección fraterna procede únicamente de la caridad fraterna. No es, pues, la justicia quien la exige, sino el amor; ella procura la represión del mal en cuanto el mal perjudica al mismo que lo ejecuta, y no en cuanto perjudica al bien común o al bien de un tercero. Únicamente porque amo a mi prójimo y porque deseo el bien de su alma y de cuanto sea garantía de este bien primordial, me esfuerzo en corregir sus faltas, sus imperfecciones y sus extravagancias. Esta benévola atención que prestamos a los defectos morales del prójimo, cuando se inspira en la caridad y cuando se ejerce con suavidad y con oportunidad, es una forma excelente de la limosna espiritual".

b) Obligatoriedad

Por derecho natural y divino hay obligación grave de practicar la corrección fraterna. He aquí las pruebas:

a) POR DERECHO NATURAL. Es evidente: si tenemos obligación natural de ayudar al prójimo en sus necesidades corporales, con mayor motivo la tendremos en sus necesidades espirituales. Santo Tomás advierte que es mayor acto de caridad la corrección fraterna, por la que apartamos al prójimo de un daño espiritual, que curarle las enfermedades corporales o remediarle con la limosna sus necesidades materiales.

b) POR DERECHO DIVINO. Consta expresamente en multitud de pasajes de la Sagrada Escritura, sobre todo en el Evangelio, donde se nos enseña con detalle el modo de hacerlo:
"Si pecare tu hermano contra ti, ve y repréndele a solas. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma contigo a uno o dos, para que por la palabra de dos o tres testigos sea fallado todo el negocio. Si los desoyera, comunícalo a la Iglesia; y si a la Iglesia desoyere, sea para ti como gentil o publicano" (Mt. 18,15-17)

San Agustín no vacila en escribir: "Si descuidares corregir, te vuelves peor que el que pecó"; lo cual no ocurriría si la corrección fraterna no constituyera un verdadero precepto que obliga, a veces, gravemente.

Escuchemos el razonamiento de Santo Tomás:
"La corrección fraterna cae bajo precepto. Pero hay que tener presente que, así como los preceptos negativos de la ley prohíben acciones pecaminosas, los afirmativos inculcan las virtuosas. Las acciones pecaminosas son malas en sí mismas y de ninguna manera se pueden hacer, ni en tiempo alguno ni en ningún lugar, porque van unidas de suyo a un fin malo; por eso los mandamientos negativos obligan siempre y en todo momento. Pero las acciones virtuosas no deben hacerse de cualquier manera, sino guardadas las debidas circunstancias requeridas para que lo sean, a saber: que se hagan en donde, cuando y del modo que se debe. Y, pues, la disposición de los medios se hace en conformidad con la condición del fin, a lo que en estas circunstancias principalmente hay que atender es a la razón de fin, que es el objeto de la virtud. Porque, si se omite alguna circunstancia que anule el bien de la virtud, se contraría al precepto; pero, si la omisión de esa circunstancia no vicia del todo la virtud, aunque no se alcance su bien total, no se falta al precepto... La corrección fraterna se ordena a la enmienda del hermano; por tanto, cae bajo precepto en la medida que es necesaria a este fin, pero no hasta el punto que haya que corregir en cualquier lugar y tiempo al hermano delincuente".

Cuando nuestro aviso podría apartar al prójimo de cometer un pecado mortal, su omisión injustificada constituiría en nosotros pecado grave.

Con todo, la responsabilidad del que omite la corrección atenúa muchas veces, hasta el punto de constituir tan sólo pecado venial cuando el respeto humano, la cobardía o el temor de no lograr lo que desea, le privan de hacer la corrección Pero pecaría mortalmente el que estuviera moralmente seguro de poder apartar a su hermano de pecar gravemente con la corrección fraterna y la omitiera por no molestarse o por simple cobardía o vergüenza, ya que antepondría su propia comodidad al bien espiritual necesario de su hermano, lo cual es un grave desorden.

c) Materia de la corrección

De suyo, la materia propia de la corrección fraterna son los pecados mortales ya cometidos -que ponen al prójimo en grave necesidad espiritual- y los futuros que puedan impedirse con la corrección. Pero también los pecados veniales, que por su frecuencia o por sus efectos especialmente nocivos, ya sea para el pecador (peligro de pecar mortalmente), ya para otros (escándalo, quebranto de la disciplina, etc.), le constituyen también en verdadera necesidad espiritual.

En cuanto a los pecados materiales cometidos por ignorancia invencible, deben corregirse cuando producen escándalo, peligro de contraer malos hábitos o afectan al bien común. Pero, si se juzga prudentemente que la amonestación no producirá ningún efecto, hay que omitirla, para no convertir los pecados materiales en formales, a no ser que el bien común exija la corrección.

d) Quien debe hacerla

La corrección fraterna, como acto de caridad que tiene por objeto la enmienda del hermano delincuente, pertenece a todo el que tenga caridad, sea súbdito o superior. Todos están obligados a ejercerla en la medida y grado de sus posibilidades.

Otra cosa sería si se tratase de una corrección judicial, que tiene por objeto el bien común y el castigo del culpable con el fin de atemorizar a los demás y apartarles del pecado. Esta corrección pertenece exclusivamente a los superiores.

No es menester añadir que los superiores pueden y deben ejercer la corrección fraterna -además de la judicial y paternal, cuando haya lugar a ellas-, con mayor razón que los mismos súbditos. Lo que es excepcional por parte de los inferiores es lo ordinario por parte del superior. Pues así como deben otorgarse en mayor escala los beneficios corporales a aquellos cuyo cuidado temporal se tiene, así también los espirituales, entre los que destacan la corrección y la doctrina.

