Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

8 de octubre de 2015

Sínodo de los Obispos sobre la Familia

 Es tarea de la Iglesia anunciar el matrimonio en su verdad. 
Dejar de proclamar la verdad sobre la familia es grave omisión pastoral


Algunos textos de los Papas 
San Juan Pablo II y Benedicto XVI




San Juan Pablo II



·         La Iglesia es Madre y Maestra en el campo de la moral conyugal

También en el campo de la moral conyugal la Iglesia es y actúa como Maestra y Madre. Como Maestra, no se cansa de proclamar la norma moral que debe guiar la transmisión responsable de la vida. De tal norma la Iglesia no es ciertamente ni la autora ni el árbitro. En obediencia a la verdad que es Cristo, cuya imagen se refleja en la naturaleza y en la dignidad de la persona humana, la Iglesia interpreta la norma moral y la propone a todos los hombres de buena voluntad, sin esconder las exigencias de radicalidad y de perfección. (Juan Pablo II. Encíclica Familiaris consortio, sobre la misión de la familia cristiana en el mundo actual, 22 de noviembre de 1981, n. 33)



·         Cualquier situación se puede afrontar desde la coherencia cristiana

La fragilidad aumenta si domina la mentalidad divorcista, que el Concilio denunció con vigor, porque lleva, muchas veces, a separaciones y a rupturas definitivas. También una educación sexual mal concebida perjudica a la vida de la familia. Cuando falta una preparación integral para el matrimonio, que respete las etapas progresivas del crecimiento en el noviazgo, se reducen las posibilidades de defensa en la familia. Por el contrario, no hay ninguna situación difícil que no pueda afrontarse adecuadamente cuando se cultiva un clima coherente de vida cristiana. El amor mismo, herido por el pecado, es también un amor redimido. Es evidente que si falla la vida sacramental, la familia cede más fácilmente a las insidias, porque se queda sin defensas” (Juan Pablo II. Discurso a la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia, 18 de octubre de 2002, n. 3)


·         La Iglesia ha aprendido con Cristo el camino para la familia

La Iglesia conoce el camino por el que la familia puede llegar al fondo de su más íntima verdad. Este camino, que la Iglesia ha aprendido en la escuela de Cristo y en el de la historia, —interpretada a la luz del Espíritu— no lo impone, sino que siente en sí la exigencia apremiante de proponerla a todos sin temor, es más, con gran confianza y esperanza, aun sabiendo que la ‘buena nueva’ conoce el lenguaje de la Cruz. Porque es a través de ella como la familia puede llegar a la plenitud de su ser y a la perfección del amor” (Juan Pablo II. Encíclica Familiaris consortio, sobre la misión de la familia cristiana en el mundo actual, 22 de noviembre de 1981, n. 86)


·         Es tarea de la Iglesia anunciar el matrimonio en su verdad

Frente a las dificultades y a los recursos de la familia de hoy, la Iglesia se siente llamada a renovar la conciencia del encargo que ha recibido de Cristo en relación al precioso bien del matrimonio y de la familia: la tarea de anunciarlo en su verdad, de celebrarlo en su misterio y de vivirlo en la existencia cotidiana de los que han sido ‘llamados por Dios a servirle en el matrimonio’” (Juan Pablo II. Discurso a un encuentro organizado por el Pontificio Consejo para la Familia con ocasión del XX aniversario de la Humanae vitae, 7 de noviembre de 1988, n. 6)


·         Dejar de proclamar la verdad sobre la familia es grave omisión pastoral

Conozco vuestro compromiso por defender y promover esta institución [la familia], que tiene su origen en Dios y en su plan de salvación. Hoy se observa una corriente muy difundida en algunas partes, que tiende a debilitar su verdadera naturaleza. En efecto, tanto en la opinión pública como en la legislación civil no faltan intentos de equiparar meras uniones de hecho a la familia, o de reconocer como tal la unión de personas del mismo sexo. Estas y otras anomalías nos llevan a proclamar, con firmeza pastoral, la verdad sobre el matrimonio y la familiaDejar de hacerlo sería una grave omisión pastoral, que induciría a las personas al error, especialmente a las que tienen la importante responsabilidad de tomar decisiones sobre el bien común de la nación”. (Juan Pablo II. Discurso al octavo grupo de obispos de Brasil en visita “ad limina”, 16 de noviembre de 2002, n. 4)


·         Redescubrir el originario plan divino para la familia

Hoy es más urgente que nunca […] redescubrir el valor de la familia, como comunidad basada en el matrimonio indisoluble de un hombre y de una mujer que en el amor funden juntos su existencia y se abren al don de la vida […].El redescubrimiento de ese originario plan divino es de importancia decisiva, en la crisis que atraviesa la humanidad en nuestra época. (Juan Pablo II. Ángelus, 26 de diciembre de 1993, n. 2)


