III DOMINGO DE ADVIENTO
En el tercer
domingo del Adviento la Iglesia atenúa las exigencias litúrgicas de moderación
y austeridad, propios de estas cuatro semanas preparatorias a la Navidad.
Por ello, ya
la Antífona de entrada de este Domingo comienza con las palabras ¡ALÉGRENSE SIEMPRE EN EL SEÑOR! Lo que se busca es resaltar
la alegría ante la proximidad de la llegada del Señor, tanto en su Nacimiento
que conmemoraremos, como en su segunda venida gloriosa que esperamos.
El Reino de
Dios está cerca. El cristiano, espera su llegada con esperanza y serena
confianza. Y la Iglesia, como Madre y Maestra nos edifica espiritualmente en
esa expectación. Una espera gozosa y vigilante, que la Sagrada Liturgia nos muestra con signos y textos muy significativos.
Y también nos enseña que, aún en los momentos más difíciles y dolorosos de la vida, el gozo profundo de la llegada del Señor debe ser fuente de consolación y afirmación en la fe.
Este domingo
tiene su paralelo en el Tercer Domingo de Cuaresma llamado LAETERE.
El Misal
Romano prescribe para todo el tiempo de Adviento los ornamentos litúrgicos de
color morado, dando la posibilidad de
usar -en este Tercer Domingo- un color más atenuado entre el violeta y el blanco
(generalmente rosáceo)
El Papa Francisco,
en su visita a la parroquia romana de San José en el Aurelio, ayer, domingo 15
de diciembre usó este color en su casulla durante la celebración de la Misa. Es
la misma casulla que había usado ya, en un domingo similar de hace unos años el
Papa Benedicto XVI. Las fotos lo muestran claramente:
REFLEXIÓN DEL GRAN LITURGO
PROSPER GUERANGER
SOBRE ESTE III DOMINGO DE
ADVIENTO
(Relacionada
con la antigua estación litúrgica de este día en la Basílica de San Pedro, en
su libro EL AÑO LITÚRGICO)
Hoy, tercer
domingo de Adviento, la Iglesia vive una suave alegría. Es cierto que su Señor
no ha venido; pero ella siente que Él está más cerca que antes, y por lo tanto,
establece disminuir algo la austeridad
de este tiempo penitencial en sus ritos sagrados.
Este domingo ha tenido el nombre de "Gaudete" que se le da desde tiempo
muy antiguo. Y desde la primera palabra del Introito; y también es honrado con
esas excepciones impresionantes que pertenecen al cuarto domingo de Cuaresma,
llamado "Laetare".
El órgano se
oye en la Misa; las vestiduras son de color rosáceo; en el diácono se reanuda
la dalmática, y el subdiácono la túnica; y en las iglesias catedrales el
obispo asiste con la preciosa mitra.
Cómo no sentir
esta admirable delicadeza de la Iglesia, en cosa que tan bellamente mezcla
al rigor inalterable de los dogmas de la fe, la belleza de las fórmulas de su
liturgia.
Entremos en su
espíritu, y alegrémonos en este tercer domingo de Adviento con ella, porque
nuestro Señor ahora está tan cerca de nosotros.
Mañana
reanudaremos nuestro color morado por la ausencia del Señor y en espera de Él;
porque cada retraso, por breve que sea, es doloroso y triste porque el Rey no
llega aún.
La noche comienza con un nuevo Invitatorio. La voz de la Iglesia ya no invita a los fieles a venir y adorar en temor y temblor al Rey, nuestro Señor, que está por venir. Su lenguaje asume otro tenor; su tono es de alegría; y ahora, cada día, hasta la víspera de Navidad, nos invita con estas palabras: "Prope est jam Dominus: adoremus Venite", "Es ahora de noche; el Señor viene, venid, adoremosle"
Ahora tomemos el libro del Profeta Isaías, y leamos con la Iglesia, en la estación de este día en la Basílica de San Pedro:
26 1 Aquel
día, se
entonará
este canto en el país de Judá:
Tenemos una ciudad fuerte,
el Señor le ha puesto como salvaguardia
muros y antemuros.
2 Abran las puertas,
para que entre una nación justa,
que se mantiene fiel.
3 Su carácter es firme,
y tú la conservas en paz,
porque ella confía en ti.
4 Confíen en el Señor para siempre,
porque el Señor es una Roca eterna.
5 Él doblegó a los que habitabanen la altura,
en la ciudad inaccesible;
la humilló hasta la tierra,
le hizo tocar el polvo.
6 Ella es pisoteada
por los pies del pobre,
por las pisadas de los débiles.