Los mismos pecadores pueden ejercer la corrección fraterna, aunque en el interior de su conciencia se sientan reos del mismo pecado. Porque siempre es un acto de caridad apartar al prójimo de un verdadero mal, como es el pecado. Pero el pecador ha de proceder a la corrección con toda humildad y modestia, para que no resulte contraproducente y escandalosa.

A este propósito dice hermosamente San Agustín: "Acusar los vicios es oficio de los buenos; cuando lo hacen los malos, usurpan cometido ajeno". Y añade en seguida: "Cuando la necesidad nos obliga a reprender a alguno, pensemos si nunca hemos tenido ese vicio; y si es así, pensemos que somos hombres y lo hubiéramos podido tener, o quizá lo tuvimos y ya no lo tenemos. Entonces la común fragilidad avive la memoria, para que la corrección preceda la misericordia y no el odio. Si nos encontrásemos en el mismo vicio, no se lo echemos en cara, sino lloremos con él y mutuamente nos provoquemos el arrepentimiento".

e) A quién

Aunque la corrección fraterna debe ejercerse, de ordinario, con los iguales e inferiores, puede y debe dirigirse a veces a los mismos superiores. Escuchemos al P. Noble exponiendo la doctrina de Santo Tomás:
"¿Podemos nosotros ejercer la corrección fraterna para con los superiores? Sí, porque el deber de caridad se extiende a todos los que están ligados por la caridad. La caridad fraterna no se da únicamente entre iguales, sino que sube y baja. Pero en todo caso debemos observar las formas. Aun cuando nos creamos autorizados para advertir caritativamente a nuestro superior, no debemos olvidar que es nuestro superior, y, por lo mismo, debemos hablarle con mansedumbre y con reverencia; jamás con dureza ni con orgullo.Los superiores, desde el momento que se percatan de su responsabilidad y de los riesgos de su autoridad, saben muy bien que pueden equivocarse o que pueden ser inoportunos en sus mandatos. Ellos, pues, aceptarán con agradecimiento los avisos que deben orientarles. Si son virtuosos, serán los primeros en reconocer que se les dispensa un gran bien con advertirles y que no son intangibles en todo".

f) Condiciones que ha de reunir

Para que la corrección fraterna sea conveniente y obligatoria es preciso que reúna ciertas condiciones exigidas por la naturaleza misma de las cosas. Las principales son las siguiente:

a) MATERIA CIERTA, presentada manifiesta y espontáneamente. No hay obligación de averiguarla cuando permanece oculta, a no ser por parte de los superiores, padres, maestros, etc., cuando tienen motivos para sospecharla y deben por oficio corregirla.

b) NECESIDAD, o sea, que se prevea que el prójimo no se corregirá sin ella y no hay otro igual o más idóneo que pueda y quiera hacerla.

c) UTILIDAD, o sea, que haya fundada esperanza de éxito. Si se prevé que será contraproducente (ej., provocando la ira del corregido e induciéndole por ella a nuevos pecados), debe omitirse, aunque extremando la suavidad y prudencia. Si se duda seriamente si aprovechará o dañará, es mejor omitirla; porque el precepto de no dañar al prójimo es más grave que el de beneficiarle, a no ser que de su omisión se teman males mayores (ej., escándalos, corrupción de otros, etc.)
Los superiores deben corregir y castigar al delincuente para que, si no quiere enmendarse por propia voluntad, se vea obligado a ello por las penas que se imponen; y si se obstina en su maldad y no quiere corregirse, ha de castigársele por razón del bien común, o sea, para escarmiento de los demás y reparación del orden conculcado.

d) POSIBILIDAD, o sea, que pueda hacerse sin grave molestia o perjuicio del corrector, que habrá de medirse por la gravedad de ese perjuicio y de las faltas que se han de corregir. No es suficiente razón para omitirla la indignación pasajera del corregido; pero sí lo sería la previsión de una grave venganza, calumnia, notable pérdida de fortuna, etc., a no ser que haya obligación de hacerla por otros títulos (oficio, piedad familiar, etc.) o porque lo requiera gravemente el bien común, aún con gravísima incomodidad del corrector.

e) OPORTUNIDAD en cuanto al tiempo, lugar y modo de la corrección. Se trata, en efecto, de un precepto positivo, que obliga siempre, pero no en cada momento. Es lícito y conveniente esperar las circunstancias oportunas para asegurar el éxito.

g) Modo de hacerla

En general ha de procurarse que la corrección sea caritativa, paciente, humilde, prudente, discreta y ordenada.

a) CARITATIVA, o sea, debe aparecer con toda claridad que buscamos únicamente el bien del corregido, sin dejarnos llevar de ninguna pasión desordenada. En general, solamente se acepta la corrección que va acompañada de una entrañable en inconfundible caridad. Hay que extremar la dulzura y suavidad en la forma, sin perjuicio de la firmeza necesaria en el fondo. Es un hecho que la benignidad y suavidad de formas obtienen resultados incomparablemente superiores a los que se hubieran alcanzado con el rigor excesivo y la severidad exagerada. Al corregir lo malo del prójimo no nos olvidemos de ponderar y alabar discretamente lo mucho bueno que tiene. Fácilmente conquistaremos así su corazón y aceptará con gratitud nuestra caritativa corrección.

b) PACIENTE. Muchas veces será imposible obtener en seguida resultados enteramente satisfactorios. Hay que saber esperar, volviendo a la carga una y otra vez con suavidad y paciencia hasta que suene la hora de Dios.

