UN BREVE CUENTO CON MORALEJA
En
la homilética también es bueno usar del amplísimo conjunto de cuentos con
moraleja, que fijan una idea con más intensidad.
“Pedid y se os dará, buscad y hallareis, llamad y
se os abrirá.
Porque todo el que pide, recibe,
el que busca,
encuentra
y al que llama se le abrirá”
(Mt, 7, 7)
Hace no muchos
años me hablaron de una pobre mujer, Angustias de nombre, que a pesar de sus
pocos años había ya padecido mucho.
Como consecuencia
de tanto sufrimiento y de su precaria vida de piedad, fue perdiendo la fe y su
confianza en Dios. Por si faltaba algo, su marido hacía unos meses que se había
quedado sin trabajo y apenas si tenían para vivir ellos y sus cuatro hijos.
Conociendo Consuelo, una amiga suya, el mal estado emocional en el que
se encontraba fue un día a visitarla.
-¡Hola.
Angustias! ¿Cómo te encuentras?
-No
tan bien como deseara. La verdad es que últimamente estoy con la depre. Ya
sabes todo lo que nos está ocurriendo. – Respondió a la amiga.
-Lo
que debes hacer es tener fe. ¡Pídele a Dios y verás cómo te ayuda!
-Dios
me ha abandonado. Al principio rezaba, pero me aburrí. No sé si habrá alguien
arriba porque, por más que le pido, no me responde.
Angustias, durante sus años mozos, había sido una “buena cristiana”;
pero luego, cuando la vida empezó a azotarle, y debido también a que su marido era
poco practicante, se fue separando de Dios y de la vida de piedad.
Consuelo le insistió en que rezara con fe, pues Dios nunca dejaba de
escuchar nuestra oración. Por más que le insistía, Angustias no parecía dar su
brazo a torcer. Así que después de un pequeño debate, y viendo Consuelo que no
conseguía nada le dijo a Angustias:
–Mira, Angustias, nada vas a perder si le pides a Dios de nuevo. Él
nunca abandona. Es más, a partir de ahora pediré yo también por ti.
Angustias no estaba muy convencida, pero para que su amiga se callara
le prometió que volvería a rezar. Y no se le ocurrió otra cosa que decirle a
Dios:
-¡Señor!
Ya sabes todo lo que me pasa. Mi amiga me ha pedido que te rece, pero la verdad
es que he perdido la fe; así que te voy a pedir algo sencillo. ¡Mira!, me
gustaría, que como signo de tu amor hacia mí, y para probarme que me escuchas,
me regalaras una flor y una mariposa.
Pasaron unos días, y la mujer, enfrascada de nuevo en los quehaceres
cotidianos, se olvidó de Dios y de lo que le había pedido.
Un miércoles por la mañana, mientras la pobre mujer estaba haciendo la
cocina, sonó el timbre de la casa. Se secó las manos apresuradamente y acudió a
la puerta a ver quién era.
A través de la ventana vio un
furgón de reparto y un hombre vestido de marrón a la puerta de su casa. Ella
abrió la puerta y el repartidor le pregunta:
–¿Vive aquí Angustias Sánchez?
–Sí,
servidora (así se hablaba antiguamente).
–Pues
mire, le traigo un paquete.
La mujer lo recibió. Firmó la hoja de entrega. El furgón se marchó y
la mujer, curiosa, se dispuso a abrir el paquete, no sin antes buscar el
remitente del mismo. Por más que buscó no encontró nombre alguno.
Así que se dispuso a abrir la misteriosa caja, que era un poco más
grande que una caja de zapatos. Fue a la cocina, tomó unas tijeras, y un tanto
nerviosa abrió el paquete.
Cuál fue su sorpresa cuando dentro de la caja se encontró una maceta
pequeña con un cactus pinchoso, un gusano negro feo y peludo y una pequeña
tarjeta de visita que decía: “En respuesta a tu oración”.
En ese momento le entró un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo.
Parecía que quería adivinar que el paquete venía del cielo. Pero no, del cielo
no era, pues eso no era lo que ella había pedido a Dios.
Disgustada porque Dios tampoco le había escuchado, volvió a meter el
cactus con el gusano y la nota en la caja y la tiró en una esquina del patio de
la casa, pensando:
–De aquí a unos días, cuando limpie el patio, lo tiro todo a la
basura.
Pasaron ocho o diez días, y nuestra sufrida mujer se dispuso una
mañanita a limpiar el patio de la casa. Era finales de la primavera. El buen
tiempo, pronto les permitiría sentarse a tomar la sombra en el patio y oler el
perfume de los rosales y jazmines.
En eso que vio la caja que ella misma había tirado en un rincón del
patio. Entonces, le vino a la mente todo lo que le había dicho su amiga
respecto a pedirle a Dios; y dibujando una sonrisa burlona, comprobó lo que
Dios le había respondido.
Angustias
comenzó a limpiar el patio. Tomó la caja para tirarla a la basura, cuando de
pronto, movida por la curiosidad y quizá también por algo de resentimiento con
Dios, abrió la caja como para reírse de Él. Cuál fue su sorpresa, cuando al
quitar la tapa, se encontró que el cactus tenía una flor bellísima y el gusano
negro, feo y peludo se había transformado en una preciosa mariposa multicolor.
En ese mismo instante, tocada por la gracia de Dios, elevó los
ojos al cielo para pedir perdón y comenzó a rezar un Padrenuestro a Dios
Nuestro Señor.
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El Señor siempre escucha nuestra oración.
A veces
lo que nos manda no es tanto lo que nosotros esperábamos, pero siempre es lo
más nos conviene.
Sencillamente
lo único que tenemos que hacer es tener paciencia a que el cactus dé su flor y
el gusano se transforme en mariposa….
Y
es que Dios, siempre escucha.
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