UNA VENERABLE RELIQUIA ARGENTINA
La CRUZ DE MATARÁ es un testimonio histórico excepcional
de la Evangelización del norte argentino.
La Cruz
de Matará es una talla en madera de mistol (árbol de la familia del quebracho)
de dos maderos trasversales (el vertical de 47 cm y el horizontal de 17 cm.)
ensamblados y unidos por dos clavos de madera. La parte inferior del madero
mayor se angosta a medida que se avanza hacia su base, que se encuentra
bastante desgastada porque, en su momento, estuvo calzada en un pedestal, hoy
extraviado.
Es un
testimonio maravilloso de la evangelización realizada por los abnegados
misioneros jesuitas en el norte de la Argentina (en la actual provincia
de Santiago del Estero) y una clara muestra de la creatividad de los religiosos,
que plasmaron en este pequeño madero la Catequesis que enseñaban.
Dos
de esos misioneros destacados fueron el
Padre Alonso Barzana o Barcena, jesuita conocido como el “apóstol de Perú”, que
pasó por Matará misionando toda esa zona; el otro fue San Francisco Solano,
quien recorrió Santiago del Estero entre 1592 y 1593. Un fruto ubérrimo de este trabajo apostólico es la Sierva de Dios Sor María Antonia de la Paz y Figueroa, nacida en Santiago del Estero en 1730 y fundadora de la Santa Casa de Ejercicios de Buenos Aires, próximamente Beata de la Iglesia, por decisión del Papa Francisco.
La figura
de esta Cruz fue la tapa del Misal Romano editado en 1982 por la Conferencia
Episcopal Argentina.
Debe su nombre a los Matarás, una tribu de
naturales que habitaba una zona ubicada al sudeste de Santiago del Estero
(Argentina), por entonces capital del Tucumán. Se estima que la cruz fue tallada alrededor del año
1594 (año que puede deducirse de los símbolos grabados en la misma) por
los jesuitas que evangelizaron a los matarás, para transmitirles la Buena
Noticia de manera gráfica, dado que ellos eran analfabetos, o por alguno de los
naturales.
Ubicación de Matará, al noroeste
de Añatuya
Esta Cruz pasó de mano en mano durante varias
generaciones hasta dar por fin con la familia de don Amelio Sosa Ruiz, que la
recibió en herencia y la mantuvo en custodia por años.
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En el año 1961 se crea la diócesis de Añatuya,
a la cual pertenece hoy el territorio que habitaron los Matará, y su primer
Obispo monseñor Jorge Gottau, entró en conversaciones con la mencionada
familia para volver al culto de la añeja reliquia. La Cruz estuvo entronizada
en la Catedral de Añatuya, en espera de que se construyese un templo en el
pueblo actual de Matará (1100 habitantes) para albergar la Cruz, y hubiese
allí sacerdotes permanentes, para reintegrarla a su lugar de origen.
Finalmente, la iniciativa se cumplió y el mismo prelado fue el encargado de
trasladar el tesoro a su ancestral terruño. Una réplica de la Cruz de halla
en la Catedral de Santiago del Estero
Catedral
de Santiago del Estero
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COMPENDIO CATEQUÉTICO
Y EXPRESIÓN ARTÍSTICA
NOTABLE
Puede encontrarse en la Cruz de Matará una visión altamente unificada,
sea en cuanto a la teología y descripción de la Pasión del Señor, como así
también una expresión artística notable. El tallado de la Cruz es la manifestación
de un autor anónimo que da testimonio de la ardua labor realizada por los
misioneros jesuitas en la región del río Salado.
Sin duda, esta Cruz, tenía un propósito catequético. Sirvió y ayudó,
en su tiempo a difundir la fe entre todos los pueblos semi-sedentarios
indígenas de esa región, a saber, el pueblo de Matará y otros asentamientos
indígenas cercanos, que habitaban el primitivo territorio de Santiago del
Estero (regiones del Salado y Chaco-santiagueño).
Este retablo que es la Cruz de Matará, es como un resumen de la
enseñanza católica.
EXPLICACIÓN DE SUS
GRABADOS TALLADOS
Podemos dividir la Cruz en cinco partes:
La primera,
en el extremo superior, posee tres signos identificados con la A, la O y una M de mayor
tamaño. El conjunto ha sido interpretado comparando a la A (3) con la letra “alfa” y la O (4) con la
“omega”, principio y fin de todas las cosas en tanto la M es la inicial
de un nombre que, sin ninguna duda es “Matará”. Le sigue debajo un número
romano correspondiente al “1”
y una cruz griega y a continuación, siempre en línea descendente, la
palabra ATA en
mayúsculas, y en minúsculas lo que parecen ser una “r” y una “a” con otro motivo que aún no ha
sido descifrado. El conjunto, en su totalidad, vuelve a referirse a “Matará” (2) seguido por los
números 1, 5, 9 y otro
indescifrable (1)
que indicarían el año de la cruz o el comienzo de la evangelización en aquella
región: 1594. También parece observarse una cruz griega en este sector (13).
