FORMAR FAMILIAS CRISTIANAS
Frente al nuevo poder mundial
neopagano
que trata de imponer en Occidente la ideología de género y de culto a la tierra y al clima,
consolidar familias auténticamente católicas,
que trata de imponer en Occidente la ideología de género y de culto a la tierra y al clima,
consolidar familias auténticamente católicas,
que vivan la heroicidad de la
fe.
De la Homilía de Monseñor
Schneider,
Obispo auxiliar de Astana
(Kazakhstan)
en la Misa del domingo de
Pentecostés,
24 de mayo de 2015,
24 de mayo de 2015,
en el hipódromo de Rambouillet,
Francia
ante más de 12.000 jóvenes
participantes de la
33 Peregrinación de Notre Dame
de París a Notre Dame de Chartres,
a lo largo de 90 kilómetros por
la campiña francesa.
“¿Cuáles son los efectos de este fuego Divino de
Pentecostés? Es la transformación de nuestro amor humano, muy débil e
inconstante, en un amor sobrenatural. Gracias a este amor sobrenatural podemos
amar a Dios con todas nuestras fuerzas y amar a nuestro prójimo como a nosotros
mismos. El fuego del amor Divino en nuestra alma contiene sobre todo la virtud
de la Fortaleza La virtud de la Fortaleza ha dado a los fieles, durante dos mil
años, la capacidad de preferir la muerte antes que traicionar las promesas
bautismales; morir antes que pecar; morir antes que traicionar las promesas
matrimoniales; morir antes que traicionar las promesas sacerdotales; morir
antes que traicionar los votos religiosos.
Por permanecer fieles a los Mandamientos de Dios hay, actualmente,
familias, jóvenes, sacerdotes y obispos que a menudo son marginados,
ridiculizados y perseguidos por el poder dictatorial de la “nueva” ideología
mundial neo-marxista: ideología de género y de culto a la tierra y al clima. Hay
también familias, chicas y chicos jóvenes, sacerdotes, seminaristas e incluso
obispos que son marginados y ridiculizados a veces en el mismo ámbito eclesial
a causa de su fidelidad e la integridad de la Fe católica y del culto Divino
según la tradición de los Apóstoles y de nuestros predecesores.
Pentecostés es también el día del nacimiento visible de la
Iglesia, que es la gran Familia de todos los hijos adoptivos de Dios. Hay,
también, otra Creación divina que se llama la Familia Humana, constituida por
el padre, la madre y los hijos. Jesucristo, nuestro Salvador, ha elevado la
familia natural a la dignidad de “iglesia doméstica” gracias al Sacramento del
Matrimonio. Actualmente, la familia natural y la familia cristiana se han
convertido en el objetivo principal de los ataques y de la destrucción por
parte del régimen mundial neomarxista de la ideología de género. Paradójicamente,
vivimos en el tiempo de la familia porque es atacada. Hoy la familia está
llamada a dar el testimonio de la Belleza Divina de su “ser” y de su “vocación”.
Para permanecer fiel a su vocación la familia católica debe
practicar, en primer lugar, la oración cotidiana en familia.
El Papa Pío XII nos dejó dicho: “Nos, os suplicamos al
respecto: tened en el corazón el guardar esta bella tradición de las familias
cristianas: la oración de la tarde en común. Todos juntos os reunís al final de
cada día para implorar la bendición de Dios, y para honrar a la Virgen
Inmaculada con el rosario de sus alabanzas por todos los que duermen bajo el
mismo techo. Si las duras e inexorables exigencias de la vida moderna no os
dejan ni tiempo para dedicar estos benditos minutos al agradecimiento a Dios;
ni el de añadir, siguiendo una costumbre muy querida por nuestros padres, la
lectura de una breve vida de santos, del santo que la Iglesia nos propone como
modelo y protector especial para cada día, negaos a sacrificar todo ese tiempo,
por corto que vaya a ser, y que os reúne en el dedicaros a Dios para alabarle y
presentarle vuestros deseos, vuestras necesidades, vuestras penas y vuestras
ocupaciones. El centro de vuestra existencia debe ser el Crucifijo o la imagen
del Sagrado Corazón de Jesús. ¡Que Cristo reine en vuestro hogar y os convoque
cada día en torno a Él!” (Discurso, 12 de febrero de 1941).
