Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

12 de diciembre de 2014

MARÍA SANTÍSIMA, MEDIANERA DE TODAS LAS GRACIAS


NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE 

OMNIPOTENCIA SUPLICANTE


Las crónicas originales que relatan el suceso del siglo XVI del encuentro  de Nuestra Señora de Guadalupe con el indio San Juan Diego en el cerro del Tepeyac resaltan la función de Madre de la Virgen Santísima, como OMNIPOTENCIA SUPLICANTE. Ella es la Medianera de todas las gracias, la intercesora insistente ante su Hijo.
Cuatro verbos expresan este oficio de intercesión de la Virgen María en su advocación de Guadalupe, que el cronista pone en su boca: AMOR, COMPASIÓN, AUXILIO Y DEFENSA.


De las crónicas llamadas “Nicán Mopohua”
(Relato del escritor indígena del siglo XVI don Antonio Valeriano)

“Un sábado de mil quinientos treinta y uno, a pocos días del mes de diciembre, un indio de nombre Juan Diego iba muy de madrugada del pueblo en que residía a Tlatelolco, a tomar parte en el culto divino y a escuchar los mandatos de Dios. Al llegar junto al cerrillo llamado Tepeyac, amanecía, y escuchó que le llamaban de arriba del cerrillo:
«Juanito, Juan Dieguito».
Él subió a la cumbre y vio a una señora de sobrehumana grandeza, cuyo vestido era radiante como el sol, la cual, con palabra muy blanda y cortés, le dijo:
“Juanito, el más pequeño de mis hijos, sabe y ten entendido que yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios por quien se vive. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra


Esta tarea maternal amorosísima de la Virgen María lo expresa muy bien el HIMNO DE LAUDES de hoy:

Ayer, Alba en el alba, subiste presurosa
por servir a tu prima, cual sierva ante los siervos.
Hoy a México bajas, cual Rosa misteriosa,
para anunciar al indio que en sus ratos acerbos

jamás estará solo; porque jamás, oh Madre,
has sido en nuestra historia cobarde subterfugio;
porque tú eres la escala ante el Hijo del Padre:
¡tú el regazo y el puente; tú, defensa y refugio!

Eres cifra y compendio de nuestra patria suave;
eres signo y sustancia de nuestra nueva raza;
eres lámpara y cuna, eres báculo y ave,
eres vínculo y nudo, eres tilma, eres casa.

Por tus manos en hueco, patena de ternura,
consagramos al Padre de todos los consuelos,
por el Hijo, en la Llama quemaste la amargura
del sudor hecho lágrimas y el júbilo hecho anhelos. Amén.




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