Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

1 de octubre de 2015

NO SER "VELETA"

LA VELETA EN LOS TEMPLOS CATÓLICOS: LA VELEIDAD 




La figura del gallo coronando las torres de los templos católicos, además de recordar las negaciones de San Pedro en la Pasión de Jesucristo, hacen alusión a lo que expresa etimológicamente su palabra: veleta = veleidad.

La veleta sobre la Cruz o debajo de ella recuerda al cristiano que no es bueno quedar sujeto a las veleidades que se nos ofrecen, a los vientos tornadizos que minan la fe y hacen al hombre insensato e inconstante.

Es necesario afirmarse en la Cruz, que es símbolo de obediencia y de sacrificio. La veleta en los pináculos de los campanarios de las iglesias nos invita a ser hijos de Dios, perseverantes y tesoneros en el amor al Evangelio, con el fervoroso deseo de la venida del Reino de Jesucristo.

El Diccionario de la Real Academia Española pone dos acepciones de la palabra “veleidad”:

1. Voluntad antojadiza o deseo vano
2. Inconstancia, ligereza.

Proviene del francés velléité”, que refiere a la voluntad antojadiza o deseo vano, a la inconstancia, a la ligereza… La veleidad pertenece a un mundo de tendencias anárquicas, provisionales, vacilantes, dubitativas y cambiantes... de aquellos que sólo buscan el aplauso y la aceptación del mundo.

Una persona veleidosa es mutable, inestable, frágil, maleable… tiene un grave defecto de voluntad. Está sujeta a los movimientos de moda, a las pasiones que menean las convicciones morales, a los impulsos desordenados que zarandean la inteligencia haciendo caso omiso de la Verdad. Es por eso que, en el lenguaje familiar, se suele decir “es un veleta” haciendo referencia a la persona tornadiza y maleable.

La veleta en las iglesias nos recuerda la importancia de ser firmes en la fe y sensatos en las decisiones, siendo fieles a la Cruz de Cristo.

“Como una caña agitada por el viento…” (Lc. 7,24)



En la Basílica del Espíritu Santo (Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe)
en el porteño barrio de Palermo (Mansilla y Medrano, Buenos Aires)
-coronando el magnífico cimborrio que cubre la bóveda del crucero-  
se observa una veleta que se apoya sobre una artística cruz de hierro.
En este caso la veleta no posee indicación de los puntos cardinales
sino que sólo se encuentra el tradicional gallo que gira por la acción de los vientos.

La arquitectura de este templo sigue las líneas de las iglesias románicas de la Baviera alemana, constituyéndose en una referencia obligada de la estética neo románica sajona en Argentina,
con una logradísima esbeltez y magnificencia.




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