No debe exigirse a un niño, a un alumno, a un principiante, la perfección completa y consumada en su manera de obrar. Ello equivaldría a pedirle un imposible y a lanzarle a la desesperación o desánimo. Hay que comenzar por lo más importante: lo que es pecado, lo que molesta a los demás o puede escandalizarles, lo que puede comprometer su porvenir. Poco a poco, de una manera progresiva y gradual, se pasará a otras más finas y delicadas.

"El madero -escribe a este propósito un autor anónimo- no acoge al punto la llama. Primero se seca, luego se va caldeando por sus grados, y así, gradualmente, se dispone para apetecer él mismo el fuego que antes resistía con todas sus fuerzas. De esta suerte ha de ser inducido un ánimo a aquello a que por su naturaleza tiene horror.
Las repentinas mudanzas son obra de Dios, no de los hombres. A nosotros nos enseñan la naturaleza y el arte a obrar despacio y por sus grados; intensa, pero suavemente. Si tu primer lance no fuere afortunado, ten buen ánimo; mas no seas importuno. La cera, que recibe fácilmente una imagen, con la misma facilidad la deja; el mármol, que a fuerza de muchos golpes la recibe, ni por siglos la dejará.
Muchas veces corregimos un defecto con otro mayor, dejándonos llevar de nuestras propias pasiones; de donde nace que no tanto tratamos de enmendar a otro como de satisfacer nuestra indignación. ¿Quién llama al médico para que se indigne con el enfermo, y combata a éste antes que a la enfermedad? Debes tener por principio cierto que ningún medicamento será eficaz contra el mal si no lo aplica una mano amiga. La uña en una llaga aumenta el odio. Las postemas quieren ser tratadas con mano blanda y con mucha suavidad; de otra suerte será intolerable su curación.
El miedo no es durable corrector de costumbres, ni por mucho tiempo las enmendará. El fuego, comprimido violentamente, aborta en explosiones; si se le da salida y desahogo, acaba, sin daño, en humo. Los que se exasperan con los remedios duros, ceden a los blandos. El fin de la corrección ha de ser la enmienda: ¿de qué sirve una corrección que ha de producir sólo obstinación y empeorar a los culpables? La malicia nunca se vence con malicia; ésta se ha de vencer con la bondad".

c) HUMILDE. Es una de las características más indispensables para la eficacia de la corrección fraterna. Una corrección altanera y orgullosa producirá casi siempre efectos contraproducentes.
"Quien corrija a su hermano -escribe a este propósito el P. Plotzke- hará bien si primero examina con diligencia qué es lo que le va a reprochar. También es muy aconsejable hacerse la siguiente pregunta: ¿Cómo lo haría el Señor en mi lugar? Quien haya de corregir a un hermano que ha errado no debe nunca confiar en sus propias fuerzas, y estaría muy equivocado si pensase que él es mejor que el otro. Todos somos pecadores delante de Dios y todos necesitamos de su misericordia. La vana confianza en sí mismo enturbia la mirada, y la crítica de los defectos del prójimo provoca en éste la reacción contraria, haciendo que se disponga, más que a reconocerlos y confesarlos, a disimularlos o a justificarlos. Nadie tolera que le corrija una persona altiva y que se tiene por intachable".

d) PRUDENTE. Hay que escoger el momento y la ocasión más oportuna para asegurar el éxito. En general, no convendrá hacerla estando turbado el culpable, pues es muy difícil que acepte entonces la corrección. No debe hacerse jamás al marido delante de la mujer, a un padre delante de sus hijos, a un superior delante de sus inferiores. Si se prevé que será mejor recibida si la hace otro, será prudente servirse de esta tercera persona intermediaria. Hay que procurar, en todo caso, humillar al culpable lo menos posible; y nunca debe corregírsele en público, a no ser que lo exija así el bien común y se haya intentado repetidas veces, sin éxito, la corrección privada y secreta.

e) DISCRETA. No seamos tales que no dejemos pasar ningún defecto sin la correspondiente increpación. La corrección ha de ser moderada y discreta. Hecha a cada momento y a propósito de todo, cansa y atosiga al que la recibe, que acaba por no tenerla en cuenta para nada. Hay que ser discretos y saber disimular los defectos de poca monta para conservar el prestigio y la autoridad en la corrección de los verdaderamente importantes. Muchas veces se queda sin nada el que lo pretendió todo.

"Sería irritante -escribe a este propósito el P. Noble- que nos pusiéramos al acecho de las faltas de los demás y que, por cualquier motivo y fuera de propósito, les avisáramos con arrogancia y en tono amenazador. No es el espíritu de venganza ni de dominio público quien nos prescribe la corrección fraterna, sino la caridad. No nos hagamos, pues, inquisidores de la vida del prójimo sin tener autoridad para ello. Aun el superior, que tiene el deber más estricto de la corrección fraterna, hará muy bien de aportar a sus admoniciones la más exquisita prudencia. Debe evitar la vigilia excesiva e insistente sobre las faltas de sus subordinados. Lejos de desplegar sobre este punto un celo indiscreto, debe preferir más bien que se presenten por sí solas las ocasiones de corregir y de advertir".

f) ORDENADA. Ha de procurarse en toda corrección salvar la fama del corregido, y para ello debe observarse el orden establecido por Cristo en el Evangelio (Mt. 18,15-17). De suerte que primero se haga la corrección en privado, o sea, a solas con el culpable; luego, con uno o dos testigos, y, finalmente -si todo lo anterior ha fallado-, recurriendo al superior. Éste, a su vez, comenzará con una corrección paternal, recurriendo a la judicial únicamente cuando no se pueda conseguir de otra manera la enmienda del culpable.