7 La senda del justo es recta,
tu allanas el sendero del justo.
8 Sí, en la senda trazada por tus juicios,
esperamos en ti, Señor:
tu Nombre y tu recuerdo
son el deseo de nuestra alma.
9 Mi alma te desea por la noche,
y mi espíritu te busca de madrugada,
porque cuando tus juicios se ejercen sobre la tierra,
los habitantes del mundo aprenden la justicia.
Tenemos una ciudad fuerte,
el Señor le ha puesto como salvaguardia
muros y antemuros.
2 Abran las puertas,
para que entre una nación justa,
que se mantiene fiel.
3 Su carácter es firme,
y tú la conservas en paz,
porque ella confía en ti.
4 Confíen en el Señor para siempre,
porque el Señor es una Roca eterna.
5 Él doblegó a los que habitabanen la altura,
en la ciudad inaccesible;
la humilló hasta la tierra,
le hizo tocar el polvo.
6 Ella es pisoteada
por los pies del pobre,
por las pisadas de los débiles.
7 La senda del justo es recta,
tu allanas el sendero del justo.
8 Sí, en la senda trazada por tus juicios,
esperamos en ti, Señor:
tu Nombre y tu recuerdo
son el deseo de nuestra alma.
9 Mi alma te desea por la noche,
y mi espíritu te busca de madrugada,
porque cuando tus juicios se ejercen sobre la tierra,
los habitantes del mundo aprenden la justicia.
¡Oh, santa Iglesia romana, ciudad de nuestra fuerza!
Nos ven tus
hijos reunidos dentro de tus muros, en torno a la Tumba del Pescador, el
príncipe de los apóstoles, cuyas reliquias sagradas proteges en su santuario
terrenal, y cuya enseñanza inmutable te ilumina desde el cielo.
Sin embargo,
ciudad de la fuerza: es
por el Salvador, que viene, que tú eres fuerte. Él es tu pared, porque
es el que rodea, con su tierna misericordia, a todos tus hijos; Él es tu
baluarte, ya que es por lo que tú eres invencible, y que todos los poderes del
infierno no tienen poder para prevalecer contra ti.
Abre tus
puertas anchas: que todas las naciones pueden entrar en ti; todos aquellos que son
amantes de la santidad y guardianes de la verdad.
¡Que el viejo
error, que se levanta contra la fe, pronto desaparezca, y la paz reine en todo
el orbe!
¡Oh santa Iglesia
Romana! pon tu confianza en el Señor; y Él, fiel a su promesa, hará humillar
delante de ti a los altivos que te desafiaron, y las ciudades orgullosas que
estaban en contra de ti.
¿Dónde están
ahora los que se jactaban de que te habían ahogado en tu propia sangre? ¿Dónde
los emperadores, que se arrogaban de violar la virginidad inviolada de tu fe? ¿Dónde
los herejes, que, durante los últimos siglos de tu existencia, han asaltado
cada artículo de tu enseñanza? ¿Dónde los príncipes ingratos, que quisieron
hacer un esclavo de ti? ¿Dónde el imperio de Mahoma, que tantas veces se ha
desatado contra ti? ¿Dónde los reformistas, quienes se empeñan en dar al mundo
un cristianismo, en el que tú no fueras mediadora? ¿Donde los sofistas más
modernos, cuya filosofía asentaron como un sistema, y fue un fracaso, y ahora
es una ruina? ¿Y los reyes que alentaban
al tirano sobre ti,
Mientras tanto, tú, oh Santa Iglesia de Roma, construida sobre la roca inamovible, seguirás tan tranquila, tan joven, tan sin arrugas como siempre. Tu camino a través de todas las edades de este mundo, será el del hombre justo; has de ser Iglesia inmutable, como lo has sido durante 18 siglos, mientras que todo lo demás bajo el sol ha caído en el cambio.
¿De dónde esta
estabilidad sino de Aquel que es la verdad y la justicia? ¡Gloria a Él en ti!
Cada año, él te visita; cada año, Él trae contigo nueva regalos, con que tú vas
feliz por tu peregrinación en esta tierra; y hasta el final de los tiempos, Él
te visite, y te renueva, con el poder de esa mirada con que Pedro fue renovado,
como lo hizo con la siempre gloriosa Virgen, que es el objeto de tu más tierno
amor, después de lo que tú das testimonio de Jesús mismo.
Oramos contigo,
Iglesia, nuestra Madre, con esta, nuestra oración: "Ven, Señor Jesús! en
la noche, sí, y temprano en la mañana.
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