Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

6 de diciembre de 2014

¿ESTAMOS EN PAZ CON DIOS?


Palabras en la primera predicación de Adviento Padre Raniero Cantalamessa, o.fm.cap., predicador de la Casa Pontificia ante el Papa y la Curia Romana en la Capilla Redemptoris Mater del Vaticano.



OS DOY MI PAZ” (Jn 14, 27)

De la paz con Dios dependen todas las otras formas de paz

¿Estamos en paz con Dios? 





Si se pudiera escuchar el grito más fuerte que hay en el corazón de miles de personas, se oiría, en todas las lenguas del mundo, una sola palabra: ¡paz! La dolorosa actualidad de este tema, unida a la necesidad de dar de nuevo a la palabra paz la riqueza y la profundidad de significado que esta tiene en la Biblia, me ha empujado a dedicar a este tema la meditación de Adviento de este año. Nos ayudará, espero, a escuchar con oídos nuevos el anuncio navideño: "Paz en la tierra a los hombres que ama el Señor" y también a comenzar a vivir en nuestro interior el mensaje que la Iglesia, cada año, dirige al mundo en la jornada mundial de la paz.
  
Comenzamos escuchando el anuncio fundamental sobre la paz. Son palabras de Pablo en la Carta a los Romanos:

"Justificados, entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por Él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por Él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios" (Rom 5, 1-2).
 
Aún recuerdo lo que sucedió el día que terminó, para Italia, la segunda guerra mundial. El grito de "¡Armisticio! ¡Paz!" rebotó desde la ciudad hasta el campo, de casa en casa. Era el final de una pesadilla; no más terror, no más bombardeos, no más hambre. Parecía que se volvía finalmente a vivir. Algo parecido debía provocar, en el corazón de los lectores, ese anuncio del apóstol: "¡Tenemos paz con Dios! ¡Se ha hecho la paz! ¡Una nueva era ha comenzado para la humanidad en su relación con Dios!". La suya se ha definido como "una época de angustia". Los hombres de aquel tiempo tenían la impresión nada infundada de una condena que pesaba sobre su cabeza; Pablo la llama "la cólera de Dios que se revela del cielo contra toda impiedad"  (Rom 1, 18). De aquí, los ritos y cultos exotéricos de propiciación que pululaban en la sociedad pagana de aquella época.

Cuando hablamos de paz, somos llevados a pensar casi siempre a una paz horizontal: entre los pueblos, entre las razas, las clases sociales, las religiones. La palabra de Dios nos enseña que la paz primera y más esencial es la vertical, entre cielo y tierra, entre Dios y la humanidad. De ella dependen todas las otras formas de paz. 


Lo vemos en la narración misma de la Creación. Hasta que Adán y Eva están en paz con Dios, hay paz dentro de cada uno de ellos, entre carne y espíritu (estaban desnudos y no sentían vergüenza), hay paz entre el hombre y la mujer ("carne de mi carne"), entre el ser humano y el resto de la creación. Apenas se rebelan contra Dios, todo entra en conflicto: la carne contra el espíritu (se dan cuenta que están desnudos), el hombre contra la mujer ("la mujer me ha seducido"), la naturaleza contra el hombre (espinas y cardos), el hermano contra el hermano, Caín y Abel.


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