¿Qué sentido le damos al paso del tiempo?La cuestión no es solamente “sentirse mejor” sino ser objetivamente mejores.
De la reflexión del arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, en la
conclusión del año calendario.
Hoy quería
hablarles del fin de año o mejor del Año Nuevo. ¿Qué puede significar esto?
Supongo en todo caso que no nos absorbe tanto el aspecto exterior, la
preparación de una comida en familia o lo que fuere, como para que podamos
pensar en lo que significa profundamente en nuestra vida.
Se van sumando los años, los años, los años, nos vamos haciendo viejos, yo por lo menos, y ¿qué sentido le damos a ese pasar del tiempo? ¿El tiempo nos pasa por encima o nosotros lo vivimos seriamente?
El fin de año tiene que recordarnos nos tiene que recordar de alguna manera el fin de la vida, el fin para el cual hemos sido creados. Hemos sido creados para gozar de Dios por toda la eternidad. Puede ser que se filtre siempre una cierta melancolía en el año viejo pero el año nuevo nos recrea, nos pone contentos porque empezamos otro tramo.
Este pensamiento que se puede hacer, que debe hacerse del sentimiento del corazón, puede ayudarnos a pasar mejor estos dos días, ese tiempo final del año calendario. Me parece que esto puede darle otro tono a nuestro festejo anual y, al mismo tiempo, es una ocasión de renovación.
Tendríamos que hacer una especie de balance del año viejo aunque a veces el balance nos pesa en las espaldas pero siempre hay alguna cosa buena, quizás muchas cosas buenas, muchas cosas buenas podemos pensar, decir, hacer. Al mismo tiempo el año nuevo nos muestra que las cosas no son totalmente caducas, que están destinadas por la creación bondadosa de Dios a perdurar. Y tenemos otro período que el Señor nos da para ser mejores, para que el balance al final de ese año nuevo sea un poquito mejor que el anterior y es así como uno va creciendo.
No debemos crecer solamente en años y en canas, debemos crecer sobre todo en la postura personal, en la riqueza interior y, especialmente, yo diría, en el modo como nos relacionamos con el mundo, con nuestra familia, con nuestros amigos y con aquellos que pasan por la calle junto a nosotros.
Cuando decimos que el centro de la fe cristiana, del Evangelio, de la vida de los cristianos, debe ser el amor y la caridad estamos refiriéndonos a eso. La caridad incluso se concreta en rasgos cotidianos de amabilidad, de sentido común, de dulzura en el trato.
Si tratamos de llevar estas cosas a la práctica, con toda la dificultad que eso entraña, creo que vamos a sentirnos mejor, porque vamos a hacer lo mejor. La cuestión no es solamente sentirse mejor sino ser objetivamente mejores. Y eso se lo tenemos que pedir a Dios en la transición del año viejo al año nuevo.
En este
sentido, me despido de ustedes con el deseo de que tengan muy feliz año nuevo.
Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata
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