·         La familia está ordenada a Cristo y tiene necesidad de su gracia

La Iglesia, iluminada por la fe, que le da a conocer toda la verdad acerca del bien precioso del matrimonio y de la familia y acerca de sus significados más profundos, […] está íntimamente convencida de que sólo con la aceptación del Evangelio se realiza de manera plena toda esperanza puesta legítimamente en el matrimonio y en la familia. Queridos por Dios con la misma creación, matrimonio y familia están internamente ordenados a realizarse en Cristo y tienen necesidad de su gracia para ser curados de las heridas del pecado y ser devueltos ‘a su principio’, es decir, al conocimiento pleno y a la realización integral del designio de Dios. En un momento histórico en que la familia es objeto de muchas fuerzas que tratan de destruirla o deformarla, la Iglesia, consciente de que el bien de la sociedad y de sí misma está profundamente vinculado al bien de la familia, siente de manera más viva y acuciante su misión de proclamar a todos el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia” (Juan Pablo II. Encíclica Familiaris consortio, 22 de noviembre de 1981, n. 3)


·         Cristo: solución frente a una “anticivilización” destructora

La familia constituye la ‘célula’ fundamental de la sociedad. Pero hay necesidad de Cristo —‘vid’ de la que reciben savia los ‘sarmientos’— para que esta célula no esté expuesta a la amenaza de una especie de desarraigo cultural, que puede venir tanto de dentro como de fuera. En efecto, si por un lado existe la ‘civilización del amor’, por otro está la posibilidad de una ‘anticivilización’ destructora, como demuestran hoy tantas tendencias y situaciones de hecho” (Juan Pablo II. Carta a las familias, 2 de febrero de 1994, n. 13)


·         Otra solución: una verdadera catequización familiar

Es urgente, pues, una amplia catequización sobre el ideal cristiano de la comunión conyugal y de la vida familiar […]. No debe omitirse una seria preparación de los jóvenes antes del matrimonio, en la que se presente con claridad la doctrina católica, a nivel teológico, espiritual y antropológico sobre este sacramento. […] En la familia tampoco puede faltar la práctica de la oración en la que se encuentren unidos tanto los cónyuges entre sí, como con sus hijos. A este respecto, se han de fomentar momentos de vida espiritual en común: la participación en la Eucaristía los días festivos, la práctica del sacramento de la Reconciliación, la oración cotidiana en familia y obras concretas de caridad. Así se consolidará la fidelidad en el matrimonio y la unidad de la familia” (Juan Pablo II. Exhortación apostólica Ecclesia in America, 22 de enero de 1999, n. 46)




·         La fórmula es ir contracorriente para salvaguardar la familia

En el mundo actual, en el que se están difundiendo algunas concepciones equívocas sobre el hombre, sobre la libertad y sobre el amor humano, no debemos cansarnos nunca de volver a presentar la verdad sobre la familia, tal como ha sido querida por Dios desde la creación. […] En especial la estabilidad de la familia está hoy en peligro. Para salvaguardarla con frecuencia es necesario ir contracorriente con respecto a la cultura dominante, y esto exige paciencia, esfuerzo, sacrificio y búsqueda incesante de comprensión mutua. Pero también hoy los cónyuges pueden superar las dificultades y mantenerse fieles a su vocación, recurriendo a la ayuda de Dios con la oración y participando asiduamente en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía” (Benedicto XVI. Discurso a los participantes en la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia, 13 de mayo de 2006)


·         De la fe vivida con valentía brota una cultura abierta a la familia

Este compromiso pastoral resulta más urgente por la crisis cada vez más extendida de la vida conyugal y por el descenso de la natalidad. […] En la complejidad de esas situaciones estáis llamados a promover el sentido cristiano de la vida, mediante el anuncio explícito del Evangelio, llevado con sano orgullo y con profunda alegría a los diversos ámbitos de la existencia cotidiana. De la fe vivida con valentía brota, hoy como en el pasado, una fecunda cultura hecha de amor a la vida, desde la concepción hasta su término natural, de promoción de la dignidad de la persona, de exaltación de la importancia de la familia, fundada en el matrimonio fiel y abierto a la vida, de compromiso por la justicia y la solidaridad. Los actuales cambios culturales exigen que seáis cristianos convencidos. (Benedicto XVI. Visita pastoral a Aquilea y Venecia. Discurso en la Asamblea del Segundo Congreso de Aquilea, 7 de mayo de 2011)


·         Deber de presentar el valor del matrimonio verdadero

Vuestro deber de pastores es presentar en toda su riqueza el valor extraordinario del matrimonio que, como institución natural, es ‘patrimonio de la humanidad’. Por otra parte, su elevación a la altísima dignidad de sacramento debe ser contemplada con gratitud y estupor […]. Hoy es preciso anunciar con renovado entusiasmo que el evangelio de la familia es un camino de realización humana y espiritual, con la certeza de que el Señor está siempre presente con su gracia. Este anuncio a menudo es desfigurado por falsas concepciones del matrimonio y de la familia que no respetan el proyecto originario de Dios. En este sentido, se han llegado a proponer nuevas formas de matrimonio, algunas de ellas desconocidas en las culturas de los pueblos, en las que se altera su naturaleza específica”. (Discurso a los Presidentes de las Comisiones Episcopales para la Familia y la Vida de América Latina, 3 de diciembre de 2005, n. 3-4)


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