Este orden, sin embargo, puede invertirse en circunstancias especiales, a saber:

a) Cuando el pecado es ya público o lo será muy pronto.
b) Si es gravemente perjudicial a otros.
c) Si se juzga prudentemente que el aviso secreto no ha de aprovechar.
d) Si es preferible manifestar en seguida la cosa al superior.
e) Si el delincuente cedió su derecho, como acontece en algunas Órdenes religiosas.

Estas son las principales características que ha de tener la corrección fraterna en general, si queremos asegurar su oportunidad y eficacia. Habrá que distinguir también la calidad o condición de la persona a quien corregimos, ya que no es lo mismo una corrección dirigida a un inferior que a un superior. Y así:

a) Con los iguales e inferiores debe atenderse principalmente a la benignidad y humildad, recordando las palabras de San Pablo: "Hermanos, si alguno fuere hallado en falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, cuidando de ti mismo, no seas también tentado". (Gal. 6,1).

b) Con los superiores guárdese la debida reverencia: "Al anciano no le reprendas con dureza, más bien exhórtale como a padres" (1 Tim. 5,1). Téngase en cuenta además, que rara vez, habrá obligación de corregir al superior, por los inconvenientes que se seguirían. Es mejor, cuando la gravedad del caso lo requiera, manifestar humildemente al superior mayor los defectos del superior inmediato que perjudican al bien común, para que ponga el oportuno remedio según su caridad y prudencia.




25 de octubre de 2015

LOS SOFISTAS DEL SIGLO XXI


CUANDO EL PRAGMATISMO Y EL RELATIVISMO
PREVALECEN SOBRE LA VERDAD,
Y EL PODER ES UN FIN EN SI MISMO

Un mal de nuestro tiempo es la proliferación de dirigentes
que se caracterizan por su desinterés
por la filosofía, la sabiduría, la cultura, la historia, las artes, la religión,
y lo que en verdad les mueve es el afán de protagonismo social,
el ansia infinita de poder político y sociológico,
y el engaño
disfrazado con la verdad de sus mentiras ideológicas
donde abundan los argumentos fabricados
con las armas de la falsedad manifiesta y comprobada.


Protágoras de Abdera, primer sofista griego (485 adC - 412 adC)


Los sofistas fueron denunciados por los filósofos griegos Sócrates (470/469-399 ad.C.), Platón (427-347 ad.C.) y Aristóteles (384/383-322 ad.C.) de ser los mayores farsantes del saber y del quehacer político porque cayeron en lo que caen todos los intelectuales y los políticos proclives a la mentira maquillada de verdades especulativas: en el relativismo, el escepticismo, el agnosticismo y el ateísmo.

Los sofistas de antes y de ahora, nacen de las crisis político-culturales y de pensamiento, donde la pluralidad y el contraste de ideas y creencias han sido desterradas porque los sofistas han alcanzado el poder político, económico, mediático e intelectual.

Los nuevos, como los viejos sofistas, actúan en función de lo que les conviene, según acuerdos de consenso y diálogo preestablecidos para favorecer a los que tienen las riendas del poder.

A los sofistas funcionales de nuestro tiempo, no les interesa la filosofía del ser ni del saber, desprecian la vida como búsqueda y encuentro con la sabiduría y la verdad, porque lo único que les interesa, son los pecuniarios y beneficiosos negocios de la polis, de la política y las finanzas, lo único que les preocupa son sus necesidades funcionales del momento.

Así, por ejemplo, las leyes se hacen en función de las necesidades de ciertos grupos sociales de poder, atendiendo a los intereses de carácter político, económico, mediático y de grupúsculos de presión radical. Nuestros sofistas del siglo XXI, son funcionales porque rechazan el fundamento natural de las leyes y las tradiciones (como puede ser el matrimonio, la familia, o los valores morales del Cristianismo) por leyes y normas amorales frutos de una convención, de un contrato, de un consenso sobre la ocultación de la verdad o la falsedad de la realidad en que vivimos, gobernados por la ateocracia del neoliberalismo y del neosocialismo, ambos disfrazados de un anacrónico laicismo radical.

El pragmatismo funcional, pues, prevalece, sobre las referencias de la Historia del pensamiento y de la cultura y sobre el bien común y la dignidad de la persona.

Los principales valedores de los sofistas funcionales son los políticos neoliberales o neomarxistas y sus megamedios de comunicación. Ellos nos han metido en el caos del convencionalismo diseñado por sus programas electorales y audiovisuales, en donde predominan las propuestas de la partidocracia y la sexocracia del individualismo que se saltan los derechos y deberes constitucionales y los Derechos Humanos fundamentales.

Así, para los sofistas funcionales defensores de la ideología de género, ya no existen dos sexos, como las leyes de las ciencias naturales y biológicas así lo demuestran, sino, distintas orientaciones sexuales, tantas como las necesidades sexuales quieran las leyes convencionales y funcionales del Estado, amigo de los sofistas y de las convenciones permisivas consensuadas desde el poder.

Todo está permitido según el código estipulado por los sofistas funcionales: el relativismo absoluto de sus normas es un juego donde las reglas las pone cada cual, pero eso sí, desde el consenso del poder, ídolo supremo. Y ya sabemos lo que dice San Pablo: “¡Todo está permitido! Pero no todo edifica. Que nadie busque su interés, sino el de los otros” (1Cor, 10-23-24).

