DOMINGO DE GAUDETE
De San Cirilo de Jerusalén, Obispo (313-386)
¡Alégrese el cielo y goce la tierra!
¡Alégrese el cielo,
goce la tierra!, por estos que van a ser rociados con el hisopo y purificados
con el hisopo espiritual, por el poder de aquel que en su pasión bebió desde la
Cruz por medio de la caña de hisopo. Alégrense las virtudes de los cielos; y
prepárense las almas que
van a desposarse con el Esposo. Una voz grita en el desierto: «Preparad el camino del Señor».
Comportaos,
pues, rectamente, hijos de la justicia, recordando la exhortación de Juan: Allanad sus senderos: Retirad todos los
estorbos e impedimentos para llegar directamente a la vida eterna. Por la fe sincera, preparad limpios los vasos de vuestra alma
para recibir al Espíritu Santo. Comenzad por lavar vuestros vestidos con la
penitencia, a fin de que os encuentren limpios, ya que habéis sido llamados al
tálamo del Esposo.
El Esposo llama a
todos sin distinción, pues su gracia es gratuita y abundante; sus pregoneros
reúnen a todos a grandes voces, pero luego él separa a aquellos que no son
dignos de entrar a las bodas, figura del Bautismo.
Que ninguno de los
inscritos tenga que oír aquella voz: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el
vestido de fiesta?
Ojalá que todos
escuchéis aquellas palabras: Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como
has sido fiel en lo poco, te daré una tarea importante; pasa al banquete de tu
Señor.
Hasta ahora os habéis
quedado fuera de la puerta, pero deseo que todos podáis decir: El rey me introdujo
en su cámara. Me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me
ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia
que se adorna con sus joyas.
Que vuestra alma se
encuentre sin mancha ni arruga, ni nada por el estilo; no digo antes de recibir
la infusión de la gracia (¿para qué, entonces, habríais sido llamados a la
remisión de los pecados?), pero sí que, cuando la gracia se os infunda,
vuestra conciencia, estando libre de toda falta, concurra al
efecto de la gracia.
Preparaos, pues, y
disponeos para ello, no tanto con la blancura inmaculada de vuestra túnica,
cuanto con un espíritu verdaderamente fervoroso.
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