Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

26 de febrero de 2016

EXHORTACIÓN A LA CONVERSIÓN Y A LA PENITENCIA

LA PARÁBOLA DE LA HIGUERA SIN FRUTOS

El Señor nos invita a dar frutos dignos de penitencia, especialmente en esta Cuaresma del Año Jubilar de la Misericordia. 

De una homilía de San Agustín.





ANÁLISIS:

Amenazando con cortar la higuera estéril el Señor nos invita a dar frutos dignos de penitencia a fin de prepararnos para la vida eterna. Porque Él vendrá ciertamente  a juzgar a los hombres: todas las profecías que se han cumplido en Cristo no nos permiten dudar de que se cumplirá también lo que Él ha predicho sobre el juicio final.


REFLEXIÓN DE SAN AGUSTIN, doctor de la Iglesia
La higuera se refiere a la raza humana. No es extraño ver a la raza humana en la higuera: el primer hombre después de su pecado, ¿no cubrió su miembros con hojas de higuera? (Gen 3,7) Esos miembros honorables antes del pecado, se convirtieron para él en miembros vergonzosos. Antes del pecado nuestros primeros padres estaban desnudos y no se sonrojaban por ello. ¿Cómo iban a sonrojarse, si estaban sin pecado? ¿Acaso podían ellos tener vergüenza de las obras de su Creador? Ciertamente no, porque aún no habían corrompido la pureza con sus malas acciones, no habían todavía tocado el árbol del conocimiento del bien y del mal, que Dios les había prohibido tocar. Fue sólo después de haber pecado, comiendo de aquel “fruto”, que el hombre experimentó la esterilidad…
De este modo, la higuera estéril designa perfectamente a todos los hombres que rechazan constantemente dar frutos y por este motivo son amenazados, poniendo el hacha en las raíces de este árbol ingrato.
Pero el jardinero intercede, posponiendo la ejecución del hacha y tratando de aplicar un remedio eficaz al árbol enfermo. Este jardinero nos recuerda a todos los santos que oran en la Iglesia por todos aquellos que están fuera de la Iglesia.

Y, ¿qué piden ellos? «Señor, déjala por este año todavía», es decir, concede un tiempo de gracia, salva a los pecadores, salva a los incrédulos, salva a las almas estériles, salva a los corazones que no producen fruto… «Cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas.»
El Señor volverá a recoger frutos. ¿Cuándo? En el momento del Juicio, cuando vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. La higuera es salvada, como un tiempo de gracia, para que dé fruto. ¿Qué hemos de hacer mientras el Señor vuelve? La respuesta la podemos encontrar en la fosa cavada alrededor del árbol, que significa una exhortación a la humildad y a la penitencia. La fosa en efecto es cavada bajo tierra y allí se debe echar una buena parte de estiércol. El estiércol es sucio, pero hace fructificar. El estiércol hace referencia al dolor por nuestros pecados. Si somos llamados a hacer penitencia, hagámoslo con inteligencia y sinceridad, teniendo presente nuestra ignominia. A este árbol misterioso le es dicho: «Conviértete, porque el Reino de los Cielos ha llegado» (Mt 3,2).


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