Los sofistas funcionales, quieren convertir sus normas apañadas en Derecho positivista, en leyes que todos tienen que obedecer porque si no peligraría la convivencia democrática, lo que ellos entienden por democracia, que no es sino una democracia formal e impositiva: democracia totalitaria consensuada por unos cuantos contra el pluralismo de la mayoría de los ciudadanos.

A los sofistas funcionales, en especial los que se sirven y utilizan los medios de comunicación, lo único que les importa para que los ciudadanos sean felices es que éstos sigan sus planteamientos, que, básicamente buscan que lo más importante en la vida sea dar satisfacción a nuestros instintos básicos para el placer y que la única ley, es la ley natural del más fuerte.

Los sofistas funcionales del siglo XXI se caracterizan por la retórica de los discursos vacíos de ideas y principios, ahora eso sí, las apariencias de sus palabras parecen transmitirnos mundos idílicos, utopías consensuadas que nos prometen paraísos artificiales.

En el correcto uso de la retórica y la dialéctica, no se parecen a los sofistas de la democracia ateniense, en la Grecia de los siglo IV y V ADC., que eran expertos maestros del lenguaje en público. Sin embargo, por sus sofismas, por sus argumentos falaces, fueron desterrados de la vida social y cultural cuando aparecen los discursos de la verdad filosófica de los sabios platónicos y aristotélicos.

Los sofistas funcionales del siglo XXI, sólo han mantenido de los sofistas griegos decadentes, su desinterés por la filosofía, la sabiduría, la cultura, la historia, las artes, la religión, ya que lo que en verdad les mueve es el afán de protagonismo social, el ansia infinita de poder político y sociológico, y por supuesto el engaño disfrazado con la verdad de sus mentiras ideológicas donde abundan los argumentos fabricados con las armas de la falsedad manifiesta y comprobada.

Los sofistas, en fin, viven del poder, por el poder y para el poder desde el cual hablan de la libertad sin más contenidos que sus mentiras y esclavitudes porque les importa muchísimo que las naciones no conozcan la verdad, ni el bien común, ni la justicia y ni mucho menos la libertad.


Diego Quiñones Estévez.

23 de octubre de 2015

LA RENUNCIA A LA VERDAD ES LETAL PARA LA FE

Ante los muchos hechos confusos que rodean el Sínodo de los Obispos, abrevado por disputas internas y externas, es bueno recordar el mensaje escrito del Papa emérito Benedicto XVI a los estudiantes de la Pontificia Universidad Urbaniana en ocasión de titular a la Aula Magna de dicha universidad con su nombre, en octubre de 2014


Es una de sus pocas expresiones públicas desde que abdicara al ministerio petrino.



Mensaje escrito de Benedicto XVI, Papa Emérito:

Quisiera en primer lugar expresar mi cordial agradecimiento al Rector Magnífico y a las autoridades académicas de la Pontificia Universidad Urbaniana, a los oficiales mayores, y a los representantes de los estudiantes por su propuesta de titular en mi nombre el Aula Magna reestructurada. Quisiera agradecer de modo particular al Gran Canciller de la Universidad, el Cardenal Fernando Filoni, por haber acogido esta iniciativa. Es motivo de gran alegría para mí poder estar siempre así presente en el trabajo de la Pontificia Universidad Urbaniana.

En el curso de las diversas visitas que he podido hacer como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, siempre me ha impresionado la atmosfera de la universalidad que se respira en esta universidad, en la cual jóvenes provenientes prácticamente de todos los países de la tierra se preparan para el servicio al Evangelio en el mundo de hoy. También hoy veo interiormente ante mí, en este aula, una comunidad formada por muchos jóvenes que nos hacen percibir de modo vivo la estupenda realidad de la Iglesia Católica.

«Católica»: Esta definición de la Iglesia, que pertenece a la profesión de fe desde los tiempos antiguos, lleva consigo algo del Pentecostés. Nos recuerda que la Iglesia de Jesucristo no miró a un solo pueblo o a una sola cultura, sino que estaba destinada a la entera humanidad. Las últimas palabras que Jesús dice a sus discípulos fueron: ‘Id y haced discípulos a todos los pueblos’. Y en el momento del Pentecostés los apóstoles hablaron en todas las lenguas, manifestando por la fuerza del Espíritu Santo, toda la amplitud de su fe.

Desde entonces la Iglesia ha crecido realmente en todos los continentes. Vuestra presencia, queridos estudiantes, refleja el rostro universal de la Iglesia. El profeta Zacarías anunció un reino mesiánico que habría ido de mar a mar y sería un reino de paz. Y en efecto, allá donde es celebrada la Eucaristía y los hombres, a partir del Señor, se convierten entre ellos un solo cuerpo, se hace presente algo de aquella paz que Jesucristo había prometido dar a sus discípulos.

Vosotros, queridos amigos, sed cooperadores de esta paz que, en un mundo rasgado y violento, hace cada vez más urgente edificar y custodiar. Por eso es tan importante el trabajo de vuestra universidad, en la cual queréis aprender a conocer más de cerca de Jesucristo para poder convertiros en sus testigos.

El Señor Resucitado encargó a sus discípulos, y a través de ellos a los discípulos de todos los tiempos, que llevaran su palabra hasta los confines de la tierra y que hicieran a los hombres sus discípulos.