¡Oh familia católica, padres y madres de familia, niños, chicos y
chicas jóvenes, no tengáis miedo de luchar contra el pecado, contra el espíritu
seductor de la ideología neopagana! ¡No tengáis miedo de luchar para defender
los Mandamientos de la Ley de Dios, para defender la integridad de vuestra Fe y
de vuestra Castidad! ¡No tengáis miedo de ser heroicos!
Escuchemos lo que nos decía el Papa Pío XII:
“En los tiempos actuales, como en los primeros siglos del cristianismo, en los
países donde acechan las persecuciones religiosas abiertas, o subrepticias,
pero no por eso menos duras, los más humildes fieles pueden encontrarse, de un
momento a otro, en la dramática necesidad de escoger entre su Fe, que tienen el
deber de conservar intacta, y su libertad, sus medios de subsistencia o incluso
su propia vida.
Pero, en las épocas normales, en las situaciones ordinarias de las
familias cristianas, sucede a veces que las almas se ven abocadas a la
alternativa de violar un imprescriptible deber o exponerse a sacrificios y a
peligros dolorosos y gravosos, en su salud, en sus bienes, en su posición
familiar o social: se encuentran en la necesidad d ser heroicos y de mostrarse
heroicos si quieren permanecer fieles a sus deberes y mantenerse en la gracia
de Dios” (Discurso, 20 de agosto de 1941).
Mis queridos hermanos y hermanas, la familia católica tiene
todavía una vocación que, actualmente, queda a veces en el olvido. Es la
vocación de ser el primer seminario (cf. Concilio Vaticano I, Optatam totius,
n. 2).
¿Cuál es la necesidad más urgente para la Iglesia y para el mundo
en nuestros días? La necesidad más urgente,
en la actualidad, es que haya familias auténticamente católicas que se
conviertan en los primeros seminarios para las vocaciones sacerdotales y
religiosas.
El Papa san Juan Pablo II
ha dicho a los esposos católicos: “Si Jesús, con un acto de Amor
de predilección con vuestra familia diese a uno de vuestros hijos el don de la
vocación sacerdotal o religiosa, ¿cuál sería vuestra actitud? Espero que creáis
en la palabra de Don Bosco, que decía: El don más grande que Dios puede ofrecer
a una familia es un hijo sacerdote. Estad pues prontos para recibir este don
con gratitud cordial y sincera” (Angelus, 13 de enero de 1980).
Queridos padres, queridas madres, queridos abuelos y abuelas
católicos, rezad: “Señor, si queréis,
llamad a uno de mis hijos al sacerdocio”. Hombres y mujeres jóvenes, que sentís
en vuestra alma la vocación al matrimonio, la vocación de fundar una iglesia
doméstica, pedid: “Señor, si queréis, llamad a uno de mis futuros hijos al
sacerdocio”. Y vosotros, muchachos y chicos jóvenes, cualquiera podría decir:
“Señor, estoy dispuesto a seguiros si me llamáis al sacerdocio”.
¡Qué hermosa vocación la de ser un verdadero católico! ¡Qué
hermosa vocación la de luchar por la integridad de la Fe y de los Mandamientos
de la Ley de Dios! ¡Qué hermosa vocación la de ser una familia católica, una
iglesia doméstica! ¡Qué hermosa vocación la de ser un hombre joven, una joven,
castos! ¿Qué hermosa vocación la de ser un seminarista o un sacerdote con un
corazón puro y ardiente!
No tengamos miedo al Goliat de nuestros tiempos, que es la
dictadura de la nueva ideología anticristiana mundial. El fuego del Amor divino
y el don de la Fortaleza del Espíritu Santo nos volverán capaces de vencer al
actual Goliat con las cinco piedras de la honda de David.
¡Ven, oh Espíritu Santo, y haz florecer de nuevo muchas iglesias
domésticas, que nos darán las cinco piedras de David que vencerán a Goliat, es
decir: buenos padres y madres católicos, muchachos puros, jóvenes puros,
sacerdotes puros y obispos intrépidos!
¡Ven, oh Espíritu Santo! ¡Así sea!
Mons. Athanasius Schneider
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