¡USTEDES VENGAN A BELÉN!
En los himnos y villancicos de
Navidad resuena un mismo eco:
el eco de una invitación proclamada en Belén:
Venite
in Bethleme!
Vengan a este humilde pueblito de
Judea, ya anunciado por Isaías, a contemplar -con estupor- el más grande
misterio acaecido sobre la tierra. Vengan a la ciudad donde nació y fue
coronado el Rey David y acérquense al lugar que señala la Estrella.
Fray Luis de Granada, explicando esta invitación,
dice
hermosamente:
“Venid a ver al
Hijo de Dios,
×
no en el seno del Padre, sino en los brazos de la Madre;
×
×
no entre los coros de los
Ángeles, sino entre unos viles animales;
×
×
no asentado a la diestra de
la Majestad en las alturas, sino reclinado en un pesebre de bestias;
×
×
no tronando ni relampagueando
en el cielo, sino llorando y temblando de frío en un establo”
×
(Vida
de Jesucristo, Madrid 1990, p. 32).
Sí, venite, adoremus;
venite, adoremus Dominum.
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