El Concilio Vaticano II, retomando en el decreto Ad Gentes una tradición constante, sacó a la luz las profundas razones de esta tarea misionera y la confió con fuerza renovada a la Iglesia de hoy.
¿Pero todavía sirve? Se preguntan muchos hoy dentro y fuera de la Iglesia ¿de verdad la misión sigue siendo algo de actualidad? ¿No sería más apropiado encontrarse en el diálogo entre las religiones y servir junto las causa de la paz en el mundo? La contra-pregunta es: ¿El diálogo puede sustituir a la misión?

Hoy muchos, en efecto, son de la idea de que las religiones deberían respetarse y, en el diálogo entre ellos, hacerse una fuerza común de paz.

En este modo de pensar, la mayoría de las veces se presupone que las distintas religiones sean una variante de una única y misma realidad, que ‘religión’ sea un género común que asume formas diferentes según las diferentes culturas, pero que expresa una misma realidad. La cuestión de la verdad, esa que en un principio movió a los cristianos más que a nadie, viene puesta entre paréntesis. Se presupone que la auténtica verdad de Dios, en un último análisis es alcanzable y que en su mayoría se pueda hacer presente lo que no se puede explicar con las palabras y la variedad de los símbolos. Esta renuncia a la verdad parece real y útil para la paz entre las religiones del mundo. Y aún así sigue siendo letal para la fe.

En efecto, la fe pierde su carácter vinculante y su seriedad si todo se reduce a símbolos en el fondo intercambiables, capaces de posponer solo de lejos al inaccesible misterio divino.

Queridos amigos, veis que la cuestión de la misión nos pone no solamente frente a las preguntas fundamentales de la fe, sino también frente a la pregunta de qué es el hombre. En el ámbito de un breve saludo, evidentemente no puedo intentar analizar de modo exhaustivo esta problemática que hoy se refiere a todos nosotros. Quisiera al menos hacer mención a la dirección que debería invocar nuestro pensamiento. Lo hago desde dos puntos de partida.

PRIMER PUNTO DE PARTIDA

1. La opinión común es que las religiones estén por así decirlo, una junto a otra, como los continentes y los países en el mapa geográfico. Todavía esto no es exacto. Las religiones están en movimiento a nivel histórico, así como están en movimiento los pueblos y las culturas. Existen religiones que esperan. Las religiones tribales son de este tipo: tienen su momento histórico y todavía están esperando un encuentro mayor que les lleve a la plenitud.

Nosotros como cristianos, estamos convencidos que, en el silencio, estas esperan el encuentro con Jesucristo, la luz que viene de Él, que sola puede conducirles completamente a su verdad. Y Cristo les espera. El encuentro con Él no es la irrupción de un extraño que destruye su propia cultura o su historia. Es, en cambio, el ingreso en algo más grande, hacia el que están en camino. Por eso, este encuentro es siempre, al mismo tiempo, purificación y maduración.

Por otro lado, el encuentro es siempre recíproco. Cristo espera su historia, su sabiduría, su visión de las cosas.

Hoy vemos cada vez más nítido otro aspecto: mientras en los países de su gran historia, el cristianismo se convirtió en algo cansado y algunas ramas del gran árbol nacido del grano de mostaza del Evangelio se secan y caen a la tierra, del encuentro con Cristo de las religiones en espera brota nueva vida. Donde antes solo había cansancio, se manifiestan y llevan alegría las nuevas dimensiones de la fe.

2. La religiones en sí mismas no son un fenómeno unitario. En ellas siempre van distintas dimensiones. Por un lado está la grandeza del sobresalir, más allá del mundo, hacia Dios eterno. Pero por otro lado, en esta se encuentran elementos surgidos de la historia de los hombres y de la práctica de las religiones. Donde pueden volver sin lugar a dudas cosas hermosas y nobles, pero también bajas y destructivas, allí donde el egoísmo del hombre se ha apoderado de la religión y, en lugar de estar en apertura, la ha transformado en un encerrarse en el propio espacio.

Por eso, la religión nunca es un simple fenómeno solo positivo o solo negativo: en ella los dos aspectos se mezclan. En sus inicios, la misión cristiana percibió de modo muy fuerte sobretodo los elementos negativos de las religiones paganas que encontró. Por esta razón, el anuncio cristiano fue en un primer momento estrechamente critico con las religiones. Solo superando sus tradiciones que en parte consideraba también demoníacas, la fe pudo desarrollar su fuerza renovadora.

En base a elementos de este tipo, el teólogo evangélico Karl Barth puso en contraposición religión y fe, juzgando la primera en modo absolutamente negativo como comportamiento arbitrario del hombre que trata, a partir de sí mismo, de apoderarse de Dios. Dietrich Bonhoeffer retomó esta impostación pronunciándose a favor de un cristianismo sin religión. Se trata sin duda de una visión unilateral que no puede aceptarse. Y todavía es correcto afirmar que cada religión, para permanecer en el sitio debido, al mismo tiempo debe también ser siempre crítica de la religión.

Claramente esto vale, desde sus orígenes y en base a su naturaleza, para la fe cristiana, que, por un lado mira con gran respeto a la profunda espera y la profunda riqueza de las religiones, pero, por otro lado, ve en modo crítico también lo que es negativo. Sin decir que la fe cristiana debe siempre desarrollar de nuevo esta fuerza crítica respecto a su propia historia religiosa.

Para nosotros los cristianos, Jesucristo es el Logos de Dios, la luz que nos ayuda a distinguir entre la naturaleza de las religiones y su distorsión.

