Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

4 de diciembre de 2014

EN ADVIENTO: ESTRICTA PERSEVERANCIA


EL VALOR DE LA ESTRICTA PERSEVERANCIA


En este tiempo de Adviento, es importante recordar 
que también en la vida espiritual y ascética 
necesitamos una estricta perseverancia 
y una decidida constancia para afrontar las dificultades del camino, las distracciones y el cansancio.
Son virtudes ascéticas que deben brillar en el cristiano

La foto es del Camino a Emaús


La Perseverancia y la Constancia son virtudes anexas a la virtud cardinal de la Fortaleza, que a su vez se relacionan con la virtud teologal de la Esperanza.

La Fortaleza modera los temores y audacias ante los peligros de muerte.

La Perseverancia tiene algo de ella, sólo que se ocupa de persistir largo tiempo en una obra buena, moderando el temor a la fatiga.

Habitualmente utilizamos como sinónimo Constancia. Tienen en común que ambas apuntan a persistir en algo bueno; pero la Constancia difiere en que vence otras dificultades exteriores, independientes del largo tiempo.

Podemos decir que ambas apuntan contra el desaliento derivado, o bien del largo tiempo que puede insumir una obra buena, o bien de otras dificultades o presiones.

Ambas son fundamentales en la vida de los discípulos misioneros especialmente en momentos difíciles o de prueba. El discipulado misionero siempre deberá estar caracterizado por la perseverancia y sus derivadas: vigilancia y fidelidad.


EL RESPETO A LA AUTORIDAD Y EL VALOR DE LO ESTRICTO

Una anécdota conocida del General San Martín, en su campaña del cruce de los Andes, nos enseña que las grandes gestas y las pequeñas acciones requieren de conducta firme y de resolución estricta, de fortaleza, autoridad y perseverancia.



Cuenta la historia que durante los preparativos del Ejército de los Andes, gran importancia tenían la pólvora  y armamento guardados en lo que se denominaba “polvorín”. Para su custodia en El Plumerillo, dispuso el general San Martín que un soldado hiciera guardia en el acceso dándole estricta orden de impedir el ingreso al lugar, especialmente de aquellos que tuvieran espuelas, ya que éstas podrían provocar una explosión

Al día siguiente, el General, se presentó de improviso ante el soldado-centinela del Polvorín y pretendió entrar, pero éste le interceptó el paso y con firmeza le pidió que se retire, impidiéndole pasar.

“Perdone, General, pero tengo órdenes estrictas de no dejar entrar a nadie” “Yo soy el Jefe, puedo entrar” -lo desafió San Martín-. “Mientras yo esté aquí ni usted ni nadie va a entrar al polvorín con espuelas”, -dijo el soldado-, llevando su mano a la empuñadura del sable. Ante la firme actitud del soldado, el padre de la Patria volvió sobre sus pasos.  

Luego de este episodio,  San Martín llamó al soldado a su presencia y una vez frente a él lo felicitó ante el resto del regimiento destacando su correcto proceder por haber cumplido una orden que era fundamental para la campaña libertadora, siendo estricto en el cumplimiento de su deber de hacerla respetar hasta por la misma autoridad que la dictó.

Con ello el General enseñó a todos que nadie debe ser permisivo o laxo en el cumplimiento de sus deberes. Y su autoridad moral se agigantaba…



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