NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE
OMNIPOTENCIA SUPLICANTE
Las
crónicas originales que relatan el suceso del siglo XVI del encuentro de Nuestra Señora de Guadalupe con el indio
San Juan Diego en el cerro del Tepeyac resaltan la función de Madre de la
Virgen Santísima, como OMNIPOTENCIA
SUPLICANTE. Ella es la Medianera de todas las gracias, la intercesora
insistente ante su Hijo.
Cuatro
verbos expresan este oficio de intercesión de la Virgen María en su advocación
de Guadalupe, que el cronista pone en su boca: AMOR, COMPASIÓN, AUXILIO Y DEFENSA.
De las crónicas llamadas
“Nicán
Mopohua”
(Relato del escritor indígena del siglo XVI
don Antonio Valeriano)
“Un sábado de
mil quinientos treinta y uno, a pocos días del mes de diciembre, un indio de
nombre Juan Diego iba muy de madrugada del pueblo en que residía a Tlatelolco,
a tomar parte en el culto divino y a escuchar los mandatos de Dios. Al llegar
junto al cerrillo llamado Tepeyac, amanecía, y escuchó que le llamaban de
arriba del cerrillo:
«Juanito, Juan
Dieguito».
Él subió a la
cumbre y vio a una señora de sobrehumana grandeza, cuyo vestido era radiante
como el sol, la cual, con palabra muy blanda y cortés, le dijo:
“Juanito, el
más pequeño de mis hijos, sabe y ten entendido que yo soy la siempre Virgen
María, Madre del verdadero Dios por quien se vive. Deseo vivamente que se me
erija aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos
los moradores de esta tierra”
Esta tarea
maternal amorosísima de la Virgen María lo expresa muy bien el HIMNO DE LAUDES
de hoy:
Ayer, Alba en el alba, subiste
presurosa
por servir a tu prima, cual sierva ante los siervos.
Hoy a México bajas, cual Rosa misteriosa,
para anunciar al indio que en sus ratos acerbos
jamás estará solo; porque jamás, oh Madre,
has sido en nuestra historia cobarde subterfugio;
porque tú eres la escala ante el Hijo del Padre:
¡tú el regazo y el puente; tú, defensa y refugio!
Eres cifra y compendio de nuestra patria suave;
eres signo y sustancia de nuestra nueva raza;
eres lámpara y cuna, eres báculo y ave,
eres vínculo y nudo, eres tilma, eres casa.
Por tus manos en hueco, patena de ternura,
consagramos al Padre de todos los consuelos,
por el Hijo, en la Llama quemaste la amargura
del sudor hecho lágrimas y el júbilo hecho anhelos. Amén.
por servir a tu prima, cual sierva ante los siervos.
Hoy a México bajas, cual Rosa misteriosa,
para anunciar al indio que en sus ratos acerbos
jamás estará solo; porque jamás, oh Madre,
has sido en nuestra historia cobarde subterfugio;
porque tú eres la escala ante el Hijo del Padre:
¡tú el regazo y el puente; tú, defensa y refugio!
Eres cifra y compendio de nuestra patria suave;
eres signo y sustancia de nuestra nueva raza;
eres lámpara y cuna, eres báculo y ave,
eres vínculo y nudo, eres tilma, eres casa.
Por tus manos en hueco, patena de ternura,
consagramos al Padre de todos los consuelos,
por el Hijo, en la Llama quemaste la amargura
del sudor hecho lágrimas y el júbilo hecho anhelos. Amén.
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