EL DIRIGENTE CATÓLICO y LAS ENCUESTAS
Preservar la libertad frente a la veleidad
No vine a ser servido sino a servir
En el liderazgo cristiano
no hay lugar para el camaleón, que cambia de color según la estación o se
mimetiza con la ocasión. La meta es una sola y los medios lícitos son los que
rectamente conducen a ella.
La veleta, que es movida por el viento y que corona muchos campanarios y cimborrios
nos recuerda que la inconsistencia no es propia de la Verdad ni es verdadera libertad.
Jesucristo fue sujeto activo y pasivo de encuestas en su época.
Pasivo:
La gente opinaba
sobre él y lo tildaba desde samaritano, endemoniado, loco, subversivo,
trasgresor de la ley mosaica hasta rey benefactor, elocuente como ninguno,
sincero y franco, auténtico hijo de David, maestro con autoridad, obrador de
inéditas maravillas, médico de cuerpos y almas, señor de la vida y de la
muerte.
Activo:
Encuestó a sus
discípulos sobre lo que la gente decía y ellos mismos pensaban de Él.
Respondieron: «dicen que eres Juan Bautista, o Elías, o Jeremías o uno de
los profetas». Figuras, todas ellas, enormemente populares, respetadas y
queridas por su fidelidad a Dios y su entrega al bien superior de la nación.
Pero de ese universo de 72 discípulos sólo uno, Pedro, acertó con la identidad
de Jesús: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo». Mucho más que un
profeta reformador de costumbres y reivindicador de la Alianza con el único
Dios. «¡Eres Dios, Ungido de Dios, Hijo vivo del Dios vivo!». Este único
acierto, elogiado y atribuido por Jesús a una revelación del Padre y no a un
impulso meramente humano, le valió a Pedro la promesa de ser Piedra de la
Iglesia y Llavero del Reino. La fundación y estructuración de la Iglesia no se
debió a una fotografía de la opinología ni a una canonización de la mayoría,
sino a la fe que uno solo profesó como verdad revelada por Dios.
Lo que la gente y
sus discípulos dijeran de Jesús no alteraba en lo más mínimo la conciencia de su identidad y misión.
Son frecuentes sus
afirmaciones. «Yo soy la Luz del mundo, Yo soy el Camino, la Verdad y la
Vida, Yo soy el Pan de Vida; Yo he venido para que tengan abundante Vida, Yo he
venido a servir y dar mi vida, Yo he venido a salvar el mundo, Yo he venido
para hacer la voluntad del Padre».
Cuando Pedro,
recién felicitado por afirmar la identidad divina de su Maestro, intenta
disuadirlo de hacer la voluntad del Padre que lo lleva a morir en la Cruz,
Jesús lo increpa con excepcional dureza: «¡Aléjate de mí, Satanás!»
El dirigente católico, como verdadero discípulo, no puede ser parecido al
camaleón, que cambia de color según la estación o se mimetiza con la ocasión.
La meta es una sola y los medios lícitos son los que rectamente conducen a
ella. Así se preserva la
libertad ante la veleidad: entre la aclamación masiva del Domingo de
Ramos y la soledad oprobiosa del Viernes de la Pasión hay sólo 4 días.
El dirigente
católico no hace cargar sobre otros el peso de su fidelidad rectilínea. Es a
Jesús a quien crucifican, es a Juan a quien decapitan.
Porque el dirigente
no viene a ser servido sino a servir…
P. Raúl
Hasbún
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