3. En nuestro tiempo se hace cada vez más fuerte la voz de los que quieren convencernos de que la religión como tal está superada. Solo la razón crítica debería orientar el actuar del hombre. Detrás de símiles concepciones está la convicción de que con el pensamiento positivista la razón en toda su pureza se ha apoderado del dominio. En realidad, también este modo de pensar y de vivir está históricamente condicionado y ligado a determinadas culturas históricas. Considerarlo como el único válido disminuiría al hombre, sustrayéndole dimensiones esenciales de su existencia.

El hombre se hace más pequeño, no más grande, cuando no hay espacio para un ethos que, en base a su naturaleza auténtica retorna más allá del pragmatismo, cuando no hay espacio para la mirada dirigida a Dios. El lugar de la razón positivista está en los grandes campos de acción de la técnica y de la economía, y todavía esta no llega a todo lo humano. Así, nos toca a nosotros que creamos abrir de nuevo las puertas que, más allá de la mera técnica y el puro pragmatismo, conducen a toda la grandeza de nuestra existencia, al encuentro con Dios vivo.

SEGUNDO PUNTO DE PARTIDA

1. Estas reflexiones, quizá un poco difíciles, deberían mostrar que hoy, en un modo profundamente mutuo, sigue siendo razonable el deber de comunicar a los otros el Evangelio de Jesucristo.

Todavía hay un segundo modo, más simple, para justificar hoy esta tarea. La alegría exige ser comunicada. El amor exige ser comunicado. La verdad exige ser comunicada. Quien ha recibido una gran alegría, no puede guardársela solo para sí mismo, debe transmitirla. Lo mismo vale para el don del amor, para el don del reconocimiento de la verdad que se manifiesta.

Cuando Andrés encontró a Cristo, no pudo hacer otra cosa que decirle a su hermano: ‘Hemos encontrado al Mesías’. Y Felipe, al cual se le donó el mismo encuentro, no pudo hacer otra cosa que decir a Bartolomé que había encontrado a aquél sobre el cual habían escrito Moisés y los profetas.

No anunciamos a Jesucristo para que nuestra comunidad tenga el máximo de miembros posibles, y mucho menos por el poder. Hablamos de Él porque sentimos el deber de transmitir la alegría que nos ha sido donada.

Seremos anunciadores creíbles de Jesucristo cuando lo encontremos realmente en lo profundo de nuestra existencia, cuando, a través del encuentro con Él, nos sea donada la gran experiencia de la verdad, del amor y de la alegría.

2. Forma parte de la naturaleza de la religión la profunda tensión entre la ofrenda mística de Dios, en la que se nos entrega totalmente a Él, y la responsabilidad para el prójimo y para el mundo por Él creado. Marta y María son siempre inseparables, también si, de vez en cuando, el acento puede recaer sobre la una o la otra. El punto de encuentro entre los dos polos es el amor con el cual tocamos al mismo tiempo a Dios y a sus Criaturas. ‘Hemos conocido y creído al amor’: esta frase expresa la auténtica naturaleza del cristianismo. El amor, que se realiza y se refleja de muchas maneras en los santos de todos los tiempos, es la auténtica prueba de la verdad del cristianismo.

BENEDICTO XVI

20 de octubre de 2015

DOS INTERVENCIONES EN EL SÍNODO DE LA FAMILIA 2015

 Ante la falta de información de muchas de las valiosas intervenciones realizadas en el Aula Sinodal, transcribimos aquí dos textos, que presentaron el Obispo de Oruro, Bolivia y la presidenta del Consorcio de Medicos Católicos de Rumania, respectivamente.

Ambos tienen un valor muy importante en estas circunstancias.


LA IGLESIA NO PUEDE CLAUDICAR
PARA PONERSE A TONO CON EL MUNDO

Ponencia de Monseñor Krzysztof J. BIALASIK SVD
Obispo de la Diócesis de Oruro, Bolivia
Presidente de la Fundación de Vida y Familia




Santo Padre, Padres Sinodales

En Bolivia, la familia siempre fue y es un don fundamental. En los últimos años, algunas corrientes sociales, políticas y farmacéuticas, promovidas y financiadas  por las organizaciones mundiales, implementaron ideologías anti-vida y anti-familia, que el Papa Juan Pablo II llamaba “cultura de la muerte”. Estas siguen amenazando el bien fundamental de toda la humanidad. No podemos callar esta triste realidad.

Es necesario educar a los jóvenes, particularmente a los que desean formar la familia  en la firme base de un matrimonio sacramental, para que aprecien este don matrimonial y familiar y, sepan fortalecer y protegerlos en todo sentido.

Por eso, el tiempo de preparación matrimonial, es la etapa más importante para la validez y firmeza de la familia.

El noviazgo podría ser – al matrimonio, lo que el seminario – al sacerdocio: un camino de preparación y no de deformación. Hay que recuperar una pastoral del noviazgo como garantía básica de una futura familia estable en la fe cristiana.

Para ello es necesaria la catequesis sobre esta etapa de vida y sobre la santa Pureza desde toda su limpieza moral y dignidad humana, sin ocultar que el Pecado existe.

Es muy importante superar el temor a catequizar sobre la castidad (por no parecer “raros” a los ojos del mundo) al igual que la adhesión a las corrientes que, sutilmente, sustituyen el valor de la pureza por expresiones secularizadas tales como “sexualidad madura”, “conocimiento interior” , “el modernismo”, “el relativismo”, “la liberación sexual”, “la ideología del género”… etc, que sólo plantean confusión y afianzan a los jóvenes en seguir el camino de la impureza con justificantes que drogan su conciencia.

