“Dios se hizo hombre para que el hombre se elevara a las alturas de
Dios”.
San Agustín
La sagrada Eucaristía
y la forja del carácter
Custodia monumental de la Basílica del Santísimo Sacramento en Buenos Aires
La liturgia de la Misa de este sexto día de la Octava de Navidad contiene la siguiente ORACIÓN COLECTA:
Concédenos, Dios todopoderoso,
que el nuevo nacimiento de tu Hijo unigénito en nuestra carne
nos libre de la opresión con que nos domina
la antigua esclavitud del pecado.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
Podemos decir que el carácter es como
el sello de la voluntad que se esfuerza por amoldar las acciones a las propias
convicciones. El carácter es la verdadera armonía de todas las facultades de la
persona. Esto referido al carácter humano, pero el carácter cristiano,
católico, es mucho más: es todo el ser del hombre compenetrado con la
fuerza que viene de Cristo. Es el carácter humano sobrenaturalizado por la
gracia. El carácter es algo divino en el cristiano, pues nuestra vida es vida divina.
Cristo es su fuente.
La formación
del carácter es el todo de nuestra vida sobrenatural. Un hombre o una mujer sin
carácter está disminuido; un cristiano sin carácter es un cristiano debilitado,
frágil, temeroso, voluble.
La Sagrada
Comunión es la fuerza que modela el carácter y lo disciplina. Recordemos la
frase conocida de San Agustín: Dios se hizo hombre para que el hombre se
elevara a las alturas de Dios. Es Cristo quien modela nuestro carácter. Y
lo hace a través de la Eucaristía, que podemos decir que es sacramento del
carácter cristiano, porque es el Sacramento de la gracia.
La imagen de
Dios impresa en el alma adquiere en la Sagrada Comunión la plenitud de su
desarrollo en todos los aspectos de la vida. Cristo se nos da comunicándonos su
propia vida divina. No altera nuestra identidad personal, pero la refuerza, la
fortalece, la apuntala. ¿Pero lo sentimos? ¿Comprobamos los efectos en nuestra
vida, forma de actuar y de comportarnos? ¿Nos sentimos robustecidos en nuestra
personalidad? Es definitiva, ¿se fortalece nuestro carácter?
No se puede
seguir a Cristo con un carácter disminuido, debilitado. Un carácter así hace
del cristiano un timorato, blanco fácil del “enemigo”. Sin carácter no hay
verdadera voluntad para ser fiel al mandato divino de santidad.
El hombre, o
mujer, de ideas firmes, constantes, es un hombre o mujer de carácter. La gracia
nunca les faltará, porque nunca traicionarán al Señor, lucharán en la vida
diaria por ser fieles a la gracia recibida: con decidida resolución se
enfrentarán al mundo, demonio y carne.
San Pablo se
gloriaba que su vivir era el mismo de Cristo (2 Cor, 5, 14): Mihi vivere
Christus est. Este es ideal al que hemos de dirigir nuestra vida, muchas
veces infecunda y frustrada, por la inconstancia y fluctuaciones de nuestra
carácter, por la falta de una voluntad firme.
Dice el
Eclesiástico (5,12): Sé firme en tus juicios y no tengas más que una palabra..
Si quieres
forjar tu carácter, si quieres ser firme en tus juicios, si quieres tener una
palabra y mantenerla, recibe con frecuencia y con las debidas disposiciones al
Señor eucarístico. Todo lo demás se te dará por añadidura.
Padre Juan
Manuel Rodríguez de la Rosa
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