¡GAUDETE!
El
tercer domingo de Adviento es llamado "de GAUDETE" ya que la liturgia
atenúa el espíritu austero de este tiempo de preparación a la Navidad del Señor,
recordándonos que la verdadera alegría se encuentra en la esperanza.
La
antífona de Entrada dominical lo expresa, invitando a acercarse al origen de la
verdadera alegría humana: el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios:
"Alégrense siempre en el Señor.
Vuelvo a insistir, alégrense, pues el Señor está cerca"
(Cf, Flp,4, 4.5)
Vuelvo a insistir, alégrense, pues el Señor está cerca"
(Cf, Flp,4, 4.5)
En la Exhortación Apostólica GAUDETE IN DOMINO del Beato Pablo VI,
Papa, leemos:
7. ¿Cómo no ver a la vez que la alegría es siempre
imperfecta, frágil, quebradiza? Por una extraña paradoja, la misma conciencia
de lo que constituye, más allá de todos los placeres transitorios, la verdadera
felicidad, incluye también la certeza de que no hay dicha perfecta. La
experiencia de la finitud, que cada generación vive por su cuenta, obliga a
constatar y a sondear la distancia inmensa que separa la realidad del deseo de
infinito.
8. Esta
paradoja y esta dificultad de alcanzar la alegría parecen a Nos especialmente
agudas en nuestros días. Y ésta es la razón de nuestro mensaje. La sociedad
tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy
difícil engendrar la alegría. Porque la alegría tienen otro origen. Es
espiritual. El dinero, el confort, la higiene, la seguridad material no faltan
con frecuencia; sin embargo, el tedio, la aflicción, la tristeza forman parte,
por desgracia, de la vida de muchos. Esto llega a veces hasta la angustia y la
desesperación que ni la aparente despreocupación ni el frenesí del gozo
presente o los paraísos artificiales logran evitar. ¿Será que nos sentimos
impotentes para dominar el progreso industrial y planificar la sociedad de una
manera humana? ¿Será que el porvenir aparece demasiado incierto y la vida
humana demasiado amenazada? ¿O no se trata más bien de soledad, de sed de amor
y de compañía no satisfecha, de un vacío mal definido?.
A
este vacío interior de una alegría quebradiza, responde el Papa:
El hombre puede verdaderamente entrar en la
alegría acercándose a Dios y apartándose del pecado. Sin duda alguna «la carne
y la sangre» son incapaces de conseguirlo (cf Mt 16, 17). Pero la Revelación puede abrir esta perspectiva
y la gracia puede operar esta conversión. Nuestra intención es precisamente
invitaros a las fuentes de la alegría cristiana. ¿Cómo podríamos hacerlo sin
ponernos nosotros mismos frente al designio de Dios y a la escucha de la Buena
Nueva de su Amor?.
Porque
en el misterio de la Redención se halla la verdadera alegría, que nadie podrá
arrebatar, dice el Papa:
28. Sucede que, aquí en nuestra condición
humana, la alegría del Reino hecha realidad no puede brotar más que de la
celebración conjunta de la muerte y resurrección del Señor. Es la paradoja de
la condición cristiana que esclarece singularmente la de la condición humana:
ni las pruebas, ni los sufrimientos quedan eliminados de este mundo, sino que
adquieren un nuevo sentido, ante la certeza de compartir la redención llevada a
cabo por el Señor y de participar en su gloria. Por eso el cristiano, sometido
a las dificultades de la existencia común, no queda sin embargo reducido a
buscar su camino a tientas, ni a ver la muerte el fin de sus esperanzas. En
efecto, como yo lo anunciaba el profeta: «El pueblo que caminaba en tinieblas
vio una luz grande; habitaban tierra de sombras y una luz les brilló. Acreciste
la alegría, aumentaste el gozo» (Is.9,1-2).
No hay comentarios:
Publicar un comentario