La segunda parte
está tallada sobre el madero horizontal y en ella destaca la figura del Señor crucificado (de la cintura hacia
arriba) (8) que
se completa en el madero mayor con el resto del cuerpo. Su cintura es sumamente
estrecha, el tórax se ensancha y sus brazos se extienden hacia arriba en
evidente posición de haber sido clavado. La cabeza está coronada por espinas y
se halla enmarcada por una aureola claramente perceptible. Una falda recubre al
Señor desde la cintura y sus pies se hallan sobre lo que parece ser un soporte.
En la tercera parte, a la izquierda del Señor,
siempre en el madero menor, figura un cometa, que es la Estrella de Belén (7) con la luna (6) y el sol (5), evidenciando la primera la muerte del Salvador en
plena Pascua y el segundo, símbolo primario de la vida, la luz y la fuerza,
cualidades que caracterizaron a Jesucristo, "el sol que nace de lo
alto".
En la cuarta,
a la derecha del travesaño, es decir, del madero menor, se observa el martillo (14) con el que Cristo
fue clavado y un cáliz sobre
el que descansa una pequeña cruz o dos espigas atravesadas, con una hostia,
símbolos indiscutidos de la Ultima Cena y la Santa Misa (9).
Finalmente
la quinta parte, en el extremo inferior del madero vertical,
presenta cuatro segmentos bien diferenciados, el primero aquel en el que se
observan los cordeles (11),
la lanza (7), la
escalera (18) y los clavos (15) utilizados para
flagelar a Jesús, atravesarle su pecho, bajarlo de la cruz y crucificarlo; el
segundo el que nos muestra al gallo (10) que cantó dos veces
cuando la negación de Pedro bajo el cual parecen encontrarse los dados (12) con los que la
soldadesca romana se repartió las vestiduras del Señor; el tercero, aquel en el
que aparece una figura femenina con rasgos e indumentaria española que
simboliza a la Virgen María (16) al pie de la Cruz y
el cuarto en el que se observan cuatro lenguas de fuego (19) bajo la cual destaca una extraña figura vestida aparentemente con plumas, (20) que podría
representar a un cacique en actitud de súplica, con los brazos cruzados sobre
su pecho. El conjunto simboliza a un jefe tribal implorando a María Santísima
su intercesión para salir del Purgatorio (las cuatro lenguas de fuego) y la
salvación de su alma a través del martirio de Cristo.
El Mensaje de la Cruz de Matará
Corría el año 1594 (1), cuando un grupo de
misioneros jesuitas llegó al actual territorio de Santiago del Estero, a
orillas del Río Salado, donde vivía una tribu de indígenas llamados Matará
(2).
Lo primero fue ganar su confianza para poder
conquistar sus corazones. Luego hubo que aprender su lenguaje para poder
comunicarse con ellos y hablarles de Jesucristo. Pero ¿cómo podían hacer para
que estas personas pudieran recordar el Mensaje, si no sabían leer ni
escribir? Era preciso encontrar un lenguaje que fuese común a ambos, para
poder inculturar la Buena Nueva que venían a anunciar. Y así, nació la
idea de “escribir” el Evangelio en la Cruz de Matará.
Les dijeron que les venían a hablar de Aquel
que es el principio y el fin de todo, el Alfa (3) y el Omega (4). Les venían
a hablar de Dios, el que había creado todo por amor. El creó el sol (5) y la
luna (6), y puso las estrellas (7) en el cielo.
Les contaron cómo los hombres se habían alejado
de Dios, y cómo éste había enviado a su hijo único, Jesucristo (8), para
salvarlos. Les contaron de su nacimiento en Belén, de la estrella (7) que
guió a los magos, y cómo Jesucristo había pasado por el mundo haciendo el
bien, obrando prodigios y milagros.
También les hablaron de la Última Cena, y de
cómo Jesús nos había dejado el gran regalo de su Cuerpo y Sangre hechos pan y
vino en la Eucaristía (9), antes de ser hecho prisionero. Les hablaron de
Pedro, y de cómo lo había negado tres veces antes de que cantara el gallo
(10).
Les contaron cómo Jesucristo fue conducido ante
Pilatos, quien lo mandó a azotar (11), y cómo los soldados lo despojaron de
sus vestiduras y sortearon (12 = dados) su manto.
También les contaron que fue condenado a morir
en la Cruz (13), y cómo con martillo (14) y clavos (15), fueron clavados sus
manos y pies en ella. Les hablaron también de su Madre, la Virgen María (16)
que lo había acompañado fiel hasta el final en todos sus sufrimientos, hasta
que, no resistiendo más su maltratado cuerpo, entregó su alma y murió.
La luna llena (6) de la Pascua judía fue testigo de la muerte del Hijo de
Dios.
Les contaron cómo poco después, un soldado le
atravesó el costado con una lanza (17) para comprobar si efectivamente había
muerto y cómo bajaron (18) su cuerpo de la cruz para sepultarlo.
También les hablaron de cómo tres días después,
Jesucristo resucitó glorioso de entre los muertos para librar a la humanidad
de las llamas (19) del infierno que se había ganado al alejarse de Dios, y
cómo podían ellos, los Matará (20), hacer suya esa salvación aceptando y honrando
a Jesucristo como Dios y Salvador.
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