EL
AMOR A LA PATRIA
Una
virtud bastante olvidada en un mundo globalizado, dominado por el
cosmopolitismo relativista. De gran importancia ante el bicentenario de la declaración de la independencia argentina
Algunas
ideas basadas en Santo Tomas de Aquino
Para muchas personas, niños y adultos, la Patria es un territorio, es
un país, es una ciudad natal, es el paisaje donde nacieron o donde pasaron gran
parte de su vida. Todo eso es algo de la patria, pero no es toda la
Patria. Si patriotismo fuera el apego al suelo donde nacimos y crecimos, las
plantas superarían al hombre en patriotismo. La patria se compone de nuestro
suelo, nuestro paisaje, del recuerdo de nuestros próceres y de nuestras tradiciones;
pero también es algo más.
Ese algo más es al mismo tiempo tradición y unidad. O sea,
un doble vínculo simultáneo: con la tradición histórica de las generaciones que
nos han precedido y las que vendrán, y un vínculo con todos los hombres del
país, nuestros contemporáneos.
Y es todavía un poco más: es la conciencia de que este grupo de
personas que, sea por nacimiento o por inmigración o por otras causas, están
relacionadas entre sí (pasadas, presentes y futuras) tenemos, según los planes
de Dios, una misión, un destino, una empresa colectiva en este mundo y en la
historia.
De esto surgen los
deberes que tenemos hacia la Patria, que no deben confundirse con los
que tenemos hacia la forma de gobierno que rige, en alguna circunstancia
histórica, el país.
1. Los deberes
para con la Patria
Cuatro son las principales virtudes cristianas que se relacionan más o
menos de cerca con la patria:
1. La piedad que nos inspira la veneración a
la patria en cuanto principio secundario de nuestro ser, educación y gobierno;
por eso se dice que la patria es nuestra madre.
2. La justicia legal que nos hace considerar
su bien como un bien común a todos los ciudadanos, que todos tenemos obligación
de fomentar.
3. La caridad, que nos obliga a amar a
nuestros semejantes, empezando (para ser ordenada) a los que estamos ligados
por vínculos de sangre, familia, y nacimiento.
4. La gratitud, por los inmensos bienes que
ella nos ha proporcionado y continuamente nos presta.
Todas estas virtudes pueden abreviarse bajo el término «patriotismo»,
que no es otra cosa que «el amor y la piedad hacia la patria en cuanto tierra
de nuestros mayores o antepasados».
El patriotismo se manifiesta principalmente de cuatro modos:
1. El amor de
predilección sobre las demás naciones; perfectamente conciliable con el respeto
a todas ellas y la caridad universal, que nos impone el amor al mundo entero.
2. El respeto y
honor hacia su historia, sus tradiciones, sus instituciones, su idioma, sus
símbolos (en particular su bandera).
3. El servicio: como
expresión efectiva de nuestro amor y veneración. El servicio de la patria
consiste principalmente en el fiel cumplimiento de sus leyes legítimas,
especialmente aquellas que son necesarias el crecimiento y engrandecimiento
(tributos e impuestos legítimos); y también en el desempeño desinteresado y
leal de los cargos públicos que exige el bien común; en el servicio militar, y
otras cosas por el estilo, etc.
4. Finalmente se
manifiesta en la defensa contra sus perseguidores y enemigos interiores o
exteriores: en tiempos de paz, con la palabra o con la pluma, en tiempo de
guerra defendiéndola con las armas y si es necesario dando la vida por ella.
Al verdadero
patriotismo se oponen dos vicios:
1. Por exceso, el
llamado chauvinismo, o patrioterismo,
o como lo llamaba el Padre Fray Francisco de Paula Catañeda en torno a los años
de 1810: «patriomismo», porque no es patriotismo sino una especie de
egoísmo disfrazado de patriotismo. Este vicio, no importa el nombre que se le
dé, consiste en ensalzar desordenadamente a la propia patria como si fuera el
bien supremo, incluso por encima de la fe, y desprecia los demás países
injustamente e incluso con injurias de hecho. Algunas de sus manifestaciones
son la xenofobia, la discriminación racial, la idolatrización de los símbolos o
elementos patrios.
2. Por defecto
tenemos el internacionalismo de los
hombres sin patria, llamado también cosmopolitismo,
que desconocen la suya con el falso argumento de ser ciudadanos del mundo.
Su forma más radical y peligrosa, por sus derivaciones filosóficas y sociales,
ha sido el «internacionalismo comunista», inspirado en la doctrina de Marx.
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