EL MISTERIO DE LA NAVIDAD:
SU NÚCLEO DE FE
“Qui propter nos homines et propter nostram salutem ex natus Maria virgine homo factus est
Cada domingo hacemos esta sencilla y grandiosa Profesión de Fe
en Jesucristo: “Por
nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del
Espíritu Santo nació de Santa María, virgen”. No se puede decir más con
menos palabras. Porque ellas contienen y expresan el misterio más grande que ha tenido lugar a lo largo de
la historia. Nada, en efecto, es comparable al hecho de que Dios haya querido hacerse
hombre sin dejar de ser Dios. Y que lo haya hecho por el más elevado de
los motivos: el amor.
Celebramos una vez más este inefable misterio. Porque Navidad es eso: el
misterio de Dios que, por amor nuestro, ha querido hacerse uno de nosotros para
salvarnos de la esclavitud del mal y hacernos hijos suyos.
Navidad, ciertamente, es muchas cosas: es humildad, es
sencillez, es pobreza, es fraternidad, es solidaridad, es paz, es compartir. Pero todo esto son
consecuencias. Lo verdaderamente nuclear es que Dios ha querido compartir la
existencia de los hombres.
La Encarnación y del Nacimiento de Jesucristo tiene esta
finalidad: hacer a los hombres hijos de Dios. Como dijeron los santos Padres y
repite la teología actual, nos ha hecho “hijos en el Hijo”.
Podemos sacar todas las conclusiones que queramos para vivir la Navidad. Si
Dios nos ama, Navidad tiene que ser la fiesta de la alegría. Si nos ama a
todos, todos tenemos que amarnos entre nosotros. Si nos ama como hijos, todos
somos hermanos. Si todos somos hermanos, todos tenemos que ser solidarios. Si todos
tenemos que ser solidarios, todos tenemos que compartir y repartir los dones
materiales y espirituales que poseamos.
No olvidemos el origen de todas estas consecuencias: DIOS SE HIZO HOMBRE PARA
NUESTRA REDENCIÓN. De esta verdad central de fe surgen la humildad, la alegría, la solidaridad, la hermandad, el amor a los pobres, el compartir...
¡FELIZ NATIVIDAD DEL SEÑOR!
¡FELIZ NATIVIDAD DEL SEÑOR!
(de la Carta Pastoral del Arzobispo de Burgos, monseñor Francisco Gil Hellin)
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