LA VELETA EN LOS TEMPLOS CATÓLICOS: LA VELEIDAD
La figura del gallo
coronando las torres de los templos católicos, además de recordar las
negaciones de San Pedro en la Pasión de Jesucristo, hacen alusión a lo que expresa
etimológicamente su palabra: veleta = veleidad.
La veleta sobre la
Cruz o debajo de ella recuerda al cristiano que no es bueno quedar sujeto a las
veleidades que se nos ofrecen, a los vientos tornadizos que minan la fe y hacen
al hombre insensato e inconstante.
Es necesario
afirmarse en la Cruz, que es símbolo de obediencia y de sacrificio. La veleta
en los pináculos de los campanarios de las iglesias nos invita a ser hijos de
Dios, perseverantes y tesoneros en el amor al Evangelio, con el fervoroso deseo de la venida del Reino de Jesucristo.
El Diccionario de
la Real Academia Española pone dos acepciones de la palabra “veleidad”:
1. Voluntad antojadiza o deseo vano
2. Inconstancia, ligereza.
2. Inconstancia, ligereza.
Proviene del francés “velléité”,
que refiere a la voluntad antojadiza o deseo vano, a la
inconstancia, a la ligereza… La veleidad pertenece a un mundo de tendencias
anárquicas, provisionales, vacilantes, dubitativas y cambiantes... de aquellos que sólo buscan el aplauso y la aceptación del mundo.
Una persona veleidosa es mutable, inestable, frágil, maleable… tiene un grave defecto de voluntad. Está sujeta a los movimientos de moda, a las pasiones que menean las convicciones morales, a los impulsos desordenados que zarandean la inteligencia haciendo caso omiso de la Verdad. Es por eso que, en el lenguaje familiar, se suele decir “es un veleta” haciendo referencia a la persona tornadiza y maleable.
Una persona veleidosa es mutable, inestable, frágil, maleable… tiene un grave defecto de voluntad. Está sujeta a los movimientos de moda, a las pasiones que menean las convicciones morales, a los impulsos desordenados que zarandean la inteligencia haciendo caso omiso de la Verdad. Es por eso que, en el lenguaje familiar, se suele decir “es un veleta” haciendo referencia a la persona tornadiza y maleable.
La veleta en las iglesias nos recuerda la
importancia de ser firmes en la fe y sensatos en las decisiones, siendo fieles
a la Cruz de Cristo.
“Como
una caña agitada por el viento…” (Lc. 7,24)
En la Basílica del Espíritu Santo (Parroquia
Nuestra Señora de Guadalupe)
en el porteño barrio de Palermo (Mansilla y
Medrano, Buenos Aires)
-coronando el magnífico cimborrio que cubre
la bóveda del crucero-
se observa una veleta que se apoya sobre una
artística cruz de hierro.
En este caso la veleta no posee indicación de
los puntos cardinales
sino que sólo se encuentra el tradicional
gallo que gira por la acción de los vientos.
La arquitectura de este templo sigue las
líneas de las iglesias románicas de la Baviera alemana, constituyéndose en una referencia
obligada de la estética neo románica sajona en Argentina,
con una logradísima esbeltez y magnificencia.
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