Y también debe alentarse a los jóvenes a tener la valentía y personalidad siguiendo a Cristo y no a la moda de la masa.

Se debe insistir sobre la importancia de CASTIDAD que es sinónimo de VIDA. Predicar sobre la castidad es defender la vida desde la concepción, y ¿por qué? … pues sencillamente porque la mayoría de los abortos son consecuencia de relaciones sexuales fuera del matrimonio y particularmente en el tiempo de juventud muy temprana.

Es necesario:

·         Recuperar el impulso evangelizador tal como los hizo Jesucristo.

·         Catequizar desde la enseñanza moral de la Iglesia

·         Presentar la Belleza del Matrimonio Sacramental y de la Familia.

·         Recordar, de forma concreta, que todo uso del sexo fuera del matrimonio es el Pecado mortal. Y que la castidad es la puerta que salva la vida del peor holocausto de la historia que es el aborto.

·         Expresar que el matrimonio es solo posible entre hombre y mujer, y que el ejercicio de la homosexualidad es aberrante por ser contrario a la naturaleza.

·         Exhortar a que el verdadero y ÚNICO AMOR radica en imitar a Cristo.

Y, sobre todo: recuperar la llamada a la CONVERSIÓN del Corazón. La Iglesia no puede claudicar para ponerse a tono con el mundo.

Hay que invertir esfuerzos:

Menos obsesión por poner parches al pecado y, más devoción por recuperar un mensaje claro de Jesucristo para la SALVACIÓN de las almas; pues la actual conciencia dormida, drogada, o auto-pervertida, es el camino más rápido para llegar a la eterna condenación de muchas almas.

La IGLESIA, tiene que obedecer a Dios y no a los hombres. 

Salvar al hombre es nuestra misión.

Dixit.

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EN ESTE MUNDO EL MAL PROVIENE DEL PECADO,
NO DE LA DISPARIDAD DE INGRESOS O DEL “CAMBIO CLIMÁTICO”

PONENCIA DE LA DOCTORA Anca María CERNEA
 del Centro de Diagnóstico y Tratamiento Víctor Babes y presidenta de la Asociación de Médicos Católicos de Bucarest (Rumania)



Santidad,
Padres Sinodales,
Hermanos:

Represento a la Asociación de Médicos Católicos de Bucarest.

Pertenezco a la Iglesia Católica rumana de rito griego.

Mi padre era un dirigente político cristiano que estuvo encarcelada durante diecisiete años por los comunistas. Aunque mis padres estaban comprometidos para casarse, no pudieron hacerlo hasta 17 años después.

Durante todos aquellos años, mi madre esperó a mi padre, sin saber siquiera si estaría aún vivo. Fueron heroicamente fieles a Dios y a su compromiso.

Su ejemplo demuestra que la gracia de Dios puede sobreponerse a unas circunstancias sociales terribles y a la pobreza material.

Los médicos católicos que defendemos la vida y la familia vemos que, ante todo, nos encontramos en una batalla espiritual.

La pobreza material y el consumismo no son la causa primera de la crisis de la familia.

La causa primera de la revolución sexual y cultural es ideológica. Nuestra Señora de Fátima dijo que los errores de Rusia se propagarían por todo el mundo.

Se hizo primero de forma violenta, con el marxismo clásico, matando a decenas de millones de personas.

Ahora se hace mediante el marxismo cultural. Hay una continuidad, desde la revolución sexual leninista, a través de Gramsci y de la Escuela de Frankfurt, hasta la actual ideología de los derechos homosexuales y de género.

El marxismo clásico pretendía rediseñar la sociedad adueñándose por medios violentos de la propiedad.

Ahora la revolución va más lejos: pretende redefinir la familia, la identidad sexual y la naturaleza humana.

Esta ideología se hace llamar progresista, pero no es otra cosa que la tentación de la serpiente antigua para que el hombre se haga el amo, reemplace a Dios y organice la salvación en este mundo.

Es un error de naturaleza religiosa; es gnosticismo.

Los pastores tienen la misión de reconocerlo y de alertar al rebaño de este peligro.

“Buscad, pues, primero el Reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura”.

La misión de la Iglesia es salvar almas. En este mundo el mal proviene del pecado. No de la disparidad de ingresos ni del “cambio climático”. La solución es: Evangelización. Conversión.

No un dominio cada vez mayor por parte de las autoridades. No un gobierno mundial. Esos son hoy en día los agentes principales de la imposición del marxismo cultural, por medio del control de la natalidad, la salud reproductiva, los derechos de los homosexuales, la ideología de género, etcétera.

Lo que el mundo necesita hoy en día no es que se limite la libertad, sino libertad verdadera, liberación del pecado. Salvación.

Nuestra Iglesia estuvo prohibida durante la ocupación soviética. Pero ninguno de nuestros doce obispos traicionó la comunión con el Santo Padre. Nuestra Iglesia sobrevivió gracias a la determinación y el ejemplo de nuestros obispos, que resistieron en las cárceles y entre el terror.
Nuestros prelados pidieron a los fieles que no siguieran al mundo. No que cooperan con los comunistas.

Ahora necesitamos que Roma le diga al mundo: “Arrepentíos de vuestros pecados y volved a Dios, porque el Reino de los Cielos está cerca”:
No sólo nosotros los católicos laicos, sino también muchos cristianos ortodoxos están rezando fervorosamente por este Sínodo. Porque, como ellos dicen, si la Iglesia Católica se entrega al espíritu de este mundo, será muy difícil para todos los demás cristianos resistirlo.